30 enero 2007

Cuesta abajo, cuesta abajo

Ortega Lara. Símbolo viviente de la resistencia cívica de una sociedad que se niega con todas sus fuerzas a que un Gobierno cómplice y miserable, entregue las llaves de nuestra libertad y nuestra convivencia a una manada de chacales. Memoria, Dignidad, Justicia y Libertad.

Gracias a Dios, Ronaldo ha emprendido vuelo a Milán para no regresar jamás a Madrid, salvo para celebrar alguna que otra fiestecilla con el clan brasileño del Real, en alguna discoteca o bar de copas de moda de la capital. Que tanta paz lleve como descanso deja.

La brutal inversión de valores morales, democráticos y políticos en la que estamos inmersos desde que Zapatero accedió al poder, ha desgranado hoy un nuevo episodio que desgraciadamente, no tiene visos de ser el último ni mucho menos, el peor.

Es triste pero es así. El histórico de este personaje de falsaria sonrisa y verbo impostado, que navega entre la abyección más vil y la ignorancia más asombrosa, nos asegura que el nauseabundo entreacto protagonizado hoy por la terminal vasca del PSOE en el Parlamento Autónomo, no será el epílogo de tanta y tan lacerante malicia, de tanta y tan sangrante protervia.

¿Cómo se puede caer tan bajo? Y sobre todo ¿cómo se puede seguir deseando con todas las fuerzas y energías posibles, caer más abajo todavía?

Fácil y sencillo, como dicen en Bricomanía. Tienen un colchón mediático que todo lo amortigua y 25 años de hiperlegitimación moral que aún les sirve de parapeto y blindaje para cometer fechorías como la de debatir a petición del PCTV, una moción de urgencia en el Parlamento Vasco para excarcelar a De Juana, mientras que en el Parlamento Nacional, instalan un "cordón sanitario" para evitar debatir cualquier propuesta sobre política antiterrorista que provenga de los bancos de la Oposición, de la única Oposición que hoy por hoy existe en España. El Partido Popular.

Una felonía que como tantas otras, jamás se habrían atrevido a llevar a cabo si viviéramos en un país normal, en el que a la gente no se le hubiera desactivado el espíritu crítico a través de una educación ramplona y falaz y unos medios adictos hasta la náusea. Un aquelarre político de la más baja estofa que, de existir un mínimo equilibrio de fuerzas periodísticas y sobre todo audiovisuales entre las dos mitades ideológicas de España, jamás habría encontrado el camino expedito para su plasmación en la realidad.

Desde hace años, advierto y denuncio que nos encontramos en una época oscura y tenebrosa, en la que unos gobernantes sin ética y sin escrúpulos, impulsan a millones de personas a bordear el abismo de la confrontación fratricida y de la esclavitud conceptual y filosófica, al tiempo que son capaces de convencerles con mil arrumacos y carantoñas, de que en lugar de caminar por el filo del acantilado, se encuentran paseando entre verdes praderas y frondosos bosques.

Lucio Decumio.

29 enero 2007

¿A que todavía nos quedamos con Ronaldo?

Ronaldo. Un caradura millonario y consentido que encarna como ningún otro, los peores vicios de una etapa futbolística prescindible y fastuosa que para su desgracia, ha acogido en su seno durante los últimos años, la más grande institución deportiva de la Historia.

Un pequeño paréntesis deportivo, lógicamente relacionado con el Real Madrid, en medio de tantas, tan profusas y tan confusas -especialmente las que llegan desde el Gobierno, sus aliados y sus terminales mediáticos- informaciones sobre la realidad política de la Nación.

Acabo de leer con espanto, pasmo, terror, pavor, pánico y cualquier otro sinónimo imaginable que pueda añadirse, que Ronaldo aún es jugador del Real Madrid y que todavía no se ha cerrado su traspaso al Milán -para mí, siempre ha sido Milán, no Milan-.

Es una pésima noticia que espero que torne con el paso de las horas, hacia un desenlace más feliz para todo el madridismo. Particularmente, es mi ferviente deseo que este sinvergüenza malcriado, este niño caprichoso de 30 años, este juerguista impenitente, este gran futbolista que se ha deslizado desde sus primeros años como profesional por la pendiente de la holgazanería y el hedonismo, abandone definitivamente el Real Madrid.

