27 enero 2004

El señor Ismail

Le pese a quien le pese, una de mis cintas preferidas es la memorable "Titanic" de James Cameron. La he visto en varias ocasiones y a pesar de que el tronco argumental -la historia de amor entre dos jóvenes separados por un abismo socio-económico- se me antoja algo endeble, poco realista y demasiado edulcorada, considero que la película tiene una factura impecable.

Entrelazados en el eje del film e interactuando con los protagonistas, contemplamos la sucesiva aparición de algunos personajes, cuyos ademanes, gestos y palabras, nos van dando una idea de cuál será su comportamiento cuando aflore en toda su magnitud, la tragedia y el drama que se suceden al impacto del casco del buque con el iceberg que lo mandará a pique. Las miserias y las grandezas que los seres humanos llevamos dentro y que despuntan en momentos de tanta fatalidad, no son sino el colofón a esas primeras pinceladas que el autor de la película nos va dando de la citada galería de secundarios durante la primera parte del film.

Quien más quien menos, espera que el acaudalado novio de la protagonista -apellidado Hawkley o algo así- se comporte durante los momentos de caos y zozobra de la nave, como el miserable engreído que se nos dibuja en los primeros compases. Asimismo, la dignidad y la presencia que el señor Andrews -ingeniero constructor del navío- muestra en todos los planos, se ve refrendada en una de las escenas finales, cuando en uno de los lujosos salones del transatlántico, acepta calladamente su fatal destino mientras detiene el reloj en la hora en la que se produce el naufragio, renunciando a buscar acomodo entre los escasos botes salvavidas. Por su parte, la madre de Rose De Witt hace honor durante los momentos más tensos de la película a su carácter clasista y vanidoso, para despreciar sin contemplaciones, la suerte que correrán los cientos de pasajeros de la tercera clase.

Pero en los sucesivos visionados de la película de que he podido disfrutar, no dejo de conmoverme ante la mezquina figura del señor Ismail, un alto cargo de la White Star Line que -siempre según los ojos del director- no deja de buscar un protagonismo que no le pertenece, despreciando desde su pequeñez y su soberbia a todo aquel que no sea capaz de alabar la magna obra de ingeniería civil concebida por sus particulares sueños de grandeza. Cuando se desencadenan los acontecimientos y el pasaje y la tripulación ya conocen cuál será la suerte del buque y la propia, este individuo mísero y ruin aprovecha un descuido de uno de los sobrecargos del vapor para instalarse en un bote salvavidas y escapar al sino que bien debería haberle correspondido en virtud de su sórdida conducta previa.

No le importan los demás. Sabe que hay cientos de ancianos, mujeres y niños que deberían ocupar la plaza que el acaba de asaltar, pero tal y como ha hecho durante los planos anteriores al naufragio, le falta gallardía para asumir sus responsabilidades y comportarse como un verdadero hombre en tan críticas circunstancias. Le falla la presencia de ánimo que nunca ha tenido, le faltan valentía y hechuras a partes iguales. En un acto de cobardía imperdonable, busca la salvación personal a través de un acto gallináceo que mueve al vómito y al rechazo más absoluto.

Particularmente, la entrevista que sostuvo Carod-Rovira con dirigentes etarras hace unas semanas y los motivos que le movieron a ello, me recuerdan enormemente a la actitud del sujeto del que acabo de hablar.

Lucio Decumio.

25 enero 2004

Echar de menos al enemigo

Son numerosísimos los casos en que dos o más individuos o grupos que despuntan sobremanera en el desempeño de una disciplina concreta, pugnan durante años por el liderazgo absoluto de la misma, siempre manteniendo como punto de referencia a sus directos rivales. Convierten de ese modo todas sus manifestaciones profesionales, en vehículo de directa e insaciable competencia con sus émulos y en fuente de argumentos de discusión para las gentes interesadas en sus labores. Así, incluso durante décadas, nuestros protagonistas encuentran entre sus adversarios y las obras de éstos, el impulso vital que dinamiza su existencia, la razón última de su trabajo y un motivo de íntima superación por el que mantenerse en la brecha, más incluso, que por la estimación hacia su propia ocupación.

Pero cuando el tiempo empieza a ejecutar inexorablemente la labranza de los rostros y el enjabelgado de los cabellos, uno de esos jactanciosos rivales de antaño decide dar un paso adelante e inicia, primero tímidamente y después de modo abierto, su repliegue. Cuando eso sucede, sus antagonistas quedan desubicados y empiezan a darse cuenta de hasta qué punto dependían los unos de los otros para llevar a cabo su labor. Llegados a este estadio de cosas, el proceso de interiorización de la propia realidad se acelera y la cadena de abandonos se hace imparable. Siempre habían luchado a brazo partido entre ellos para ser reconocidos individualmente como los mejores, pero al ir desapareciendo sus contrarios, el interés por el combate decrece, pues ellos quisieron demostrar que eran los mejores entre los mejores y esa evidencia se les torna imposible si los amados enemigos desisten de permanecer en la arena del circo.

Por si alguien no se había percatado aún, esta introducción está relacionada con la ola de abandonos y jubilaciones que desde un tiempo a esta parte, inunda el mundo de la política española. Parece claro que muchos de nuestros dirigentes han cumplido un ciclo al frente de sus formaciones y que han decidido, casi todos a una, abandonar sus respectivos barcos y bajarse en el puerto del ciclo 2003-2004, que será recordado mucho tiempo, por tan amplio abanico de ilustres renuncias.

-Jordi Pujol, Presidente de la Generalitat de Catalunya entre 1980 y 2003, será seguramente recordado por su grandísimo instinto político, su camaleónica capacidad de adaptación al medio en el que se desenvolvía y su talante persuasivo y negociador. Y también por haber convertido a Catalunya durante esos largos 23 años, en un coto cerrado de intereses afines a su formación política en general y a su familia en particular.

-José María Aznar, pese a la invectivas de última hora desde la izquieda más ultramontana, deberá ser recordado como un gobernante recto y comprometido con su palabra, así como el impulsor de una política económica que ha catapultado a España a los primeros puestos mundiales de renta y desarrollo. Fue el primer presidente que renunció a permanecer más de ocho años en el poder, incluso antes de salir elegido por primera vez en 1996, y también fue el primero que, dados sus éxitos en su primera legislatura, obtuvo más votos y escaños en la segunda.

