30 diciembre 2003

Feliz 2004

A todos mis lectores, Feliz Año Nuevo.

Aunque suene a palabrería vacía, repetida y reiterada, quiero transmitir desde aquí mis mejores deseos de cara al próximo año 2004 a todos aquellos que me leen a diario, cada dos días, cada semana o cada mes. Y por supuesto, a todos los que no me leen y que nadan felices en un mar de ignorancia, pues desconocen la existencia de este refulgente faro de sabiduría.

En serio. Que todos vuestros deseos, sueños y esperanzas se vean colmados/as durante el año que está a punto de comenzar. Sed muy felices y muy buenos esta Nochevieja, disfrutad en el día de Año Nuevo y aguardad con ilusión la llegada de los Reyes Magos. Nos vemos en 2004.

Lucio Decumio.

29 diciembre 2003

Otra vez, las cinco del viernes

Vuelvo a la carga con las cinco preguntas que cada viernes nos plantea Betty. Hacía muchísimo tiempo que no me entretenía contestándolas y creo que hoy es un buen momento para hacerlo. Como no podía ser de otro modo, versan en torno a la Navidad y los tradicionales tópicos de estas fechas. Allá voy, pues, a ver si no me he oxidado.

1/ ¿Qué sientes antes, durante y después de estas fechas tan señaladas?

Obviamente, las emociones y las sensaciones que se perciben y que se vivencian durante estos días cambian con el transcurrir del tiempo. La ilusión, la alegría y la algarabía que presiden las celebraciones navideñas cuando eres un insignificante enano de tres, cuatro o siete años, no tienen nada que ver con la percepción que se extrae de la Navidad en edad adulta. Para mí, es tiempo de acordarme de algunas personas de las que hace tiempo que no tengo noticias y el momento oportuno para retomar el hilo de nuestro contacto. También son jornadas en las que se echa en falta a las personas señaladas y queridas, especialmente este año, pues en esta próxima Nochevieja, dos familiares menos se sentarán a la mesa que ocuparon hasta no hace mucho.
Después, creo que todos nos sentimos básicamente igual. Llega la nada, los meses de Enero y Febrero, un gélido tránsito de sesenta días hasta la llegada de Marzo, mes en el que empieza a despuntar la primavera, en que los días son más largos y en el que las primeras fiestas del nuevo año encarnan algunas de las fechas del, hasta ese instante, lúgubre calendario.

2/ ¿Qué recuerdos de la infancia guardas de la Navidad que aún lleves a la práctica?

Me temo que sólo uno. Consiste en dejar relucientes los zapatos el día 5 de Enero, depositarlos en el salón de mi casa y esperar a que los Reyes Magos tengan a bien dejarme algunos presentes sobre ellos. A este respecto, señalar que mi apego a las tradiciones anglosajonas a la hora de celebrar la entrega de los regalos navideños, es nula.

3/ ¿Cuándo y quién rompió la magia infantil de los Reyes Magos? ¿Cómo te sentiste al saberlo?

Tuvo que ser en torno a los 8 años. Y me temo que el causante de tan dramático choque con la realidad fue mi hermano, dos años mayor que yo. Pero como los recuerdos no son nítidos, no le acusaré directamente de tamaña felonía, ante la evidente carencia de pruebas. Asimismo, tampoco recuerdo cómo me sentí al saberlo. Conociendo mi carácter pragmático, seguramente me sentiría más estafado que desilusionado.

4/ ¿Cómo decoras tu casa? ¿Qué es lo que más ilusión te hace en estas fechas? Y si no te gustan, ¿cuál es la razón?

Mi hermana y mi madre montan el Belén, adornan la casa con algo de espumillón y poca cosa más. Cuando éramos más pequeños, el alborozo nos llevaba a engalanar el tradicional árbol con esmero y cuidado exquisitos. Ahora que hablo de ello, recuerdo el tacto y el olor del propio árbol y hasta los colores de las luces que parpadeaban, el brillo de las bolas que se colgaban en las ramas o algunos muñecos y complementos que le añadíamos. Buenos tiempos aquéllos. Pero como decía anteriormente, con el paso de los años estas tradiciones se tamizan y pasan poco a poco al olvido.

5/ ¿Qué le pides a esta Navidad? ¿Qué sueños quiere cumplir? ¿Hay alguien en tu vida que necesitas tener esa noche más cerca que a otros?

Evidentemente le pido salud, si es que la Navidad tiene la facultad de poder otorgarla. Supongo que la pregunta en torno a los sueños estará orientada hacia los que queremos ver cumplidos a lo largo del próximo año. Si es así, diré que me gustaría modificar mi status socio-laboral al alza y que de una vez por todas, me placería enormemente verme independizado y con mi casa y mis responsabilidades ceñidas exclusivamente y de una vez por todas, sobre mis enormes espaldas.
En cuanto a la última cuestión, sólo necesito tener cerca a quienes sé que me quieren. Nada ni nadie más. Y a cada año que pasa, más agradezco poder tenerles a mi lado, pues aunque ya falte alguno de los que siempre estuvieron, su ausencia me ayuda a valorar en su justa medida la presencia de quienes aún siguen aquí.

Lucio Decumio.

28 diciembre 2003

La deriva del PSOE

No contentos con los sucesivos bandazos políticos que han protagonizado en los últimos meses -demagógico pancartismo callejero, crisis de la Asamblea de Madrid, acuerdos en determinadas localidades navarras y vascas con los nacionalistas más exacerbados, alianzas con independentistas para acceder al Govern de Catalunya o la propuesta de Agencia Tributaria propia para Andalucía- los dirigentes del PSOE se desmarcan nuevamente de la lógica y del sentido común al proponer en su programa electoral para las Elecciones Legislativas de Marzo de 2004, medidas de discriminación positiva para la mujer que rayan el absurdo, cuando no la más absoluta inconstitucionalidad.

Básicamente, el PSOE propone que ser mujer en España, sea una ventaja. Vamos, como si hasta ahora hubiera sido un inconveniente. Para aclararnos, las ofertas del Partido Socialista se dirigen hacia una máxima prioridad para las féminas a la hora de entrar y ascender en la Administración, paridad en la dirección de organismos públicos y en las listas electorales, proporción obligatoria de 40/60 para mujeres y hombres.

Como afirmaba, al margen de descabelladas y estúpidas, estas proposiciones seguro que bordean los límites constitucionales, cuando no los traspasan. Veamos, hasta donde yo sé, la Constitución Española, máxima referencia de nuestro ordenamiento jurídico, económico y social, dice que los españoles somos todos iguales ante la Ley, sin distinción de razas, sexo u orientación religiosa, por lo que si un hipotético -no deseable, por mi parte- Gobierno Socialista aprobara leyes de discriminación laboral o profesional para favorecer a un determinado género, estaría incurriendo en una grave alteración de los mandatos constitucionales.

Habría, por tanto, que modificar el Título Constitucional en el que se recoge dicha proclama de igualdad y redactarlo de nuevo para que todos los españoles fueran iguales ante la Ley, salvo en los casos en que, a semejanza o correspondencia de méritos académicos y profesionales entre hombres y mujeres a la hora de concurrir a un puesto de la Administración Pública o para dirigir una empresa estatal, aquéllas últimas, por el mero hecho de serlo, dispondrían de una ventaja definitiva para acceder a tan apetecible colocación.

Es de suponer, conociendo los tradicionales complejos izquierdistas, que una vez aprobada esta Ley de Desigualdad Manifiesta de Géneros, hombres y mujeres continuarían pagando los mismos impuestos para sostener una misma Administración y unas mismas Empresas Públicas que estarían obligadas por la citada Ley a favorecer descaradamente a las mujeres tanto para su ingreso, como para su promoción dentro de las mismas.

Lamentable. Hace unos días o semanas, proponía a los dirigentes socialistas que, de cara a las Elecciones Generales, elaboraran propuestas seductoras y novedosas a los electores con el fin de tratar de ganar en las urnas respeto y consideración, al margen de un bagaje político que les permitiera asentarse como verdadera alternativa nacional de cara al futuro. Pues bien, parece que me hacen caso, pero a la inversa.

