26 enero 2005

Bono

Confieso que no sé a qué carta quedarme a la hora de emitir una opinión sobre el actual Ministro de Defensa. Y no sólo me refiero en cuanto a su valía o influencia política, pues no termino de saber si es mucha o poca. En ocasiones uno cree que por sus actos y por sus declaraciones, puede tratarse de un "peso pesado" dentro del Gobierno de Zapatero y en otras, llego a pensar que se trata de un "pesado peso" en el seno del mismo Gabinete. Y mis dudas no se detienen ahí. También estoy confundido acerca de su proyección y transparencia personal, aunque en ese terreno, preferiría no adentrarme.

Estas vacilaciones que me asaltan a la hora de interpretar y enjuiciar políticamente a Bono, no son tales cuando me enfrento a los nombres de otros destacados dirigentes socialistas, a los que resulta fácil identificar por sus méritos, su entrega y su compromiso con sus ideas y con la libertad de los ciudadanos o por el contrario, por sus oscuros lazos con la mentira, la mezquindad y la vileza.

En la primera lista, magra en exceso para infortunio de todos, resulta sencillo reconocer a Redondo-Terreros, Paco Vázquez, Gotzone Mora o Rosa Díez. El otro glosario, el de los inmorales, los manipuladores y los deshonestos, es considerablemente más extenso y por ello, tampoco creo que sea preciso extenderme en nombres cuando todos sabemos perfectamente de quiénes podemos estar hablando. Además, si alguno se me quedara en el tintero -en el teclado en este caso- en justicia el interesado podría ofenderse y no es mi intención, Dios me libre, faltar al respeto con el olvido o la omisión, a ningún mandatario socialista que por sus actos o por sus declaraciones, mereciera encuadrarse en este segundo grupo.

Pero Bono me desubica, lo reconozco. Numerosos discursos pronunciados por el Ministro de Defensa, así como las declaraciones y manifestaciones que ofrece en las entrevistas que concede en cualquier medio y en último término, su vehemencia en la defensa de banderas que suelen ser pisoteadas o despreciadas con airado desdén por infinidad de compañeros de partido, se contradicen con muchos de sus actos de gobierno y sobre todo, con la pertenencia a un grupo gubernativo y partidista consagrado con denuedo a la engañifa, a la patraña y a la chapuza.

El último contrasentido en el que a mi juicio, ha incurrido Bono, se enmarca en su presencia en la manifestación convocada el pasado sábado por la AVT para protestar contra las más que posibles excarcelaciones prematuras de etarras y contra el verosímil murmullo público que apunta hacia la posibilidad de que el Gobierno de Zapatero, esté actualmente manteniendo negociaciones o conversaciones secretas con la jauría de alimañas. Y no es que no esté de acuerdo con la presencia de José Bono y su hijo en la justa y cabal concentración en apoyo de las víctimas. Muy al contrario. Creo que la misma es de alabar y constituye un ejemplo a seguir por quienes por siniestras o absurdas razones, se abstuvieron de acudir, como es el caso del propio Presidente del Gobierno o del Alto Comisionado para las Víctimas del Terrorismo, cuyo cargo lleva más tiempo en pronunciarse que los méritos contraídos desde el mismo.

Sin embargo, Bono no estaba en su sitio. El ex-presidente castellano-manchego debió situarse junto a otras autoridades y dirigentes políticos que encabezaron la marcha y que iban convenientemente protegidos por las fuerzas de orden público. Y no es que se espere que en una manifestación pacífica como la que nos ocupa, los políticos o los gobernantes puedan ser agredidos. Es que su protección por parte de la Policía es de sentido común y de Ley, tanto en una manifestación de estas características, como en cualquier otro tipo de acto, público o privado.