Es un imperativo deportivo y económico, pero sobre todo moral, afirmación que sostengo en el hecho, innegable a mi juicio, de que su estancia en el Real Madrid ha sido sinónimo de desidia, vanidad, haraganería y dejadez, defectos que en modo alguno son compatibles con las extraordinarias cualidades humanas y deportivas que han forjado y formado la historia más gloriosa del fútbol mundial.

Adicionalmente, la llegada en 2002 del delantero brasileño al Real Madrid, significó en mi opinión y en la de muchos, el principio del fin de una época dorada, plagada de encuentros memorables que regados con títulos de relumbrón, permitieron reverdecer los marchitos laureles, al menos europeos, del mejor club del siglo XXI. Su presencia, agresivamente indolente, rompió la armonía de un vestuario comprometido con el engrandecimiento aún mayor del club.

Ronaldo aún tiene muchos defensores. Es fácil tenerlos cuando ganas miles de millones de pesetas al año y puedes destinar un puñado de ellos a comprar las voluntades y las plumas de algunos periodistas deportivos de cámara, que se esfuerzan -con bastante éxito, por otra parte- en alabar las virtudes futbolísticas de un tipo que mientras tanto, no tiene empacho alguno en rebosar kilos y soberbia infantil por donde va.

Evidentemente, la culpa de la deriva emprendida por el Real Madrid entre los años 2002 y 2003 y que desgraciadamente, aún se encuentra en su fase aguda, no es exclusivamente achacable a la figura de Ronaldo. Pero sus enrabietados comentarios acerca del público que no comulgaba con las columnas laudatorias de sus reporteros a sueldo y que le reprochaba su desidia en el campo, su falta de solidaridad con los compañeros, su espíritu antojadizo y su nulo compromiso con el club que le pagaba una fortuna, han ayudado muy mucho a que las grietas de la gran nave, se agrandaran.

Lucio Decumio.

28 enero 2007

Ver la paz en España

Aunque el comentario de hoy habla sobre los objetivos de Zapatero y de su inquietante política tendente a cambiar de régimen y a anular al Partido Popular con la ayuda de los terroristas de ETA, algún día hablaré sobre el destino de la XIII Legión durante la Guerra de las Galias. ¿A qué vienen los romanos en este comentario? Muy sencillo; la claudicación y la cobardía frente a los matones, siempre termina arrojando resultados trágicos y desgarradores.

Esa es la frase que no se le cae de la boca al infando Presidente del Gobierno que nos ha tocado en suerte. Toda su acción, todo su esfuerzo y todo su empuje político, se dedican en exclusiva a conseguir la paz en España.

No hay nada en su agenda que relegue a un segundo plano, el primordial e inaplazable objetivo: la consecución de la paz en España. Noble empeño, si de verdad estuviéramos hablando de que en nuestra querida Nación, vivimos en un estado permanente de guerra, pues no otra cosa significa la paz, sino la ausencia de conflicto bélico entre dos partes.

Para aquellos que estamos convencidos de que contemplamos la realidad tal y como es y que en España no hay enfrentamiento armado alguno desde 1939, este afán, este ansia infinita de paz del Presidente del Gobierno, nos resulta especialmente pegajoso, molesto e irritante.

Sin embargo, con el transcurrir de los meses y los años, las frases que ha ido desgranando el sujeto, así como el cariz de sus distintos actos y decisiones, me han puesto sobre aviso y poco a poco, creo haber entendido, al menos superficialmente, los mecanismos mentales que pone en marcha este tenebroso personaje, cuando repetida y fastidiosamente, habla de lograr la paz en España.

Todo parte de su ignorancia infinita y de su oceánico rencor, eso es obvio. Un tipo que se empeña en llamar accidentes mortales a los atentados terroristas que dejan tras de sí un reguero de muerte, sangre y destrucción, debe estar especialmente acostumbrado a nadar entre el analfabetismo funcional y la más enquistada inquina contra sus rivales políticos.

A través de esa incompetencia mental y ese odio acervo, Zapatero enlaza, junto a otros tan necios y resentidos como él, con el conflicto fratricida que desangró a España entre 1936 y 1939. Zapatero no ha dado por terminado aquel lóbrego episodio de nuestro pasado y por supuesto, no ha aceptado la derrota del régimen semi-golpista, corrupto, anti-nacional, sectario y criminal que instauró el Frente Popular en Febrero del 36. Régimen del que formó parte activa, como no podía ser de otra forma, el PSOE.

