El Real Madrid es una noticia en sí mismo. Siempre. Desde el taquillero o el tornero de las puertas del estadio, pasando por utilleros, técnicos y jugadores hasta llegar a su presidente, cualquier cosa que haga o diga un miembro de la gran familia blanca, es objeto de concienzudo y sesudo análisis por parte de la prensa especializada y normalmente, de áspero y etílico debate en concurridas tabernas.
En torno al Real Madrid, todo es susceptible de ser opinado y todo el mundo trata de aproximarse a la realidad del equipo de fútbol más prestigioso y poderoso del mundo. Y casi siempre con un talante negativo, al menos desde España. Y me explico.
El club capitalino nació en 1902, prácticamente emparejado en el tiempo con el despunte del pasado siglo XX. Durante estos más de cien años, la realidad política, social y económica del mundo en general y de España en particular, ha experimentado un giro de 180º, hasta el punto hacer irreconocibles en nuestra memoria, los usos, las costumbres y las ideas que regían la vida y la sociedad de los albores de la pasada centuria y muchos otros que se instauraron y desaparecieron a lo largo de la misma. Y a través de estos últimos 102 años, el Real Madrid, soslayando guerras, conflictos, cambios políticos, altercados sociales y progresos tecnológicos, ha sabido adaptarse y moldear su perfil para engrandecerlo y dignificarlo hasta alcanzar la categoría que actualmente demuestra.
Engrandecimiento y dignificación labradas a partir de un tránsito por los estadios de todo el mundo que ha ofrecido muchísimos más detalles de gloria que de pena, muchos más triunfos que fracasos, muchos más éxitos que decepciones y siempre, desde la más estricta caballerosidad en la cancha y el afán más limpio por la victoria.
Muchos dirán que me paso de cursi, que se me ve el plumero y que debería releerme algunos de las páginas más memorables del equipo blanco, muchos de cuyos renglones pudieron haber sido escritos por presuntas ayudas arbitrales o por más o menos fundados apoyos políticos recibidos desde regímenes de escasa salud democrática. Pero 102 años de victorias, conquistas y trofeos es imposible que puedan apoyarse en exclusiva sobre los hombros de tesis tan endebles como victimistas, tal y como pretenden aficionados y dirigentes de muchos otros clubes.
Hace falta mucho más que esas burdas excusas que los más ruines buscan airear siempre que el Real Madrid triunfa en un partido o en una competición. Para sostener y alimentar la leyenda del club, entre los dirigentes se encontró y se encuentra más veces la sensatez y la hidalguía que la imprudencia y el disparate; entre sus aficionados la lealtad y la dignidad sobrepasaron y sobrepasan a la mezquindad y a la bajeza; y entre los miles de jugadores que han vestido su camiseta, pocas veces han faltado el pundonor, la entrega, la calidad, la grandeza de espíritu y sobre todo, la cognición de que pertenecen a algo más que un club de fútbol y la certeza de que forman parte de una leyenda fabulosa que se escribe día a día.
Ésos y no otros, son los valores añadidos de este equipo para marchar continuadamente por la senda de los logros y los premios. No perder el norte es la clave. Trazarse un camino inequívoco por el que dirigirse y encontrar los objetivos planteados y no desviarse aunque se tropiece o se caiga, sople el viento a favor o en contra. Estar seguro, en definitiva, de que a los tronos se accede desde el trabajo y la perseverancia, no desde los complejos y las excusas. Insisto. Desengáñense pues, los taimados, los acomplejados y los pusilánimes; las ayudas puntuales, los presuntos tongos, los humanos equívocos o las presiones políticas de cualquier índole, no son capaces de sostener por sí mismos, tantos años de esplendor.
Es precisamente la excesiva abundancia que hay en España de cobardes y melífluos, la que impide que al Real Madrid se le reconozca su verdadero mérito, al igual que sucede en otras instancias y en otras esferas de la vida y del trabajo.
Lucio Decumio.
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