31 diciembre 2004

Ofensiva

Antes de meter las manos en la harina política que hoy quiero amasar, me gustaría hacerme un par de preguntas, hacérselas a mis fieles lectores y también trasladárselas, aunque sólo sea de un modo cibernético y virtual, al Gobierno de España. ¿En virtud de qué razones admite el Gobierno de Zapatero y el Ministerio de Cultura el dictamen positivo de la comisión de expertos que les asesoraban en el caso de los legajos de la Generalitat, sitos en el Archivo Nacional de Salamanca, para que éstos se desliguen del citado archivo y se trasladen a Cataluña, mientras que por otra parte, obvia las consideraciones del Consejo de Estado en torno a la Ley de matrimonios homosexuales que el Ejecutivo desea sacar adelante?

¿Es acaso más y mejor la sabiduría y la preparación de un grupo de presuntos expertos nombrados casi a dedo, que la que puedan demostrar los consagrados juristas que integran el Consejo de Estado? Yo creo sinceramente que no, pero con o sin Consejos, con o sin comités de expertos, las facturas y los impuestos hay que pagarlos y más si hablamos de tributos políticos que permiten seguir aferrándose a las barandillas del Poder unas semanas más, aunque sea a costa de dividir, polarizar y enfrentar a los españoles de aquí y allá.

A cada día que pasa, más me convenzo de que en el próximo referéndum sobre la Constitución Europea, hay que abandonar casi cualquier análisis relacionado con la propia Carta Magna y sus consecuencias para España en el contexto europeo y abordar esta consulta en clave absolutamente interna, con el fin de castigar al Gobierno de Zapatero y obligarle a un adelanto de las Elecciones Generales en 2005.

En fin, la polémica que rodea al traslado de los documentos presuntamente incautados por las tropas franquistas a la Generalitat tras la Guerra Civil, da para un extenso y prolijo entretenimiento literario, que hoy sin embargo, no abordaré.

Donde hoy quiero extenderme es en la aprobación del nauseabundo Plan Ibarreche en el Parlamento Vasco. Hoy, día 30 de Diciembre de 2004, puede convertirse en el punto de partida de un proceso de no retorno hacia la ruptura de lo que hasta hoy hemos conocido como España. Con todo, es difícil hacer una previsión de cuáles serán los acontecimientos que nos hará llegar el futuro más próximo, pero lo que sí que es seguro, es que lo que hoy ha sucedido en el Parlamento Vasco -una institución, no lo olvidemos, emanada de la voluntad popular, de la Constitución y de las leyes que nos amparan a todos los españoles- es el penúltimo paso y no el primero, de lo que es el mayor ataque contra nuestro sistema de libertades y contra la Nación Española en su conjunto.

En otros artículos ya me he explayado lo suficiente acerca de lo que siempre he considerado como una indisimulada comunión de intereses entre el muy mal llamado nacionalismo democrático vasco y sus ramificaciones violentas y mafiosas. El fin que ambos han perseguido, ha sido históricamente el mismo, pues ETA y sus tentáculos polítics y sociales no son sino una escisión y una derivación hacia la violencia de las alas más radicales del Partido Nacionalista Vasco, allá por los años sesenta.

Desde entonces, el pulso que ambos, cada uno desde sus posiciones, han sostenido contra el Estado, ha sido intenso e ininterrumpido. Primero, amparados por la falsa cortina de legitimidad que les otorgaba su condición de resistencia armada contra el franquismo y después, una vez instaurada la democracia en España, utilizando hábil y torticeramente los resortes y los mecanismos del Estado de Derecho para hacerlo saltar desde dentro y alcanzar sus programas de máximos. En esta segunda etapa, la palanca etarra y la cuña batasuna, han jugado un papel fundamental y cada vez que la primera tendía hacia su oxidación y la segunda hacia su putrefacción en virtud de la acción de los Cuerpos de Seguridad y del Estado de Derecho, PNV, EA e IU, acudían prestos y raudos en auxilio de tan críticas herramientas, sin las cuales, jamás habrían llegado hasta donde ahora se encuentran. Lo que hoy ha sucedido, es el ejemplo más clarificador de cuanto afirmo.