Señores socialistas. España no necesita medidas anticonstitucionales para prosperar y salir adelante y las mujeres españolas, menos aún. Si yo fuera mujer, me avergonzaría de que un partido político con implantación nacional y ambición de gobierno, me considerara tan incapaz y tan inferior a los hombres, que se viera en la obligación de legislar en contra de los varones y a favor de las féminas. Porque, si lo que se pretende con estas propuestas -que espero nunca se lleven a cabo- es acabar con los rescoldos de machismo y misoginia que aún queden en nuestra sociedad, el resultado sólo puede ser inverso, ya que las propias medidas esconden -premeditadamente o no, eso ya no lo sé- un machismo soterrado que invita a pensar que la mujer es incapaz por sí misma de alcanzar las mismas metas profesionales que los hombres.

Insisto, los españoles somos iguales para lo bueno y para lo malo, seamos hombres o mujeres. Si las mujeres son inferiores intelectualmente a los hombres -algo que descarto de plano- no deben ocupar ni los mismos puestos, ni en la misma proporción que los hombres. Pero si demuestran ser más capaces que nosotros, la paridad obligatoria en puestos de responsabilidad también terminaría jugando en contra de ellas y de la sociedad, pues muchas y muy competentes quedarían fuera de los puestos de mando y todo el sistema se resentiría.

En resumen. Basta ya de falsos complejos, de fariseísmos y de hipocresía encubierta de buena voluntad. Si las mujeres, por el mero hecho de serlo, fueron discriminadas social, política y profesionalmente durante siglos, quien menos culpa tiene de ello es precisamente la generación -a la que me enorgullezco de pertenecer- que ha contemplado a la mujer, gracias a la educación recibida, como alguien que está a su altura en todos los sentidos y en algunos, por encima.

Minorías secularmente marginadas entended esto. La moderna mayoría social que finalmente ha comprendido que los derechos intrínsecos que se os negaron durante milenios, era menester concedéroslos en condiciones de absoluta igualdad en virtud de vuestra esencia humana, no deben pagar por las injusticias que os impidieron disfrutar de esas libertades en el pasado.

Lucio Decumio.

27 diciembre 2003

Desastre en Irán

En pocas ocasiones puede llegar a quedar tan palmariamente nítida la diferencia de recursos, preparación, planificación y previsión, entre el mundo desarrollado y los países menos afortunados de la Tierra, como cuando la Naturaleza se encoleriza y desencadena su furia contra unos y otros en forma de movimientos telúricos, huracanes, ciclones, erupciones volcánicas, monzones o tormentas tropicales.

Hace escasamente diez días, un fortísimo terremoto de 6,3 grados en la escala de Richter, sacudió por enésima vez la costa occidental de los Estados Unidos. California volvió a temblar bajo los efectos de un seísmo de notable capacidad destructiva, pero autopistas, edificios, puentes y diques resistieron con firmeza el embate de las ondas sísmicas. Los californianos, sabiéndose como se saben sobre un terreno especialmente inestable y disponiendo de un nivel de renta y riqueza que ocuparía el sexto lugar del mundo si fueran un estado independiente, son capaces de tomar las medidas políticas, arquitectónicas, urbanísticas y de emergencia necesarias para amortiguar al máximo los violentos e inesperados vaivenes a los que les somete el precario equilibrio telúrico sobre el que habitan.

El balance de daños que ha dejado tras de sí este terremoto ha sido muy limitado; dos víctimas mortales y daños materiales de distinta consideración, casi todos ellos localizados en la pequeña población de Paso Robles. Algunos miles de personas sin electricidad y sin agua durante algunos días, rápida reconstrucción de los edificios más afectados y en menos de tres meses, la normalidad más absoluta reinará de nuevo en la zona.

Pero no es así en todos los países. Ayer se produjo una estremecedora catástrofe en la ciudad iraní de Bam, víctima de un sismo de magnitudes muy similares al anteriormente descrito, pero que ha dejado un espeluznante balance al paso de sus ondas; más de 20.000 muertos y cerca de 30.000 heridos. Bam, una pequeña ciudad enclavada al sureste del país y cuyo principal reclamo turístico era una imponente ciudadela medieval, ha visto como el 60% de sus edificios, incluida la mencionada fortaleza, ha quedado reducido a escombros. Para acentuar todavía un poco más la desgracia, todos los hospitales de la localidad se han venido abajo aplastando bajo toneladas de cascotes a todo el personal médico y sanitario de la localidad, mientras que cientos de heridos y supervivientes agonizan a la intemperie, soportando temperaturas cercanas a los cero grados.

En suma, un desastre apocalíptico que por desgracia, tardará pocos años en repetirse en la zona. ¿Razones? Irán es un país rico en recursos. Es uno de los principales exportadores de petróleo del planeta y ello debería servir al Estado para garantizar a su población un nivel de bienestar y seguridad óptimos ante manifestaciones naturales de este calibre. Pero no, como es habitual en el mundo musulmán, abundancia de recursos naturales no es sinónimo de equidad, justicia y confort para la mayoría de los habitantes de la nación.

Del desigual y obsceno reparto de los beneficios que generan esos recursos, ya se encargan las autoridades políticas y religiosas locales, para que nada cambie y la minoría pueda seguir instalada en la opulencia mientras que la mayoría se ve expuesta a los peligros intrínsecos que la Naturaleza tenga a bien revelar a cada momento.

Mientras esto siga así, continuaremos echándonos las manos a la cabeza ante este tipo de calamidades, sin que mucho más podamos hacer que enviar algunas dotaciones de bomberos y personal sanitario especializado para atender a los afectados y rescatar a un puñado de supervivientes.

En última instancia, bien es cierto que habrá que hacer balance de daños y esperar a que los iraníes hagan saber sus necesidades, pero si las informaciones que escuché ayer por TV no son erróneas y la suma de los primeros fondos destinados por la UE para ayudar a los danmificados por el terremoto de Persia asciende a sólo 800.000 euros, se me cae la cara de vergüenza ante tan ridículo auxilio.

Lucio Decumio.

24 diciembre 2003

Nochebuena

Paz, concordia, descanso, quietud, armonía, sosiego, respeto, calma, tranquilidad, reposo, serenidad, amor, afecto, estima, amistad, cariño, consideración, deferencia, cordialidad, amabilidad, sinceridad, cortesía, atención, afabilidad, generosidad, gentileza, bondad, benignidad, humanidad, grandeza de espíritu, magnanimidad, nobleza, altruismo, desinterés, caballerosidad, beneficencia, intimidad, desprendimiento, esplendidez, solidaridad, piedad, longanimidad, apego, dulzura, indulgencia, clemencia, apacibilidad, risas y sonrisas son los deseos que Lucio Decumio quiere transmitir a todos los visitantes de su página web y a todos los hombres de Buena Voluntad para esta Nochebuena y Navidad, para la próxima Nochevieja y cómo no, para el inminente Año Nuevo.

Y desdén, menosprecio, desaire, aspereza, desapego, humillación, desatención, aversión, repulsión, inquina, desafecto, malquerencia, encono, saña, rencor, enemistad, rigor, desestimación, antipatía, resentimiento, animadversión, manía, furor, aborrecimiento, hostilidad, oposición, rechazo, animosidad, desafección, condena, execración, repugnancia, vilipendio, ojeriza, tirria, fobia, odio, ceño, desabrimiento, cólera, furia, rabia, dureza, severidad, inflexibilidad, inclemencia, desprecio, ensañamiento, ira, hiel, cólera, enojo, horror, antipatía, abominación, pena, proscripción y castigo, son los deseos de Lucio Decumio para los renegados que hoy iban a perpetrar una carnicería sin precedentes en la Estación de Chamartín de Madrid. Para ellos y para quienes abierta o solapadamente les apoyan desde la victimista hermandad nacionalista vasca y catalana, vaya desde aquí mi más absoluto y cavernario deseo de putrefacción.


Lucio Decumio.