La paz que busca Zapatero, no sólo es la paz de los cementerios, la paz que implique el aniquilamiento social de las víctimas de ETA, la paz que anule la voluntad democrática de la mitad de la población española y la paz que se lleve por delante la libertad y el Estado de Derecho, en aras de un régimen filo-bolchevique y neo-soviético.

No, no es sólo eso. La paz de Zapatero es, traducido al román paladino, el desquite del PSOE, de ERC, del PNV y del Partido Comunista, contra la media España que se enfrentó a todos ellos y les derrotó en el 39. Zapatero busca la paz, porque en pleno uso de sus facultades esquizofrénicas, él, su partido y sus socios, continúan embarcados mentalmente en una guerra que no darán por terminada hasta que den a la Derecha, su correspondiente merecido.

Para lograrlo, precisan del apoyo de los criminales de ETA, unas alimañas que han demostrado a lo largo de más de 40 años, su inquebrantable voluntad asesina, totalitaria y traicionera. Mediante la cesión constante y las políticas de apaciguamiento que han puesto en marcha ante el hatajo de sicarios, Zapatero estima que podrá enarbolar ante la opinión pública, la bandera de la paz definitivamente conseguida bajo su mandato y ello, pese a la obcecada y contumaz oposición de la Derecha social y política, ese grupúsculo de diez o doce millones de radicales extremistas.

Un objetivo que ha sido repetidamente denunciado en estas páginas en los años 2004, 2005 y 2006 y que seguirá siéndolo durante 2007. El cese de las actividades terroristas obtenida a partir de la claudicación y la entrega del cadáver del Estado de Derecho a los nacionalistas vascos y el ataque sistemático y repetido contra el PP y su base social, centran todos sus esfuerzos al margen de cualquier otra consideración, pues Zapatero estima que si logra llevar a buen puerto ambos e infaustos buques, habrá ganado la guerra del 36 y habrá conseguido, esta vez sí, la verdadera y única paz posible. La suya y la de los suyos.

Lucio Decumio.

18 enero 2007

El final de la Segunda Guerra Mundial (segunda parte)

Pilotos de la RAF, se dirigen a sus aviones de combate en un momento de la Batalla de Inglaterra, en 1940. Lo que cuento en las líneas que siguen y en las del comentario precendente, es, obviamente, Historia-Ficción. Posiblemente, haya datos y fechas que no sean demasiado correctos. Tampoco me importa, al menos en estos momentos, pues he redactado estos párrafos en cuestión de un par de días y un ejercicio de estas características, merece una profundización científica como Dios manda. Sin embargo, creo que he conseguido el objetivo que me proponía, que no era otro que emplear los últimos meses del conflicto, cambiar su sentido histórico y ofrecerlo como metáfora de la situación actual en la que se encuentra España y que podría vivir en un futuro no lejano.

Gracias al respiro que han conseguido en el Oeste, la Wehrmacht logra contener el avance soviético procedente del Este y estabiliza las posiciones del frente, hecho que le permite ganar unas semanas preciosas para fortalecer su retaguardia. El 10 de Abril, la Inteligencia Británica confirma las cifras del rearme nazi y constata la voluntad de Hitler de reemprender las hostilidades en cuestión de días, una vez que el otrora poderoso ejército alemán, ya ha recompuesto cerca de 40 divisiones acorazadas y otras tantas de infantería y de caballería, mientras que la Luftwaffe ya ha puesto en servicio la miríada de nuevos y modernos cazas que le ha suministrado la industria de guerra.

El 12 de Abril, fallece el Presidente de los Estados Unidos, que es sustituido por el Vicepresidente, Harry S. Truman. Éste, que nunca estuvo de acuerdo con la política de apaciguamiento emprendida en los últimos tiempos por su antecesor, se reafirma en su acuerdo de colaboración con los británicos y declara rota la tregua firmada por Roosevelt con los nazis. Es demasiado tarde. El día 13, 40 bombas volantes V2, provistas de pequeñas pero mortíferas cargas atómicas, despegan de sus silos e impactan en otros tantos acuartelamientos soviéticos instalados en Polonia y Ucrania. El ataque produce 500.000 bajas al Ejército Rojo, ante el estupor y el pánico de los aliados y del mismísmio Stalin.