Sólo los ciegos, los contemplativos y los necios no han querido ver. El nacionalismo vasco, así como el catalán, envueltos por las mantas que en cada momento les convenía, sólo han buscado durante los últimos 25 años un único objetivo, cual es la destrucción de la Nación Española y la implantación en las comunidades autónomas de su influencia, de regímenes excluyentes y xenófobos, basados en el etnicismo más rancio y en el odio acervo y profundo a cuantas señas de identidad cultural, social y económica, han compartido aquellos territorios desde la noche de los tiempos con el resto de España.

Ahora se plantea el gran desafío. Ibarreche y los suyos -incluyo por supuesto en ese grupo a ETA y Batasuna- han jugado extraordinariamente bien sus cartas. Han puesto a nuestra Nación, que desgraciadamente se encuentra en manos de un Gobierno débil, pusilánime y entreguista, ante una situación de hechos consumados. En teoría, ahora le toca hablar al Parlamento de la Nación. El texto aprobado en el Parlamento Vasco ha de pasar a la Carrera de San Jerónimo y allí, si todo transcurre con normalidad, debe ser rechazado por la mayoría de los diputados, compuesta fundamentalmente por los integrantes de los grupos socialista y "popular".

Y digo bien cuando hablo de un proceso normal, porque si bien tengo por cierto que los parlamentarios del Partido Popular votarán en contra y demostrarán su lealtad y su compromiso con la Nación y con los ciudadanos a los que representan, no acabo de estar seguro acerca de la postura que finalmente adoptarán determinados sectores del Partido Socialista, especialmente, los diputados elegidos al Congreso por el Partido Socialista de Cataluña, pues, ¿qué clase de razonamiento podrían esgrimir para rechazar una propuesta de modificación estatutaria del País Vasco como la que plantea Ibarreche, mientras esperan aprobar la que en un futuro nada lejano pretende llevar a cabo Maragall? El rupturismo, el oportunismo ante la debilidad del Gobierno de la Nación, la división entre los españoles y el enfrentamiento social, son las divisas que marcan de modo indeleble ambas propuestas, aunque sus máximos adalides las vengan envolviendo desde hace mucho tiempo con arrulladores y narcotizantes cantos de sirena.

La esquizofrenia política que hace presa del PSOE es mi máxima preocupación. Si estuviéramos hablando de un partido cohesionado, firme en sus convicciones nacionales y con voz unitaria, sólida e inconfundible desde todos sus rincones provinciales y regionales, las propuestas de Ibarreche primero y la de Maragall después, serían desactivadas como se desactivan las bombas en las películas americanas; el héroe corta el cable que hay que cortar y luego se va al lecho con el bombón de turno.

Pero lo que más me estremece es su liderazgo melífluo, frágil y falto de creencias y opiniones encepadas en lo que es España, en lo que significa, en los sacrificios que los españoles de todo signo, condición u origen han tenido que padecer hasta hacernos llegar hasta donde hemos llegado. España, señor Rodríguez Zapatero, no es patrimonio de esta generación de españoles y ni mucho menos, coto privado de la actual generación que la gobierna. España es el legado que nos han dejado nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos, tatarabuelos y todos los antepasados que han pisado, labrado y sangrado en esta tierra, por esta tierra y para esta tierra.

Nos encontramos ahora en una gran encrucijada. Otrora confiada y segura de sí misma, España se encuentra virulentamente zarandeada por pequeños reyezuelos taifas a los que se ha dejado engordar y crecer de forma desmesurada y que para nuestra desgracia, han alcanzado su máxima musculatura política precisamente en el instante en que quienes tienen la obligación de hacerles frente, son los más párvulos, mentecatos e imprudentes gobernante que cupiera imaginar.

Con todo, el más que previsible rechazo del Parlamento nacional a las enfebrecidas imposiciones soberanistas de Ibarreche, no va a detener a este maestro del disimulo y del engaño. Con o sin la aprobación del Parlamento, convocará un referéndum en el País Vasco para determinar el grado de apoyo que tiene su salivazo entre la población vasca, pues cree y en su delirio y en su enajenación a muchos se lo ha hecho creer también, que el pueblo vasco es soberano para decidir acerca de su propio futuro y de los vínculos que le han de unir al resto de los pueblos de España.