-Felipe González. El Presidente del Gobierno que introdujo a España en la UE. En unas condiciones draconianas, desde luego, pero más que seguramente, las únicas posibles en 1985. El tiempo ha dado la razón a su iniciativa. Y cómo no, se le recordará por ser el gobernante bajo cuyo mandato España experimentó y vivió uno de los procesos de corrupción política generalizada más vergonzosos de su Historia. Y como el dirigente que no supo articular una respuesta coherente contra ETA. Sin embargo, a la vista del actual arriero del PSOE, uno termina por echarle de menos.

-Xabier Arzallus, salvo por sus más enfervorizados y enfermizos correligionarios, tendrá que ser recordado como un individuo envilecido y soberbio, que no habiendo hecho nunca gala de la suficiente gallardía como para acudir en una lista electoral y ser juzgado por los ciudadanos en las urnas, acumuló tal cantidad de poder en sus manos, que embarcó a sus partido y a sus dirigentes en una singladura sin retorno en pos de su particular paraíso nacionalista. Edén que hasta la fecha, se ha llevado por delante la vida de cientos de personas y el coraje y el orgullo de decenas de miles.

-Manuel Fraga, que aunque no ha lanzado su último aliento político, sí que está consumiendo sus últimos meses al frente de la Xunta de Galicia. Ex-ministro franquista de Información y Turismo, conocido entre el resto de integrantes de los gobiernos del dictador como "el liberal", por su talante aperturista y democratizador. Gran luchador y refundador del centro-derecha español, se le otorgó por parte de su partido un dorado "exilio" político en su Galicia natal, en la que por lo visto, se ha operado un cambio infraestructural y económico asombroso desde que este ya octogenario dirigente, tomó las riendas del poder autonómico.

-Francisco Álvarez-Cascos. Notable político, mejor estratega e insaciable seductor, que ha gozado siempre de una pésima imagen pública. Sin embargo, sus logros al frente del Ministerio de Obras Públicas han de reconocérsele en su justa y gran medida. Tal y como hizo Aznar, ha cumplido sobradamente con la palabra dada de abandonar el mundo de la política cuando lo hiciera su amigo y mentor.

Por diferentes motivos, me alegro de que todos hayan optado por el abandono. El tiempo se encargará de valorar en sus justa medida, sus diferentes actuaciones.

Lucio Decumio.

24 enero 2004

De las glorias deportivas...

El Real Madrid es una noticia en sí mismo. Siempre. Desde el taquillero o el tornero de las puertas del estadio, pasando por utilleros, técnicos y jugadores hasta llegar a su presidente, cualquier cosa que haga o diga un miembro de la gran familia blanca, es objeto de concienzudo y sesudo análisis por parte de la prensa especializada y normalmente, de áspero y etílico debate en concurridas tabernas.

En torno al Real Madrid, todo es susceptible de ser opinado y todo el mundo trata de aproximarse a la realidad del equipo de fútbol más prestigioso y poderoso del mundo. Y casi siempre con un talante negativo, al menos desde España. Y me explico.

El club capitalino nació en 1902, prácticamente emparejado en el tiempo con el despunte del pasado siglo XX. Durante estos más de cien años, la realidad política, social y económica del mundo en general y de España en particular, ha experimentado un giro de 180º, hasta el punto hacer irreconocibles en nuestra memoria, los usos, las costumbres y las ideas que regían la vida y la sociedad de los albores de la pasada centuria y muchos otros que se instauraron y desaparecieron a lo largo de la misma. Y a través de estos últimos 102 años, el Real Madrid, soslayando guerras, conflictos, cambios políticos, altercados sociales y progresos tecnológicos, ha sabido adaptarse y moldear su perfil para engrandecerlo y dignificarlo hasta alcanzar la categoría que actualmente demuestra.

Engrandecimiento y dignificación labradas a partir de un tránsito por los estadios de todo el mundo que ha ofrecido muchísimos más detalles de gloria que de pena, muchos más triunfos que fracasos, muchos más éxitos que decepciones y siempre, desde la más estricta caballerosidad en la cancha y el afán más limpio por la victoria.

Muchos dirán que me paso de cursi, que se me ve el plumero y que debería releerme algunos de las páginas más memorables del equipo blanco, muchos de cuyos renglones pudieron haber sido escritos por presuntas ayudas arbitrales o por más o menos fundados apoyos políticos recibidos desde regímenes de escasa salud democrática. Pero 102 años de victorias, conquistas y trofeos es imposible que puedan apoyarse en exclusiva sobre los hombros de tesis tan endebles como victimistas, tal y como pretenden aficionados y dirigentes de muchos otros clubes.

Hace falta mucho más que esas burdas excusas que los más ruines buscan airear siempre que el Real Madrid triunfa en un partido o en una competición. Para sostener y alimentar la leyenda del club, entre los dirigentes se encontró y se encuentra más veces la sensatez y la hidalguía que la imprudencia y el disparate; entre sus aficionados la lealtad y la dignidad sobrepasaron y sobrepasan a la mezquindad y a la bajeza; y entre los miles de jugadores que han vestido su camiseta, pocas veces han faltado el pundonor, la entrega, la calidad, la grandeza de espíritu y sobre todo, la cognición de que pertenecen a algo más que un club de fútbol y la certeza de que forman parte de una leyenda fabulosa que se escribe día a día.

Ésos y no otros, son los valores añadidos de este equipo para marchar continuadamente por la senda de los logros y los premios. No perder el norte es la clave. Trazarse un camino inequívoco por el que dirigirse y encontrar los objetivos planteados y no desviarse aunque se tropiece o se caiga, sople el viento a favor o en contra. Estar seguro, en definitiva, de que a los tronos se accede desde el trabajo y la perseverancia, no desde los complejos y las excusas. Insisto. Desengáñense pues, los taimados, los acomplejados y los pusilánimes; las ayudas puntuales, los presuntos tongos, los humanos equívocos o las presiones políticas de cualquier índole, no son capaces de sostener por sí mismos, tantos años de esplendor.

Es precisamente la excesiva abundancia que hay en España de cobardes y melífluos, la que impide que al Real Madrid se le reconozca su verdadero mérito, al igual que sucede en otras instancias y en otras esferas de la vida y del trabajo.

Lucio Decumio.

20 enero 2004

Retroalimentación catódica

La porquería y la inmundicia que nos asalta desde la pequeña pantalla, ha encontrado en los últimos tiempos una nueva fórmula para multiplicarse y apoderarse de la atención de las mentes menos despiertas y menos críticas que se sientan enfrente de ella. Me estoy refiriendo a una idea particularmente desarrollada en el ámbito de la emisora privada Tele 5 y a la que yo he definido conceptualmente con el título que encabeza mi comentario de hoy.

