27 octubre 2005

Los ministros cortina entran al quite

María Antonia Trujillo, "ministra -zen", "ministra-cuota" y posiblemente, ministra saliente en pocas semanas.

Quien siga con cierta asiduidad la cadena de comentarios y reflexiones que vengo emplazando en esta página desde hace -vaya, ahora que lo pienso, sí que hace- casi treinta meses y sobre todo, que se haya empapado con mis últimas intervenciones, habrá podido percatarse de que el título que encabeza mi comentario de hoy, seguramente no le resulta del todo extraño.

Efectivamente así es. Hace algunas semanas, hice mención por primera vez al concepto de "ministro cortina" y creo sinceramente, que no anduve descaminado a la hora de enjuiciar las verdaderas labores que desde Presidencia de Gobierno y desde los órganos directivos del PSOE -léanse Blanco y Rubalcaba- se les habían asignado a varios miembros del gabinete Zapatero. Esos cometidos, insistía un servidor, consistían -y consisten- básicamente en la tarea de poner en marcha propuestas chapuceras y realizar declaraciones ridículas y vergonzantes que desviaran bruscamente los focos de las cámaras y el interés de la calle, de los asuntos de verdadero calado que entre bastidores y entre tinieblas, maneja el Gobierno.

Concretamente, señalaba yo como paradigmáticos representantes de esta clase de ministros, a María Antonia Trujillo y a Miguel Ángel Moratinos. Sería fácil añadir alguno más, como es el caso de Carmen Calvo, la indocta y nesciente Ministra de Cultura, personaje éste que gracias a media docena de memorables intervenciones rayanas en el analfabetismo funcional, bien podría ocupar un puesto descollante en el Olimpo de los iletrados.

Sin embargo, con ser destacados los deméritos de ésta última, el cómputo global de las Grandes Ligas que disputan los integrantes del Gobierno socialista en pos de los trofeos que distinguen al miembro administrativamente más incompetente y políticamente más chabacano del Consejo de Ministros, arroja un saldo netamente favorable a la titular de Vivienda y al encargado de Exteriores.

Ambos se alternan en el liderazgo y mantienen una reñida y cautivadora pugna para dilucidar quién de los dos tomará la grotesca delantera informativa que por unas horas o unos días, empañará las vergüenzas de Zapatero, Rubalcaba y Pepiño Blanco y permitirá a éstos tomar el resuello necesario. Hoy le ha tocado el turno a María Antonia Trujillo, pero mañana, pasado mañana o a la vuelta de una semana o diez días a más tardar, Moratinos apretará los dientes y nos regalará épicos y encarnizados asaltos contra el recién estrenado liderazgo de la "ministra cuota" y que consistirán, sin duda, en nuevas y balbucientes bufonadas acerca de los progresos de la Alianza de Civilizaciones o de los innegables avances democráticos que experimentan a diario, idílicos regímenes alauitas, caribeños o cisjordanos.

A la noticia que publicaba hoy el diario "El Mundo" y que indicaba que en el borrador del anteproyecto de Ley del Suelo, se recoge la posible expropiación de viviendas a propietarios que las mantengan vacías, sólo hay que concederle el verdadero valor que merece, que desde mi particular óptica es ninguno.

El Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos -de quien aunque parezca mentira, se dice que estudió la Carrera Diplomática- es sorprendido en animada charla y en actitud cercana y confidencial, con la Secretaria de Estado Norteamericana, Condoleeza Rice.

Que no haya equívocos. Me estoy refiriendo a la valía intrínseca de la noticia y a la viabilidad futura del pintoresco artículo, pues hasta el más desubicado sabe que semejante deposición totalitaria es imposible llevarla a la práctica. Que nadie se llame pues, a engaño. El verdadero propósito de esta filtración tiene como objetivo final distraer la atención informativa, opositora y pública, de los asuntos que realmente importan a los españoles y que desde hace demasiado tiempo, liman y erosionan con dureza la imagen de unos gobernantes que se han visto sobrepasados por su propia ineptitud.

