En los interrogatorios a los que está siendo sometido, el ya afortunadamente ex–tirano iraquí, ha confesado que mantiene en cuentas opacas suizas, alemanas y japonesas, un total de 40.000 millones de dólares. Al hilo de estas afirmaciones realizadas por el criminal, debo plantearme y debo plantear a mi auditorio varias cuestiones.
En primer lugar, si Sadam reconoce que tiene actualmente esa obscena cantidad de dinero depositada en bancos extranjeros, ¿cuánto no habrá evadido a lo largo de su sanguinario mandato en Irak? En segundo término, ¿qué cantidad de dinero se puede haber gastado este gusano durante los últimos cinco lustros a costa de las riquezas del suelo de su propio país y de su propia gente? ¿El doble, tal vez el triple? Incalculable cifra, me temo.
Y tercero. Dado el carácter eminentemente traicionero, desleal y pérfido de este insecto, me veo en la obligación de poner en cuarentena sus afirmaciones en torno al montante total de lo sustraído. Alguien de tan baja estatura moral, no reconoce ni reconocerá nunca el verdadero alcance de la rapiña perpetrada, así que no es nada difícil aventurar que esos 40.000 millones de dólares se pueden multiplicar hasta cifras que nos empujen al espasmo y acto seguido, al vahído, pues si esa fortuna se encuentra repartida entre Japón, Suiza y Alemania, ¿qué no puede haber evadido y qué cantidad de dinero no puede tener Sadam en paraísos fiscales como Jersey o Caimán?
Con estas premisas, debo rechazar, aunque sea a toro pasado, la celebración en Madrid, hace aproximadamente un par de meses, de la Conferencia de Donantes para la Reconstrucción de Irak, que recaudó en torno a los 33.000 millones de dólares.
Y reniego de la celebración de esa Conferencia y del dinero que se obtuvo para poner de nuevo en marcha el tejido energético, industrial e infraestructural iraquí, no por las razones que expone el pomposo y sectario Comité de Solidaridad con la Causa Árabe , que tendenciosamente soslaya en su comunicado de 16 de Septiembre de 2003, la capital responsabilidad del déspota en relación a la pobreza en la que viven sumidos los iraquíes.
No, mis razones son otras, aunque haya todavía claroscuros inquietantes en toda esta historia y es posible que a estos folclóricos izquierdistas de pancarta fácil y memoria frágil no les falte razón en alguno de sus postulados. A aquella Conferencia no iba a asistir ni terminó asistiendo, el actor principal de todo este tinglado, el donante esencial y fundamental que precisaba Irak para su reconstrucción y esa ausencia invalida, a mi juicio, tanto su celebración como los acuerdos alcanzados.
Sadam ha robado al pueblo iraquí docenas de miles de millones de dólares y no ha devuelto nada aún. Y al margen de que el juicio al que se tenga que someter vaya especialmente encaminado a esclarecer sus abominables conexiones con el terrorismo islamista internacional, sus execrables crímenes de guerra y las salvajes matanzas perpetradas contra su propio pueblo, jueces y fiscales habrán de hacer un apartado para conminarle a que reintegre a los suyos, el jugoso fruto de sus continuos e impúdicos pillajes.
Si esa cantidad de dinero vuelve a Irak y se dedica en exclusiva a la reconstrucción del país y a la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos, no hará falta que ninguna potencia internacional aporte un solo dólar, así como tampoco será preciso la celebración de ninguna Conferencia de Donantes, ni nada que se le parezca.
Lucio Decumio.
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