Desde la aparición en antena del primer "Gran Hermano", allá por la primavera de 2000, la citada cadena se ha entregado con impúdico fervor a la elaboración de una parrilla de programas de carácter interdependiente. Basta fijarse en los espacios que a diario puede uno encontrarse en Tele 5 y detenerse en los contenidos que ofrecen, en los presentadores que los conducen y en los invitados que participan, para darse cuenta de que si no hubiera mediado un repertorio previo de repugnante mugre esparcida entre diferentes creaciones televisivas como el mencionado "Gran Hermano" o el "Hotel Glamour", programas como "A tu lado" o las mismísimas "Crónicas Marcianas" tendrían que afrontar una muy complicada supervivencia, al menos en el formato en que están concebidas actualmente.

Dicho de otra forma. Si unos espacios no generan polémica, altercados, perfidias o conflictos entre sus protagonistas, los otros no tienen razón de ser. Ante tanta reciprocidad y dependencia de intereses, se me antoja como una certeza irrebatible, el hecho de que el grupúsculo de grimosos que estuvieron zascandileando por el "Hotel Glamour" durante varias semanas, así como los rastrojos intelectuales que se encierran en la casa de "Gran Hermano" cada seis u ocho meses, deben ser convenientemente aleccionados por los responsables de la productora del programa y de la propia cadena para provocar el mayor número de escándalos, desvergüenzas y tumultos, con el fin de que cuando vayan saliendo, los trapos sucios artificialmente tejidos en el interior de la casa o del hotel, puedan ser oportuna y provechosamente aireados a los cuatro vientos en los programas creados al efecto.

Me entran náuseas sólo de pensar en esta maquiavélica e indigna táctica empleada por Tele 5 para hacinar ante el televisor a cientos de miles de indocumentados. Pero peor que los vómitos que me asaltan, es el espanto que me invade si me detengo a valorar la nula capacidad de censura de los telespectadores que contemplan con gozo y satisfacción las peleas y las reyertas protagonizadas por los chulos y las porteras que habitan los platós de estos programas.

El remate a todo este circo de sucios intereses lo ponen los creadores de esta trampa intelectual. Para sostener y justificar la impudicia, buscan apoyo en la evidencia de que este tipo de programación es del agrado de los telespectadores, pues los índices de audiencia arrojan datos esclarecedores al respecto. Que haya gente dispuesta a rebozar su intelecto y a untar su entendimiento en este repelente frasco de heces, pase. Debe haber personas para todo, incluso para esto.

Pero los responsables de las cadenas de televisión han de ser conscientes del poder y de la capacidad de influencia que los contenidos de sus programas tienen sobre las personas menos preparadas y en especial sobre los jóvenes. Jóvenes que contemplan como gente de nula capacitación intelectual y académica, se eleva a los altares de la más efímera popularidad y de la más sórdida riqueza, exclusivamente apoyados en su propia deshonestidad, desvergüenza y falta de valores.

Sé que las cadenas privadas de televisión han de obtener beneficios y pagar los sueldos de sus empleados y que espacios como los que ocupan mis reflexiones de hoy, sin duda ayudan a alcanzar esas metas a los prebostes del negocio televisivo. Pero esto tiene que tener un tope, que sólo pueden poner los propios televidentes, ahítos de la proliferación de programas por cuya contemplación, incluso la inteligencia de una gallina de corral se sentiría gravemente insultada. Hago votos para que en breve plazo, los espectadores le den la espalda a esta clase de inverecundia y desfachatez y que las emisoras de televisión se vean obligadas a ofrecer espacios que no obturen ni fosilicen, sino que inquieten y dinamicen a la mente y a la razón.

Y si el cambio se operara proactivamente desde las propias cadenas, mejor que mejor.

Lucio Decumio.

18 enero 2004

Carta abierta a George W. Bush

A pesar de que el encabezamiento del comentario pueda sugerir algo en sentido contrario, no será Lucio Decumio quien redacte una misiva cargada de diatribas contra el Presidente de los Estados Unidos. Y no porque no quiera, pues quien sea asiduo seguidor de mis reflexiones sabrá que el actual mandatario norteamericano no goza precisamente de mi máxima simpatía y respeto, sino porque en el siguiente enlace, la encontraréis perfectamente articulada por otro personaje, algo más célebre que este humilde autor.

Hablo de Michael Moore, escritor y director de cine independiente americano, que carga las tintas de forma inmisericorde contra el Presidente de su Nación, en una epístola en la que no deja de recordar todas y cada una de las deslealtades y alevosías cometidas, siempre según su particular visión, por Bush Jr, casi desde su más tierna adolescencia, hasta la madurez presidencial que hoy desempeña. Vaya por delante que no estoy en disposición de refrendar ni de rebatir ninguna acusación de las que glosa en su carta, pero sí que quiero hacer constar que alguna de ellas, coincide plenamente con diversas sospechas expresadas por mí en varios de mis artículos, acerca de la catadura moral del Presidente americano.

Antes de dejaros con la lectura de tan interesante documento, no me resisto a hacer dos postreras apreciaciones, absolutamente subjetivas y privativas, pero que servirán como plataforma sobre la que sostener mi opinión sobre el texto que hoy os adjutno. En primer término, estoy convencido de que no pocas de las acusaciones que enumera en su carta están contempladas a través de un cristal tiznado de amargo resentimiento, rencor que seguramente le anima a abultar las citadas denuncias por encima de su verdadero calado con el exclusivo fin de demonizar aún más al dirigente republicano. Y en segunda y última instancia, no conozco personalmente la obra de Michael Moore, aunque sí que se me ha dado a conocer, por otros medios, hacia qué vertiente fluyen sus tendencias e ideas políticas, preferencias que por otra parte, se encuentran notablemente alejadas de las mías.

Sin embargo y aquí concluyo como decía previamente, sobre la base de estas dos premisas, considero que aunque sólo una pequeña parte de las inculpaciones de Michael Moore sobre George W. Bush fuera cierta, ya sería más que suficiente para que los americanos en particular y el resto de dirigentes democráticos mundiales en general, renegaran de este indocumentado.

Lucio Decumio.