Vuelvo a lo mismo. Vuelvo a la duda. No sé si Bono se mezcló entre los anónimos manifestantes con el vítreo ánimo de que se le considerara uno más entre ellos o si lo hizo desde el retorcimiento y la seguridad del que sabe a ciencia cierta que su presencia entre un determinado grupo, será tan mal recibida, que podrá aprovechar los incidentes que de esa acogida desfavorable se deriven para escribir unos cuantos episodios de victimismo o victimización propia así como de criminalización del adversario político. Como era de esperar, esa hostilidad verbal, que no física, que determinados manifestantes mostraron hacia el Ministro, ha desembocado en otra campaña de hostigamiento contra el PP y contra algunos de sus militantes, que podrían haber sido incluso retenidos ilegalmente por la Policía para prestar declaración en relación a los hechos.

Ocasiones como éstas las pintan calvas y si hay alguien en este mundo que las sabe aprovechar hasta la náusea, ésos son el Gobierno de Zapatero, el PSOE y su artillería mediática. Como los altavoces de los campos de concentración, han empezado a lanzar al máximo volumen, sus consignas y sus lemas contra el PP con el fin de acallar cualquier protesta o inculpación al respecto de la actitud especialmente miserable de Gregorio Peces-Barba, quien se negó a acudir a la manifestación escudándose en el hecho de que no había habido atentado alguno.

Es su política, pues no tienen otra; la que ya he denunciado en otras ocasiones, la que llevan desempeñando desde hace diez meses y la que continuarán llevando a cabo mientras sigan en el Gobierno. Empañar sus errores y sus miserias con vociferantes y encolerizadas campañas de demonización del adversario político.

Censuro las críticas a Bono y si los hubo, los intentos de agresión física. Si yo hubiera estado allí, habría sido el primero en defenderle, seguro. Ahora, aunque Bono haya sido víctima, no lo ha sido tanto como nos lo tratan de mostrar desde el Gobierno y desde sus medios y desde luego, sus momentos de zozobra ni se acercan a los que padecieron durante las campañas electorales de 2003 y 2004, miles de militantes del PP y decenas de mandatarios y sedes del partido. En aquellos días sí que hubo agresiones, insultos, amenazas, piedras, ladrillos y cócteles molotov, ante la mirada pasiva, cuando no cómplice, de los compañeros de partido de Bono. Y por supuesto, Bono es mucho menos víctima que muchos cientos de personas que caminaban a su lado.

¡¡Qué cansino soy!! Ya termino.

Alguien dijo una vez una frase cargada de verdad y de valor para los tiempos que nos ha tocado vivir. En una democracia, la oposición vigila, controla y critica al Gobierno; en una dictadura, es el Gobierno quien critica, vigila, controla y si lo estima oportuno, liquida a la oposición.

Lucio Decumio.

23 enero 2005

El cartel maldito del País Vasco

Corría el 26 de Septiembre de 1984, cuando tres insignes matadores saltaban al ruedo de la plaza de toros de Pozoblanco con el fin de solazar la tarde a la muchedumbre congregada en los tendidos del coso cordobés. El primero y más destacado de los tres espadas, era Francisco Rivera "Paquirri", la gran celebridad taurina de la época. El segundo, un diestro madrileño, José Cubero "Yiyo" gran promesa de la tauromaquia y más que seguro sustituto del gran maestro andaluz en el escalafón. El tercero, un valenciano, Vicente Ruiz "El Soro", menos ilustre que sus dos compañeros de cartel, pero también a juicio de los entendidos, futura gran estrella del arte del toreo.

Mediada la corrida, la tragedia se presentó en forma de estremecedora cornada en la femoral de "Paquirri". Trasladado a la enfermería, el torero describió con asombrosa sangre fría ante los temblorosos galenos que le atendían, las trayectorias que había recorrido el asta del toro en su ya maltrecha pierna. "Paquirri" murió aquella misma noche, posiblemente porque la ecuación "-España; 1984; Plaza de toros de Pozoblanco; grave cornada; enfermería tercermundista-", no podía ofrecer entonces resultados inversos a los que finalmente deparó.

