Ceuta y Melilla, dos ciudades que gracias a la inigualable generosidad y al pulcro sentido de la justicia histórica del Presidente del Gobierno de España, pronto podrían aparecer en los Atlas universales como dos antiguos enclaves españoles que en el primer decenio del Siglo XXI, pasaron a formar parte del sur del Reino de Marruecos. Y que nadie piense que me he equivocado de punto cardinal.
La visita del Presidente del Gobierno a nuestras tierras en el Norte de África nos regaló durante la semana pasada, nuevas e impagables perlas del temple de este hombre. Cargado con esa hueca solemnidad que utiliza como revestimiento contra su pronunciado déficit retórico y oratorio, ZP manifestó que "es deber del Gobierno garantizar que todos los españoles sean iguales y tengan las mismas oportunidades".
Amor por la perogrullada, pasión por la obviedad, entusiasmo por la elementalidad. Si alguien esperaba algo más enjundioso de este personaje a caballo entre la comicidad y la tenebrosidad, es que no le conoce bien y además, aguardaba en balde.
Semejante evidencia -sólo pronunciable por alguien que nos toma por tontos y que intenta maquillar sus verdaderas intenciones afirmando lo contrario de lo que lleva a cabo- es el penúltimo ejemplo del nivel ético y político de un personaje que es directo responsable de que insignes miembros del propio Gobierno que preside, pongan en duda un día sí y otro también, la españolidad de Ceuta y Melilla y la de otras muchas regiones.
Y como no podía ser de otro modo, el mozo de espuelas de los enemigos de España, no dejó pasar la oportunidad de dejar patentes una vez más, los graves efectos de la circuncisión patriótica que padece, cuando se negó, desde su infinita cobardía y postración ante Marruecos y su reyezuelo, a defender abiertamente la incuestionable hispanidad de las dos localidades.
Aunque bien pensado, ¿podía esperarse algo más del arquitecto de los amoríos con las peores satrapías musulmanas, las más rancias dictaduras populistas y las más sanguinarias tiranías comunistas del orbe?
Lucio Decumio.
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