22 diciembre 2003

Reflexiones astronómicas

Cuando era pequeñito, la Astronomía era una disciplina que me fascinaba. Y aún hoy sigue haciéndolo, aunque desgraciadamente, no pueda prestarle toda la atención que deseara. Tan atrayente era esta materia para mí, que incluso mediada mi pubertad llegué a pensar que podría tratarse del sujeto de mi futura vocación profesional. Vana esperanza. A los pocos meses, ásperas cordilleras de integrales, derivadas, senos, cosenos y mil intrincadas fórmulas matemáticas, físicas y químicas, se encargaron de levantar un muro insalvable entre aquellas primitivas ilusiones juveniles y la cruda realidad.

Yo que me veía ya en el interior de algún gigantesco radiotelescopio oteando las estrellas, contemplando planetas, analizando explosiones solares y penetrando con formidables lentes hasta los confines del Universo para hallar miles de respuestas a las miles de preguntas sobre los orígenes de galaxias, estrellas, satélites, cometas, enanas blancas y demás cuerpos celestes, hube de descabalgarme, abatido y resignado de aquel inocente sueño, ante la evidencia de mis propias limitaciones intelectuales.

Sin embargo, algo de aquellas prístinas fantasías de mi adolescencia ha debido quedar almacenado en mi subconsciente, pues aún me sorprendo observando con detenimiento la bóveda celeste. Cuando la noche es clara y no estoy en Madrid, ocasionalmente me entretengo en la contemplación del firmamento, para llegar a distinguir algunas constelaciones, separar a los planetas de las estrellas u observar el tenue tránsito de la Vía Láctea por el Cosmos. En definitiva, recreos de lego que jamás llegará a descifrar ni el más sencillo de los misterios que encierran los cielos, pero que se sigue maravillando ante su inmensidad y majestuosidad

Viene todo este tostón a colación, porque en el último año he creído percibir -evidentemente debe tratarse de una apreciación errónea, pero aun así la expongo- que el Sol no se encuentra exactamente en el mismo lugar que hace un año. Seguramente os echaréis a reír y diréis que hoy, en lugar de fumarme un puro, me he trincado un porro, pero no es así. Y me explicaré a continuación para que me entendáis.

Como la inmensa mayoría de mis lectores no conocerá el área de observación en el que he creído captar el fenómeno que voy a describir, pasaré a intentar situarlos de la mejor manera en mi posición de espectador.

De lunes a viernes, todas las mañanas y de modo indefectible, recorro un pequeño trecho de aproximadamente dos kilómetros de la Carretera de El Escorial. El citado lapso es una recta que, siempre considerada desde el sentido en que yo tomo la senda, termina desembocando en la vía de servicio de la Carretera de la Coruña, a la altura del kilómetro 17, metro arriba, metro abajo. Mientras recorro este pequeño tramo de apenas dos mil metros, mi vista se fija, por obligación, en el Este. ¿En el Este? Sí, porque cualquier otra orientación ocular desembocaría en una catástrofe de imprevisibles consecuencias, así que opto por lo razonable que es fijar la vista al frente, que como digo, es el Este.

Sé que ése es el punto cardinal, porque por allí sale el Sol todas las mañanas. Cuando nos encontramos en primavera, en verano, en los albores del otoño o en el ocaso del invierno, el Sol ya se ha elevado lo suficiente como para no poder entrar en detalles exactos sobre su posición. Pero especialemente entre Diciembre y Enero, el Astro Rey tiene la mala costumbre de asomarse tardíamente sobre la línea del horizonte, lo que significa que cuando llego a la Carretera de El Escorial, en torno a las 09.00 de la mañana, el disco se encuentra despuntando exactamente al final de la recta que muere en la vía de servicio de la Carretera de La Coruña, haciendo caer sus primeros rayos sobre los desprevenidos ojos de todos los conductores que transitan por la ya muy mencionada recta.

Hablo de mala costumbre del Sol, porque cualquier conductor sabe cuán molestos son esos primeros rayos de la mañana, así como los del ocaso, pues ciegan peligrosamente el campo visual de los automovilistas y ponen en serio riesgo su integridad.

Pues bien, como decía, me he pasado todo el mes de Diciembre llegando por esa recta hasta la Carretera de la Coruña, a la misma hora exactamente que hace un año y o mucho me equivoco o el Sol está algo más elevado sobre la horizontal y algo más desplazado hacia el Oeste. Aquellos rayos tan enojosos de Diciembre y Enero de 2001 y 2002, ya no lo son tanto y la visibilidad es muchísimo mejor que entonces. Y yo llego a las mismas horas, os lo aseguro.

Por mi parte, estoy algo mosca, aunque vosotros estéis convencidos de que ya he descorchado alguna botella de cava.

Lucio Decumio.

21 diciembre 2003

Drama adolescente

Sólo hace unos instantes he sido testigo de una escena que ha llamado por igual a una cómplice sonrisa que ha encontrado inmediato acomodo entre mis labios y a una nostalgia algo amarga que se ha entretejido entre mis recuerdos de tiempos ya algo pretéritos.

Desde la terraza de mi casa, con el fin de no importunar a mi familia, me encontraba disfrutando apaciblemente del aroma y el sabor de un excelso habano. Embebido en el goce de tan exquisito cigarro y haciendo adecuada y audaz abstracción de las bajas temperaturas reinantes, mi espíritu se elevaba poco a poco en la contemplación del manto de la noche que ya cerraba el paso a la luz del día y al tímido calor de un sol invernal recién estrenado, cuando unas desenfrenadas y alocadas carreras juveniles han captado mi atención. Una mocilla de no más de 15 años ha cruzado con insensatez adolescente y llanto desgarrado, la calzada que se encuentra frente a mi casa, perseguida por otra amiga y no menos de seis amigos o compañeros que trataban de darle caza. Ante semejante panorama, algunos vehículos se han visto obligados a detener abruptamente su tranquilo discurrir sobre el pavimento, haciendo sonar sus bocinas en señal de protesta por tan inopinado abordaje de la mocedad de mi barrio.

La protagonista de la escena lloriqueaba con amargura y desazón mientras rechazaba los abrazos y los requerimientos de la amiga que intentaba calmarla. No he sido partícipe de las conversaciones que posteriormente han tenido lugar entre la numerosa prole de mancebas y zagales, pero no he podido evitar hacerme una composición de lugar ante semejante paisaje de gritos, empujones e idas y venidas de unos y otros.

Así que creo no arriesgar demasiado si afirmo que muy posiblemente, la "prima donna" del sucedáneo de tragedia que comento, haya creído verse traicionada en su inocencia adolescente por alguna amiga del alma que ha buscado impertinentemente los arrumacos de algún mozalbete por cuyos huesos suspiraba nuestra heroína. Tan simple y tan duro como eso. A esas tiernas edades, en las que los seres humanos han empezado a cerrar las puertas a la candidez infantil para iniciar el balbucenante tránsito hacia el universo de los adultos, vivencias como la que creo haber extraído de este acontecimiento, se convierten en aciagos dramas para los que el espíritu de una jovencita aún desubicada, sólo encuentra escasas y muy turbulentas respuestas.

Y a esta hora, mientras yo hago glosa de su diminuta fatalidad, con la misma sonrisa de la que hablaba al principio aún perfilada en mi rostro, ella estará a buen seguro envuelta en un mar de lágrimas y atrapada en una encrucijada de ilusiones desplomadas a la que verá imposible encontrarle una salida razonable. Su pequeño mundo de fidelidades, amigos y cariños recién estrenados se hace añicos, al tiempo que un adulto anónimo amante de la soledad de su terraza al calor de un gran cigarro habano, se percata de que el calado de nuestras preocupaciones juveniles, nada tiene que ver con las que afrontamos en edad más madura y echa de menos aquella sublime etapa que parece eterna y en la que desafortunadamente, sólo pudo ser mero espectador, pero nunca causante, de los berrinches de amor de alguna tierna mujercita.

Lucio Decumio.