Casi un año después y en la plaza de toros de Colmenar Viejo, el segundo espada de aquel cartel maldito de Pozoblanco, caía inerme en la arena madrileña tras el brutal embate de un astado que acababa de atravesarle el corazón. Difíciles son de olvidar aquellas imágenes que entonces nos mostraba TVE, en las que el joven matador, trasladado a hombros por su cuadrilla hacia la enfermería, perdía la mirada en el cielo de Colmenar al mismo tiempo que su vida se alejaba en la misma dirección.

Pasados los años, el único superviviente de aquella terna de lidiadores es Vicente Ruiz "El Soro", quien se tuvo que retirar hace ya bastante tiempo, en razón de una gravísima lesión sufrida en el transcurso de otra corrida. El diestro valenciano, tiene que ayudarse hoy de muletas para poder caminar de un modo aproximadamente satisfactorio.

Con motivo del décimo aniversario del asesinato de Gregorio Ordóñez, que se cumple este mismo domingo 23 de Enero, los medios de comunicación han dedicado más o menos espacio a este trascendental hecho que tiñó de luto nuestra democracia y que marcó un giro copernicano en el desarrollo de los acontecimientos políticos que tuvieron lugar en el País Vasco con posterioridad a este crimen. De todos es conocida la desmesurada pasión y el extraordinario compromiso de Ordóñez con sus votantes y sobre todo, con la libertad y la vida de quienes a diario, eran y hoy todavía son, amenazados por la serpiente abertzale. De todos es también conocido, el interminable reguero de personalidades políticas constitucionalistas que siguieron el mismo infausto destino de Ordóñez, sólo por el hecho de oponerse con las ideas y las palabras a los designios del nacionalismo gobernante.

Poco más puedo añadir yo a una figura tan trascendental en la política vasca, que con el entusiasmo, la verdad, la valentía y la decencia por banderas, hizo temblar los mismos cimientos del nacionalismo vasco, así como sus preconcebidas ideas acerca de su propia hegemonía en territorios hasta aquel momento tan afectos, como podía ser San Sebastián, feudo del crecimiento democráticamente popular de un Ordóñez que con sólo 32 años, apuntaba con firmeza y con opciones, a la alcaldía de la capital guipuzcoana. En fin, era una amenaza democrática, era una voz alzada y cargada de razón y de argumentos contra la opresión peneuvista y la sangrienta tiranía etarra y por ello, cayó muerto a balazos en un bar donostiarra aquel trágico 23 de Enero de 1995.

Meses antes, Ordóñez había coincidido en un debate televisado, posiblemente en Euskal Telebista, con uno de los más siniestros, iracundos, xenófobos y filo-batasunos prebostes nacionalistas, Joseba Egíbar y con uno de los principales dirigentes del Partido Socialista de Euskadi de aquella época, Fernando Buesa, quien asimismo, formó parte durante varios años, como vicelendakari, del Gobierno vasco de coalición que a lo largo de bastante tiempo, conformaron el PSE, EA y PNV y quien al igual que el dirigente "popular", fue abatido por el odio y por la sed de sangre de los pistoleros etarras cinco años más tarde que Ordóñez.

Los cortes que de aquel debate he podido ver estos últimos días en televisión, con motivo del aniversario del asesinato de Gregorio Ordóñez, trajeron a mi memoria los tristes sucesos taurinos de Pozoblanco y de Colmenar Viejo. Inmediatamente, entré a comparar ambos puntos de partida -un debate político televisado y una corrida de toros- hasta llegar a constantar los centenares de diferencias que separaron a un modo u otro de morir -siempre dignos y comprometidos- y entre un modo -íntegro- u otro -infame- de sobrevivir, cuando la tragedia y el drama hacen su aparición y se cruzan en la vida de quienes en un mismo momento y en un mismo instante, el destino reunió.

El ignominioso superviviente de aquel encuentro televisado, hoy sigue pudiendo, como entonces, sostener sin el menor atisbo de temor por su vida o por su integridad, los salvajes postulados políticos defendidos por los verdugos de sus dos antiguos contertulios, dentro del marco de esa villanía conceptual y social que es el Plan Ibarreche.