16 enero 2004

Abuso de libertad

No recuerdo haber hecho ningún comentario al respecto en mi modesto cuaderno virtual, pero para quien no lo sepa, soy socio de un decadente gimnasio que se encuentra en las inmediaciones de mi domicilio y al que acudo casi a diario con el exclusivo fin de evitar que el sobrepeso, la grasa y mi apetencia por determinados excesos culinarios, hagan desmedida mella en mi lustroso organismo. Sin embargo, no todo es mirarse al propio ombligo o a los propios bíceps con ánimo narcisista, ya que cuando prolongas tu asistencia durante una larga temporada a un lugar como éste, no puedes evitar caer en la observación, incluso involuntaria, del comportamiento, la indumentaria o los ademanes del resto de asociados que, con más o menos entusiasmo, acuden prestos al cuidado de su cuerpo en la misma franja horaria que tú.

A este respecto, me he percatado de la presencia, desde hace algunos días, de un individuo que ha llamado poderosamente mi atención. Que nadie se asuste y piense que Lucio Decumio va a salir del armario, pues nunca ha estado dentro de él y no tiene previsto entrar a hurtadillas para luego salir mariposeando, al menos en el plazo de mis próximas 10 ó 15 reencarnaciones.

No, lo cierto es que me he detenido exclusivamente en los ropajes que lo adornan o mejor debería decir, lo deforman. La primera vez que reparé en este sujeto fue porque iba cubierto por una camiseta negra en la que se podía leer, en grandes caracteres encarnados, el nombre de un infra-grupo musical que a muchos os sonará. Su nombre -y aquí debo pedir disculpas a mi auditorio por las grafías que utilizo-, Soziedad Alkohólika, un pelotón de repugnantes fulanos filo-batasunos, que entre las letras de algunas de sus canciones como "Explota, zerdo", guardan preseas como "huele a esclavo de la ley, zipaio, siervo del rey, explota zerdo, dejarás de molestar, sucia rata morirás".

A mí particularmente, esta demostración de totalitarismo ideológico y de chulería izquierdista, radical y violenta -tal vez exista un mejor modo de definirlo, pero a mí no se me ocurre- me molestó profundamente. Pero por desgracia, ahí no quedó la cosa. Al cabo de pocos días, el chorbo se dejó caer por la sala de musculación con otra camiseta que no tenía desperdicio. De nuevo sobre otro fondo negro, una calavera servía de apoyo para la siguiente leyenda: "10.000 american soldier died". Y cómo no, esta segunda exhibición de inmundicia y de iniquidad, volvió a perturbar mi ánimo sobremanera.

Por último, en la tarde de hoy, se ha presentado ante mis atónitos ojos con otra sudadera agitadora, aunque a mi entender, algo menos insultante que las anteriores. En ella, sobre una bandera anarquista, podía leerse la expresión "Sin Dios". Y digo que es menos incendiaria que las dos anteriores, porque considero que nadie debería sentirse gravemente ofendido por una manifestación de agnosticismo como esta, pese a su intrínseca radicalidad.

Sin embargo, las otras dos -y más que vendrán, sospecho- son pura estulticia, un giro extremista y provocador que juzgo, la dirección del centro no debería tolerar. Un gimnasio no es otra cosa sino un lugar de encuentro y de socialización, al que los asociados acuden con el ánimo de hacer deporte, conocer gente nueva y llevar una vida sana -salvo casos puntuales de dopaje, que quienes lo llevan a cabo, arrostran libremente- y no un espacio en el que se pueda dar rienda suelta mediante la vestimenta, a un activismo político e ideológico tan ramplón y a la vez, tan ultrajante. Hacer apología de grupos musicales que aplauden el terrorismo etarra y que azuzan el odio y el resentimiento en las letras de sus canciones, mostrar con impúdica bajeza su alegría por la muerte de soldados americanos -o de cualquier nacionalidad- y gritar a los cuatro vientos su agnosticismo tabernero, no es de recibo.

Y no le paran los pies porque en España, seguimos acomplejados ante los vocingleros y los propagandistas que nos han inoculado un infecto virus, gracias al cual, cualquier manifestación de la izquierda doctrinaria ha de ser vista con agrado y complacencia, pues en caso contrario, la etiqueta de fascista, conservador, reaccionario y franquista, se te cuelga de inmediato.

Particularmente, si yo fuera el director del club, conminaría a este desaseado a cambiar su vestuario por uno más aséptico y acorde con las normas de la decencia y el decoro. En caso contrario, anularía su matrícula y lo expulsaría sin miramientos del lugar. Al igual que lo haría con uno que vistiera una camiseta con soflamas de apoyo a los Guerrilleros de Cristo Rey, o con serigrafías de banderas pre-constitucionales, esvásticas, yunques y flechas y demás simbología extremista.

Señores, aunque estemos en una democracia y en un Estado de Derecho, no se puede confundir premeditadamente la libertad ideológica y política, con el insulto gratuito y la vejación más abyecta.

Lucio Decumio.

14 enero 2004

La ventana de comentarios se rila

A partir de no sé muy bien qué ensalmo, el enlace que aparecía debajo de cada uno de mis "posts" para que los lectores de la página pudieran dejar los comentarios que creyeran oportunos, ha desaparecido. Supongo que tal era el cúmulo de párrafos que tenía que soportar sobre sus espaldas, que ha terminado por abandonar el barco, en vista de la pesada carga a la que tenía que hacer frente.

En estas, me he puesto manos a la obra para encontrar otro proveedor que me ofrezca un servicio similar. Sinceramente, me había acostumbrado a las puntualizaciones que habitualmente realizaban los cuatro o cinco lectores más fieles y me gustaría seguir disfrutando de ellas. Sin embargo, me temo que mi torpeza me ha vuelto a jugar una mala pasada y que no he logrado insertar el enlace convenientemente. Ahora se puede contemplar el botón del proveedor que lleva directamente a la página, pero no el enlace que yo deseaba. En fin, tal vez sea sólo cuestión de esperar a que aparezca. Ya veremos qué sucede mañana. De momento, cualquier sugerencia o anotación que se os ocurra, podéis enviármela a mi dirección de correo.

Lucio Decumio.

La gallina decapitada

Los que disfrutamos de un dilatado pasado rural, hemos tenido la ocasión de contemplar en alguna ocasión como nuestros abuelos o nuestros tíos, acababan con la vida de algún ejemplar de este bicho obtuso, a partir de un certero tajo en el cuello que separaba limpiamente la cabeza del resto del cuerpo. Pese a tan traumática separación, el cuerpo del ave podía seguir corriendo alocadamente por el corral durante algunos segundos, golpeándose contra cualquier objeto, antes de caer desplomado, víctima de las heridas sufridas.