Concluyo. Otra idea que me ronda la cabeza y que no excluye a la anterior, sino que posiblemente la complemente, es la de que la filtración haya sido interesadamente transmitida por miembros del Gobierno al diario "El Mundo" y que aquélla tenga como fin terminar de dinamitar el excéntrico perfil político y público de Trujillo.

Dos pájaros, caerían así del árbol a un tiempo; uno, en forma de ministra quemada por sus desconcertantes pero muy oportunas extravagancias y que abandonaría el Gabinete metamorfoseada en inmejorable cabeza de turco con la que ZP podría redimir durante algunas jornadas su maltrecha imagen; y dos, el descenso a los infiernos de la "ministra-zen", bien podría convertirse en un aparatoso espectáculo de fuegos articificiales que permitiera alejar por unas horas de esa indignidad que es el Estatut -o de cualquier otra que estuviera perpetrando Zapatero en ese preciso instante-, rayos catódicos, ondas herzianas, linotipias y páginas web.

Don Mariano, que sé que me lee. La munición del calibre "Calvo Parabellum", "Trujillo 9mm" o "Moratinos 7,62" que el PP dispara contra el Gobierno, no es si no cartuchería de fogueo que les proporcionan conscientemente desde los polvorines de Ferraz. Artificios que les hacen perder tiempo precioso y unas fuerzas que no les sobran para continuar dando guerra en el frente clave de esta legislatura: nuestra pervivencia como Nación.

Lucio Decumio.

21 octubre 2005

Gibson, Wolford, de Camp...

Soldados americanos combaten en las afueras de Faluyah a las fuerzas de Sadam Hussein. Abril de 2003.

¿Son acaso estos apellidos, los integrantes de algún nuevo reparto cinematográfico que amenizará la inminente Navidad? ¿Tal vez se trata de los tres primeros universitarios que serán elegidos en el “draft” de la NBA en 2006? ¿Hablo quizás, de los últimos premios Nobel de Física, Medicina o Química?

No, nada de eso. Me estoy refiriendo, siempre según la estimación del último pedrusco de oro desgajado de las inagotables vetas progresistas que se refugian en la Audiencia Nacional -el ilustre Santiago Pedraz- a tres peligrosos criminales a los que hay que perseguir sin descanso por los cinco continentes, los siete mares y todos los cielos planetarios, pues son autores de gravísimos delitos contra la comunidad internacional.

¿Y quiénes son tan desalmados malhechores y cuáles han sido los espantosos delitos perpetrados, para merecer el lejano y justiciero acoso del auto de un juez español?

Respuesta muy sencilla. Son el sargento Thomas Gibson, el capitán Philip Wolford y el teniente coronel Philip de Camp, tres militares del Ejército de Tierra de los Estados Unidos. Su falta, tener el infortunio de verse envueltos durante la batalla de Bagdad, allá por la primavera de 2003, en el triste episodio de la muerte del cámara de Tele 5 José Couso y del periodista ucraniano Taras Protsyuk, tras impactar el obús de un M1 Abrams en la fachada del Hotel Palestina, lugar desde el que ambos cubrían en ese instante los combates.

O lo que es lo mismo, tres tipos corrientes a los que mandaron a luchar a un lejano país y cuyo pecado fue disparar equivocadamente al lugar inadecuado en el momento más inoportuno en mitad del fragor de una batalla, se encuentran en el punto de mira de los delirios de grandeza y del espíritu políticamente sumiso de un juez grotesco.


El juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz. No hace falta que añada nada más. Está todo dicho en estas líneas.

Ilustraciones anti-americanas para deslumbrar a la secta, que no falten. Como tampoco han de echar de menos déspotas y asesinos de todo pelaje –siempre que sean de la cuerda ideológica correcta- un último homenaje, una nueva lisonja o un postrer reconocimiento a sus atropellos y crímenes.