En este contexto, son las Elecciones Autonómicas Vascas que se celebrarán en mayo, la auténtica clave de la cuestión. Un Ibarreche fortalecido en esos comicios, con un respaldo mayoritario de los votantes, se sentirá capaz de cualquier cosa y de proseguir hasta sus últimas consecuencias, con el desafío lanzado. Sólo una respuesta cabal, sensata y decidida de los vascos de bien en esas elecciones, podrá detener este alocado proceso que amenaza con envolver de nuevo a España, en las brumas del conflicto y del enfrentamiento.

En cualquier caso, Feliz Año 2005, aunque de momento, mal pinte.

Lucio Decumio.


28 diciembre 2004

Constituciones

Ya me he enterado. El referéndum que tiene como objetivo cuestionar a los españoles sobre la conveniencia o no de aprobar la entrada en vigor de la Constitución Europea, tendrá lugar el próximo día 20 de Febrero. Lo que todavía no he podido conseguir, es un ejemplar de la Carta Magna Europea para poder leerla o cuando menos, echarle un vistazo. Sí que he podido bajarme un PDF de Internet, pero es fácil imaginar el nivel de agotamiento al que se puede llegar si se intenta uno leer más de 300 páginas de circunloquios legales en la pantalla de un ordenador. Aunque lo estoy intentado, lo prometo.

El sentido de mi voto está casi decantado hacia el "no". No me cuesta reconocerlo. Pero antes, como decía, quisiera tener acceso físico a tan importante documento y saber con la mayor exactitud, contra qué estoy votando o a favor de qué puedo llegar a votar.

De momento, las únicas razones que me invitan a votar y a hacerlo eligiendo la papeleta negativa, son las que se derivan del trágico vaivén político e institucional al que nos somete la debilidad, la pusilanimidad, el entreguismo y la falta de convicción en el futuro y en la pervivencia de la Nación del actual Gobierno. No son pocas, como bien queda reflejado, pero aún así, mi intención es que el sentido de mi voto no sólo se vea influenciado por mis deseos de castigar -junto a no pocos millones de españoles- la destructiva gestión del Ejecutivo socialista sino que también tenga algo que ver con una directa apreciación por mi parte, sobre las cuestiones que se recogen en el documento constitucional europeo.

En cualquier caso, reconozco que difícilmente y vista la ruinosa tarea de gobierno emprendida por Zetapero y sus ministros desde que llegaron al poder, el sentido de mi voto pueda variar hacia el "sí". Mucho me temo que a lo sumo y si los postulados y los artículos de la Constitución Europea se me aparecen adecuados, mi voto transmutará en abstención o en nulo. Pero lo que desde luego no se me pasa por la cabeza en estos instantes, es hacerle un favor con mi voto a un Gobierno que ha demostrado, allá por donde ha pisado -economía, exteriores, nacional, religión, interior, parlamento, terrorismo, vivienda o cultura- manifiesta incompetencia, falta de preparación académica, supina ignorancia e insuperable torpeza; y cuando las lagunas mentales y académicas antes precisadas no han hecho su aparición, las más sucias banderas del anticlericalismo decimonónico, el más odioso sectarismo felipista, la deslealtad y la falta de sentido nacional que ya demostraron en los años treinta y el carácter manipulador y la mala fe de la que han hecho gala históricamente, han sido las tristes alternativas.

No, abstención o voto nulo. Bajo las actuales circunstacias, algunas de esas tres debería ser la respuesta de los españoles de bien ante al consulta sobre la Constitución Europea del próximo Febrero. Zetapero, en su afán por agradar a sus maestros cual pelota empollón de colegio, ha sido el primero en levantar la mano y ofrecerse voluntario para que sea en la Nación que gobierna y de la que cada vez más reniega, donde se celebre el primer referéndum de toda la Unión para aprobar la entrada en vigor de la Constitución Continental.