Es a lo que me recuerda el Partido Socialista en estos instantes. Por más que se empeñen desde Ferraz en aparentar una unidad de acción encaminada a desalojar al Partido Popular del poder, por más Congresos Sectoriales encaminados a presentar las distintas ramificaciones de su programa electoral y por más estampas mediáticas amables que quieran acumular, no dejan de llegar intensas señales de alarma ante la falta de rumbo del único partido que puede ser alternativa real al Gobierno actual.

Su heterodoxia programática y política, que le lleva a pactar con inquietantes movimientos centrífugos en cualquier región susceptible de albergar un partido regionalista o nacionalista con un mínimo de representación local, mientras que desde otras Federaciones se aboga por tesis que se encuentran en las antípodas, sólo puede llevar al desquiciamiento más absoluto a millones de votantes y simpatizantes que en toda España, desean sentirse partícipes de una formación política con vocación real de gobierno.

Visto que todo vale en el seno de este partido y que su máximo dirigente se caracteriza por una ridícula inacción y una falta de autoridad estremecedora, cada uno se descuelga con lo que le viene en gana. Entre las postreras joyas que los dirigentes socialistas han añadido al impagable tesoro de necedades acumuladas en los últimos tiempos, destaca la recuperación, por parte de Marcelino Iglesias, Presidente de Aragón, del trámite de una ley que convertiría al catalán en idioma cooficial de esta santa región. Este disparate, que cómo no, correría a costa de los presupuestos aragoneses, se justifica porque cinco comarcas limítrofes con Cataluña, que apenas suman 70 u 80.000 habitantes, chapurrean ocasionalmente algo parecido al idioma de las viejas Marcas. La connivencia con Maragall y con su insensatez de recuperar algo parecido al Reino de Aragón, se aparece en este caso particular con meridiana claridad ante los ojos de cualquier observador mínimamente documentado.

Por su parte, Rodríguez-Ibarra propone la aniquilación política a escala nacional de los partidos nacionalistas para retractarse el mismo día ante el desgarro de vestiduras de éstos últimos y de su propio partido; Maragall y Carod dan inequívocas muestras de su talante progresista al colocar a sus hermanos en puestos ornamentales de la Generalitat con unos sueldos de infarto; en última instancia el Partido Socialista de Euskadi se echa encima de Gotzone Mora y de cuantos socialistas de bien reclaman la unidad de acción con el PP en contra del Plan Ibarreche y del nacionalismo excluyente del PNV, con el fin de tratar de acallar sus voces discrepantes. Estas, como digo, son algunas de las últimas perlas cultivadas en esta jaula de grillos. Y eso que no me detengo en las anteriores y tampoco me atrevo a pronosticar sobre las futuras, pues con toda seguridad, la realidad superará a la ficción.

Sinceramente, tengo miedo. Miedo de que Zapatero alcance la Moncloa en las condiciones en las que espera llegar, es decir, apoyándose en los volcánicos nacionalistas vascos, en los sísmicos republicanos catalanes, en la tempestuosa y despechada CiU y en el maremoto gallego comandado por Beirás y su BNG. Todo y a cualquier precio, con tal de descabalgar al PP del poder.

Zapatero debe creer, en su infinita bondad o en su ilimitada ignorancia -mas bien lo segundo- que podrá controlar a la Naturaleza nacionalista -desatada ya en todo su furor contra el Derecho, la Ley, la Democracia, el Estado y la Nación- cuando llegue al poder gravitando sobre ella, pero se equivoca. Y se equivocarán los votantes que lo apoyen.

Ante este panorama, Lucio Decumio, más que para garantizar una mayoría absoluta del PP en las próximas elecciones generales, espera, desea, se inclina y hace votos para que la victoria del partido en el poder sea aplastante. Tan demoledora, que a Zapatero y a su actual equipo directivo de Ferraz, no le quede otra salida que la dimisión de sus cargos y la convocatoria de un Congreso Federal Extraordinario que de verdad regenere al partido y que lo ponga en la senda correcta. Ruta ésta que no puede ser otra sino la de la sensatez política, la lealtad al Estado y el respeto a las instituciones que nos hemos dado los españoles, a nuestras leyes y a nuestra Constitución. Y todo ello, con el exclusivo fin de que pueda competir en igualdad de condiciones contra un PP que en 2008, habrá cumplido una larga y erosionada etapa de 12 años al frente del Gobierno y que requerirá un más que posible recambio.

Victoria apabullante que en último término, debería servir a los nuevos regentes socialistas que sustituyeran al pusilánime Zapatero y a los suyos, para percatarse definitivamente de que si el PSOE pretende alcanzar el poder a nivel nacional, no puede permitirse determinadas veleidades y flirteos con aquellos que buscan insistentemente, el despiece del modelo de Estado y de Nación que pretenden gobernar.

Lucio Decumio.

11 enero 2004

Breverías

Un salpicón de pequeños comentarios para el día de hoy. Aunque más que posiblemente no lo logre, espero ser lo suficientemente telegráfico como para hacer honor al título.

Las empresas cuya supervivencia económica depende del incremento del número de abonados a las mismas, operan siempre del mismo modo. Incontables y agresivas campañas publicitarias en medios de comunicación para la captación de nuevos socios y desafecto absoluto hacia quienes se acreditaron como clientes cuando la compañía empezaba a destetarse en los mercados. El ejemplo que más cerca roza mi interés y mi bolsillo es el del producto ADSL de Terra.

Yo me aboné a este sistema de conexión a Internet hace casi tres años, cuando mucha gente habría confundido el concepto ADSL con algún nuevo sistema de seguridad pasiva ya disponible para instalar en los automóviles. Me cobraron el alta, el módem y cómo no, la cuota que cristianamente he ido pagando desde hace casi 36 meses. Pues bien, en todo este tiempo, nadie ha llamado a mi puerta para ofrecerme descuentos diversos, reembolso del alta abonada en 2001, tres meses gratis de conexión o un nuevo módem a cambio de la caja de zapatos que tengo en mi escritorio. Nada de eso se me oferta a mí, pero sí a los nuevos abonados que han ido llegando en el último año y medio, más o menos. Debo expresar mi más enérgica protesta ante este intolerable agravio comparativo. ¿Darme de baja? Es posible, desde luego, pero entre el trámite de suspensión de la línea ADSL de Terra y el alta con un nuevo proveedor, pueden pasar tranquilamente cuarenta días. En resumidas cuentas, soy su rehén.