20 diciembre 2003

El Retorno del Rey

Ayer tuve la oportunidad de acudir a las salas de Kinépolis y contemplar la auténtica maravilla que es la tercera entrega de la trilogía de "El Señor de los Anillos". Sin embargo, he de decir, al menos a título particular, que si debo quedarme con alguna, tras el visionado de las tres partes, escojo la segunda, aunque francamente, ni yo mismo sé porqué. Tal vez se deba exclusivamente a que la he visto en tres o cuatro ocasiones y estoy más familiarizado con ella.

En fin, había venido hasta aquí con la intención de hacer unos comentarios someros en torno al largometraje mencionado y eso voy a hacer. Para empezar, me referiré a la duración. Aproximadamente unos 200 minutos, es decir, tres horas y 20 minutos que de ningún modo se hacen pesados, salvo para aquéllos que no disfruten o que no gusten de este tipo de películas. Creo que fue en un comentario que redacté sobre las distintas entregas de La Guerra de las Galaxias, cuando afirmé que esta clase de historias maniqueas, en las que el Bien Absoluto se enfrenta a muerte contra la villanía más cruel y sale triunfante, me encantan. Qué le voy a hacer, para los gustos se hicieron los colores. Imagino que hay miles de personas que disfrutan de lo lindo con las películas de ese histriónico intolerable que es Jim Carrey, por poner un ejemplo que centrifuga mi estómago, pero habrá que respetarles tanto como yo espero que respeten mis gustos cinematográficos.

Lo que decía. Fantástica cinta que en ningún momento pierde el ritmo y en la que se puede disfrutar de una fotografía memorable, unas interpretaciones sublimes, un argumento y un guión enormemente consistentes y unas batallas, conseguidas a base de efectos especiales tan deslumbrantes, que alcanzan un realismo, un dinamismo y una intensidad que abruman al espectador hasta dejarlo adherido a su butaca y casi tan agotado por la tensión de los acontecimientos, como los propios protagonistas por los combates.

No he leído los libros. He de reconocerlo y no me pesa. Como tampoco me pesa confesar que hace no mucho inicié la lectura del primero de ellos, "La Comunidad del Anillo" viéndome obligado a abandonar el volumen al cabo de escasas 70 u 80 páginas, debido al profundo sopor en el que me sumía la narración de Tolkien. Sin embargo, posteriormente me han informado de que es precisamente a partir de ese instante, cuando el libro empieza a tomar un cariz interesante y hasta subyugador. Así que, en vista de que me ha sucedido lo mismo que nos pasa cuando estamos parados desde hace 15 minutos en la cola del supermercado y decidimos cambiar de fila para darnos cuenta de inmediato de que la que acabamos de abandonar ha adquirido un dinamismo asombroso y fastidioso, tendré que retomar la lectura de los tres libros y empaparme convenientemente de las historias, los orígenes y la mitología de la Tierra Media.

Y digo esto porque, pese a que las tres películas me han sugestionado notablemente, he de reconocer que aún no logro encontrarle demasiado sentido a la pasión y a la vehemencia con que todos los protagonistas de la trilogía persiguen la posesión individualizada del anillo de marras. Hasta donde yo sé, que es lo que visto en los tres filmes, lo único que hace el citado anillo es conferir el don de la invisibilidad a quien en un momento dado, decide insertar alguno de sus dedos en el mismo. Ciertamente no está mal esta cualidad que posee la alhaja. Pero es que hasta ahí llega su poder. No da para más o eso es lo que yo percibo. Sin embargo, como persona medianamente inteligente que me tengo, debo suponer que no es el único efecto que se deriva de su posesión, lo que me obliga asimismo a asumir que esta falta de perspectiva sobre las posibilidades y los poderes del celebérrimo anillo sobreviene de mi confesa ignorancia acerca de muchos de los detalles que se vierten en los libros y que explicarán convenientemente semejante fijación por la joya.

Así que si alguien me puede ir adelantando los porqués de tan atribulados deseos de tenencia del anillo, por favor, que me lo haga saber en la ventana de comentarios.

Lucio Decumio.

17 diciembre 2003

Zinedine Zidane, Patrimonio de la Humanidad

Hoy no tenía ni idea sobre qué podía escribir. Y buceando en las páginas de deportes de los periódicos "on-line" me he topado con varias noticias acerca de este futbolista. Ayer fue elegido "FIFA World Player 2003" o lo que es lo mismo, mejor jugador de balompié de este año, siempre según los seleccionadores nacionales de las distintas federaciones adscritas a la FIFA. Además, aprovechando la entrega de dicho premio en la ciudad suiza de Basilea, el centrocampista francés y el delantero brasileño Ronaldo, organizaron una pachanguita con otros insignes jugadores con el noble propósito de recaudar fondos contra la pobreza.

Este futbolista francés es todo un ejemplo y un espejo en el que muchos, por no decir todos, deberíamos mirarnos; por su voluntario retiro del endiosamiento que afecta a otros deportistas de élite, por estar instalado en una humildad y un respeto hacia sus compañeros y adversarios dignos de elogio, por ser el excelso jugador que nos deleita cada domingo con mil y un malabarismos con el balón entre los pies, por ser un vivo ejemplo de sacrificio dentro del campo y de discreción fuera de él y en último término, por su intenso y desinteresado compromiso con los más débiles y los más desfavorecidos.

He visto muchos y muy buenos futbolistas sobre un terreno de juego a lo largo de mi vida. Y sólo la exquisitez balompédica de Maradona es comparable a la de este gigantón francés. Pero entre los dos media un abismo. En calidad humana, en inteligencia, en sentido de la responsabilidad, en modestia, en cortesía, en decoro y en elegancia, gana por goleada este marsellés de ascendencia bereber, al excéntrico y caprichoso argentino.

Y a alguien se le podría ocurrir que a un genio, destaque en la disciplina que destaque, se le tienen que permitir sus extravagancias y sus rarezas, sus manías y sus desplantes, sus chaladuras y sus licencias. Pero yo digo que no. Yo afirmo que si alguien es poseedor de un don único que le hace descollar por encima de los demás, ya sea aquél artístico, literario, lírico, filosófico, matemático, musical o circunscrito al ámbito del deporte como es el caso, debe cuidar de que esa habilidad, ese talento, ese regalo único del que goza, no sólo sirva a su exclusivo provecho, sino que redunde generosamente en beneficio del mayor número de semejantes. Si no obra así, no es un genio, es un egoísta.

Esa y no otra, es la verdadera grandeza que ha de distinguir a los hombres sobresalientes, de los chiflados y de los desquiciados.

Lucio Decumio.

15 diciembre 2003

Decenas de miles de valientes

Son los que el pasado sábado se manifestaron en San Sebastián, desafiando a las admoniciones y amenazas del régimen “nazionalista” que gobierna en el País Vasco, para reclamar algo tan unido a la esencia misma del ser humano, pero tan complicado de encontrar en aquella atribulada tierra, como es la libertad.

Convocados por la plataforma ciudadana “Basta ya”, auténtico grano en las posaderas del Gobierno Vasco, de los partidos que lo sustentan y de sus planes excluyentes, violentos e independentistas, miles y miles de vascos y no pocos españoles llegados desde los cuatro puntos cardinales de nuestro país, tomaron pacíficamente las calles de la capital guipuzcoana para gritarle al lendakari, a los dirigentes del PNV, EA e IU-EB y a los mismísimos asesinos y a sus cómplices, que no están dispuestos a aceptar y a acatar iniciativas políticas como el Plan Ibarreche, que sólo buscan desunir, enfrentar y rendir a la gran mayoría de los vascos ante las tesis violentas y totalitarias de ETA.

Lo peor de la manifestación, según he podido leer, ha sido la distancia y la frialdad adoptada por los dirigentes del PP y del PSOE entre ellos mismos. Los vascos, como María San Gil, Nicolás Redondo o Rosa Díez, parecieron dar más muestras de unión y cordialidad, pues saben lo que se están jugando a diario en las calles de su propia tierra y son conscientes de que su desencuentro es motivo de satisfacción para el PNV y sus secuaces. Sin embargo, los dirigentes nacionales como Zapatero, Rajoy, Acebes o Pérez Rubalcaba marcharon en grupos separados, lo que de cara a los votantes de sus respectivos partidos en el País Vasco, no es precisamente motivo de alegría y orgullo.

