27 febrero 2006

Se va y espero que para bien

García Remón, Stielike, San José, Benito, Pirri, Camacho, Juanito, Del Bosque, Santillana, García Hernández y Roberto Martínez. Nueve españoles y dos foráneos, algo muy distinto a la alineación presentada por el Real Madrid frente al Zaragoza hace unos días en el Bernabéu, en la que figuraban Casillas, Cicinho, Roberto Carlos, Woodgate, Sergio Ramos, Beckham, Zidane, Gravesen, Robinhno, Ronaldo y Baptista. Ése ha sido el gran error de Florentino, la desnaturalización del equipo y la inversión de cifras en la correlación entre nacionales y extranjeros.

Ya me gustaría que este titular fuera la marquesina que arropara el que sería sin duda, el comentario estrella de este humilde "blog"; el de la marcha de Rodríguez Zapatero de la Moncloa. Pero a falta de ver cumplido el sueño electoral de tantos y tantos millones de españoles que desean desde lo más profundo, que el actual Presidente del Gobierno abandone el cargo y concluya así la grotesca pero también siniestra etapa institucional iniciada el 14 de Marzo de 2004, a los no pocos millones de madridistas que contemplábamos entre perplejos y enrabietados, el errático rumbo del equipo de nuestros amores, nos queda el consuelo de la dimisión de Florentino Pérez.

Un primer apunte sobre la política económica desarrollada por Florentino en su etapa al frente del Real Madrid es de justicia, pues resulta evidente -al margen de determinadas consideraciones de grisácea naturaleza especulativa-, que su aplicada gestión empresarial ha sido notablemente fructífera a lo largo de los seis años en los que ha estado sentado en el sillón presidencial.

Sin embargo y pese a los éxitos deportivos que adornaron con sus guirnaldas los primeros años de Pérez como presidente del Real Madrid, asimismo resulta palmario que la deriva de resultados emprendida por el club desde la famosa noche de los cuchillos largos de Junio de 2003, tras la conquista del Campeonato Nacional de Liga de aquel año, es achacable, prácticamente en exclusiva, al mismo Florentino.

Tengo la sensación de que en aquellos instantes, Pérez, en un arrebato de soberbia, prepotencia y esnobismo que le ha terminado por costar, primero su puesto y después a todo el madridismo, un prolongadísimo túnel de penurias deportivas, se consideró por encima del bien y del mal y tomó decisiones no sólo poco acertadas, sino algo mucho peor, poco ponderadas y muy mal estudiadas.

En su afán por convertir al club en una entidad mucho más universal de lo que ya era, Florentino fue incapaz de delegar convenientemente las riendas deportivas en personas para las que el rendimiento económico inmediato de determinados fichajes fuera secundario y para las que las raíces filosóficas del club tuvieran mayor importancia.

Florentino creyó que el éxito deportivo podía y debía venir de la mano de una miríada de estrellas foráneas, quienes por el mero hecho de pertenecer a escuelas futbolísticas de renombre y llevar impreso en sus camisetas refulgentes nombres de exótico origen, consideró podrían adjudicarse torneos y campeonatos con la misma facilidad que vendían elásticas blancas y extendían el nombre del Real Madrid por todos los confines del Universo.

Pero el fútbol no es sólo un negocio y menos en el caso del Real Madrid. El gran lunar de Florentino ha sido el absurdo y despiadado desprecio demostrado hacia los jugadores españoles, dato que queda reflejado en el hecho de que entre las incorporaciones y fichajes tramitados a lo largo de estos seis años, sólo se haya contado un jugador español, Sergio Ramos, para más señas.

Sus decisiones en el plano deportivo siempre se han manifestado claramente lesivas hacia los intereses de los jugadores o los profesionales españoles del equipo, ya fueran éstos canteranos o provinieran de otras entidades nacionales. El trato que han recibido por parte del ex-presidente, profesionales de intachable trayectoria e impecable currículum como Fernando Morientes, Fernando Hierro o el propio Vicente Del Bosque ha sido injustificable. Otros, como Íker Casillas, Guti o Raúl González han salvado el pellejo debido a su juventud, su inquebrantable compromiso con el club o a las simpatías que despertaban en la grada, pero no gracias a un presidente empeñado en tareas megalómanas y propagandísticas que descosían poco a poco, la columna vertebral del equipo.