Santiago Pedraz. Antes de continuar, es preciso enumerar los méritos recientemente contraídos por este togado para tener una fotografía precisa del porqué de su decisión de perseguir a los militares estadounidenses.

En primer lugar, hay que recordar que Santiago Pedraz formó parte del siniestro triunvirato de jueces -completado por Ollero y Guevara- que puso en libertad el pasado verano a una veintena de cachorros batasunos al considerar sus actos de violencia callejera, simples gamberradas de inocuas consecuencias. Y poco después, ya a solas consigo mismo, estuvo a punto de poner de patitas en la calle a Josu Ternera al estimar que las cartas que escribía desde prisión el caudillo criminal a familiares y amigos, no constituían prueba suficiente para mantenerle entre rejas, aunque en ellas manifestara abiertamente el regocijo que le producía ver a los españoles saltar en mil pedazos por efecto de las bombas etarras.

Con estos precedentes, es fácil entender que la razón que ha impulsado a Pedraz a pergeñar un auto de estas características, sólo puede tener su origen en el ansia por coronar una fecunda trayectoria de vasallaje al poder político socialista con la postrer demostración de quién es en realidad; un fiel instrumento judicial en manos de un Gobierno mezquino que pretende valerse de este magistrado en particular, para subcontratar y ejecutar sus políticas de apaciguamiento con los terroristas y de persecución revanchista de los herejes.

Vuelvo sobre Couso. Desde el preciso instante de su muerte, la progresía nacional vio en aquel acontecimiento un provechoso ariete con el que continuar su tarea de desgaste contra el Gobierno de Aznar. De este modo y haciendo uso de su tradicional empuje propagandístico y ánimo intoxicador, no paró de echar carbón a sus calderas mediáticas, políticas e incluso llegado el caso que nos ocupa, judiciales, para tratar de fundir los rótulos de la muerte de José Couso con los relieves de la premeditación y de la intencionalidad alevosa. Todo ello, cómo no, en un intento de retorcer y modificar una realidad que no convenía a sus intereses y en la que las cruentas carambolas y la sangrienta aleatoriedad que acompaña a todo combate, tuvieron seguramente mucho más que ver en el fallecimiento de los reporteros, que la presunta borrachera de sangre a la que nos pretenden hacer creer que se entregaron con denuedo, los tres mandos norteamericanos.

Pensaba que en torno a la muerte de José Couso, ya lo había visto todo. Pero no. El culebrón de rencor y desquite que se inició hace unos años con la muerte del periodista, desgraciadamente no llegó a su fin con los mezquinos desplantes informativos a José María Aznar en el Congreso, con la bajada de las pancartas y la subida al poder de quienes las sostenían o con el inaudito reconocimiento de Couso en el Parlamento, a iniciativa de IU, como víctima del terrorismo.

El nauseabundo serial post-mortem prosigue, muy al contrario, escenificado ahora en las figuras de los tres soldados norteamericanos y dirigido por un juez que no merece llamarse tal. Y en la producción, el empeño vengativo y rencoroso de un Gobierno de cartón-piedra, cuyo único método para mantener las apariencias ante sus más irredentos seguidores y obviar sus graves carencias, es emplearse en un sinfín de laicas cruzadas contra todo aquel que dentro de su febril imaginario, no se ajuste a los parámetros de la utopía.

18 octubre 2005

El arte de la superación

Abril de 2004. Momento aciago para España. El peor Gabinete y el peor Presidente posibles, posan alegremente a la entrada del Palacio de la Moncloa. El daño está hecho.

Ya estamos a 18 de Octubre. Parece mentira, pero ha pasado exactamente un año y medio desde que JLRZ se hiciera cargo de la Presidencia del Gobierno, entrara henchido y rebosante de orgullo izquierdista y ánimo revanchista por las puertas de La Moncloa y se diera inicio con ello, a la etapa política más aberrante, degenerativa, servil y humillante que ha vivido España en toda su Historia.