Como tampoco lo es para quienes nos mostramos comprometidos desde hace tiempo con las gravísimas carencias de libertad y respeto a los derechos humanos que muestra a diario y desde hace décadas, la convivencia en el País Vasco.
Al menos estuvieron allí que ya es algo. No como Odón Elorza, el filo-batasuno alcalde socialista de San Sebastián que aprovecha la menor para abrazar a las crías de la serpiente y asfixiar a sus inocentes víctimas. Y como tampoco hizo acto de presencia Gaspar Llamazares, abnegado demócrata, incansable luchador e infatigable guerrero de mil románticas e idealistas batallas por la supervivencia de idílicos edenes caribeños y mesopotámicos o por el derrocamiento del villano y alevoso autócrata José María Aznar.

Tampoco ha habido constancia de la presencia en San Sebastián de ningún solidario y pacifista representante del pomposamente autodenominado “Mundo de la Cultura”. Como he dicho en más de una ocasión, los cobardes sólo golpean y protestan ante quienes saben que no tomarán ninguna represalia contra ellos, pero jamás se enfrentarán a pecho descubierto contra los verdaderos y confesos criminales que habitan en nuestra nación. El compromiso solidario sólo es válido para ellos cuando va envuelto en un provechoso manto del que puedan extraer alguna fibra en forma de réditos económicos y profesionales. Cuando de verdad hay que dar la cara y gritar y pelear por la verdadera libertad, se esconden como ratas.

Tampoco estuvieron, como era lógico, dirigentes del PNV o EA. Bien al contrario, ya han salido algunos de ellos a la palestra para mostrar su malestar ante la demostración razón y de rectitud que asiste a “Basta ya” y a quienes apoyaron su convocatoria, para calificarla, como ya se ha apresurado a hacer el infumable Anasagasti, de antidemocrática, pues ha contado, siempre según este ejemplar de vocero fascista congestionado, con nada disimulados apoyos económicos por parte del Gobierno y el Ministerio del Interior.

Que alguien como Anasagasti, en representación del Gobierno Vasco y de su partido, enuncie semejantes postulados para desacreditar una marcha festiva, integradora y pacífica como la encabezada por “Basta ya”, sólo carga aún de más razones y argumentos a quienes luchamos, desde un lugar u otro de la geografía española, por la libertad definitiva de aquella bella comarca.

Por cierto, podéis echarle un vistazo al Oráculo. Nuevas visiones han sacudido mi espíritu y han sido volcadas en la citada sección.

Lucio Decumio.

14 diciembre 2003

El tirano apresado

Hoy es obligado hablar de él. De uno de los criminales más abyectos que ha conocido la Humanidad en toda su Historia. Del endiosado dirigente panarabista que ha llevado al desastre, al conflicto permanente y a la ruina más lastimosa a su país, a su pueblo y a las regiones y naciones circundantes. Sadam Hussein, al que sus propios seguidores e incluso alguno de sus enemigos habían tocado con un halo de esquivo e imbatible prófugo, ha sido apresado por las tropas aliadas en un sótano de una granja cercana a Tikrit, su localidad natal, casi ocho meses después de finalizadas las hostilidades que terminaron con su omnímodo poder.

Es una gran noticia. Una extraordinaria noticia. Por fin, el hombre por cuyos delirios de grandeza el mundo civilizado se ha visto envuelto en duras trifulcas políticas y sociales y por el que se embarcó en una guerra de discutida legitimidad para desbancarlo del poder, ha sido capturado. Será puesto, como es de esperar, a disposición de tribunales de justicia absolutamente neutrales, que sólo entrarán en la exclusiva valoración de las cientos de vilezas que jalonan su trayectoria política y por las que presumiblemente, será condenado con imparcialidad, pero asimismo con dureza y rigor.

En mi caso, cuando han aparecido en los medios de comunicación las primeras informaciones en torno a su apresamiento, me han entrado algunas dudas sobre la verdadera identidad del tirano. De todos es sabido que Sadam disponía de una abundante corte de dobles que suplantaban al sátrapa en multitud de actos, ceremonias o comparecencias en las que el dictador presumía que su vida pudiera estar en peligro. Sin embargo, las tropas que lo han hecho cautivo se han apresurado a tomar muestras de la saliva del cacique iraquí para cotejar su ADN con el que ya estuviera registrado en las bases de datos creadas al efecto. Por lo que parece, la verificación ha sido positiva y ya no existen dudas de que el apresado sea Sadam.

Pese a este deslumbrante aunque tardío fogonazo de eficacia policial de las fuerzas aliadas en Irak, aún sigue quedando un largo trecho por recorrer hasta que el país quede definitivamente pacificado y libre de las fuerzas involucionistas. Todos, civiles iraquíes, tropas aliadas, Consejo de Gobierno Iraquí, administrador norteamericano y dirigentes políticos occidentales e incluso árabes, siguen teniendo ante sí una áspera tarea que consiste en la total reconstrucción del país tras años de dictadura, enfrentamientos, ejecuciones y guerras y en su fijación en la zona como referente de libertades, democracia y respeto a los derechos humanos.

Y a mí, lo que se me antoja más complejo, no es la ciclópea tarea de levantar infraestructural y económicamente al país desde la miseria y la pobreza en la que se encuentra actualmente instalado, sino que en un lugar como aquél, donde inhumanas costumbres milenarias han dejado indeleble impronta en las conciencias y en el modo de ver la vida de toda la ciudadanía, tome cuerpo y vida un régimen democrático, tolerante y estable.

Ahí es donde está el nudo gordiano del problema iraquí y por extensión, musulmán.

Lucio Decumio.

11 diciembre 2003

Estafa planetaria

Hace unos días se me ocurrió hablar sobre las que vine a denominar noticias estacionales. Me refería de esta forma a las informaciones que circunstancialmente invaden los medios de comunicación con la intención, siempre desde mi punto de vista, de distraer, atemorizar o crear cierta sensación de desazón y desconfianza entre la opinión pública. Mencionaba los famosos socavones en las inmediaciones del AVE Madrid-Lérida, los casos de las vacas locas o los pollos belgas de hace unos años, las ataques de los perros o los apagones que durante Agosto y Septiembre oscurecieron amplias zonas del planeta.

Desatendí involuntariamente entonces lo que creo que es la mayor estafa informativa y económica que ha padecido la Humanidad en toda su Historia. Me estoy refiriendo al celebérrimo "Efecto 2000". Si, ya sé que muchos pensaréis que a qué viene recordar un hecho cuya ebullición informativa se desencadenó hace ya cuatro años, pero ahora me doy cuenta de que aquellos acontecimientos, por sí mismos, merecen una mención aparte y una dedicación más en profundidad que cualquier otro de los fraudes informativos a los que hace unos días hice mención.

Durante varios años, aproximadamente desde 1995 ó 1996, el mundo entero empezó a hablar y a no callar de las nefastas consecuencias que podría acarrear para la economía mundial e incluso para la estabilidad política y social a escala planetaria, el hecho de que millones de ordenadores y sistemas informáticos de todo el mundo no estuvieran preparados para asumir la modificación de las fechas que acarrearía el tránsito hacia el muy mal llamado entonces, cambio de siglo y de milenio. Por lo que se desprendía de las informaciones que brotaban a diario en todos los medios de comunicación, las computadoras cuyos códigos de registro de fechas estuvieran programados en el modo "dd/mm/aa" y no en la secuencia "dd/mm/aaaa" pasarían a interpretar que el 01/01/2000 no era otra fecha sino el 01/01/1900, con el consiguiente desbarajuste informático.