Ante la magnitud del desastre, Truman y Churchill se reúnen de urgencia en Dublín el día 14 y planean un asalto aéreo masivo sobre Alemania, que tendrá lugar en menos de dos semanas y que habrá de reducir a escombros tanto la industria de guerra alemana, como el nuevo, moderno y poderoso ejército nazi. La acumulación de bombarderos y cazas de escolta comienza al día siguiente, pero el 16, Hitler ordena un ataque con misiles contra Inglaterra. Manchester, Liverpool y Portsmouth son los objetivos. El día 17, las tres ciudades británicas han quedado reducidas a escombros y se han perdido 350.000 vidas en el ataque.

Hitler sabe que está jugando con las cartas del ganador y exige a los aliados la rendición sin condiciones y el repliegue de las divisiones británicas, soviéticas y norteamericanas, a sus respectivos acuartelamientos. Stalin intenta un último ataque contra el Reich y concentra el 22 de Abril, 150 divisiones de infantería y carros en la frontera germano-polaca, en un tiempo récord. La idea es entrar a marchas forzadas en territorio del Reich, hecho que según en Alto Mando soviético, evitará un nuevo ataque nuclear contra el Ejército Rojo. Una vez dentro de las fronteras alemanas, debería bastar la superioridad numérica del gigante comunista, para aplastar definitivamente al enemigo.

La Inteligencia alemana descubre la formidable concentración militar y a Hitler no le tiembla el pulso. El día anterior, 21 de Abril, ha ordenado el definitivo exterminio de todos los judíos encarcelados en los campos de concetración. Está ufano, se siente invencible y lanza 1.500 cazas de la Luftwaffe contra las columnas bolcheviques antes de que éstas crucen la línea Oder-Niesse, para proteger desde el aire, el lanzamiento de otras 60 bombas V2. La mortandad entre las tropas soviéticas alcanza cifras de espanto, mientras que el luctuoso episodio pasa a la Historia, como el Día del Millón de Muertos.

La Unión Soviética se ve impotente ante semejante demostración de fuerza y firma su rendición ante Alemania el 23 de Abril de 1945. Las escasas divisiones soviéticas que no han sido reducidas a cenizas en los últimos días, se repliegan a sus acuartelamientos en Rusia, Ucrania y Bielorrusia y dejan todo el Este de Europa expedito, para que Alemania se vuelva a apoderar de él en cuestión de semanas.

Por su lado, Churchill y Truman, que maldicen un día sí y otro también la absurda pusilanimidad de Roosevelt, que ha dado poderosas e invencibles alas al águila alemán, se debaten entre continuar concentrando a su gran flota aérea en tres lugares secretos de Gran Bretaña o en arrojar definitivamente la toalla, antes de que el Führer vuelva a ordenar un ataque nuclear contra poblaciones civiles del Reino Unido y quién sabe si de Francia, para forzar la definitiva rendición de los aliados.

Por el momento, han decidido mantener a sus ejércitos en territorio alemán, lugar en el que saben que estarán a salvo, al menos de las mortíferas bombas nucleares del Reich. Así es, pues Hitler no desea amartillar su propio territorio con las V2, pero la rendición del Ejército Rojo, permite concentrar a la Wehrmacht todos sus esfuerzos en el Oeste y entre el 26 de Abril y el 4 de Mayo, tiene lugar la Gran Batalla del Rhin. A lo largo de más de 150 kilómetros en la orilla occidental del gran río, las nuevas divisiones acorazadas alemanas atropellan a los Ejércitos comandados por Patton, Eisenhower y Montgomery. Los dos últimos, pierden la vida en los combates, mientras que el antiguo y bravo alumno de West Point, es el encargado de rendir a los últimos 230.000 combatientes americanos, británicos, canadienses y franceses que quedan en suelo alemán.

La guerra ha dado un giro absolutamente inesperado en cuestión de tres meses. De conquistar decenas de pueblos y ciudades alemanes cada día en el mes de Enero sin apenas oposición, los aliados han pasado a una sucesión de humillantes derrotas, que han aumentado sus bajas, entre muertos y heridos, entre civiles y militares, en cerca de tres millones de personas.