¿En toda su Historia me atrevo a decir? Sí. Para mí empiezan a quedar pocos espacios para la duda. Si hace varios meses osaba comparar, en un ejercicio de riesgo histórico bastante elevado, a este apóstol del nihilismo más contumaz con la figura de Fernando VII, el desagradecido y golpista monarca a quien hasta entonces un servidor consideraba como el peor gobernante de nuestra Historia, hoy me arriesgo a afirmar que tras la inagotable sucesión de deméritos y despropósitos acumulados por el enajenado y la camarilla a la que se aferra, ZP ha superado con amplitud, el listón que tan alto dejó aquel soberano de pacotilla.

¿Exageración trufada de desquite y rencor? ¿Repulsión hacia la corriente política de cuyas fuentes bebe el actual Presidente? ¿Tal vez soy víctima de un rechazo visceral hacia la figura de Zapatero?

No, de verdad creo que no se trata de eso. Simplemente tiro de memoria y por más que lo hago, no recuerdo a ningún otro dirigente de nuestra Nación, ya fuera éste Rey, Presidente de la República, Regente, dictador, títere consanguíneo del jerifalte de algún ejército de ocupación o Presidente del Gobierno democráticamente elegido, que se haya manifestado con tanto empeño y vigor como el mejor y más abnegado peón de quienes desde dentro y desde fuera, se empeñan en despedazar España.

Su relativismo moral, ético y patriótico, así como su permanente alejamiento del valor de las leyes y de las normas que le otorgan su propia legitimidad, ha dejado el camino expedito a los peores reyezuelos taifas que habitan en la periferia nacional para acelerar el proceso de centrifugación de España. E insisto. De una actitud similar en otro gobernante que en épocas pretéritas, se haya acercado de modo tan espeluznante a la negación y a la relativización de la propia esencia y del mismo ser del la Nación que le vio nacer, no tengo constancia, de verdad.

Pero no sólo cabe reseñar su dejación y su obsesiva negación patriótica, que han puesto en gravísimo peligro nuestra estabilidad como régimen democrático y como Nación. Aunque sea ésa, la de su cómplice participación en la desactivación de nuestro proyecto en común, la más grave ofensa que a mi juicio ha cometido el sujeto, no es la única, ni mucho menos, pues la cadena de atropellos cometida por Zapatero y que han desestabilizado la convivencia entre los españoles es más que larga.

Llegados hasta aquí, ¿por cuál de sus disparates o renuncias podríamos continuar? Venga, parémonos, hagamos memoria durante un par de segundos -tal vez menos- y tendremos en mente un kilométrico rosario de agravios, errores e ignominias que dejan clara constancia de la catadura del personaje que nos gobierna.

Personalmente, yo seguiría por los ultrajes a los que ha sometido a la mayoría católica que vive en España, añadiría los esputos políticos arrojados contra las víctimas del terrorismo y como postre, serviría las injurias que se han lanzado contra buena parte de los votantes que no son de su orilla. Sin embargo, con ser las anteriores realmente graves, esas actitudes chulescas y despectivas contra los colectivos mencionados han terminado por quedar empequeñecidas ante sus indisimulados intentos de laminar al adversario político con toda suerte de inquinas y maquinaciones, estrategia que perseguía el doble objetivo de reducir la representación e influencia política de sus rivales e intentar ocultar -en vano- las infinitas escombreras intelectuales de sus ministros y de él mismo. En relación a estos asuntos, se han escrito en este período muy tristes y lamentables episodios, pero el más cavernoso de todos ha sido sin lugar a dudas, la arbitraria y alevosa detención de dos militantes del PP por aparecer, en actitud vociferante, al lado del ministro Bono en una foto de prensa.