Con el paso de los meses y los años, se acrecentó el miedo, el temor y la certeza entre empresas, particulares y gobiernos -especialmente entre los últimos- de que la no instalación de los parches que vendían las empresas informáticas para paliar ese hasta entonces, insignificante defecto, podría conllevar efectos apocalípticos en la economía, las comunicaciones, el suministro de energía y el funcionamiento de los servicios básicos generales.

En las semanas previas a la llegada del mítico año 2000, apenas si se hablaba de otra cosa. Los gobiernos establecieron comités de seguimiento y emergencia, las empresas informáticas contrataron personal para ofrecer servicio a sus clientes de modo ininterrumpido entre el 31 de Diciembre y el 1 de Enero e incluso más allá de esa fecha y los agoreros, los milenaristas y los catastrofistas hacían su agosto a costa de los crédulos y los temerosos.

Y llegó el tan esperado día. El 1 de Enero arrojó sus primeros segundos en tierras ribereñas del Pacífico, más concretamente en Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur y Japón, que como países más avanzados de la zona y más dependientes de sus sistemas informáticos, estaban en los ojos de todos. Pero nada sucedió. Como cualquier otra jornada, pues no distingue entre días más o menos señalados o entre nuevos siglos o milenios, el Sol siguió su curso habitual de Este a Oeste y continuó alumbrando Asia, Europa del Este, Europa Occidental, África y por último América. Y absolutamente nada acaeció. Ni un solo ordenador, ni un solo sistema, ni una mísera impresora, scanner u ordenador personal produjo fallo alguno.

Supongo que con la alegría y los fastos que se desencadenaron para recibir al mito milenario, la farsa hubo de pasar de largo sin que los estafados quisieran prestarle mayor atención. Sólo unas semanas o meses después, alguien apuntó un dato que me pareció estremecedor. En los últimos años de la década de los 90 y con el fin de evitar el presunto colapso de sus sistemas informáticos por el pavoroso "Efecto 2000", empresas, particulares y gobiernos de todo el mundo habían desembolsado la escalofriante cifra de 55 billones de dólares, es decir 55.000 millones de dólares.

Esta indecente cantidad fue a parar a manos de unos cuantos desalmados que tuvieron un buen día la brillante idea de atemorizar a todo el planeta con un caos bíblico en el caso de que no se siguieran sus recomendaciones. Bien, alguien dirá que como se siguieron al pie de la letra, pasó lo que pasó, es decir, nada. Pero yo lanzo la siguiente pregunta al aire; cualquier persona, juiciosa y cabal, ¿es capaz de asumir sin más, que todos y cuando digo todos me refiero a todos los equipos informáticos del planeta, se habían preparado convenientemente para dar el salto al nuevo milenio sin mayores contratiempos? Alguno tuvo que quedarse en el tintero, seguro. Porque por más que se empeñen, más de doscientos gobiernos de todo el planeta y millones de empresas y de ciudadanos de todo el globo terráqueo no pueden acertar al mismo tiempo. Eso es un imposible físico y metafísico.

Con todo esto quiero decir que si el gasto en preparar a los ordenadores para que superaran el "Efecto 2000" ó "Y2K" como fue denominado por el mundo anglosajón, hubiera sido "0" en lugar de casi 9 billones de pesetas, los resultados hubieran sido idénticos. No habría sucedido nada, estoy convencido. Y ojo, servidor ya lo estaba antes de que llegara tal fecha.

En fin, que unos listos se lo llevaron a espuertas mientras que miles de millones de tontos ponían cara de no querer saber nada más del asunto y seguir con sus vidas como si este episodio no hubiera jamás sucedido.

Lucio Decumio.

10 diciembre 2003

La hidra descabezada

Hacía ya unos días que no me asomaba a mi modesto ventanuco ciberespacial. La concatenación de festividades que ha prolongando más de la cuenta el último fin de semana y que me ha llevado hasta recónditas regiones pirenaicas con la sana intención de practicar la noble disciplina del esquí, me ha mantenido apartado de mis añoradas tareas de redactor más tiempo del que me hubiera gustado. Pero en fin, ya estoy de vuelta, dispuesto a seguir satisfaciendo mi pequeña e indisimulada aspiración de convertir mis palabras y mis frases en textos con el suficiente sentido y capacidad crítica como para mover a la reflexión profunda de aquéllos que los lean, incluido yo.

Como apuntaba, durante los últimos tres días me he visto encaramado sobre cumbres en las que hasta no hace mucho, jamás me hubiera imaginado. Soy mal esquiador, eso debe constar con meridiana claridad antes de proseguir con mi aluvión de párrafos de esta noche, pero debo anotar en mi descargo que mi ineptitud de cara a la práctica de esta especialidad deportiva, no es achacable en ninguna medida a la torpeza, la descoordinación o la falta de forma física. Empero, estimo que mis problemas con este deporte se derivan básicamente de que el proceso de iniciación en su práctica se retrasó hasta los 29 años, edad lo suficientemente avanzada como para tomarse las cosas con más tranquilidad y menos audacia que en tiempos más mozos.

Pese a todo, he vuelto satisfecho de este mi quinto contacto con esta actividad. Creo haber realizado progresos notables a la hora de girar, mantener el equilibrio y controlar mi miedo. Prueba de lo que digo es que las caídas sufridas durante este fin de semana en las lomas de los Pirineos oscenses han sido considerablemente más dolorosas que las padecidas en ocasiones precedentes.

Esto que acabo de afirmar, que en un principio puede presentarse como un absurdo contrasentido, tiene su lógica. Cuanto más progresas y más seguro te sientes, más velocidad de descenso adquieres y más confianza muestras en tus posibilidades de responder con felinos reflejos ante situaciones imprevistas y peligrosas. Pero no siempre es así y menos cuando eres todavía un novato como yo. Es precisamente ese exceso de seguridad y de euforia que se experimenta cuando adviertes notables mejoras respecto a descensos anteriores, el que te traiciona y te lanza con violencia contra la pendiente que estás intentando sortear. Afortunadamente, aunque ligeramente magullado, he vuelto lo bastante entero, física y anímicamente, como para acometer futuros desafíos en el marco de esta compleja materia.

El título de mi comentario de hoy responde, como bien habrán imaginado mis ya no tan pocos lectores, al nuevo éxito que se han apuntado las Fuerzas de Seguridad del Estado -en estrecha colaboración con la Gendarmería francesa- en la titánica lucha que mantienen contra los asesinos de la banda terrorista ETA. Mi más sincera y entusiasta felicitación a todos aquellos que hayan participado en la detención de estos chacales que formaban parte de la cúpula directiva de la organización criminal.

Es de destacar la caída del "jefe de comandos", Gorka Palacios. Os invito a que buceéis por Internet y a que os topéis con la fotografía de esta alimaña. No tiene desperdicio la expresión de odio y de rencor que exuda el rostro de este escualo desde cada poro de su piel. Imaginarse a este individuo haciendo otra cosa que no sea conspirar para asesinar a ciudadanos inocentes, asesinarlos y posteriormente celebrarlo en su caverna con sus compinches, es un ejercicio de ciencia-ficción para el que no creo que haya mucha gente capacitada. Pues bien, este vampiro ha sido detenido cerca de Pau (Francia) junto con Juan Luis Rubenach Roig, responsable de la "logística operativa" de la banda de sicarios, Íñigo Vallejo Franco, un tipo de rostro malencarado y congestionado como pocos y de notable responsabilidad dentro del ámbito del "aparato militar"' y José Miguel Almendoz Erviti, miembro no fichado, pero que espero que pase a la sombra unos cuantos añitos.

Este nuevo y certero golpe que se le asesta a la estructura de mandos de ETA, puede ser definitivo. Tal vez me esté dejando arrastrar por un exceso de optimismo, pero si hacemos memoria, desde hace muchos meses los goles sólo los marcan los buenos, cuyo empuje y buen hacer han obligado a los malos a encerrarse en su área con el fin de evitar una goleada mayor. Sinceramente, tengo la impresión de que estamos a punto de completar la remontada y que, aunque el adversario sea capaz de lanzar algún fugaz contragolpe, puede que haya bajado los brazos definitivamente. Sólo la esporádica, pero nada disimulada ayuda de algún árbitro afectuoso con la causa de quienes deben ser derrotados, ha evitado que el partido haya tocado definitivamente a su fin. Pero incido, creo que nos encontramos en el descuento y que el resultado nos es favorable. Sólo hay que mantener la concentración y la dedicación empleada hasta la fecha y no dejarse arrastrar por la euforia del esquiador novel que se crece ante sus avances.