Columna vertebral que ha de estar formada -y esto, que aun siendo un juicio personal, estimo que es una idea con la que comulgan miles de aficionados- fundamentalmente por un núcleo duro de jugadores españoles, que procedentes de la cantera y de otros equipos nacionales, aglutinen en torno a sí los valores imperecederos de este club centenario y sean capaces de transmitirlos a quienes vienen de fuera y a los jóvenes que cada temporada llegan al primer equipo: casta, entrega, sacrificio y compromiso con el club.

Valores que difícilmente se le pueden exigir a un mismo tiempo a una plantilla de la que forman parte únicamente 11 jugadores nacidos en España, la mayoría de los cuales, desplazados por un interminable goteo de futbolistas de otras nacionalidades, deambulan por el campo y por los entrenamientos con la seguridad de que su presencia en el equipo no depende de sus méritos, sus logros o su trayectoria, sino de los caprichos financieros o publicitarios de un mandatario que ha perdido el rumbo.

La dimisión de Pérez ha sido un primer paso. Pero ha de completarse con otros, como la recuperación de las señas de identidad y los valores que han hecho del Real Madrid el mejor club del mundo. Hasta que eso no suceda, hasta que los aficionados no podamos identificarnos de nuevo con unos jugadores comprometidos y entregados a la tarea de seguir acrecentando la leyenda y la gloria del equipo y no la de sus cuentas corrientes, seguiremos igual, con o sin Florentino.

Lucio Decumio.

23 febrero 2006

El abuelito

Convierto ya en definitivo, el hábito de no colgar imágenes en esta página, de los grandes traidores del presente. La de hoy, que enlaza argumentalmente con los párrafos aquí vertidos, ha de servir exclusivamente como homenaje a todos aquellos españoles de todo origen, credo o condición, que perdieron la vida a manos de otros españoles durante tres años de locura y enajenación colectiva. Que aquel horror jamás vuelva a percutir y a rasgar la vida de la noble nación española.

Servidor ya no se sorprende de nada. De nada de lo que haga o diga el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. De un hombre que ha pactado en la oscuridad y en la penumbra el futuro de España con quienes más odian y rechazan el concepto mismo de patria común e indivisible de todos los españoles, poco puede extrañarnos.

Ningún hecho, acto o declaración de un tipo que cuenta sus semanas en el Gobierno con otras tantas muescas en la pared de las ignominias políticas, de las afrentas a la mitad de un país y de la depravación ética, puede llevarnos al asombro o trasladarnos hacia el pasmo.

La última de este individuo que cabalga entre las monturas de la ignorancia supina y el rencor más acerado, bien la sabemos todos. Tratar de colarse entre el justificadísimo dolor de unos hombres y mujeres a los que una banda criminal, desalmada y enfebrecida, ha arrebatado a sus padres, hijos o hermanos de la forma más salvaje, con la excusa de que su abuelo cayera fusilado durante la Guerra Civil a manos del bando nacional, 22 años antes de que él naciera, nos ofrece la penúltima y más clarificadora instantánea de la nula profundidad moral de este sujeto.

Gracias a la innata habilidad socialista para hacer fluir el cauce del río informativo y de opinión siempre a su favor, contemplamos atónitos una vez más -la penúltima-, como unas declaraciones del Presidente del Gobierno, emponzoñadas con una gravísima ofensa sentimental y un intolerable chantaje emocional, le salen, desde el punto de vista del desgaste político y del escándalo social que deberían en buena lógica arrastrar, virtualmente gratis a su autor.

La vesania desestabilizadora de este hombre, así como su dramática insuficiencia académica, no conocen límites. Pero más allá de estas dos oscuras peculiaridades, resulta cada vez más evidente que el espíritu de Zapatero, salpicado por una miríada de tenebrosos lunares, acoge un rasgo particularmente retorcido y al que recurre cada vez con mayor frecuencia: su reconocida capacidad manipuladora, simplificadora y demagógica.