Superando a lo anterior, nos encontramos con su patético apego por el efectismo y su genética inclinación por la propaganda, la intoxicación y cómo no, la ocultación cobarde de datos críticos que han impedido a los españoles, conocer el verdadero cariz de algunos de los hechos más luctuosos que han jalonado nuestra trayectoria vital en los últimos meses. Así, nos percatamos de que tras el carpetazo a la Comisión Parlamentaria del 11-M, los culpables últimos de aquella salvajada permanecen ignotos para el gran público, pues una intrincada maraña de individuos, nombres, alias, lugares, confidentes, matones, tipos de explosivos, furgonetas, traficantes y sobre todo, musulmanes radicales aferrados a tardías y sospechosas tendencias suicidas, entorpece hasta la asfixia cualquier intento de acercamiento a la verdad por parte de quienes -cada vez menos- estamos interesados en conocerla.

Hilvanando con el caso anterior y a caballo entre su miedo y su desprecio por la verdad, también hemos asistido atónitos a la inhumación inmediata y premeditada, de los rescoldos informativos de numerosos acontecimientos que podrían haberle puesto a él y a sus socios, contra la punta de la espada de sus propias contradicciones y responsabilidades.

De este modo, el desamparo y las presiones que sufren las víctimas del incendio de Guadalajara, el abandono y el desprecio que padecen los afectados por el derrumbe del Carmelo y la ley del silencio a que han sido sometidos familiares, amigos, compañeros y superiores de los tripulantes del helicóptero siniestrado en Afganistán, se han convertido en tres ejemplos palmarios de que las varas de medir las desgracias que cíclicamente sufren los españoles, son distintas en función de quien gobierne. Tan es así, que mientras a unos se les exige información puntual, reflejos, claridad, eficacia y respuesta inmediata y competente ante cualquier contratiempo, desastre o accidente, a otros, a quienes nos gobiernan en la actualidad, les basta con arrojar clandestinamente sobre sus faltas unas cuantas toneladas de acero forjado con silencio y mentiras, para enterrar sus sombrías responsabilidades y salir airosos del trance.

Pero el espacio en el que la tarea de superación de la propia ineptitud se ha desarrollado más concienzudamente y ha alcanzado niveles tan descollantes que hasta para ellos mismos va a resultar complicado en el futuro poder ir más allá en ineficacia, torpeza, mala fe y vileza, ha sido en el área de las relaciones internacionales.

Y a este respecto, en todo lo que se refiere al ridículo permanente y a la extravagancia tercermundista en la que nos hemos instalado gracias a su desgastada ideología filo-revolucionaria, se agotan los calificativos ante la contemplación de la posición internacional que ocupaba España previa a la llegada de ZP al Poder y la que ostenta en la actualidad; la categoría de sus aliados de entonces y la de sus actuales interlocutores; su influencia en el concierto de las naciones antes del 11-M y la posición de postración, colaboracionismo y servilismo que ahora demuestra ante las tiranías más rancias y sanguinarias del planeta.

Los peores presagios, las más negras previsiones acerca de la capacidad de Zapatero y de sus ministros para dirigir la nave por la ruta adecuada, se han visto amplia y tristemente superadas por las decisiones que han adoptado a lo largo de estos 18 meses y las oscuras alianzas que han firmado. Y de algo podemos estar seguros: el ritmo de desgaste que se ha imprimido desde el Gobierno a los cimientos que sostienen las paredes de la Nación, no lo soportará España durante otro año y medio.

Lucio Decumio.

11 octubre 2005

Majestad

Su Majestad el Rey, en el momento de firmar la Constitución de 1978 ante el Congreso de los Diputados.

Majestad; como si Usted mismo se hubiera impregnado de ese narcotizante ambiente que envuelve a buena parte de la sociedad civil española y que por alguna oscura razón impide a millones de conciudadanos reaccionar ante la inagotable serie de catástrofes humanas, políticas y ambientales que nos sacuden, Su Majestad, antaño ágil de reflejos, cercano a sus súbditos y entregado a su tarea de servir con determinación a España, guarda un silencio desgarrador -sólo interrumpido por tenues comparecencias y vaporosas declaraciones- frente a las durísimas acometidas que está sufriendo nuestra Nación desde dentro y fuera de sus fronteras.