Ojalá esté en lo cierto y no tengamos que volver a incorporarnos de la pendiente envueltos en un manto de nieve y de dolorosas contusiones.

Lucio Decumio.


05 diciembre 2003

El nacionalismo ante su responsabilidad

Por fin, Juan María Atucha y otros dos miembros de la Mesa del Parlamento Vasco, Gorka Knörr y Conchi Bilbao, se vieron ayer en la obligación de declarar ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, por su reiterada y contumaz negativa a disolver en la Cámara Autónoma de Vitoria, al Grupo Parlamentario Sozialista Abertzaleak, los confesos hermanos de sangre de la ponzoña etarra.

Bien por los mecanismos jurídicos y de derecho de nuestro Estado. Estos traidores, estos sepulcros blanqueados que se han dedicado durante dos decenios a nadar y a guardar la ropa, a poner una vela a Dios y otra al diablo, a mancillarse una mano mientras se lavaban la otra, a contemplar con impúdica aquiescencia cómo los crímenes etarras allanaban el camino hacia pingües réditos políticos, por fin van a empezar a verle las orejas al lobo. Al lobo de la justicia, de la democracia y del derecho.

Mil veces he insistido desde esta página que tanto esputo y oprobio sobre las víctimas del terrorismo, tanto desamparo hacia sus familiares, tanta chulería hacia el resto de los españoles, tanto apoyo indisimulado a las más variopintas ramificaciones de la banda terrorista, tanta victimización, tanta hipocresía, tanta falsedad, tanta mentira, tanto odio, tanto racismo, tanta psicosis alucinatoria y tanto mesianismo, no podían quedar impunes. Los hijos políticos de la febril y delirante intolerancia sabiniana, que han convertido a la noble y españolísima tierra vasca en una comarca inhóspita y cruel para todos aquellos que no desean adscribirse al pensamiento único, van a tener que responder de sus execrables actos.

Pensaban, al igual que algunos ministros y altos cargos socialistas imputados en los crímenes del GAL "que por ser yo quien soy" sus delitos, sus desacatos y sus insubordinaciones caerían en el saco del olvido y que el Estado, tantas veces vacilante e irresoluto ante sus desafíos, no se atrevería a dar el paso que ha dado. Pues lo ha dado y una vez accionado el mecanismo, éste no parará hasta que estos dirigentes taimados y alevosos paguen por sus pecados.

Ante este estado de cosas, el normal en una democracia que se precie, los rebuznos del pontífice máximo del nacionalismo vasco no se han hecho esperar. Dice Arzallus que no amenaza al afirmarlo, que sólo advierte de que si Atucha termina en la cárcel, en el País Vasco se desatará algo más que alarma social. Pero que nadie se sobresalte ante los graznidos de este inicuo personaje. Algún ladrido similar profirió cuando la Justicia actuó con firmeza para ilegalizar Batasuna y tomar medidas contra la lucha callejera. Y el tiempo ha arrojado los resultados y las consecuencias de aquellas medidas. Las concentraciones de apoyo a los cachorros del hacha y la serpiente cada vez han sido menores y los actos de violencia callejera han desaparecido en la práctica de las calles del País Vasco.

Gozan de gran apoyo social, pero estoy convencido de que buena parte de éste proviene del miedo atávico a unos políticos y a una realidad artificial por ellos creada, con la que gran parte de los vascos se ha acostumbrado a convivir. Pero este temor que ciega a muchos sectores de la población vascongada tiene que terminar disolviéndose, en un viraje que les lleve a instalarse en un régimen definitivamente democrático, justo y cabal.

Lucio Decumio.

03 diciembre 2003

Cosas que me molestan

Hace algún tiempo, mi buen amigo Rodolfo, madrileño de nacimiento, manchego de adopción, intervenía sucintamente en una página web por él creada, con diferentes enumeraciones de actitudes que, emanando del comportamiento de las personas que le rodeaban o con las que tenía que interactuar, le molestaban profundamente.

Voy a tomar prestada por un día su idea de enunciar abiertamente su disconformidad con el modo de proceder de algunos seres humanos en determinados aspectos. Estas manifestaciones, como no podía ser de otro modo, también me incluirán a mí, pues creo que no sería justo reprobar alegremente a los demás y no ser capaz de hacer al mismo tiempo, un mínimo ejercicio de autocrítica. Espero que esta actividad detractora en la que hoy me empeño, me sirva como válvula de escape a los problemas que me vienen punzando durante las últimas semanas, así como acto de catarsis y purificación que me permita seguir manteniendo en el futuro, una línea editorial correcta, cortés y comedida. Pero hoy no, hoy me desfogo.

1/ Me molestan mis vecinos ecuatorianos. Lo digo a pecho descubierto aunque con la máxima conmiseración hacia la situación que viven en sus países y que les ha obligado a venir a España. Pero la pobreza y la miseria de la que intentaron escapar -que no ha de ser obligatoriamente sinónimo de mala educación- no puede conferirles ningún derecho para actuar del modo en que lo hacen, pues zapatean sin rubor el techo de mi casa, arrastran muebles por todo el piso a horas intempestivas, gritan y provocan trifulcas en cualquier instante y organizan fiestas los fines de semana que duran entre 12 y 15 horas, que nos impiden descansar convenientemente y que nos obligan a subir repetidamente a llamarles la atención por su falta de educación y de respeto hacia nosotros y el resto de vecinos. En fin, gente como nosotros, que trabaja y convive desde siempre con sus iguales con el máximo respeto y educación, no tiene que verse en la tesitura de soportar este inagotable calvario de indios incívicos e incivilizados, carentes de los más mínimos conceptos de urbanidad y respeto por la comunidad de vecinos en la que habitan.

Lo peor de todo es que si eres demasiado acerbo en tus críticas hacia ellos y hacia su conducta pedestre, todavía puedes ser acusado de racista, fascista, xenófobo e intolerante por algún tipo mugriento y greñudo, con pañuelo palestino anudado al cuello y seborreica perilla de chivo pendiente de su barbilla. Pues bien, si mi deseo de que estos indeseables desaparezcan de mi vida y de la de cualquiera que pueda verse afectado por estos comportamientos pleistocénicos, significa que soy un exaltado y un intransigente, pues sea, lo soy.

2/ Me molestan determinados clichés de la gente al hablar. Señores, reclamo algo más de iniciativa y de creatividad a la hora de plantear preguntas típicas y sobre todo, en el momento de responder con los correspondientes tópicos. El idioma español tiene infinidad de recursos para poder articular frases o respuestas mucho más imaginativas que las que utilizamos a diario. O ¿es que acaso “de lunes” o “de miércoles” o “de viernes” es una respuesta de recibo cuando nos cuestionan por nuestro estado de ánimo en un determinado momento?

3/ Me molesta que quienes están encargados de asumir responsabilidades en las empresas, de dinamizar a los grupos, de motivarles y de llevar a sus departamentos a buen puerto, hagan una irresponsable abstracción de sus funciones y se dediquen a mariposear por la oficina y a perder en tiempo en conciliábulos tras los que al cabo de horas de deliberación, sólo se llega al acuerdo de volver a reunirse dentro de unos días para "cerrar el tema". Y después, cuando las cosas vienen mal dadas en razón de haber sido absolutamente incapaces de poner orden al desconcierto iniciado por ellos desde la cúspide, el sanedrín directivo llega a la conclusión de que las responsabilidades han de depurarse entre los eslabones más débiles.