Es tan inepto y tan nesciente como aquellos estomagantes lameculos de nuestra infancia, pues embebido de su propia estupidez e incapaz de darse cuenta de las consecuencias futuras de sus actos, nos brinda a los españoles una oportunidad de oro para darle el escarmiento político que se merece, a menos de un año de su victoria en las generales de Marzo. Una victoria del "no" en el próximo referéndum de Febrero no vinculará a este Ejecutivo disgregador y vacilante, pero le dejará muy tocado ante sus amos franceses y alemanes y cómo no, también de cara al resto de Europa. Eso por no hablar de la situación de zozobra en la que se encontraría a nivel interno, pues no de otro modo sino como un voto de castigo a su gestión, podría interpretarse su derrota en la consulta. Incluso un Gobierno tan descaradamente manipulador y tendencioso como éste, no podría escapar indemne a la tormenta política que se desataría en España tras una derrota del "sí".

Y que nadie se preocupe al respecto de un posible triunfo del "no". De hecho, el Partido Popular, aunque a estas alturas resulte difícil dar marcha atrás, debería empezar a recomendar a sus votantes una actitud abstencionista, cuando no la emisión de un voto nulo o negativo. El Tratado de Niza, aquél por el que con tanta vehemencia y ardor peleó Aznar en muchos Consejos Europeos para que no fuera desmoronado por la nueva Constitución y por el que España salió fortalecida en los órganos de gobierno comunitarios a costa de dejarse varios eurodiputados en el camino, seguirá en vigor, pase lo que pase, hasta 2009. De este modo, si el "no" sale triunfador en España y en otros países, no sólo no se cuestionará la pervivencia de la Unión y de sus instituciones, pues como digo, están garantizadas por el Tratado de Niza, sino que se podría iniciar un nuevo proceso constituyente encaminado a reformar algunos apartados del tratado constitucional que no se encuadran en lo acordado en la localidad francesa.

Y si no lo hacen, si no recomiendan abiertamente a sus votantes que adopten una actitud negativa ante el referéndum, es por el atávico y absurdo complejo de inferioridad moral que la izquierda les ha inoculado durante decenios a través de su poderosa maquinaria propagandística. Si Rajoy y los suyos tienen miedo a ser etiquetados como "euroescépticos", "antieuropeos" o "franquistas autárquicos", deberían darse cuenta de que les sobran argumentos para rebatir tan endebles tesis.

Yo puedo ofrecerles algunos.

Lucio Decumio.


20 diciembre 2004

Boicot

Es un vocablo de procedencia anglosajona y su españolización o castellanización deviene en boicoteo. Particularmente, a mí me gusta más la voz original, que viene a significar lo que todos básicamente ya sabemos, es decir, reventar, abortar, bloquear o frustrar.

Su punto de partida hay que buscarlo en torno a 1870, cuando un capitán retirado del ejército británico, de nombre Charles Cunningham Boycott, sustituyó temporalmente en la administración del condado irlandés de Mayo, a Lord Earne. Fue tan rematadamente pésima su labor al frente de este condado, que la Liga de la Nación irlandesa hizo un llamamiento a los agricultores del lugar para que éstos dejaran de colaborar con el oficial británico. No se le enviarían rentas, ni se le tendría en cuenta para la venta de los productos agrícolas; los braceros de las localidades vecinas se negaron a recoger las cosechas de sus propiedades, sus envíos postales fueron interceptados y abortados y las tiendas se negaron a servirle bienes y alimentos. Las cosas llegaron a tal punto, que los únicos 50 voluntarios en los que se apoyó para la recolección de sus tierras, tuvieron que ser protegidos durante semanas por 900 soldados británicos.

La presión continuó dibujando una clara línea ascendente hasta convertirse en una asfixia tal, que a los pocos meses, Boycott tuvo que abandonar Irlanda y refugiarse en su Inglaterra natal.

Los hechos tuvieron tanta repercusión en las islas, que su apellido pasó a formar parte del glosario británico antes incluso de su propia muerte, en 1897, como sinónimo de exclusión, aislamiento e incomunicación.

