Este es otro individuo patético que ya no sabe qué hacer para llamar la atención de la opinión pública. Desde que el Prestige estrelló su ponzoñosa carga de fuel contra las costas del norte de España, Zapatero no ha dejado de dar bandazos políticos hasta convertirse en una caricatura de sí mismo, del pretendido líder tranquilo y armonioso que se alzó con la Secretaría General del PSOE en 2000 y al que su partido le encomendó la sacrosanta misión de desbancar al Partido Popular del Gobierno de la Nación en 2004.
Como digo, lleva empeñado cerca de un año en perder más y más crédito político, en hacerse acreedeor de la burla y la guasa del pueblo español y en cavarse su propia tumba política a golpe de bufonadas. Su última perla ha sido solicitar una cumbre de urgencia con el nuevo Secretario General del Partido Popular y candidato a la Presidencia del Gobierno en 2004, Mariano Rajoy, con el fin, según el líder socialista, de normalizar la vida democrática tras la etapa en el Gobierno de José María Aznar. Oírle hablar y decir esas cosas, produce el mismo efecto que poner un vídeo con los mejores momentos de Chiquito de la Calzada, Gila o Nancho Novo en el Club de la Comedia.
No hace falta ser un sesudo y agudo analista político para darse cuenta de que estas declaraciones nos arrojan de bruces ante la preocupante realidad de que este hombre no llega a los mínimos requeridos para ejercer con razonable coherencia, la difícil y crítica tarea de ser líder del principal partido de la oposición. Le sucede lo mismo que a Maragall, que no ve el momento de que lleguen las Elecciones Generales y se angustia y desazona al comprobar que el coche le va a dejar tirado a mitad de camino.
En esta propuesta descabellada que hace Zapatero a Rajoy y al PP, yo perfilo una doble vertiente. En primer lugar, la etapa de José María Aznar no ha terminado. Para quien no lo sepa, y parece que Zapatero es uno de ellos, Aznar es aún el Presidente del Gobierno y lo será, Dios mediante, hasta Marzo de 2004, fecha en que se celebrarán elecciones democráticas. Pero Zapatero bien sabe que el ciclo de Aznar, aunque próximo a su fin, tiene todavía cuerda y que lo quiera o no, J.M. habrá de ser su interlocutor hasta esa fecha. Su pretensión última, lanzando este pequeño órdago, como pequeño político que es, es desestabilizar a la cúpula del PP y desautorizar al actual Presidente del Gobierno como principal figura en los encuentros con la Oposición. Naturalmente, la respuesta del Gobierno, ofrecida desde la nueva portavocía ejercida por Eduardo Zaplana, ha sido la lógica y esperada negativa.
Y en segundo término, en el ámbito de esa "convocatoria trampa" de Zapatero, puede inscribirse también la "idea trampa" de la normalización democrática, como si el período de Aznar al frente del Gobierno se hubiera caracterizado por una sistemática concatenación de las libertades públicas, por una inestabilidad institucional insoportable o por un cainismo político, una conflictividad social y una debacle económica y laboral clamorosas.
Lo que sucede salta a la vista y es cada vez más evidente. Nerviosos hasta el colapso por sus propias luchas internas y por la tranquilidad con la que el PP ha afrontado la sucesión de José María Aznar al frente del partido y más que seguramente del Gobierno, una gran parte de los principales prebostes del PSOE, encabezados por este pseudo-líder, han iniciado una nueva y premeditada campaña de confusión de las churras con las merinas con el fin de invitar a un atracón de equívocos y de falsas interpretaciones de la realidad a la sociedad española. Como su casa está manga por hombro, como casi siempre, buscan extender la sensación de que el desorden impera también en el resto de inmuebles del vecindario político. Pero creo que el truco se les ha quedado anticuado. El pueblo español se ha ilustrado y ha madurado profundamente en los últimos años y viene con la lección bien aprendida, pues durante mucho tiempo tuvo que convivir con el oprobio de unos dirigentes entregados con indecente hedonismo al despilfarro presupuestario, a la corrupción galopante, al mangoneo indecente y lo que es peor, a la tarea de tratar de generalizar la percepción de que todos los políticos eran igual de canallas. Y ahora por ahí, no pasamos, señores socialistas.
Lo digo muchas veces. Aznar y sus sucesivos gobiernos han cometido errores de bulto, que han sabido conjugar con grandes aciertos, siendo a mi juicio el balance de estos ocho años, claramente positivo. Pero lo que desde ningún ámbito puede negársele a él y a sus colaboradores es el mérito de haber despejado la vida pública de chorizos, listillos y buscadores de fortunas, especies estas que gozaron de su máximo y artificioso esplendor durante el felipismo.
Y otra cosa más, señores del PSOE. Al principal partido de la oposición -hoy por hoy el de ustedes-, hay que exigirle un esfuerzo permanente de control y fiscalización de los actos y de las acciones del Gobierno. Tienen ustedes la obligación de poner a los dirigentes del PP ante sus propias contradicciones, buscarles las cosquillas y tratar de hacer ver a la opinión pública que la labor de estos gobernantes no es la correcta y que si optaran mayoritariamente por votar al Partido Socialista ante la próxima convocatoria electoral, ustedes podrían hacerlo infinitamente mejor. Para lograrlo, sólo hace falta realizar propuestas coherentes, sensatas y seductoras, que muevan a la inquietud a los votantes y que les dinamicen y galvanicen en la dirección que ustedes, los aspirantes, desean. Y sentido de Estado, caballeros, sentido de Estado y de máxima responsabilidad y compromiso con la Nación que quieren gobernar. De lo contrario, si se pierden en luchas interinas por el poder partidista, si no logran ponerse de acuerdo entre los distintos sectores y regiones en las que el partido tiene implantación, si cada líder regional hace una propuesta diferente en función de sus necesidades políticas más inmediatas sin tener en cuenta los intereses generales, del partido y de la Nación, entonces, queridos socialistas, el castillo de naipes se derrumba.
Si la sociedad no percibe consistencia, seguridad y unas líneas generales de actuación juiciosas, surge el desafecto. Y en una democracia como la española, la existencia de dos partidos nacionales fuertes y cohesionados, con capacidad para articular a la sociedad dentro del actual marco constitucional y alternarse en el poder para abrir las ventanas que cerraron sus predecesores, no sólo es recomendable, sino inexcusable.
Y lo que están haciendo Zapatero, Caldera y demás regentes socialistas de la actualidad, es socavar cada vez más los cimientos de un partido que ha de ser por fuerza el referente ideológico y político de muchos millones de españoles y que tendrá que ocuparse, tarde o temprano, de las tareas de Gobierno. Lo que sí que es seguro es que no será de manos de estos indocumentados. En el PSOE hay grandes valores que más pronto que tarde, tomarán las riendas.
Lucio Decumio.
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