Ante cualquiera que desee justificar la aprobación por mayoría absoluta en el Parlamento Vasco de esa diarrea mental que es el plan secesionista del detestable lendakari, como una más entre las legítimas y democráticas votaciones que pueden tener lugar en la Cámara Autonómica Vasca, hay que ser rotundos. No otra cosa sino los asesinatos, las amenazas, los secuestros, las extorsiones y los atentados perpetrados por ETA durante más de 40 años, junto con la connivencia y la conchabanza del PNV y todos sus socios nacionalistas y comunistas, nos han traído hasta donde estamos.

En el País Vasco, las reses y los ganaderos que las criaron, no han elegido al azar a sus víctimas entre los primeros espadas de la política regional. Ganado y ganaderos han sido muy concienzudos y selectivos, pues 1.000 rivales se hallan bajo tierra y otros 200.000 lo bastante alejados por el miedo y el espanto provocados por la ganadería terrorista, como para no poder influir en los delirantes propósitos de la mancomunidad abertzale.

Lucio Decumio.

18 enero 2005

Condecoraciones a Marruecos

Hace unos días y en vísperas de la visita oficial que los Reyes de España llevan actualmente a efecto en tierras de nuestro astuto vecino magrebí, el Gobierno de Rodríguez se descolgó en Consejo de Ministros, con la aprobación de varios reales decretos por los que concedía al Rey de Marruecos y a su esposa, así como a no pocos de sus validos, una catarata de medallas y condecoraciones que han dejado estupefacta a buena parte de la sociedad española.

El singular rasero con el que el gobierno socialista se permite otorgar y colgar medallas aquí y allá -recuérdese el alucinante episodio por el que el ministro Bono se autocondecoró por la intrépida y audaz retirada de nuestras tropas acantonadas en Iraq- ha escrito un nuevo y vergonzoso capítulo con esta masiva dádiva medallera, digna de la más esforzada participación olímpica, a un Rey siniestro y a unos ministros funestos que si por algo se han distinguido en los últimos meses y años, ha sido por su feroz, insidioso e incesante acoso a España.

Aunque bien visto, si contextualizamos este tipo de actitudes entreguistas y capituladoras en el marco de la relativización a que somete a diario el concepto de España el sonriente Zapatero y su cuadrilla de teleñecos ministeriales, nos daremos cuenta de que no es tan extraño que el Gobierno que por desgracia dirige los destinos de nuestro país, premie de un modo tan desmedido a un régimen totalitario y fanático como el que comanda el monarca desviado.

Después de haber dejado a cientos de miles de iraquíes sin la ayuda humanitaria que prestaban nuestras tropas en virtud de su electoralismo falaz y su antiamericanismo primario; después de haber puesto insensatamente la estabilidad parlamentaria de su gobierno en manos de un hatajo de agitadores y de activistas anti-sistema; después de haber recibido en el Palacio de La Moncloa con honores de jefe de estado a un encubridor de asesinos, a un gobernante regional legitimado por las pistolas y las epístolas de los criminales para presentar su plan de desintegración de España; después de haber buscado incesantemente la criminalización más abyecta del principal partido de la oposición y sobre todo, del anterior Presidente del Gobierno; después de haberse convertido en definitiva, por propia decisión y por los apoyos recibidos, en el gobernante más desestabilizador e irresponsable que ha padecido España en su historia reciente, lo extraño habría sido que Zapatero y los suyos no hubieran seguido por la senda de la insensatez y del desatino y no hubieran rendido honores a los atravesados y aviesos gobernantes marroquíes.

Porque, ¿cómo no iban a condecorar a un rey sibilino y oscuro como Mohamed VI y a toda su caterva de aciagos sicarios escondidos bajo una digna chilaba ministerial?

No haberlo hecho, no haberlos condecorado por traficar alegremente con miles de vidas de sus súbditos, a los que embarcan como ganado en inestables y frágiles esquifes que se aventuran en el Estrecho con la esperanza de llegar a nuestras costas, hubiera supuesto romper su destornillada e irreflexiva lógica gubernativa.

