29 enero 2006

El botón de muestra

Siguiendo con la línea establecida en los últimos días, nada de fotos de los enemigos de la Nación. Sólo un cigarrillo entrelazado en los dedos de una mano anónima, para recordar que Zapatero y Artur Mas vulneraron conscientemente la Ley Antitabaco durante la famosa y triste reunión en la que convinieron la voladura del Régimen Constitucional de 1978.

No estoy en absoluto de acuerdo con la idea del Partido Popular de abrir un nuevo frente político contra Zapatero y su Gobierno, basado en el hecho de que el Presidente y Artur Mas cerraran el acuerdo estatutario entre el humo de unos cigarrillos, incumpliendo con ello, la Ley Antitabaco aprobada recientemente por el Ejecutivo socialista.

Es mi opinión y sospecho que asimismo la de mucha otra gente, que éste es un asunto marcadamente menor, en el que el principal partido de la Oposición, a la vista de la que está cayendo tanto con el Estatuto catalán, como con otra serie de acontecimientos sangrantes que tienen lugar en el País Vasco y en otros lugares de España, no debería perder un solo minuto de su tiempo.

Sin embargo, sí que me gustaría decir que la imagen de Zapatero y Mas saltándose la ley impunemente, sólo se puede entender como una alegoría del comportamiento que en otras áreas de mayor trascendencia, demuestra el Presidente del Gobierno. Está claro que para este hombre, desde el documento más insignificante hasta la Ley de Leyes, todo es relativo y susceptible de interpretarse en función de sus intereses más inmediatos.

Si lo que dicen los pactos o las leyes va en contra de sus deseos o de sus designios, la interpretación de las mismas ha de hacerse con la mayor laxitud y la más amplia condescendencia, para que ni él ni sus socios puedan verse afectados por la letra de la legalidad.

En cambio, si los actos a juzgar han tenido su origen en algo o alguien que no es de su cuerda y que no comulga con sus delirios atomizadores, el rigor del mazo judicial ha de golpear sin piedad al infractor, aunque la transgresión cometida no sea merecedora de semejante severidad o simplemente, ni se haya cometido.

Señor Zapatero, ya sé que por un oído le va a entrar y por otro le va a salir, pues es usted un aventajado aprendiz de déspota, pero las leyes en un Estado de Derecho sujetan a todos a su cumplimiento, no sólo a quienes no pueden tomar parte en su elaboración.

Otra cosa es una república bananera, una dictadura neo-soviética o una satrapía oriental, que es a lo que cada vez más se parece España.

Insisto, que se olvide el PP de intentar desgastar al Gobierno con esta materia que en comparación con otras muchas que están en boca de todos a día de hoy, es insignificante. El devastador dictamen -solicitado por el propio Gobierno- del Consejo de Estado en contra del vaciamiento competencial del Estado en favor de las autonomías, la nocturna prodición acordada entre ZP y Mas o las impudicias que a diario se cometen en las Vascongadas, deberían ser entre otros, los principales puntos de apoyo sobre los que el PP hiciera palanca durante las próximas semanas.

Lucio Decumio.

22 enero 2006

El lechero

La instantánea del día de hoy corresponde a un lechero corriente y moliente. Estoy harto de mancillar estas páginas con los rostros de los más variados y escalofriantes traidores.

Corríjame alguien más versado que yo en citas históricas, si digo y me equivoco al afirmar que no fue otro sino aquel férreo e inolvidable combatiente por la libertad llamado Winston Churchill, quien sostenía que los ciudadanos de un país sólo gozarían de todas las libertades democráticas y civiles, en el momento en que estuvieran convencidos de que la persona que llamase a su puerta a las seis de la mañana, fuera el lechero.

Si de la sentencia del orondo dirigente británico se puede extraer la conclusión de que la democracia y la libertad están firmemente asentadas en una nación cuando alguien tan inofensivo como el repartidor de la leche es quien aporrea nuestra puerta a tan intempestivas horas, habremos de colegir que en función de los acontecimientos que se han venido produciendo en España durante los dos últimos años, nuestra amada Nación se aleja a pasos agigantados del idealizado prototipo de estado democrático que tan metafóricamente defendía Churchill.