El recurso al abuelo fusilado en la Guerra Civil cansa y molesta por un millar de razones aunque sólo citaré cuatro: A/ Por lo obsceno y patético que resulta su permanente utilización como argumento justificador de algunas de sus políticas; B/ Por el contexto mismo en el que sucedieron aquellos acontecimientos y su lejanía en las noches de la Historia; C/ Por la nada disimulada intención de transmitir a la opinión pública, la sesgada idea de que una banda de fanáticos fascistas acabaron por diversión con la vida de un pacífico ciudadano de profundas convicciones republicanas y democráticas; y D/ Por el inexistente vínculo sentimental que puede unir a un hombre fallecido en un conflicto bélico, con el nieto que nacerá lustros después de la desaparición de aquél.

Pero como decía antes, lo peor de Zapatero es su inveterada proclividad hacia la mentira, la manipulación, el falseamiento de la realidad y la tergiversación de los hechos y de la Historia. Lejos de la noción de bondadoso militante pacifista acribillado por una depravada soldadesca franquista ebria de sangre republicana, es preciso hacer constar que el abuelo, el celebérrimo abuelo de Zapatero, era un oficial del Ejército republicano, que al entrar con su columna en uno de tantos pueblos de nuestra geografía que sufrieron el azote de aquella espantosa guerra, hizo desfilar por el paredón a no pocos simpatizantes nacionales.

Cuando al cabo de los meses, las tropas de Franco se hicieron con el control de aquella localidad, no hicieron otra cosa sino tomarse cumplida revancha de la primera matanza y cubrir la sangre de los primeros caídos, con la de quienes intimaban con la causa republicana, incluido lógicamente, el venerable antepasado zapateril.

El Presidente bien conoce esta historia, como tantas otras que en un sentido u otro, tiñeron de bermellón al espantoso trienio de desquites y venganzas a que se vio abocada España entre 1936 y 1939. Pero no interesa a sus fines hacerla pública, pues no es justicia lo que busca Zapatero cuando enmarca, entre lágrimas de cocodrilo, la memoria de su abuelo abatido por los proyectiles franquistas. Como tampoco la busca cuando remueve más toneladas de tierra que Gallardón, tras la pista de cualquier fosa o tumba que acoja a los ejecutados de uno solo de los bandos.

No, no va en pos de la justicia, la memoria y el recuerdo. Anda a la caza de la victoria que no consiguió su abuelo.

Lucio Decumio.

14 febrero 2006

Mejor que no haya ido

Quienes cometieron éstos y otros crímenes iguales o peores, están a punto de obtener el rédito que buscaban con su brutal y sangriento chantaje. Responsable: José Luis Rodríguez Zapatero.

Y que tampoco haya enviado ningún vídeo de apoyo, como sí han hecho todos los antecesores en el cargo a los que la salud aún se lo permite, pues aquél habría estado trufado de servil equidistancia, así como de cien manifestaciones pomposas, mil palabras vacuas y un millón de mentiras y embustes.

Las víctimas del terrorismo, lejos de sentirse ofendidas por su ausencia, deberían mostrarse aliviadas por la incomparecencia tanto física como virtual, de un tipo que ha hecho de la rendición ante el chantaje de los violentos de toda condición, el eje vertebrador de su política interior y exterior.

Lejos de considerar un agravio que no se haya personado en el III Congreso Mundial de Víctimas del Terrorismo para demostrarles su aliento y sostén, aquéllos que han perdido a sus hijos, padres, maridos o esposas a manos de los desalmados, deberían considerar un honor que el hombre que con más desdén y desprecio las ha tratado en los últimos cuarenta años, no haya mancillado con su presencia tan noble foro.

Si yo fuera víctima directa del terrorismo –en espíritu todos somos tales, pues es nuestro apego y convicción por la libertad, la democracia y los derechos humanos lo que nos convierte en el objetivo del rencor asesino de las alimañas- y me encontrara en la capital del Turia tomando parte en el ilustre concilio de los agraviados, los vejados, los mutilados, los enviudados o los huérfanos, consideraría como una afrenta personal, como un insulto sin posible redención y como una violación abrupta y alevosa de la ética y el decoro, la presencia entre tantos y tan dignos representantes del dolor y la decencia, del Presidente del Gobierno.