No haberlo hecho, no haberlos condecorado por dar cobijo a algunos de los principales sospechosos de haber participado en la masacre de Atocha, hubiera sido tanto como no reconocer el gran favor electoral que aquellos les tributaron.

No haberlo hecho, no haberlos condecorado por su insistente y pertinaz reclamación de la soberanía de Ceuta, Melilla y también de Canarias, hubiera supuesto romper la armonía y la concordia de la foto que nuestro Presidente se hizo hace unos años con Mohamed, por delante de un mapa en el que los territorios españoles mencionados, aparecían bajo soberanía alauí.

No haberlo hecho, no haberlos condecorado por su criminal expansionismo en tierras saharauis, hubiera significado romper la cobarde neutralidad que en el ámbito de este contencioso, anunciara Zapatero en su primera visita a Marruecos, una vez elegido Presidente.

No haberlo hecho, no haberlos condecorado por su enfermizo odio contra el único que ha tratado de poner a Marruecos en su sitio, es decir, José María Aznar, hubiera representado perder una nueva oportunidad de manifestar su sordidez contra el ex-Presidente y de afear la política de firmeza y nulas concesiones llevada a cabo por éste.

No haberlo hecho, no haberlos condecorado por su reincidente y alevosa concatenación de los derechos humanos de sus súbditos, hubiera denotado un agravio contra este reyezuelo afeminado, al respecto de los otros grandes estadistas aliados del Gobierno socialista, como Hugo Chávez, Fidel Castro o el difunto Yasser Arafat.

No haberlo hecho, no haberlos condecorado, hubiera patentado la conformidad del gobierno socialista con la intervención de nuestros soldados en el Islote de Perejil o su desacuerdo con las prospecciones petrolíferas iniciadas por el soberano amanerado en aguas territoriales españolas.

Lo peor de todo, al menos para mí, es ver cómo mi Rey, el Rey de una Nación próspera, democrática y respetuosa con las libertades y con los derechos humanos, se pasea de la mano de un tirano convencido de su propia divinidad, de un déspota irredento que sojuzga a su pueblo y de un sátrapa que roba a espuertas los recursos de su propio país y al que por muchas medallas que se le otorguen y por muchas concesiones que se le hagan en todos los ámbitos, seguirá conspirando -como lo hacen los enemigos internos- desde la envidia y el rencor, para dañar a España en cuanto tenga la menor oportunidad.

Lucio Decumio.



12 enero 2005

¿Alud de criminalidad?

En los últimos días, he tenido acceso a varias informaciones en las que determinadas fuentes de las Fuerzas de Seguridad, expresaban su preocupación y su inquietud ante la avalancha regularizadora que se nos viene encima. Riada que dicho sea de paso, va excusada en criterios económicos, pero esconde la tradicional y falaz convicción izquierdista y socialista de que todo inmigrante, es potencialmente bueno e integrable.

Un inciso. Avalanchas como ésta, bueno es recordarlo, ya se produjeron en el pasado, pero entonces, en virtud de los complejos de inferioridad moral de la derecha gobernante.

Regreso. Sin embargo, la intranquilidad a la que me refiero y que hace presa de nuestros agentes y por qué no decirlo, también seguramente de muchos miles de ciudadanos -entre los que me cuento-, no reside en exclusiva en las casi millonarias cifras de inmigrantes ilegales que serán premiados con la regularización de marras y en la fortísima presión que ejercerán, como fuerza de trabajo ahora y como cuerpo electoral si el PSOE se sale con la suya, en el futuro.

Al parecer, un problema más grave puede esconderse tras el aluvión. Los países desde los que nos han llegado en los últimos años auténticos "tsunamis" migratorios -Marruecos y Ecuador especialmente- ofrecen a sus naturales la posibilidad -por Ley en el país sudamericano y por un ridículo soborno de 300 euros en el expansionista vecino magrebí- de dejar sin mácula sus expedientes criminales o delictivos.