Y es que la nocturnidad en contra de la transparencia, la opacidad en oposición a la limpieza y la alevosa actitud gubernamental frente a los mínimos criterios de decencia y decoro exigibles a todo un Ejecutivo nacional, han sido desde el 14 de Marzo de 2004, las herramientas que el Gobierno presidido por Rodríguez Zapatero ha empleado con demasiada y estremecedora frecuencia, en contra del interés general de todos los españoles.

De momento han sido sólo decisiones y acuerdos que se han tomado de espaldas a la ciudadanía. Y digo sólo -excepción hecha del tenebroso episodio de la detención de dos militantes del PP por el mero hecho de serlo-, pues aún no dejando de ser estos conchabeos clandestinos extremadamente preocupantes por sí mismos y no escapándosele a nadie con un mínimo sentido crítico que tantas y tan prolongadas reuniones mantenidas en las cloacas monclovitas con los más acerados enemigos de todo lo que España significa, nada bueno auguran para el futuro de nuestra Nación y mucho menos, para el mantenimiento de las libertades y derechos consagrados en la Constitución, lo más inquietante es el más que seguro y agitado panorama de futuro que nos aguarda.

¿Por qué digo eso? Sencillo y cristalino resulta a mi juicio, el hecho de que las confabulaciones que se han cocido en las calderas de las más ocultas cavernas del Palacio presidencial, forzosamente habrán de edulcorarse con los azúcares de la manipulación informativa a que nos tienen acostumbrados los socialistas y sus socios antisistema para que los ciudadanos acepten de buen grado el desmembramiento de la Nación y el recorte de libertades. Eso o aún peor, que las maquinaciones y las intrigas perpetradas al amparo de las tinieblas de la noche, tengan que ocultarse a la opinión pública tras un irreparable apagón informativo, para que aquélla no se envuelva en llamas de ira ante las cobardes genuflexiones de Zapatero frente a nacionalistas radicales y terroristas.

Y es que no hay otro modo. Cuando alguien perpetra una indignidad -o muchas, como es el caso del Gobierno actual-, sólo hay dos formas de esconder la felonía ante quienes pueden pedirle las consiguientes responsabilidades tras su ejecución; o se miente descaradamente al conjunto de los ciudadanos o se secuestra su libertad de información y de opinión con la intención de que la verdad no vea la luz. Dispositivos de ocultamiento de la realidad que no por diferentes, dejan de ser perfectamente complementarios, al menos en el ideario político del socialismo español y de los depredadores que ha elegido como colaboradores durante esta legislatura.

Y mal que nos pese, ambos mecanismos ya han sido puestos en marcha por el actual Gobierno. Por una parte, los ingenios de la mentira y la manipulación informativa nunca han dejado de funcionar con mejor o peor eficacia, en las criptas de Ferraz 70. Pudimos comprobarlo en innumerables ocasiones durante su anterior etapa de Gobierno para años más tarde, contemplar atónitos cómo se le echaba más combustible al motor de la farsa a lo largo de los meses inmediatamente anteriores a las Elecciones Generales de 2004, cómo se aceleraron sus revoluciones en la jornada de reflexión y cómo se ha terminado engrasando y abrillantando durante la nefasta etapa de gobierno que está a punto de cumplir dos años.

Y la segunda, el secuestro de la libertad de información y de opinión, ya ha dado unos primeros pasos que a buen seguro, conocedores como somos de que el temple del actual inquilino de La Moncloa y de sus socios se encuentra exactamente en las antípodas de la dignidad y de la compostura, no serán los últimos ni los menos preocupantes.

Y es que estas infamias -desfiguración y manipulación de la realidad por una parte y sesgo de la libertad informativa y de opinión por otra- a su vez tendrán que encubrirse, como no podrá ser de otra forma, con nuevas y redobladas apuestas que impliquen una mayor reducción de libertades y derechos. Todo esto hasta que tal vez un día no muy lejano, si por el camino no sufren un apabullante y merecido castigo electoral, quien llame a nuestra puerta a las seis de la mañana, pueda no ser el lechero.