Hoy he leído un interesantísimo reportaje en "El Mundo" sobre la criogenización. Una mujer y su marido, españoles para más señas y dueños de un imperio hostelero que se extiende por varios países, vieron hace ocho años como su hija de 21 caía fulminada ante sus propios ojos, víctima de un repentino e incomprensible paro cardíaco. Quebrados y despedazados por el dolor de tan traumática pérdida, aún tuvieron la suficiente presencia de ánimo como para, en cuestión de horas, buscar información sobre empresas dedicadas a la criogenización y trasladar hasta Arizona el cuerpo inerme de su hija. Salvados los obstáculos burocráticos y abonadas las correspondientes tasas para ingresar a la joven en la clínica Alcor, el cadáver fue examinado y posteriormente, tratado del modo apropiado para que el organismo pudiera conservarse durante decenios, a la espera de que la Ciencia alumbre en el futuro algún método capaz de devolverle la vida.

Hace unos meses expuse mi opinión acerca de la investigación con células madre embrionarias. El artículo, que está en el enlace sobre Ciencia que podéis encontrar a la derecha de estas líneas, contiene mis juicios sobre tan espinoso asunto y que no dudo en hacer extensivos a este asombroso desafío científico. Es más que seguro que en los próximos años tenga lugar en España y en todo el orbe, un fuerte debate socio-moral acerca de esta cuestión, que encontrará apasionados detractores y encendidos defensores. Pero entre toda la maraña de razonamientos en pro y en contra que se manejen, sólo algo habrá cierto. Si el hombre y la Ciencia encuentran dentro de 30, 40 ó 50 años remedios para los males que extinguieron las vidas de quienes ahora están criogenizados, que nadie dude de que se intentará que regresen al mundo de los vivos.

He leído las propuestas sobre Economía, Fiscalidad y Educación que el PSOE integrará en su programa electoral de cara a las Elecciones Generales de Marzo. No me gustan, como casi cualquiera de los planteamientos de este errante partido político. Al margen de que quieran bajar los impuestos a quienes más ganan y asfixiar un poco más a las rentas más apuradas, que ya les vale, lo que no tiene precio es su propuesta de que los colegios abran 12 horas al día, los 7 días de la semana y once meses al año. Gracias a esta deslumbrante proposición, los españoles podremos tener los hijos que queramos, pues bastará con enchironarlos en el colegio de lunes a domingo y el mes que tengan de descanso, mandarles con los abuelos.

Es posible que los socialistas obtengan en los comicios de Marzo, algunos miles de votos de padres egomaníacos para quienes los hijos son una pesada carga. Pero si triunfan gracias a esos sufragios, deberán estar dispuestos a saldar su deuda dentro de pocos años, cuando esos niños crezcan y se venguen del Gobierno que durante años, los enjauló en las aulas.

Lucio Decumio.

09 enero 2004

Marty Maher

Hasta hace diez o quince días, yo no había oído hablar de este individuo en mi vida. Por el nombre, tal vez alguien se incline a pensar que se trata de algún nuevo rapero americano que busca ardorosamente convertirse en el heredero del multimillonario transgresor Eminem. Si eso es lo primero que se os ha pasado por la cabeza, estáis muy equivocados, como lo estaréis si creéis que el buen hombre fue algún compositor austríaco de segunda fila que vivió a la sombra de Mozart en el siglo XVIII o el fundador de una pujante multinacional salchichera alemana de finales del XIX.

Pues nada de eso. Este fulano, a quien desde el inicio de mi intervención de hoy adelanto todos mis respetos, era un emigrante irlandés que llegó a los Estados Unidos a principios del siglo XX, en torno a 1902 ó 1904, calculo. Se empleó como camarero en la celebérrima Academia Militar de West Point y con el tiempo, se convirtió en Sargento Director Instructor Deportivo de la citada Academia. Vamos, algo parecido al papel de rocoso instructor de los "Seal" de la Marina Americana que interpreta Viggo Mortenssen en "La Teniente O'Neill" y que se encarga de hacer la vida imposible a Demi Moore o el del vocinglero oficial negro que hace sudar sangre a Richard Gere en "Oficial y Caballero". Parecido, sí, pero en blandito.

¿Qué cómo sé del tal Marty Maher y en virtud de qué le dedico mi atención en mis líneas de hoy? Sencillo. Hace un par de semanas me quedé hasta las mil viendo la televisión y una de las películas que echaban, al margen de las grimosas cintas pseudo-eróticas del Canal 7, narraba la vida y milagros del mencionado emigrante irlandés. Cómo llega a los Estados Unidos, sus difíciles y balbuceantes primeros pasos en aquella sociedad tan distinta a la de sus raíces, cómo pasa de camarero a instructor de la Academia y cómo emplea 50 años de su vida adiestrando físicamente a las nuevas camadas de oficiales americanos. El largometraje está dirigido por John Ford, uno de los cineastas más reputados de Norteamérica, está rodado en 1955 y el actor que encarna al irlandés errante que hace realidad el sueño americano, Tyrone Power.

La calidad de la cinta es lo de menos, aunque calidad, a mi juicio, tuviera poca. Para mi humilde intelecto, lo más llamativo de aquella biografía cinematográfica era el hecho de que un tipo tan insignificante, desde casi cualquier punto de vista, como un simple instructor deportivo de una Academia Militar, mereciera la atención de un director como John Ford y un millonario presupuesto de la Columbia para llevar su vida a la gran pantalla a través de la interpretación de uno de los más reputados actores de la época.

Busqué explicaciones racionales y sólo encontré dos. La primera, que la magra Historia Norteamericana había que engordarla a cualquier precio, aunque el alimento que le permitiera coger algunos kilos tuviera tan poco cuerpo y tan insípido sabor. Y en segundo término, llegué a la conclusión de que esta película no tenía precio como vehículo propagandístico ante los ojos de millones de personas de todo el mundo, que podrían contemplar cómo un país como los Estados Unidos era capaz de acoger a un desarrapado emigrante y convertirlo en un próspero y respetable ciudadano.

Y cómo no, también establecí mis propios paralelismos con España, con sus celebridades y con los espacios que se les han dedicado en nuestro cine o en nuestras series de televisión. Nuestro país ha dado al mundo insignes científicos, pensadores, aventureros, filósofos, artistas o humanistas, que sólo encontraron eco en la pequeña pantalla de los años 80, a través de series -alguna realmente excelente, eso sí-, como "Goya" encarnada por Paco Rabal, "Miguel Servet", cuyo protagonista creo recordar, era Juanjo Puigcorbé, "Ramón y Cajal", protagonizada por Adolfo Marsillach o "Teresa de Jesús", con Concha Velasco como principal reclamo. Lo demás, en el baúl del olvido.