Me temo que por un simple cálculo de probabilidades, entre los cerca de 800.000 inmigrantes ilegales que se regularizarán en los próximos meses, se nos colarán varios cientos de delincuentes, asesinos en serie, violadores, atracadores y traficantes, con su contador de culpas escrupulosamente puesto a cero y a los que la Policía y la Guardia Civil tendrán que dedicar atención, pesquisas y medios pagados por todos los españoles.

Así, los medios de comunicación, muchos de los cuales abogaron en el pasado reciente por enfebrecidas políticas de puertas abiertas y papeles para todos, se verán en la más que segura obligación de detraer paginación y minutación de alguna de sus secciones -propongo que tal y como van las cosas, la perjudicada sea Nacional- y trasladar espacio y tiempo a Sucesos. Veremos entonces, en quién descargan las culpas de sus gravísimos errores a la hora de crear opinión en torno a este asunto tan espinoso.

La que sí que me atrevo a aventurar, es la reacción de nuestros gobernantes ante el más que seguro incremento exponencial de la delincuencia en España. Como para tantas otras cosas, seguirán cerrando los ojos ante la realidad, haciendo oídos sordos ante el clamor que se levantará y elevando uno y mil brindis a sol con sus copas cargadas de corrección política, de multiculturalidad, de entendimiento entre civilizaciones y sobre todo, de debilidad moral y conceptual ante un fenómeno que amenaza con superarnos.

Desgraciadamente, no serán ellos quienes tengan que sufrir las duras consecuencias de la que será sin duda, una mayor y más asfixiante presencia de criminales en nuestras calles, a los que de modo inconcebible, el Gobierno les otorgará una segunda oportunidad........ para volver a delinquir.

Lucio Decumio.





07 enero 2005

Van a negociar

Creo que cada día resulta más palmario y más claro. Zetapero y su partido bajan a cada hora que pasa, el volumen de sus intervenciones y de sus convicciones contra el Plan Ibarreche, fundamentalmente debido a dos aspectos que considero esenciales en todo este tinglado. A saber. El primero de ellos, que se apoya en la debilidad política y parlamentaria del Gobierno del PSOE y se fortalece a través de su desmedido apego a la poltrona, es bien conocido por cualquier ciudadano español mínimamente informado. De esa endeblez política y de esa avaricia y egoísmo inveterados, se aprovechan sus pretendidos socios parlamentarios, esos peculiares compañeros de viaje que un buen día eligió el talentoso zamorano, en virtud de las presiones cargadas de creencias disgregadoras de su esnobista alter ego en Cataluña; Maragall, vamos. Y el segundo lo ubico en el marco de la astenia conceptual de la que históricamente ha hecho gala el PSOE, en torno a lo que es, lo que significa y lo que costó edificar y sostener este singular edificio que llamamos Nación Española.

Afortunadamente, aún nos quedan Portugal y el Partido Popular. En serio. El partido presidido por Rajoy y único en todo el arco parlamentario con verdadero sentido de Estado, se ha lanzado con una sola voz y con todo su arsenal a la arena política -siempre desde un escrupulosísimo respeto constitucional y desde la más absoluta lealtad institucional- para procurar desactivar el maléfico plan del maligno Ibarreche.

Mientras tanto, el Gobierno y el partido que lo sustenta mayoritariamente, que deberían en buena lógica liderar la defensa de la plaza contra la ofensiva de quienes pretenden su destrucción, se consume entre sus propios fantasmas, sus conflictos internos y sus complejos guerracivilistas. Les ha sido activado históricamente un mecanismo de bloqueo mental por el que se muestran incapaces de no identificar el sentimiento de españolidad, que es o debería ser neutro y estanco ante cualquier influencia política, con el franquismo, la derecha, el centro derecha o cualquier otra opción política que no se avergüence de la bandera de todos y de la Nación de todos. Continúa en definitiva, jugando con conceptos e ideas que pueden terminar quemándole las manos y quemándoselas a todos los españoles.