4/ Me molesta tener la edad que tengo y no haber tenido clara nunca mi vocación ni lo que definitivamente quería hacer en la vida. Sí, por el contrario, sirva en mi descargo que siempre se me ha presentado con meridiana transparencia qué era lo que no quería hacer durante mi existencia y con ella. Marido con esta última afirmación para asegurar que si hay algo que me resulta especialmente irritante de mí mismo, es mi natural proclividad a no estar nunca en el lugar oportuno en el momento adecuado. ¡¡Qué manía tengo de llegar con el paso cambiado a todas partes!!

5/ Me molestan los complejos de que hace todavía gala buena parte de la sociedad española y algunos partidos políticos a la hora de abordar los problemas del nacionalismo vasco y catalán. Ya basta de paños calientes con aquellos que se han valido del período de mayor prosperidad y crecimiento que ha conocido la Historia de España, así como de la legitimidad de que fluye de las instituciones que nos dimos los españoles hace 25 años, para violentar esos mismos organismos y tratar de cambiar arbitraria y minoritariamente las reglas del juego en su presunto beneficio. Si hay que modificar el Código Penal o las leyes para mandar a Ibarretxe, Arzallus y su camada al presidio por saltarse las normas legales y constitucionales vigentes, se hace y punto. De ese modo, otros como Mas, Carod-Rovira, Beirás o incluso Maragall, podrán ir tomando nota y se pensarán dos veces sus guiones de política-ficción.

6/ Me molesta también y mucho, al hilo del quinto punto que acabo de exponer, no entender de dónde proviene tanto empeño por parte de los nacionalistas a la hora de tratar de desvincularse de España. ¿Por qué razón están permanentemente enfadados y rebotados con el resto del mundo? Vale que quieran mantener determinados matices diferenciadores del resto de los españoles. Eso es legítimo y hasta encomiable, pues todos no podemos ser iguales y de hecho, el resto de las regiones y provincias mantienen y sostienen en la medida de lo posible, sus más enraizadas costumbres y hábitos locales.

Pero si rezamos al mismo Dios, si hablamos el mismo idioma, si ingerimos los mismos alimentos, si tenemos todos los mismos derechos y libertades y gozamos de un alto y parejo nivel de renta entre todas las regiones –diría que entre ellos, catalanes y vascos, es incluso más elevado- si conducimos todos por las mismas carreteras y en el mismo sentido y si en definitiva, las preocupaciones de vascos, catalanes, madrileños, murcianos, y demás españoles son básicamente las mismas, insisto, ¿de dónde emana y en qué se apoya esa enojosa obstinación centrífuga y disgregadora?

7/ Añado un último fastidio a la colección enumerada y que hoy miércoles me ha mortificado especialmente. Como me he tenido que desplazar hasta Barcelona por trabajo y volver en el día, me he visto obligado a viajar dos veces en avión y hasta cuatro veces en taxi. De los cuatro trayectos que he tenido que realizar abordo de tan noble servicio público, dos han sido absolutamente indignantes, mientras que los otros dos podrían ser calificados de razonables. Y me explicaré. He tenido que llamar a un taxi para que viniera a recogerme a mi casa a las 05.45h de hoy miércoles y ya por ello me ha cobrado un suplemento, algo que a todas luces puede parecer normal. Y debe serlo, porque viene a domicilio.

Pero que te cobren un recargo por llevarte al aeropuerto me parece simple y llanamente usura. Y la velocidad con la que pasaban los céntimos de cinco en cinco en el taxímetro, es un atraco más alevoso que el que podrías sufrir en alguna perdida carretera de Afganistán a manos de un grupo de bandoleros locales. El trayecto desde mi casa hasta la terminal me ha costado la friolera de 30,45€. Y la vuelta desde Barajas a mi casa, cerca de 25€. Lo dicho, los taxistas de Madrid, en comparación con los barceloneses -que me han cobrado por los dos trayectos 14€ y 16€ respectivamente en distancias parejas a las recorridas en Madrid- son unos salteadores de caminos. Como vuelvan a hacer alguna huelga porque ganan poco, por falta de seguridad o por alguna vaina por el estilo, me voy a cabrear.

Y otro día, en equidad, hablaré de las cosas que me agradan.

Lucio Decumio.

01 diciembre 2003

Un día cualquiera

Hemos llegado al último mes del año, queridos lectores. Estoy convencido de que para todos vosotros al igual que para a mí, los años pasan cada vez con más rapidez. Parece como si el planeta se hubiera empeñado en acelerar su marcha y translación alrededor del Sol y los doce meses que antes se nos aparecían como una insalvable muralla hasta el tránsito hacia el nuevo año, hoy se dejaran caer laxos por la pendiente del tiempo sin importarles que con ellos se llevan por delante tersuras e ilusiones que nos marcarán con indelebles y profundas grietas por el resto de nuestras vidas.

Desde mi muy personal punto de vista, achaco en gran parte esta desmedida aceleración de la sensación del transcurrir del tiempo que experimentamos, al cada vez mayor grado de implicación física y mental que llevamos a cabo con nuestro trabajo. Son tantos y tan variados los problemas, las incertidumbres, los contratiempos, las presiones, las dificultades y las dudas que nos envuelven a diario en nuestro entorno laboral, que las jornadas, las semanas y los meses se nos escapan entre las manos sin darnos cuenta y sin advertir o percibir que inconscientemente, dejamos de lado muchas y muy variadas interrelaciones, usanzas y hábitos del pasado, que en un momento de nuestra existencia nos parecieron vitales para nuestra supervivencia social, anímica e incluso física.

El resultado es que cuanto más compleja se torna nuestra vida, cuantos más obstáculos nos vemos en la obligación de sortear en nuestro devenir diario –insisto con especial énfasis en el ámbito profesional- cuantos más frentes abrimos y cuanto más y mejor intentamos vivir, menos nos damos cuenta de que la vida es corta pese a que se nos antoje que siempre habrá un mañana; de que la vida es preciso vivirla con la máxima intensidad, pues no podemos saber si el próximo paso lo daremos sobre firme o nos llevará al abismo; de que en definitiva, la vida vamos a vivirla una vez, y que el trabajo, lejos de ser un fin, ha de convertirse en medio para que nuestro devenir vital pueda dibujarse del modo más feliz y transitable.

Reclamo a este respecto, la atención de quienes se sitúan en mi horquilla de edad. Aquéllos que ya han visto algo de mundo, que ya han acumulado experiencias y sinsabores, alegrías y satisfacciones y que se pregunten a cuántos compañeros y compañeras de sus respectivas oficinas, han oído hablar y no parar sobre la enorme carga de trabajo que acumulan, el “stress” que los acucia, la imposibilidad de desconectar de los problemas que han de afrontar en la oficina una vez que han salido de ella, las quejas en relación a las maratonianas jornadas de 10, 12 ó 14 horas de trabajo, los lamentos por la ininterrupción de esta diabólica dinámica y sobre todo, los murmullos de resignación ante la incapacidad y la imposibilidad de ponerle freno a este estado de cosas. O mejor, que se lo pregunten a sí mismos.

En última instancia, este cúmulo de circunstancias termina convirtiéndose en un mefistofélico altar en el que se nos obliga a sacrificar nuestra última certeza de que el tiempo libre, las personas a las que queremos, nuestros sueños y los pequeños detalles de la vida son lo que realmente importa.

El nirvana de nuestros días no tiene techo. Nunca terminamos de alcanzar el éxito personal, ni de acumular todo aquello que se nos exige. Siempre hay alguien desde fuera que se encarga de recordarnos que algo nos falta, que todavía no hemos llegado, que no podemos quedarnos parados a contemplar y disfrutar de lo logrado y que hay que seguir forzando la máquina hasta que ésta no dé más de sí.

Esto debe cambiar. No podemos querer mejorar a toda costa para después, no poder aprovecharnos de esos logros porque tenemos que llegar a otras metas que se supongan mejores y que cuando alcancemos, también se habrán quedado magras en comparación a lo que se nos reclamará en ese momento.

Desgraciadamente, mi intelecto sólo detecta problemas y los analiza, pero todavía no está preparado para ofrecer soluciones y mucho menos, del calado que requiere este asunto.

Lucio Decumio.