Majestad; ante los desastres que implican pérdidas humanas, poco puede hacer un Rey, salvo expresar sus más sinceras condolencias a los familiares de los fallecidos y urgir a los poderes públicos para que en la medida de lo posible, pongan en marcha los medios adecuados que eviten en el futuro percances similares. Frente a calamidades medioambientales causadas por la imprudencia del hombre y multiplicadas por la desidia de los gobernantes encargados de hacerles frente, escaso es el margen de maniobra de un Monarca para poner remedio a tan graves pérdidas. Y al respecto de prolongadas sequías, nada, salvo desear con todas sus fuerzas que los cielos dejen de arrojarnos ese eterno y ardiente castigo que marchita nuestras tierras, puede hacer un Soberano.

Majestad; pero cuando la carcoma política llegada desde la periferia nacional y allende nuestras fronteras meridionales, hace presa de las puertas que resguardan nuestra estabilidad y nuestro modo de vida, es el momento de alzar la voz y dar un sereno puñetazo sobre la mesa.

Majestad; aunque la Constitución que todavía rige los destinos jurídicos y políticos de España le reste formalmente cualquier protagonismo ejecutivo o legislativo, nuestro Rey, mi Rey, tiene desde mi punto de vista la obligación moral de oponerse a tanta perfidia e inacción y emplear conjuntamente el enorme crédito acumulado entre los españoles a lo largo de treinta años y la notable influencia que se le reconoce entre las altas esferas dirigentes del país, para dar un giro a tan dramática situación y reconducirla hacia espacios más tranquilizadores.

Majestad; España se encuentra ante una gravísima encrucijada política que se la puede llevar por delante y quien lo niegue o está ciego o es activo partícipe del proceso de desmembración que se quiere llevar a efecto. Y frente a todo ello, frente a la interminable sucesión de zancadillas secesionistas e insidias expansionistas que cada vez con más fuerza zarandean a nuestra Nación, he de reconocer con pesadumbre que la tibieza y la apatía de que hace gala el Primero de todos los españoles, desconciertan mi ánimo y anegan mi espíritu. Momentos tan graves como los que vivimos, no precisan de paños calientes o silentes ausencias. Sí en cambio, de la serena firmeza y el sólido pulso de aquel hombre que capitaneó con admirable inteligencia y sobresaliente sagacidad, la inestable Transición política nacional.

Majestad; esto ha dejado de ser una simple altercado democrático entre partidos que pelean por ganar el favor de sus votantes, así que no se trata de tomar posición por unos o por otros. Hemos entrado de lleno en una pelea por la supervivencia de nuestro modelo político, social y económico –modelo en el que evidentemente se incluye la Corona- y por extensión a todo ello, de nuestra pervivencia como Nación.

Majestad; cuando la zozobra y la inquietud sobre su futuro en común cortan el aliento de millones de españoles, la presencia política del Jefe del Estado no puede circunscribirse exclusivamente a un par de discursos protocolarios en Nochebuena y Reyes. Cuando la situación amaga con írsele de las manos a un hatajo de necios que desde la más espeluznante irresponsabilidad y deslealtad, han optado por socavar los cimientos de nuestro sistema de libertades, las intervenciones decididas a favor de la unidad, la soberanía, la solidaridad y el progreso de todos los españoles, no pueden hacerse esperar por más tiempo.

Majestad; yo echo de menos a Su Majestad en estas alarmantes horas y conmigo, un sinnúmero de compatriotas.

Lucio Decumio.

04 octubre 2005

Rajoy visita esta página


Instantánea de M. Rajoy en la que el líder de la Oposición,
celebra alborozado la munición política que acaba de obtener gracias a la lectura de los acerados comentarios de L.D.