Si yo me encontrara entre los cientos de personas que han perdido a sus seres queridos en el altar de la demencia, si yo fuera uno de tantos que han digerido su rabia y su indignación entre las paredes del ignominioso silencio nacionalista, si yo hubiera tenido el honor de padecer el acoso, la burla y el oprobio de los lugartenientes de los asesinos y de los criminales mismos, si mi luto hubiera sido ejemplo de hidalguía, entereza y generosidad para todos mis compatriotas, no querría, por nada de este mundo, que el hombre que le ha dado buen nombre al peor de los traidores, interviniera en tan magno foro.

No puedo resistirme. Ante la celebración de esta gallarda conferencia, no cabe aparcar la enumeración de las estremecedoras deslealtades perpetradas por el personaje, así como es preciso dejar claro una vez más, que su presencia en ese auditorio hubiera supuesto un desgarrador ultraje hacia las víctimas.

Es inexcusable por tanto, seguir denunciando su bajeza moral, su penuria patriótica y su puerilidad intelectual, miserias todas ellas, que le han llevado a asociarse sin rubor con el siniestro fundador del Club de Perpiñán, tenebrosa sociedad de chantaje y terror que ha dirigido en la sombra los destinos de España durante los dos últimos años.

Miserias todas ellas, que le han movido a claudicar ante los criminales que perpetraron la matanza del 11 de Marzo, tras haberse beneficiado electoralmente de la comisión del holocausto.

Miserias todas ellas, que le han hecho cerrar los ojos para permitir a los sepulcros blanqueados del PCTV presentarse a las Elecciones Autonómicas Vascas y ocupar sus asientos en el Parlamento Autonómico de aquella región.

Miserias todas ellas, que le han invitado a mirar hacia otro lado para consentir que un hatajo de fulleros racistas, se encaramaran a la sede de la soberanía nacional y defendieran sonrientes, su respectivos proyectos secesionistas.

Miserias todas ellas, que le han facultado para rebajar al mínimo el prestigio de esa misma sede, al proponer y votar favorablemente una iniciativa de diálogo con los terroristas, sin que éstos hubieran previamente entregado sus armas y renunciado a su sangrienta extorsión.

Miserias todas ellas, que le han concedido la oportunidad de dar forma, con la idea de dividir y desprestigiar a las víctimas y así allanar su camino hacia la rendición, a un cargo para el que nombró a un antiguo abogado de etarras.

Miserias todas ellas, que le han concedido el dudoso honor de convertirse en el primer Presidente del Gobierno que deja de condenar atentados terroristas para no entorpecer los "puentes de diálogo" que terminarán por llevar a la sumisión del Estado frente a las bestias.

Miserias todas ellas, que le han desatado de manos para obviar la Ley de Partidos y amparar el derecho de los camorristas de Batasuna a reunirse en lugar público para graznar su resentimiento y aullar su ruindad.

Y por no alargar una lista que podría atravesar el núcleo terrestre y llegar hasta la misma Nueva Zelanda, recordar que recientemente, puso colofón provisional a tanta bajeza y falta de escrúpulos con la laminación de uno de los brazos que con más brío golpeaba a la banda criminal desde la Audiencia Nacional, facilitando con ello, el tránsito por sus pasillos de los vampiros más desalmados de la secta.

Su ausencia del Congreso de Víctimas del Terrorismo, aunque injustificable desde el punto de vista político y censurable moralmente desde cualquier óptica, dignifica la reunión, carga de razones a las víctimas y las alivia del peso de la desvergüenza y procacidad presidencial.

Lucio Decumio.

09 febrero 2006

Zeuta y Pelilla

Ceuta y Melilla, dos ciudades que gracias a la inigualable generosidad y al pulcro sentido de la justicia histórica del Presidente del Gobierno de España, pronto podrían aparecer en los Atlas universales como dos antiguos enclaves españoles que en el primer decenio del Siglo XXI, pasaron a formar parte del sur del Reino de Marruecos. Y que nadie piense que me he equivocado de punto cardinal.

La visita del Presidente del Gobierno a nuestras tierras en el Norte de África nos regaló durante la semana pasada, nuevas e impagables perlas del temple de este hombre. Cargado con esa hueca solemnidad que utiliza como revestimiento contra su pronunciado déficit retórico y oratorio, ZP manifestó que "es deber del Gobierno garantizar que todos los españoles sean iguales y tengan las mismas oportunidades".