Y si alguien no los cree capaces de dar los pasos necesarios hasta llegar a esa lóbrega meta y disfrazar sus fechorías de incuestionables avances para la libertad y la convivencia, es que no los conoce lo bastante bien.

Lucio Decumio.

13 enero 2006

Aprender del Islam

Instantánea de la explanada de la Kaaba, en La Meca. Miles de fieles musulmanes muestran al mundo el triunfo de la gentileza y la urbanidad islámica, mientras rodean pacíficamente hasta siete veces, la piedra sagrada de su religión.

La asilvestrada, intolerante y decadente civilización occidental se muestra obtusamente incapaz de aprender las innumerables lecciones de educación y generosidad que una y otra vez, nos transmite la indulgente y perfeccionada cultura islamista. Las periclitadas convicciones cristianas y sus oxidados orígenes clásicos, nada pueden ante las interminables muestras de civismo y urbanidad que nos ofrece la instruida erudición musulmana.

¿Extrañados? No tanto. Hay muchos ejemplos de lo que digo, como las asentadas y centenarias democracias de que disfrutan todos los países del Magreb o los grandes avances sociales, de tolerancia religiosa con otras confesiones y de igualdad entre hombres y mujeres, que han experimentado en los últimos decenios no pocos países ribereños del Golfo Pérsico y aledaños. Eso por no hablar, del indiscutible liderazgo mundial que ejercen en ámbitos como la libertad y los derechos humanos, incuestionables potencias como Indonesia, Pakistán o Libia. Todo ello en contraste con los gravísimos déficits que en todos esos ámbitos, muestran naciones tan atrasadas y subdesarrolladas como los Estados Unidos, Suecia, Finlandia, Alemania o la misma España en la que vivimos.

Otro gran ejemplo de la enorme ventaja cultural, política y económica que ha adquirido el mundo musulmán sobre las ruinas del cristianismo y el clasicismo greco-romano, es la encendida pasión cultural islámica, que ha dado al mundo en los últimos siglos, decenas de virtuosos pianistas, centenares de reputados pintores, infinidad de célebres filósofos, legiones de delicados poetas, docenas de incansables compositores, innumerables escritores de imperecedera gloria o incontables ramilletes de briosos líderes mundiales.

Sin embargo, es a la hora de demostrar su inveterado civismo y su intachable proceder en los actos masivos de culto o manifestación religiosa, donde el Islam gana por goleada al decrépito Occidente cristiano.

¿Que no? Para muestras, unos botones. Hace cerca de diez meses, falleció Juan Pablo II, aquel rancio y retrógrado Sumo Pontífice de la Iglesia Católica que durante 27 años atormentó, en nombre de su trasnochado credo, a miles de infieles e hijos descarriados -así los llamaba él- de su propia confesión.

Haciendo abstracción de los numerosos atropellos y fechorías perpetrados por el Papa polaco, asistieron a las exequias del líder religioso católico cerca de tres millones de fieles, quienes durante días enteros se entregaron con furioso denuedo a la tarea de provocar tumultos, avalanchas y enfrentamientos callejeros. Las imágenes emitidas por todas las televisiones del globo, en las que podíamos contemplar aterrados a los cientos y cientos de muertos que dejaron a su paso los altercados y las estampidas originadas por el salvajismo y la rusticidad de las turbas católicas, aún no se han borrado de nuestra memoria.

Apenas habían transcurrido cuatro meses desde que el drama y la muerte se apoderara de las calles de Roma, cuando el feroz y despiadado lugarteniente de Juan Pablo II, su sucesor Benedicto XVI, convocó a centenares de miles de jóvenes católicos en las enormes praderas que circundan la pútrida y ruinosa ciudad alemana de Colonia. Como no podía ser de otro modo y siguiendo el macabro ritual de esta confesión religiosa cuando de aglomerarse se trata, los incidentes y las broncas fueron la tónica general y no menos de 80 personas perdieron la vida en las docenas de reyertas que tuvieron allí lugar.