Haciendo honor a su origen, el boicot es con recurrencia utilizado por los consumidores del Reino Unido y de los Estados Unidos como un arma que temporalmente, interrumpe la compra de uno o más productos a fin de que las compañías o los estados varíen su modo de actuación al respecto de decisiones tomadas en contra de los intereses generales. El boicot por tanto, adquiere con democrática eficacia, sus metas a través de la reducción de las ventas de los productos ignorados por los consumidores y de la erosión de la imagen de la compañía o del estado que lo sufre.

Tan extendido está este método de presión en los Estados Unidos, que la revista "National Boycott News, informa periódicamente a sus lectores sobre las campañas de bloqueo que se llevan a cabo en ámbitos como el mundo sindical, los derechos humanos, los derechos de los consumidores, la paz y la protección del medio ambiente o de los animales.

El boicot es por tanto, una palanca que, convenientemente manipulada por los consumidores, se convierte en el eje sobre el que terminan por modificarse, políticas económicas o de consumo que aquéllos entienden como lesivas a sus intereses.

Algo de todo esto es a lo que estamos asistiendo en las últimas jornadas en España. Como hemos visto en mi largo preámbulo, el boicot se produce casi como respuesta espontánea a las agresiones o a los agravios que alguien o algo perpetra sistemáticamente contra una numerosa comunidad humana. Como mecanismo de autodefensa ésta última, se niega en conjunto a continuar colaborando, comprando o vendiendo, productos y servicios relacionados con el origen de los atropellos. En el caso de nuestra Nación, los episodios de descomedimiento y ultraje al conjunto de los españoles, se han ido sucediendo sin solución de continuidad desde hace más de un año y siempre, desde la misma balconada radical: Esquerra Republicana de Catalunya y su incendiario líder, Josep Lluís Pérez Carod-Rovira.

No hace falta que me extienda sobre la campaña de la Generalitat, auspiciada por éste partido y su máximo dirigente, contra el consumo de vino de Rioja en Cataluña durante estas Navidades, bajo el lema "Rioja no, gracias". Tampoco son necesarios interminables párrafos sobre su nauseabunda arrogancia y sus ínfulas hegemónicas ante el contencioso sobre el reconocimiento del valenciano como lengua en la Unión Europea. Y tampoco es preciso que me alargue explicando pormenorizadamente, cuáles han sido sus iracundas y vengativas declaraciones acerca del apoyo que los catalanes deberían prestar a la candidatura olímpica de Madrid o sus maniobras en la sombra para apoyar o amparar a los contrincantes de la opción olímpica madrileña.

Estos tres capítulos, son sólo éso, las tres últimas entregas de una novela consagrada por entero a un argumento político rupturista, frentista y cargado de odio, trufado de rencor y henchido de resentimieto a cualquier cosa que signifique, huela o represente a España.

Así las cosas y pese a que el espíritu nacional ha sufrido en las últimas décadas una concienzuda erosión por parte de quienes todos sabemos, el malherido y zarandeado orgullo de muchos españoles de muchas y diferentes provincias, ha reaccionado ante esta inagotable sucesión de afrentas y ha decidido manifestar su malestar y su desacuerdo de una forma ejemplarmente democrática.

Sé positivamente que el boicot al cava catalán no hace mella en el bolsillo de Carod ni en el de ERC. Sé asimismo, que los viñedos que producen tan deliciosos caldos no son propiedad del sujeto ni del partido al que representa. Me consta que el daño no se le está haciendo directamente a quien es culpable de un delito continuado de lesa patria -si es que existe ese delito como tal-.

Me hago cargo del perjuicio que desde el resto de España, se le ocasiona a los productores de cava, muchos de los cuales, ni se sentirán representados por tan siniestro personaje y ni mucho menos le habrán votado o le querrán votar en el futuro. Pero las asociaciones de productores de vino espumoso catalán son poderosas y su influencia ha determinado que la Generalitat haya obligado a Carod a retractarse -a medias, echando espuma por la boca y escudándose en el pueblo catalán, pero retractación al fin y al cabo- de sus declaraciones contra Madrid 2012.

Puede que este año, los vinateros catalanes tengan problemas para equilibrar sus cuentas de resultados, pero se recuperarán y volverán a ser los pujantes reyes de la Navidad en España. Vaya desde aquí, mi solidaridad y mi apoyo a todos aquéllos que lealmente, trabajan por el bien propio, por el de su comunidad y por el de España.

