10 diciembre 2003

La hidra descabezada

Hacía ya unos días que no me asomaba a mi modesto ventanuco ciberespacial. La concatenación de festividades que ha prolongando más de la cuenta el último fin de semana y que me ha llevado hasta recónditas regiones pirenaicas con la sana intención de practicar la noble disciplina del esquí, me ha mantenido apartado de mis añoradas tareas de redactor más tiempo del que me hubiera gustado. Pero en fin, ya estoy de vuelta, dispuesto a seguir satisfaciendo mi pequeña e indisimulada aspiración de convertir mis palabras y mis frases en textos con el suficiente sentido y capacidad crítica como para mover a la reflexión profunda de aquéllos que los lean, incluido yo.

Como apuntaba, durante los últimos tres días me he visto encaramado sobre cumbres en las que hasta no hace mucho, jamás me hubiera imaginado. Soy mal esquiador, eso debe constar con meridiana claridad antes de proseguir con mi aluvión de párrafos de esta noche, pero debo anotar en mi descargo que mi ineptitud de cara a la práctica de esta especialidad deportiva, no es achacable en ninguna medida a la torpeza, la descoordinación o la falta de forma física. Empero, estimo que mis problemas con este deporte se derivan básicamente de que el proceso de iniciación en su práctica se retrasó hasta los 29 años, edad lo suficientemente avanzada como para tomarse las cosas con más tranquilidad y menos audacia que en tiempos más mozos.

Pese a todo, he vuelto satisfecho de este mi quinto contacto con esta actividad. Creo haber realizado progresos notables a la hora de girar, mantener el equilibrio y controlar mi miedo. Prueba de lo que digo es que las caídas sufridas durante este fin de semana en las lomas de los Pirineos oscenses han sido considerablemente más dolorosas que las padecidas en ocasiones precedentes.

Esto que acabo de afirmar, que en un principio puede presentarse como un absurdo contrasentido, tiene su lógica. Cuanto más progresas y más seguro te sientes, más velocidad de descenso adquieres y más confianza muestras en tus posibilidades de responder con felinos reflejos ante situaciones imprevistas y peligrosas. Pero no siempre es así y menos cuando eres todavía un novato como yo. Es precisamente ese exceso de seguridad y de euforia que se experimenta cuando adviertes notables mejoras respecto a descensos anteriores, el que te traiciona y te lanza con violencia contra la pendiente que estás intentando sortear. Afortunadamente, aunque ligeramente magullado, he vuelto lo bastante entero, física y anímicamente, como para acometer futuros desafíos en el marco de esta compleja materia.

El título de mi comentario de hoy responde, como bien habrán imaginado mis ya no tan pocos lectores, al nuevo éxito que se han apuntado las Fuerzas de Seguridad del Estado -en estrecha colaboración con la Gendarmería francesa- en la titánica lucha que mantienen contra los asesinos de la banda terrorista ETA. Mi más sincera y entusiasta felicitación a todos aquellos que hayan participado en la detención de estos chacales que formaban parte de la cúpula directiva de la organización criminal.

Es de destacar la caída del "jefe de comandos", Gorka Palacios. Os invito a que buceéis por Internet y a que os topéis con la fotografía de esta alimaña. No tiene desperdicio la expresión de odio y de rencor que exuda el rostro de este escualo desde cada poro de su piel. Imaginarse a este individuo haciendo otra cosa que no sea conspirar para asesinar a ciudadanos inocentes, asesinarlos y posteriormente celebrarlo en su caverna con sus compinches, es un ejercicio de ciencia-ficción para el que no creo que haya mucha gente capacitada. Pues bien, este vampiro ha sido detenido cerca de Pau (Francia) junto con Juan Luis Rubenach Roig, responsable de la "logística operativa" de la banda de sicarios, Íñigo Vallejo Franco, un tipo de rostro malencarado y congestionado como pocos y de notable responsabilidad dentro del ámbito del "aparato militar"' y José Miguel Almendoz Erviti, miembro no fichado, pero que espero que pase a la sombra unos cuantos añitos.

Este nuevo y certero golpe que se le asesta a la estructura de mandos de ETA, puede ser definitivo. Tal vez me esté dejando arrastrar por un exceso de optimismo, pero si hacemos memoria, desde hace muchos meses los goles sólo los marcan los buenos, cuyo empuje y buen hacer han obligado a los malos a encerrarse en su área con el fin de evitar una goleada mayor. Sinceramente, tengo la impresión de que estamos a punto de completar la remontada y que, aunque el adversario sea capaz de lanzar algún fugaz contragolpe, puede que haya bajado los brazos definitivamente. Sólo la esporádica, pero nada disimulada ayuda de algún árbitro afectuoso con la causa de quienes deben ser derrotados, ha evitado que el partido haya tocado definitivamente a su fin. Pero incido, creo que nos encontramos en el descuento y que el resultado nos es favorable. Sólo hay que mantener la concentración y la dedicación empleada hasta la fecha y no dejarse arrastrar por la euforia del esquiador novel que se crece ante sus avances.

Ojalá esté en lo cierto y no tengamos que volver a incorporarnos de la pendiente envueltos en un manto de nieve y de dolorosas contusiones.

Lucio Decumio.


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