Y qué decir del estremecedor saldo de muertos, heridos y destrozos en el mobiliario urbano que arrojaron las multitudinarias, injustificadas y reaccionarias manifestaciones que las organizaciones más conservadoras y tradicionalistas de nuestro país, convocaron durante el pasado año para protestar contra las políticas de progreso y avance del sobresaliente gobierno socialista? Sin comentarios. Servidor, aún está avergonzado por tamaña demostración de barbarie.

Lo he dicho muchas veces. Estamos tardando demasiado tiempo en empaparnos de la cortesía y los buenos modales de todos, sin excepción, los musulmanes que en el mundo hay. Ver las imágenes de su tradicional peregrinaje anual a La Meca e invadirme una sana envidia por su irreprochable comportamiento y la calma, la serenidad y la entereza de que hacen gala pese a las multitudes que se congregan en la ciudad durante los tres días que dura el Hajj, es todo uno.

Deberíamos aprender a vivir la religión como lo vienen haciendo los islámicos desde hace tantos decenios. Suavizar las aristas más radicales de nuestra doctrina católica, entender la misma como una manifestación íntima y exclusiva de cada uno de nosotros y tratar de desenredar la religión del poder político, son la clave para empezar a alcanzar las cotas de desarrollo socio-económico que ya han logrado la totalidad de países de confesión mahometana.

Sé que lo que digo es complicado, pues las tinieblas de ignorancia y subdesarrollo que han cultivado las élites socio-católicas durante siglos y que han impedido por pura avaricia y avidez de poder, el despegue social de, básicamente, Norteamérica y Europa, no desaparecen así como así y son muy complicadas de superar.

Sin embargo y ya termino, yo creo que estamos en el buen camino, al menos en España, gracias al buen hacer y a la perspectiva histórica y política del actual Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Los grandes líderes -y Zapatero sin duda se cuenta entre ellos- son aquellos que trascienden su época y logran ver mucho más allá de las necesidades inmediatas del pueblo al que dirigen, para enfocar acertadamente su devenir histórico y hacerlo encajar en un futuro desafiante que sólo ellos, dotados de una capacidad de síntesis y análisis sin igual, pueden otear.

Sólo así, en el marco de las indudables cualidades presidenciales, podremos hacer efectivas y provechosas para nosotros, humildes cristianos españoles, las decididas apuestas de Zapatero por la concordia y el entendimiento con regímenes impecablemente democráticos, civilizados y consolidados como Marruecos o su innovadora evocación de una Alianza de Civilizaciones con las culturas más avanzadas del planeta, para abandonar de una vez por todas, nuestro secular atraso.

Lucio Decumio.

10 enero 2006

Porcentajes

La absurda tolerancia inmigratoria de los gobiernos españoles durante los últimos diez o doce años, ha provocado un estremecedor incremento de los índices de delincuencia en las calles y plazas de España y ha disparado la presencia de inmigrantes en nuestras cárceles. Los números no mienten.

El 30% de los reclusos que actualmente pueblan las prisiones españolas, es de origen extranjero. Durante el año 2005, 73 de cada 100 nuevos inquilinos carcelarios había nacido allende nuestras fronteras. La última encuesta del CIS arrojaba el revelador dato de que el 65% de los españoles considera que en España hay demasiados inmigrantes.

El autoproclamado "Mundo de la cultura" y los pedantes progres de salón que muy a su pesar, acaparan la mayor y mejor parte de las urbanizaciones más descollantes de España, pondrían el grito en el cielo y me acusarían de apología del racismo y la xenofobia por hacer mención a estadísticas tan determinantes. Eso en el caso de que me leyeran, que va a ser que no, sospecho.

Concluida la que podríamos llamar digresión crítica hacia la izquierda de sofá de piel y "triclinium", diré que la interpretación de estos dígitos va más allá del mero dato estadístico. Asimismo y aunque desde mi punto de vista, las izquierdas y sus representantes políticos, sociales e informativos tienen la mayor parte de responsabilidad en este desaguisado, aquí hay dardos para todos.