De todo este tinglado, yo me quedo con el aviso a navegantes que se les lanza a los apóstoles del quejido, del lamento y de la victimización sin fin. Es decir, a los desleales y alevosos políticos periféricos que han dedicado y dedican su vida pública a la búsqueda y a la invención malintencionada, de puntos de fricción y de encono entre los españoles y a la obtención de todo tipo de réditos a cambio de una disminución en el volumen y en el tono de sus lloriqueos.

Al servicio de todos nosotros, están herramientas como Internet o el correo electrónico para levantar cercas contra los productos de las comarcas de las que se dicen sus representantes absolutos, siempre que continúen con su dinámica desestabilizadora. Han de saber Ibarreche, Eguíbar, Garaicoechea, Maragall, Carod o Bargalló, que los productos y servicios de sus regiones, se venden mayoritariamente en el resto de España y que una negativa global a la compra de manufacturas vascas, una apuesta generalizada por la retirada de fondos de los bancos catalanes o una masiva ausencia de turistas españoles en sus playas o en sus montañas, significaría el colapso de la economía de aquellas regiones.

Han tratado insistentemente de convencer a quienes se han dejado, de que País Vasco y Cataluña no son España y que pueden, quieren y deben vivir al margen del resto de la Nación y además, hacerlo como si nada hubiera pasado. Varios millones de españoles unidos -e incluyo a millones de catalanes y vascos de buena fe- pueden hacerles saltar de sus poltronas en cuestión de semanas, tal y como le sucedió a Charles Cunningham Boycott.

Lucio Decumio.

14 diciembre 2004

La vie en rose

Que me perdone mi admirada Edith Piaf, allá donde esté descansando, por hacerme con el título de su más célebre interpretación para utilizarla como encabezamiento de mi reflexión del día de hoy. Pero es que me viene muy bien, querida Edith.

A diario, llegan a nuestro conocimiento hambrunas, masacres, muerte, destrucción, dolor, aflicción, desastres y tormentos de todo tipo. Ante tal aluvión de desgracias, nuestro talante –seguramente como mecanismo de autodefensa- se endurece y se insensibiliza hasta contemplar el sufrimiento ajeno como algo lejano e inevitable, que en muchas ocasiones, ni siquiera mueve a un segundo de compasión o de piedad. Menos aún, a una reflexión sobre su superación, pues pocas veces se nos hace ver que muchos de quienes han sido zarandeados, han terminado por sortear con éxito la prueba y permanecen firmes tras la sacudida. En los tiempos que corren, el morbo y el interés están en el padecimiento, no en la derrota del mismo.

Así, cuando llegas a una determinada edad, que en mi caso se encuentra más o menos a mitad de camino entre las treinta y las cuarenta rotaciones en torno al Astro Rey, uno puede llegar a la aventurada conclusión de que ya lo ha visto todo, que lo ha vivido todo, que lo ha oído todo, que no hay hueco posible para la sorpresa, la conmoción o la admiración. Más, teniendo en cuenta la época que nos ha tocado vivir, en la que los medios de comunicación nos abordan y nos bombardean impíamente con todo tipo de sucesos y acontecimientos escabrosos, ya sean éstos reales o ficticios.

Pero no. No es así. Siempre queda en nuestra alma, en nuestra voluntad y en nuestro espíritu, un pequeño resquicio, un diminuto espacio que ni la realidad más severa, ni las propias vivencias personales, han sido capaces de rellenar. Así, ese endurecimiento del que hablaba, termina por ceder en el mismo instante en que te topas de frente con algo o alguien que te hace variar inmediatamente tu engreído sentido de la existencia, en el que como decía, podría parecer que se habían cerrado desde hacía tiempo, todas las puertas al asombro o al pasmo.

Y te das cuenta de que en tu ánimo, no sólo había una rendija por la que pudieran entrar y hacerse hueco el reconocimiento del temple ajeno o la distinción de la más pura valentía ante la cruel adversidad. Había miles de ellas.