Amor por la perogrullada, pasión por la obviedad, entusiasmo por la elementalidad. Si alguien esperaba algo más enjundioso de este personaje a caballo entre la comicidad y la tenebrosidad, es que no le conoce bien y además, aguardaba en balde.

Semejante evidencia -sólo pronunciable por alguien que nos toma por tontos y que intenta maquillar sus verdaderas intenciones afirmando lo contrario de lo que lleva a cabo- es el penúltimo ejemplo del nivel ético y político de un personaje que es directo responsable de que insignes miembros del propio Gobierno que preside, pongan en duda un día sí y otro también, la españolidad de Ceuta y Melilla y la de otras muchas regiones.

Y como no podía ser de otro modo, el mozo de espuelas de los enemigos de España, no dejó pasar la oportunidad de dejar patentes una vez más, los graves efectos de la circuncisión patriótica que padece, cuando se negó, desde su infinita cobardía y postración ante Marruecos y su reyezuelo, a defender abiertamente la incuestionable hispanidad de las dos localidades.

Aunque bien pensado, ¿podía esperarse algo más del arquitecto de los amoríos con las peores satrapías musulmanas, las más rancias dictaduras populistas y las más sanguinarias tiranías comunistas del orbe?

Lucio Decumio.

07 febrero 2006

MediEvo

Espero que Lucas Ordóñez no me denuncie por incluir esta fantástica caricatura de Evo Morales en mi "blog", aunque para mi gusto, le falta en uno de sus ángulos una imagen de Zapatero acurrucado en los brazos de Castro, de Chávez y de un par de moros armados hasta los dientes, mientras contempla a Evo con babeante arrobo.

Cumplo fielmente mi palabra y de nuevo abordo otro asunto de actualidad con ánimo compendioso y abreviado. Ciertamente, ganas no me han faltado de acercarme a esa magna obra de manipulación, odio, resentimiento e iracunda enajenación mental transitoria -que dura ya unos 1400 años- contra Occidente, a la que se han entregado con inusitado entusiasmo las hordas musulmanas desde el Magreb hasta las mismas Islas Filipinas.

Ahora que me doy cuenta, el título de mi comentario de hoy puede servir, sin haberlo premeditado, como excelente marquesina que con su doble sentido, califique tanto a la chusma vociferante de la atascada civilización islámica, como a la singular percha del jersey imposible.

Retorno al camino previamente trazado después de la penúltima de mis digresiones.

No entro hoy en el asunto de la violenta agitación musulmana, simplemente porque considero que sólo se han escrito los primeros episodios de una novela que sin duda, arrojará nuevas aventuras incendiarias en la mayoría de los países de confesión mahometana y que serán protagonizadas por imparables turbamultas azuzadas por sus tiránicos gobernantes.

Así que no profundizaré en la cuestión por el momento. Sin embargo y para concluir con este particular antes de empezar con Evo -tranquilo, buen amigo Evo, enseguida estoy contigo- sí que me gustaría añadir que también será conveniente aguardar algunos días para comprobar cómo nuestro Presidente del Gobierno, le da la vuelta de nuevo a su particular cuentakilómetros de oprobio e ignominia en todo lo que a este asunto se refiere. ¿Que no? Unos días, sólo habrán de transcurrir unos días y lo de publicar una carta cobarde y miserable junto con el Primer Ministro islamista de Turquía dejando con las posaderas al aire a los países occidentales y a uno de sus principales valores -la libertad de expresión-, quedará como una mera anécdota. Al tiempo, insisto.

Y ya estoy contigo, Evo. En el caso de que alguien aún albergara alguna duda sobre tu verdadera condición moral y política, querido cóndor de los Andes, te encargaste de despejarla con el habitual comedimiento de que hacen gala los pájaros de tu cepa hace tan sólo unas jornadas.

En respuesta a la cuestión planteada por el reportero de Univisión que te entrevistaba, acerca de tu opinión sobre Fidel Castro, tú, el nuevo oráculo indigenista de la progresía europea de salón, copa y puro, te despachaste asegurando que el tiranosaurio caribeño "es un hombre democrático que defiende la vida, que tiene sensibilidad humana, si para usted es un dictador, ése es su problema, no el mío".