El Primer Ministro Británico y el Presidente de los Estados Unidos, que han esperado al desenlace final de los combates a orillas del Rhin para tomar una decisión sobre el ataque aéreo masivo, están al borde de la desesperación. Afortunadamente, los servicios de inteligencia aliados informan de que los alemanes, enfrascados y entusiasmados en la formidable batalla del Rhin, no han detectado los movimientos en los aeródromos ingleses. De este modo y a pesar de las pérdidas humanas que les ha infligido los nazis en la última batalla, Churchill y Truman deciden jugar su última carta, antes de que Europa y el mundo queden a merced de la locura y de las ambiciones hitlerianas.

El día 6 de Mayo, entre las 04.00h y las 06.00h, 1.700 bombarderos y 3.900 cazas, despegan desde tres grandes aeródromos del Sur de Inglaterra, en la mayor operación aérea de combate que ha conocido la Historia. Se dirigen a más de 20 ciudades alemanas, así como a 15 acuartelamientos y bases de la Wehrmacht y de la Luftwaffe. A las 06.25h, los radares alemanes detectan la llegada de los primeros escuadrones, ponen en alerta a sus aviones y en marcha sus defensas antiaéreas.

El sacrificio de las tripulaciones aliadas no es baldío. Pese al gran número de bajas que los modernos cazas alemanes provocan entre los Mustang americanos y los Spitfire británicos, éstos imponen su superioridad numérica y permiten que los bombarderos alcancen sus objetivos en la mayor parte de los casos. Sobre la Alemania nazi, se desencadena un auténtico Holocausto, que provoca más de 1.800.000 muertos en cuestión de dos horas y la destrucción de todo el tejido industrial y de comunicaciones del país. Berlín, Sttugart, Hamburgo, Dresde y Colonia han quedado laminadas de la faz de la Tierra, la Luftwaffe pulverizada y la Wehrmacht, diezmada en sus cuarteles.

Ya sin oposición aérea ni antiaérea, los aliados lanzan una segunda oleada de ataque, entre las 11.00h y las 13.00h. Esta vez, los objetivos, aparte de otras siete ciudades alemanas, son las bases donde presumiblemente se encuentran las temibles bombas volantes V2. Otros 900 bombarderos aliados arrojan sobre suelo alemán, miles de toneladas de explosivos, reduciendo a escombros los últimos cuarteles, industrias y poblaciones de más de 100.000 habitantes del país.

Definitivamente convertida en un erial, Alemania firma su rendición a través de la figura del Almirante Dönietz, el 9 de Mayo de 1945, tras el lanzamiento el día 8 sobre Berlín, de dos divisiones paracaidistas americanas que se han hecho con el control de las ruinas de la capital del Reich. El tumultuoso final del conflicto se ha llevado por delante las vidas de más de seis millones de personas, en un lapso de tiempo inferior a cuatro meses. De Hitler no hay noticias, aunque todo parece indicar que junto a su Alto Estado Mayor, se ha quitado la vida en el búnker de la Cancillería el mismo día 8 de Mayo, al contemplar el descenso de los primeros paracaidistas americanos sobre las calles de Berlín.

Las concesiones de Roosevelt a la bestia nazi le han salido muy caras a los aliados y a los alemanes. Europa tardará más de cuarenta años en recuperarse de las cicatrices físicas y psicológicas que han dejado los últimos meses de combates, mientras que la radiación de las cabezas nucleares empleadas por los nazis, provocará decenas de miles de muertos a lo largo de las siguientes décadas en el Reino Unido, Polonia, Rusia, Ucrania y buena parte de la misma Alemania. Sin embargo, el sacrificio de tantas vidas ofrece a los dirigentes continentales y mundiales, un revelador panorama acerca de los resultados que ofrecen las iniciativas entreguistas y apaciguadoras, frente a las pulsiones violentas de algunos cabecillas políticos.

Lucio Decumio.

El final de la Segunda Guerra Mundial

Stalin, Roosevelt y Churchill. No he encontrado una foto de los dos últimos juntos, aunque las habrá a millares. Podría haber recortado al exterminador bolchevique, pero estaba en esa imagen y eso hay que respetarlo.

Escuchando a Rodríguez Zapatero el otro día el debate sobre política antiterrorista en el Congreso, me vino a la cabeza un episodio histórico que transgredido y luego trasladado a la actualidad, cobra una vigencia realmente sobrecogedora.

Imaginemos por un momento que nos encontramos en el año 1945, aproximadamente en el mes de Enero. Excluyamos momentáneamente a los soviéticos del panorama, aunque su intervención en aquellos momentos, fuera necesariamente decisiva.