Postergación y desmemoria que han sufrido especialmente las figuras de los descubridores de América o de la Reconquista. ¿Alguien ha visto alguna vez una película española basada en la vida de Francisco de Pizarro, conquistador de Perú? ¿O de Hernán Cortés, vencedor del invencible Moctezuma? ¿O de Francisco de Orellana, explorador del Amazonas? ¿Cuántas versiones se han hecho sobre la vida de los Reyes Católicos, Carlos V o Felipe II? ¿Y Rodrigo Díaz de Vivar y Doña Jimena? Si les tenemos que poner caras, las que nos vienen a la cabeza son las de Charlton Heston y Sofía Loren.

Y sólo cito a los más destacados, porque por haber, hubo decenas, como el no hace mucho mencionado Juan Díaz de Solís, descubridor de Honduras, Belice, Nicaragua y de la desembocadura del Río de la Plata. Ni tan siquiera el mismísimo Cristóbal Colón ha gozado de la más mínima atención de nuestro cine, que se empeña en chupar de la teta pública con el exclusivo fin de parir comedietas de medio pelo y abortos de ínfima categoría.

Señores del cine español. Cualquiera de los mencionados le da sopas con ondas, desde la perspectiva de su calado e importancia histórica, al Marty Maher de marras y a cualquier otro personaje de la Historia Norteamericana. Reclamo y exijo, aunque no se me haga caso, respeto y consideración hacia las figuras más insignes de nuestra Historia. Y sobre todo, menos complejos a la hora de enfocar sus vidas y sus logros.

Lucio Decumio.

07 enero 2004

Déjà vu

Salvo esporádicos retornos a la tierra que les vio nacer, muchos de ellos llevaban meses, tal vez años, desempeñando difíciles y peligrosos servicios a España y a su Corona en lejanas e inhóspitas tierras. El alejamiento de la familia y de los amigos que dejaron tras de sí para servir a su país y a su Rey, se había convertido en un fértil sustrato que aglutinaba deseos y esperanzas y que forjaba una camaradería y un compromiso vital con los compañeros y con su deber, fuera de cualquier duda razonable.

Aquel día, uno más a contar entre el sinfín de jornadas jalonadas por audacias, aventuras y riesgos que habían sorteado desde que partieron de España, los ocho compatriotas creyeron encontrarse ante una dócil y rutinaria misión, que debía servir para que los más veteranos mostraran a los más noveles, rutas y senderos con los que deberían familiarizarse en las semanas sucesivas.

Esta toma de contacto con el terreno, así como con los indígenas de aquellas desabrigadas comarcas era en realidad el objetivo nuclear de la misión que les había encomendado su Rey. Servir de avanzadilla, de destacamento explorador e inspector del terreno para que otros españoles pudieran transitar seguros, en un futuro inminente, los parajes que ahora se encontraban ante sus ojos. Los habituados pero vigilantes del capitán y sus tres paisanos más fogueados y los expectantes de los cuatro más novicios.

Hacía calor. Mucho calor. Siempre lo hacía en aquellos lares, independientemente de la época del año en que se encontraran. En las estaciones más cálidas, las temperaturas diurnas ascendían hasta poner al límite la resistencia de los curtidos soldados, mientras que durante la noche, enjambres de mosquitos y de insectos que les eran tan ajenos como belicosos, convertían la penumbra en un suplicio difícilmente imaginable.

Ya eran demasiados los días en que el descanso, debido a las duras jornadas de aclimatación vividas en aquella región, les había sido negado sistemáticamente. Esa fatiga acumulada, unida a la constatación de que su presencia despertaba algarabía y júbilo por igual entre los nativos que flanqueaban su paso por aquella ruta, hizo flaquear su atención y los recelos y las sospechas acumuladas en sus contactos con otras tribus vecinas que les prevenían contra aquellos festivos aborígenes que ahora contemplaban, se desmoronaron.

Felices e impacientes ante la perspectiva de tomar posesión de aquellas tierras en nombre de su Patria y su Monarca, Juan Díaz de Solís, capitán de la gloriosa expedición que había partido de Sanlúcar de Barrameda el 8 de Octubre del Año de Nuestro Señor 1515, el Factor Marquina, el Contador Alarcón y cuatro marineros y un grumete, embarcaron en un bote y provistos exclusivamente de algunas pistolas y escasa munición, pusieron pie en la orilla septentrional de la desembocadura del Río de la Plata que acababan de descubrir. Aquel luminoso día de Febrero de 1516, que tan dichoso se aparecía ante los intrépidos exploradores, se tornó de repente en un espeluznante infierno. Cientos de joviales guaraníes, tan afectuosos en sus saludos hacía sólo unos minutos, se convirtieron de improviso en alocados y estridentes guerreros que se abalanzaron con furor sobre los desprevenidos expedicionarios. En breves instantes, pese al ardor desplegado en la lucha, el destacamento cayó fulminado bajo el diluvio de lanzas y flechas arrojadas por los indios.

Concluida la fugaz y desigual batalla y no contentos con el varapalo infligido a los españoles, los indígenas profanaron los acribillados cadáveres de los marineros, apaleándolos y despedazándolos en una pavorosa orgía de sangre y vísceras, contemplada con estupor y espanto por los cincuenta tripulantes que quedaban abordo de las tres naves principales y que hubieron de emprender una precipitada y dramática retirada.

Sólo el más joven de los ocho desventurados marinos sobrevivió. El grumete Francisco del Puerto fue capturado por la tribu que acababa de masacrar a sus compatriotas y no fue rescatado hasta once años después, en que la expedición capitaneada por Sebastián Caboto volvió a recorrer aquellas lindes.

Este luctuoso capítulo de la historia de la Conquista de América, convenientemente novelado para la ocasión por Lucio Decumio y sorprendentemente afín a un episodio tan triste como aquél, pero más reciente, está dedicado a la memoria de los siete agentes del CNI que cayeron en acto de servicio hace un mes en Irak. Hacía tiempo que quería hacerlo y hasta hoy, no había encontrado el momento.

Desde aquí, mis respetos y mis recuerdos a todos los valientes que han dado, antes y ahora, su vida por España.