Siempre hay alguien que ha vivido más que nosotros y que ha abierto y cerrado asombrosas y dolorosas etapas vitales a las que uno mismo ni tan siquiera ha llegado a asomarse. Siempre hay alguien que por azar o por destino, se cruza en nuestro devenir y nos muestra, con la más absoluta naturalidad y franqueza, mil y un rostros de la vida que apenas si hemos atisbado y ante los que sólo cabe encontrarse de frente para saber cuál sería nuestra reacción. Siempre hay alguien, en definitiva, que nos va a enseñar algo más, mucho más, por encima de aquello que nosotros ya sabemos y hemos experimentado.

Ese algo o alguien que en un momento nos asombra, nos deslumbra, nos descabalga de nuestro ensoberbecido transitar por la vida y nos devuelve a senderos de los que nunca debimos apartarnos, se le presentó a Lucio Decumio hace unas semanas, en forma de flor y en mitad de verdes y frondosos montes.

Una flor que observé resplandeciente y brillante como pocas. Una flor que a lo largo de su existencia, debió asombrar por su belleza y fortaleza, a cuantos transitaron los senderos a los que asomaba. Una flor que en la cumbre de su lozanía y frescura, a punto estuvo de marchitarse definitivamente y sin razón o causa aparente. Una flor que se enfrascó entonces en una lucha tan serena como vigorosa para derrotar a la adversidad y continuar erguida y esplendorosa. Una flor que no se resignó a dejar de contemplar auroras y crepúsculos, albas y ocasos. Una flor que durante aquel singular combate por permanecer unida a los tallos que la alimentaban y la alentaban, perdió algunos pétalos. Pero una flor que en último término, acabó luciendo con más hermosura si cabe, sobre aquélla por la que previamente se distinguiera.

Sin embargo, hay ocasiones en que la propia Naturaleza debe sentir envidia de la belleza a la que ella misma da forma y moldea. Como si fuera víctima de un vengativo maleficio o de de un desventurado encantamiento, me consta que la flor vuelve al campo de batalla para librar un nuevo duelo en el que habrá de demostrar su destreza y su constancia contra la desdicha, provista únicamente de la savia de su encanto y la firmeza de su espíritu.

Y saldrá de nuevo reluciente y triunfadora, pues es su destino.

Mi más cariñoso recuerdo y mi más sincero aliento para tan bella flor.

Lucio Decumio.


13 diciembre 2004

La mitad de los que jugaban, debían saberlo

He estado leyendo varios testimonios de aficionados recogidos en un foro del diario "El Mundo", acerca de la amenaza de bomba a la que ayer tuvieron que hacer frente más de 70.000 hinchas madridistas en el Santiago Bernabéu. Muchos de esos pequeños relatos que ofrece el foro del periódico, hablan sobre las innumerables muestras de sensatez y responsabilidad ofrecidas por el público asistente. A este respecto, considero que es de justicia que las autoridades, los responsables e incluso los mismos aficionados, se feliciten -con toda la razón del mundo- por la muestra de civismo y de urbanidad ofrecida por los allí presentes.

Yo mismo me felicito y me congratulo de que una vez más, los madrileños en general y los madridistas en particular, hayamos dado un nuevo ejemplo al resto de la nación y a todo el mundo, de cómo hay que comportarse ante situaciones que ponen a prueba nuestra fortaleza mental y moral. Debemos estar tan acostumbrados a los trajines y a los problemas que se derivan de vivir en esta gran ciudad y porqué no decirlo, especialmente a las constantes amenazas y ataques de que somos objeto por parte del hatajo de alimañas batasunas, que incluso en ocasiones como la vivida ayer, la relativización del peligro por parte de quienes lo sufren es casi un acto reflejo e inconsciente a la dramática aparición, una vez más, del mismo.

Sin embargo, entre las decenas de reseñas que se registran en el foro, hay bastantes que inciden pormenorizadamente en el hecho de que ayer, precisamente ayer, el graderío destinado a acoger a los aficionados del equipo que visita el Santiago Bernabéu en cada partido de Liga, Copa o Copa de Europa, estuviera inusual y sospechosamente vacío, así como que los espacios de aparcamiento para los autocares que trasladan a los hinchas rivales y que se suelen situar en la Calle Padre Damián, también se encontraran extrañamente desocupados.