Innegablemente, el titular de hoy está impregnado de una fuerte y pretenciosa autocomplacencia, así como de un reconocible deseo de confundir mis deseos con la realidad. Pero aunque nos enganchemos a la lógica del tiempo y de los acontecimientos y con ello descartemos que el líder de la oposición y del PP sea un asiduo lector de mis comentarios y sobre todo, que éstos se hayan convertido en referencia necesaria en sus discursos y propuestas políticas, nadie puede quitarme la satisfacción de haber avanzado hace unos meses, razonamientos muy similares a los expresados recientemente por Rajoy al respecto de futuras y muy perentorias reformas electorales o constitucionales para cortar de raíz la estremecedora metástasis nacionalista que padece España.

Tampoco sería ni sensato ni realista, adjudicarme todo el mérito creativo en torno a unos planteamientos que hace tiempo se vienen manifestando como necesarios en muchos ámbitos de la vida pública y política de la Nación, pero sí que ruego a mis más fieles lectores que pierdan unos segundos de su preciado tiempo y comparen algunos de los párrafos que redacté el 14 de Abril de 2005 bajo el epígrafe "A por ellos" con los extractos de las recientes declaraciones que realizó Mariano Rajoy al hilo de la aprobación en el Parlamento Catalán, del sedicioso proyecto de reforma estatutaria de Cataluña.

Por último, invito a todos mis visitantes a no pensar que, tal y como les sucede a los guionistas y productores de Hollywood, mis vetas creativas se encuentran en fase terminal y que a partir de ahora, sólo voy a dedicarme a hacer "remakes" de mí mismo. Que no, que no. Ni hablar.

Lo que dije yo:

Así que, a la vista de la deslealtad de los nacionalistas y de la complicidad suicida del PSOE, propongo lo siguiente: Si para Ibarreche, Maragall, Carod y demás caterva, sacar al ruedo político cualquier cuestión reivindicativa relacionada con el autogobierno o con pasados y presuntos agravios históricos, es sinónimo de éxito: ¿Porqué razón no invertir la tendencia y darles un poco de su propia medicina?

Me explico. Si nacionalistas catalanes y vascos consideran cualquier competencia central es susceptible de ser reclamada, así como cuestionable cualquier concepto de la Historia de España, de su cultura, de su legado y de su sentimiento nacional, ¿porqué no aplicar su misma estrategia y lanzar a la mesa unos cuantos órdagos que propongan la eliminación de algunas de las prerrogativas que han ido acumulando en los últimos años o que pongan en duda su legitimidad o su historia autonómica o regional?

Yo digo que para detener esta sinrazón, hay que pasar a jugar en su terreno, hay que sacudirse los complejos, pasar a la ofensiva y dejar de mantener posiciones defensivas y timoratas. Propongamos la eliminación o la supresión de parte de sus privilegios y postulemos por la devolución al Estado de facultades y competencias que han ido arrebatando con su táctica depredadora a lo largo de los últimos tiempos. Después de todo, hasta que consiguieron muchas de las atribuciones estatales que ahora gestionan, éstas estaban en manos del Gobierno Central y nadie, salvo a ellos cuando les convino, había puesto en entredicho la legitimidad del Estado para gestionarlas correctamente.

Lo que ha dicho Rajoy en una entrevista concedida el pasado domingo al diario "El Mundo":

"Propongo reformar la Constitución para que las competencias del Estado sean intocables".

"No estamos ante una reforma del Estatuto [catalán], sino ante una reforma de la Constitución, ante una ruptura del consenso de la Transición, ante un cambio del modelo de Estado y ante una liquidación, impulsada por el Partido Socialista, del principio de igualdad entre los españoles".

"Estoy dispuesto a proponer la reforma de la ley electoral, porque en este momento es un asunto especialmente importante. Le voy a explicar por qué. Si los políticos catalanes van a decidir sobre lo que ocurre en Cataluña y el resto no puede intervenir, ¿por qué van a decidir sobre lo que ocurra en el resto de España?"

Lucio Decumio.