Lucio Decumio.

05 enero 2004

Balance

Cuando aún nos encontramos en las inmediaciones de la frontera que divide el tránsito entre el final de un año y el inicio del siguiente, cuando aún nos cuesta escribir correctamente la fecha en la que nos encontramos, pues no nos hemos acostumbrado a la vigencia del nuevo año y cuando hablar de 2003 es hablar de antes de ayer, quien más quien menos hace balance sobre lo sucedido y acumulado en el recién fenecido y en torno a sus esperanzas de cara al neonato.

En mi caso particular, debo hacer constar que no he alcanzado grandes metas en este año que acaba de finalizar. Sinceramente, tampoco me las había propuesto, pues mis aspiraciones vitales para 2003 se centraban, seguramente sin siquiera yo saberlo, en poder seguir viendo a mi familia y a mis amigos y disfrutar de su compañía y de su afecto.

Pese a lo enternecedor y edulcorado de este fugaz análisis de mi realidad en 2003, no me gustaría quedarme en algo tan sencillo y a la par tan complicado de tener como esto que acabo de mencionar. Independientemente de ello, debo reconocer que el cómputo global del año que acabamos de dejar, al menos en lo que a mí respecta, ha de ser moderadamente positivo.

¿Razones? Hay muchas, pero particularmente una que emana directamente desde mi interior, en forma de convicción y seguridad en un futuro que hasta no hace mucho contemplaba envuelto en una tonalidad grisácea y plúmbea y que desde hace unos meses, no sé muy bien porqué, observo más despejado y luminoso. Ciertamente, no encuentro argumentos objetivos con los que fundamentar esta percepción, pero es la que tengo y así la expreso.

La única explicación que le encuentro al novedoso estado de euforia contenida que vive mi espíritu, es que tal vez ése sea el camino, pues aunque no se presenten motivos racionales que te empujen al optimismo, la etérea a indescriptible sensación de que las cosas irán bien, puede ser el impulso definitivo que te ayude a encauzar tu vida.

Otra razón por la que la evaluación que hago de 2003 es positiva, reside en los múltiples viajes –circunscritos a la geografía española, conste- que he realizado a lo largo del año. Desplazamientos que me han permitido conocer nuevos lugares, ser partícipe de nuevas vivencias, retomar algunas ya oxidadas y sobre todo, descubrir a nuevas gentes de las que he podido extraer conocimientos y experiencias que me han ayudado a crecer en muchos aspectos.

Por descontado, encuentro datos y hechos negativos en el año que acaba de tocar a su fin, especialmente el referido a la desaparición de un ser querido, madre de un asiduo lector de esta página y al que mando desde aquí un enorme abrazo.

Sin embargo, ya todo es agua pasada y es preciso continuar con paso firme y decidido. Por delante, todo un año para llevar a cabo proyectos e ilusiones, poner los cimientos de sueños futuros y seguir aprendiendo, creciendo y sobre todo, viviendo.

Lucio Decumio.

02 enero 2004

Que lo devuelva

En los interrogatorios a los que está siendo sometido, el ya afortunadamente ex–tirano iraquí, ha confesado que mantiene en cuentas opacas suizas, alemanas y japonesas, un total de 40.000 millones de dólares. Al hilo de estas afirmaciones realizadas por el criminal, debo plantearme y debo plantear a mi auditorio varias cuestiones.

En primer lugar, si Sadam reconoce que tiene actualmente esa obscena cantidad de dinero depositada en bancos extranjeros, ¿cuánto no habrá evadido a lo largo de su sanguinario mandato en Irak? En segundo término, ¿qué cantidad de dinero se puede haber gastado este gusano durante los últimos cinco lustros a costa de las riquezas del suelo de su propio país y de su propia gente? ¿El doble, tal vez el triple? Incalculable cifra, me temo.

Y tercero. Dado el carácter eminentemente traicionero, desleal y pérfido de este insecto, me veo en la obligación de poner en cuarentena sus afirmaciones en torno al montante total de lo sustraído. Alguien de tan baja estatura moral, no reconoce ni reconocerá nunca el verdadero alcance de la rapiña perpetrada, así que no es nada difícil aventurar que esos 40.000 millones de dólares se pueden multiplicar hasta cifras que nos empujen al espasmo y acto seguido, al vahído, pues si esa fortuna se encuentra repartida entre Japón, Suiza y Alemania, ¿qué no puede haber evadido y qué cantidad de dinero no puede tener Sadam en paraísos fiscales como Jersey o Caimán?

Con estas premisas, debo rechazar, aunque sea a toro pasado, la celebración en Madrid, hace aproximadamente un par de meses, de la Conferencia de Donantes para la Reconstrucción de Irak, que recaudó en torno a los 33.000 millones de dólares.

Y reniego de la celebración de esa Conferencia y del dinero que se obtuvo para poner de nuevo en marcha el tejido energético, industrial e infraestructural iraquí, no por las razones que expone el pomposo y sectario Comité de Solidaridad con la Causa Árabe , que tendenciosamente soslaya en su comunicado de 16 de Septiembre de 2003, la capital responsabilidad del déspota en relación a la pobreza en la que viven sumidos los iraquíes.

No, mis razones son otras, aunque haya todavía claroscuros inquietantes en toda esta historia y es posible que a estos folclóricos izquierdistas de pancarta fácil y memoria frágil no les falte razón en alguno de sus postulados. A aquella Conferencia no iba a asistir ni terminó asistiendo, el actor principal de todo este tinglado, el donante esencial y fundamental que precisaba Irak para su reconstrucción y esa ausencia invalida, a mi juicio, tanto su celebración como los acuerdos alcanzados.

Sadam ha robado al pueblo iraquí docenas de miles de millones de dólares y no ha devuelto nada aún. Y al margen de que el juicio al que se tenga que someter vaya especialmente encaminado a esclarecer sus abominables conexiones con el terrorismo islamista internacional, sus execrables crímenes de guerra y las salvajes matanzas perpetradas contra su propio pueblo, jueces y fiscales habrán de hacer un apartado para conminarle a que reintegre a los suyos, el jugoso fruto de sus continuos e impúdicos pillajes.

Si esa cantidad de dinero vuelve a Irak y se dedica en exclusiva a la reconstrucción del país y a la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos, no hará falta que ninguna potencia internacional aporte un solo dólar, así como tampoco será preciso la celebración de ninguna Conferencia de Donantes, ni nada que se le parezca.

Lucio Decumio.