Vayamos por partes. A alguien -pañuelo palestino en ristre y camiseta con la efigie del Ché- podría ocurrírsele lo siguiente. Sí, el 30% de los presidiarios que hay en España es de origen extranjero, pero el 70% restante son españoles, así que entre estos últimos los índices de delincuencia son mucho más altos. Incierto, querido simpatizante de todo tipo de causas nauseabundas. La población inmigrante todavía no alcanza en España -afortunadamente- el 7% del total de habitantes, por lo que los cocientes comparados ofrecen datos implacablemente demoledores acerca de las intenciones delictivas de centenares de sudamericanos, magrebíes o eslavos llegados ilegalmente a nuestras tierras por tierra, mar y aire.

En cuanto al hecho de que el 65% de los españoles considere que hay demasiados inmigrantes en nuestro país, cabría hacer una pequeña corrección al alza, al menos por mi parte. No entiendo mucho de estadística, pero sospecho que ese 65% hace referencia a los encuestados, con independencia de su lugar de nacimiento u origen racial. Entre el cien por cien de los cuestionados, forzosamente tuvieron que encontrar los empleados del CIS a un pequeño pero significativo porcentaje de inmigrantes, quienes con toda seguridad responderían negativamente a la cuestión planteada por el encuestador. Así que si tenemos en cuenta que aproximadamente un 3% de los encuestados pudieron no ser españoles, tendremos que al menos el 97% de los cuestionados sí que lo era, razón que debería elevar en algún punto el porcentaje del 65% de nacionales que considera excesivo el número de extranjeros.

Y el dato de que 73 de cada 100 personas encarceladas en 2005 era de procedencia forastera, es tan devastador e ilumina de tal manera la realidad actual de las calles de las principales ciudades de España, que se comenta por sí solo.

¿Responsabilidades? La izquierda política, cultural y mediática, por convicción. La derecha, por complejo de inferioridad moral ante los primeros.

Ante cifras como estas yo me pregunto lo siguiente; ¿de verdad que el hecho de coger al toro por los cuernos y elaborar una política inmigratoria sensata y real, capaz de atender a las demandas de nuestro mercado laboral y a las preocupaciones de los españoles, sería tan incorrecta en el plano político y restaría votos al partido que la llevara a buen puerto?

Sinceramente, yo creo que no.

Lucio Decumio.

09 enero 2006

Pronunciamiento

En TVE ya han encontrado el modo de apuntalar informativamente la injustísima decisión del Gobierno de ordenar el arresto domiciliario del Teniente General Mena Aguado, así como su más que segura destitución como alto mando del Ejército. A partir de ahora, las palabras, declaraciones o afirmaciones realizadas por el militar en defensa de la Constitución y de la unidad de España y en contra del nuevo estatuto de Cataluña, ya no son tales para la televisión que pagamos todos los españoles.

De ahora en adelante, la consigna es referirse a esas manifestaciones como "pronunciamiento", con la retorcida intención de que este concepto no sólo se asocie en el subconsciente colectivo a lo dicho por el Teniente General, sino que apunte directamente a la idea de que en la mente de Mena, bullía alguna suerte de decimonónico ruido de sables.

La manipulación llevada hasta sus últimos extremos. Da asco contemplar como en aras del equilibrio parlamentario más repugnante, el Gobierno es capaz de sacrificar públicamente a personas de intachable decencia constitucional, mientras permite los desmanes y los excesos antidemocráticos y anticonstitucionales de los aliados que le sustentan en sus poltronas ministeriales y palaciegas.

Lucio Decumio.

07 enero 2006

Apoyo a José Mena

El Teniente General José Mena Aguado, un militar de postín que ha sido condenado a ocho días de arresto domiciliario por José Bono, sólo por el hecho de defender públicamente la vigencia de la Constitución. Así va España. Se castigan la decencia, la honradez y el patriotismo y se premian la ignominia, la infamia y la impostura.