Lo dicho. Zetapero, pese a las declaraciones que hasta la fecha ha emitido en el sentido de que no negociará con Ibarreche, terminará cediendo y traficando unas rebajas en las pretensiones del gargajo político expectorado por el lendakari. Al tiempo. Eso sí, antes de alcanzar un acuerdo de mínimos, ZP se olvidará premeditadamente de que esta inmundicia intelectual ha sido aprobada en un Parlamento cuya legitimidad emana de la misma Constitución y de las mismas leyes que el lendakari y los suyos pretenden desactivar a través del citado proyecto y con el apoyo de los representantes políticos de las alimañas que exterminaron a más de 1.000 personas que no comulgaban con su delirio separatista y obligaron al exilio a más de 200.000.

Lo hará como decía previamente, obligado por las presiones políticas de ERC y de Maragall, por sus laxas convicciones acerca de la vigencia de España como Nación, por su suicida anteposición de los intereses personales y de partido a los de todos los españoles y en último término porque como apuntaba hace unos días, mal van a rechazar un plan como el de Ibarreche en el Congreso de los Diputados, cuando se avecina la llegada de uno similar desde Barcelona, al que obviamente y ahí sí, no podrán oponerse, pues de ello dependerá el apoyo parlamentario de Esquerra y de los diputados elegidos al Parlamento Nacional por el PSC, que por cierto y para quien no lo sepa, forma grupo parlamentario propio en el Congreso al margen de su matriz, el PSOE.

Negociará con Ibarreche, vaya si negociará. Apartará del proceso al PP, intentándolo marginar como lleva haciéndolo desde que llegó al poder. Y ayudado por su poderosa artillería mediática y por el hedonismo intelectual de más y más españoles, logrará presentarse como el campeón del diálogo, del buen talante y de la sagacidad política, mientras el principal partido de la oposición, con diez millones de votantes tras de sí, será vejado, vituperado y etiquetado como un abceso empeñado en obstaculizar el entendimiento entre los políticos y entre las regiones de España.

Un par de cuestiones más y termino. Puede que la negociación con los nacionalistas vascos primero y con los catalanes después -que no sería otra cosa sino el penúltimo episodio de cesión ante sus pretensiones maximalistas y totalitarias, tal y como ha venido siendo durante 25 años- pueda resultar hasta positiva para los intereses generales. Y me explico. Muchos dirigentes socialistas han manifestado públicamente su profundo rechazo al Plan Ibarreche y a lo que significa la puesta de largo del proceso de defunción de la Nación. Si Zetapero lo negocia y acepta términos del mismo, aún a sabiendas de cómo ha sido aprobado y con el apoyo de quién, a dirigentes socialistas como José Bono, Gotzone Mora, Rosa Díez, Redondo-Terreros, Paco Vázquez o Rodríguez Ibarra, podría no quedarles otra alternativa que la de abandonar un PSOE desestructurado y desestructurador y fundar otro nuevo partido de tendencia socialdemócrata y profundo contenido y significado español. Desgarro en el PSOE y nuevas elecciones. Podría darse el caso. Que Dios me oiga.

Y el último apunte. Caso de que este inminente proceso negociador del que hablo y que tendría lugar entre Zetapero e Ibarreche no se lleve a cabo -que ya sería raro, insisto- la solución de un debate en el Congreso de los Diputados no se me antoja tan disparatada. Pese a los precedentes y a los modos en que se ha llevado a cabo su aprobación, puede que un encuentro parlamentario abierto y televisado, en el que todos tuvieran la oportunidad de dejar claras ante la opinión pública sus posturas, podría dar y quitar muchas afinidades y simpatías a los protagonistas de la contienda.

Sí, a mí también me apetecería que el Plan de ese criminal encubierto, taimado y traicionero que es Ibarreche se detuviera en el Constitucional o en la Mesa del Congreso antes de llegar a un debate abierto entre los escaños del Parlamento, pero insisto; ahí no habría medias tintas, no valdrían declaraciones ambiguas, ni palabras contemporizadoras. O blanco o negro. Todos quedarían al descubierto y todos sabríamos a qué atenernos.

Lucio Decumio.