Americanos y británicos saben positivamente que van a ganar la guerra que sostienen contra la Alemania nazi desde hace cuatro años los primeros y seis los segundos. Desde el exitoso desembarco de Normandía, su avance por los campos de batalla de Francia, Bélgica y ahora la propia Alemania, es imparable. La tenaza se completa con el avance realizado por Italia y por la presión ejercida desde el Este por el Ejército Rojo. De repente, Adolf Hitler propone una tregua a Roosvelt, quien entra en una fase de dudas y decide que pese a que el Führer no se ha rendido, hay que negociar con él.

Churchill, que no cabe en sí de asombro, le mira atónito y no da crédito. "Pero Franklin -protesta el viejo fumador de puros- si esto está ganado. Esto es una tregua trampa. Tú y yo sabemos que sólo nos hacen falta un par de meses más de combates y entraremos victoriosos en Berlín. Para Mayo como muy tarde, la pesadilla habrá terminado".

Pero Roosvelt no está convencido de la victoria que tiene al alcance de la mano, no hace caso de las quejas de su amigo Winston y envía a sus emisarios a dialogar con los ministros nazis. Los negociadores americanos escuchan atentamente a los oficiales alemanes, quienes proponen a los seguros vencedores de la guerra, poder conservar las fronteras anteriores a 1938, hacer la vista gorda con los más sangrientos criminales de guerra, la anexión definitiva de Austria y la más que posible y definitiva incorporación de los Sudetes y de buena parte de Checoslovaquia y Polonia al territorio del Reich. Todo ello a cambio del cese de los combates.

Roosvelt considera acertadas y aceptables las condiciones de la tregua y el 8 de Febrero, ordena que las divisiones americanas y británicas detengan su avance por territorio alemán. Mientras, al viejo león está a punto de darle una apoplejía en Londres y a través del teléfono, vuelve a rugir en el oído de su ya antiguo aliado: "Pero si por esas razones, por esas anexiones y por esas presiones nacionalistas, empezamos esta guerra. ¿Hemos derramado la sangre de miles y miles de soldados de mi país y del tuyo para que al final, Alemania se lleve lo mismo que tenía antes de empezar el conflicto? ¿Y además, cuando ya estaba derrotada y humillada? ¿Pero es que te has vuelto loco, Franklin?

Pero Roosvelt hace oídos sordos a las naturales objeciones de Churchill y sólo sabe hablar de que sus razones tendrían los alemanes para desencadenar el conflicto y que ya ha llegado el momento de alcanzar la paz. Estima que si logra un armisticio inmediato con Hitler, nada ni nadie evitará que pueda presentarse ante el mundo, como el hombre de las buenas palabras y las mejores intenciones, que dio por finalizado el conflicto más sangriento de la Historia de la Humanidad.

Esas constantes menciones a la paz que hace Roosvelt ante la opinión pública de su país, terminan por calar en los cansados oídos de los ciudadanos norteamericanos que ya están hastiados del conflicto. Por ello, buena parte de la opinión pública de los Estados Unidos, se decanta por un final dialogado del enfrentamiento. Ya corre el mes de Marzo de 1945 y Churchill, que insiste en reanudar inmediatamente las operaciones hasta aplastar a la serpiente, empieza a ser presentado por su antiguo socio como un hombre cerrado al diálogo, que sólo sabe vivir en pie de guerra y que quiere continuar el conflicto a toda costa por exclusivas motivaciones personales.

Los alemanes, que todavía no se creen la bicoca que les ha caído, aprovechan para tomar aire y poner en marcha de nuevo sus desvencijadas factorías de armamento. El 20 de Marzo, tras cuarenta días de tregua, Churchill advierte a Roosvelt de que sus enemigos han conseguido fabricar desde que diera comienzo la tregua, más de 2.000 nuevos carros de combate Tiger II -los más mortíferos y certeros de la época-; han puesto en servicio cerca de 1.000 nuevos cazabombarderos a reacción ME-262; han logrado hacerse con millones de toneladas de petróleo procedente del Mar del Norte y lo más importante y amenazador de todo, han construido cerca de 300 bombas volantes V2 mejoradas, capaces de montar pequeñas cabezas nucleares y alcanzar sus objetivos a más de 2.500 kilómetros de distancia.

Sigo mañana.

Lucio Decumio.