Para empezar el año, me decanto por las palabras en defensa de la Constitución pronunciadas ayer por el Teniente General José Mena, como línea argumental de mi primera intervención ciberespacial en 2006. Bravo por él. Aunque el estamento castrense tenga muy acotado el volumen y el contenido de sus opiniones políticas, conviene recordar, para quien no lo sepa, que Mena se ha limitado a hacer presente algo tan simple, tan real y tan evidente como que nuestra Carta Magna tiene unos límites que no pueden sobrepasarse y que de hacerse, ahí está el artículo 8 para convertirse en dique de contención.

La perogrullada -con crítica al proyecto de nuevo Estatuto para Cataluña incluida- ha sentado muy mal a los de siempre, es decir, a aquellos que desde hace casi dos años, se empeñan con pérfido esmero en la voladura de nuestro sistema constitucional y de libertades. No es de extrañar por lo tanto, el congestionado y fétido griterío proferido casi al unísono por PNV, CiU, ERC, IU y demás manadas de lobos.

A estos aventajados aprendices del peor fariseísmo, les ha faltado tiempo para rasgarse teatralmente sus vestiduras, armar el tradicional bullicio que busca ocultar sus verdaderas intenciones y ladrar furiosamente en el quicio de La Moncloa para pedir la cabeza, el tronco y las extremidades de un soldado que sólo habló de cumplir con el compromiso que contrajo al jurar defender a su país y su Constitución.

Pero como de costumbre, lo peor viene por parte del Gobierno y del PSOE y de su suicida toma de partido por los declarados enemigos de la Nación.

Señores Bono, Blanco, Rubalcaba y ZP ¿desde cuándo merece punición la encendida defensa de la vigencia de nuestra Constitución por parte de un leal e intachable militar, mientras queda impune la mutilación de algunos ejemplares de la misma a manos de los cachorros de sus socios en un repugnante aquelarre por las calles de Barcelona? Señores Bono, Blanco, Rubalcaba y ZP ¿cómo es posible que el mismo día en que el traidor lendakari exige al Gobierno que soslaye la ley y que Batasuna se presente a las próximas elecciones municipales, un soldado de ejemplar trayectoria profesional y democrática sea arrestado por defender la Carta Magna sin tapujos? Señores Bono, Blanco, Rubalcaba y ZP ¿creen de verdad que es asumible para la mayoría de los españoles, incluidos sus votantes, que mientras se bañan en agua de rosas con quienes pretenden destruir la Constitución, ustedes condenen a los que hacen loa de ella?

Sólo hay una respuesta a estas interrogantes y es la la doble moral y el doble rasero, tan enraizados en el ADN del socialismo patrio. Pueden pasarse media vida exigiendo a los militares que reconozcan, acaten y respeten la Constitución -algo que por otra parte, han hecho en su inmensa mayoría con sobrado patriotismo y sentido del deber desde el mismo día de su aprobación- pero cuando uno de los más destacados jefes del Ejército toma un micrófono y pide que los nuevos estatutos -que maldita la falta harán, digo yo- no desborden los límites constitucionales, se le tiran al cuello.

Históricamente, los actos de los socialistas españoles sólo han dependido de una cosa. Del inmediato rédito político que pudieran extraer de los mismos, sin importar las consecuencias futuras o incluso sus declaraciones del pasado, aunque éstas entraran en flagrante contradicción con su actitud en el presente. El ejemplo de Felipe González es paradigmático al respecto, especialmente en lo que se refiere al asunto OTAN.

Pero en la legislatura ZPBS, el avaro afán de la inmediatez se mezcla con el cobarde aliño de la peor de las deslealtades hacia la Nación, los ciudadanos y los principios constitucionales que el Gobierno que preside, juró defender cuando tomó posesión.

Por eso, molestan quienes recuerdan lo obvio, se trata de silenciar a aquellos que defienden la legalidad vigente y su aplicación inexcusable, se busca acallar a los que denuncian tanto oprobio y atropello, se acusa de radicalidad a los defensores de la ley de leyes y se ridiculiza y aplasta mediáticamente a los que se niegan a comulgar con la idílica realidad que nos quieren transmitir el Gobierno y sus aliados con el apoyo de su devastadora artillería informativa.

Lucio Decumio.