Y no contento con haber aquilatado semejante diamante de hipocresía y demagogia frente al atónito periodista que te entrevistaba, abandonaste furibundo el plató cuando te percataste de que el redactor no dejaría de insistir en cuestiones que te pusieran ante tus contradicciones y tu insuperable ignorancia.

Se puede manifestar más alto pero no más claro. Socialismo de naturaleza pseudo-revolucionaria, opresión estatal sobre la sociedad, empobrecimiento económico, conculcación de los derechos fundamentales y exterminio de la disidencia, es lo que pueden esperar los habitantes del altiplano en los próximos años de tu mano de antiguo cultivador de hoja de coca.

En fin, Evo. Como no tenía suficiente Bolivia con ostentar el dudoso honor de encabezar la lista de las naciones más paupérrimas del Cono Sur americano, ahora tendrá que soportar, quién sabe durante cuántos años, a un analfabeto resentido que ha sido amamantado por las ubres ideológicas de la más abyecta y prolongada tiranía que ha conocido Latinoamérica, financiado por los petrodólares del lugarteniente venezolano del castrismo y encumbrado por el imperio “desinformativo” de Don Jesús de Polanco.

Lucio Decumio.

06 febrero 2006

Poco a poco

Eduardo Fungairiño. Ex-Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional e incansable azote durante años de terroristas etarras, esbirros batasunos y demás servidores del Lado Oscuro. Hasta que llegó el Imperio.

Como en tantas otras ocasiones, corro jadeante asido a la mano del frenético dinamismo de la actualidad y aunque me veo abocado a un nuevo y penúltimo ejercicio de concisión que me permita abordar la miríada de asuntos que ocupan mi atención, hoy tengo intención de cambiar ligeramente la dinámica.

En lugar de entrar en el análisis de cinco o seis temas diferentes, decisión que derivaría, como otras veces ha sucedido, en una interminable y anodina cascada de párrafos, esta semana voy a intentar colgar un comentario cada día, que tratará de ser lo más breve y directo posible. Como ya es costumbre, estas intervenciones estarán relacionadas con los últimos acontecimientos políticos o deportivos, ya estén aquéllos inscritos en el ámbito nacional o en el internacional.

Asimismo y como también es hábito de este comentarista ciberespacial, las columnas estarán enfocadas hacia el noble empeño de amartillar y denunciar a gobernantes melifluos, credos volcánicos, indígenas analfabetos, operaciones empresariales sospechosas, mafiosas decapitaciones en el ámbito del derecho o cualquier otro acontecimiento que el oleaje de la actualidad, vaya arrastrando hacia las orillas de la opinión y el conocimiento público.

Empiezo con Eduardo Fungairiño.

Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional que hasta hace sólo unos días, provocaba inmediatos efectos laxantes sobre todo bicho viviente que tuviera relación alguna con las cloacas del inframundo batasuno y etarra.

Su rigor procesal y su valentía personal a la hora de enfrentarse a los criminales de ETA y a su excreción política, sólo es comparable a su independencia y rectitud moral frente a las presiones que hubo de soportar durante meses, provenientes de su máximo responsable jerárquico, para que virara el rumbo en su trato hacia las alimañas.

Como no lo hizo y no se plegó a los empujones políticos propinados por Conde Pumpido, que buscaban allanar el camino para una posible tregua de los asesinos, el Fiscal General hubo de ponerle entre la espada y la pared, entre la dimisión voluntaria o el cese inmediato. Vamos, que sólo le faltó al servil lacayo moclovita, colocar a Fungairiño al borde de una piscina y amenazarle con arrojarle al agua si no abandonaba el cargo de modo inmediato.

Que la prensa libre haya puesto el grito en el cielo y que la Oposición y las asociaciones de fiscales hayan exigido la inmedita dimisión del Fiscal General del Estado por una defenestración tan torpe y zafia como sectaria y rencorosa, sólo servirá para constatar una vez más que si el carnet del partido está firmemente atrapado entre tus mandíbulas, tienes patente de corso para manipular, mentir y abusar de tu posición, sin que de estas actitudes puedan derivarse consecuencias o responsabilidades de cualquier índole para quien las lleva a cabo. Socialismo en estado puro.

Lucio Decumio.