La duda que me cabe es la siguiente. ¿Se hizo, desde la directiva o desde los jugadores de la Real Sociedad alguna advertencia o notificación a la Policía, a la directiva del Real Madrid, a las autoridades municipales y regionales o simplemente a alguien, acerca de tan inquietante falta? ¿Y desde el Gobierno Vasco o la Policía Autonómica? Yo no he leído nada al respecto y ello me preocupa. De hecho, no he leído, ni oído, ni visto nada que me haga siquiera intuir que los responsables de garantizar la seguridad de los espectadores en el partidoy la directiva madridista, hubieran sido puestos sobre aviso por quienes de primera mano, sabían que sus aficionados más irredentos no acudirían al encuentro de ayer. Aunque el hecho de que yo no lo sepa o no lo haya oído, no significa que no fuera así. Pero es legítimo dudar y más cuando de delatar a ETA por parte de los propios vascos se trata.

Yo creo que la Policía no es tonta y que cuando contempló o supo de semejante absentismo, tuvo que sospechar que algo no marchaba bien. Es más, aunque no se lo indicaran responsables del club donostiarra, no me cabe en la cabeza que no lo supieran con antelación por otros medios, pues es lógico pensar que las Fuerzas de Seguridad que se encargan de la vigilancia en este tipo de encuentros en los que la hinchada rival puede ser foco, origen u objeto de algún tumulto, deben estar informadas, incluso con días de adelanto, sobre la asistencia o no de los grupos más radicales.

De ser las así cosas, no les arriendo la ganancia a las autoridades y a la directiva del Real Madrid en las horas previas al encuentro. Decidir si se disputaba o no el partido en base únicamente al hueco dejado por los hinchas donostiarras, tuvo que ser algo realmente angustioso.

Volviendo a los hechos que realmente conocemos, pensar que ETA puede hacer estallar una bomba en el Santiago Bernabéu con los jugadores de la Real Sociedad dentro o en sus inmediaciones, es algo que se me antoja absolutamente descabellado, aunque ello no signifique que las autoridades, seguridad y directivos madridistas, no actuaran correctamente a la hora de ordenar la evacuación del recinto. Muy al contrario; desde mi punto de vista, hicieron lo que la más elemental de las lógicas llama a realizar en un momento como ése. Asegurar la vida de todos los presentes y conminarles a que abandonen ordenadamente el estadio.

Otra cosa es que ETA no haya intentado o no vaya a intentar en el futuro, atentar contra el Santiago Bernabéu, pero insisto, jamás con jugadores de la Real, el Athletic o cualquier otro equipo vasco dentro. Lo que ayer buscaba ETA con su aviso era algo mucho más sencillo, pero tan avieso y tan detestable como la explosión de un artefacto explosivo. Lo que intentó esta cuadrilla de hienas fue hacer caer en el pánico y en el terror a decenas de miles de personas, que presas del miedo, bien podrían haber ocasionado dramáticas avalanchas humanas con un número de víctimas difícilmente evaluable y mucho menos soportable.

Víctimas entre las que no se hubiera encontrado apenas ningún aficionado realista, pues los pocos que se hallaban en el estadio asistían al encuentro en calidad de directivos del equipo y cómodamente situados en el cálido palco madridista.

Este tipo de atentado muestra a las claras la debilidad estructural de la banda, pero también su inquebrantable aspiración asesina y en último término, como decía anteriormente, el alto riesgo que corrieron las autoridades y los directivos del Real Madrid a la hora de permitir que el partido se disputara. Si estoy en lo cierto y la Policía y los directivos del Real Madrid estaban informados sobre la ausencia de los hinchas vascos con antelación, aquélla tuvo que que levantar profundos recelos entre todos ellos, aunque por sí mismo, el vacío dejado por los aficionados realistas no garantizara el intento de perpetración de una masacre.

Y una última pregunta. ¿De qué pasta están hechos los directivos de la Real Sociedad y sus jugadores, qué clase de miedo les atenaza o qué tipo de connivencia les une con la furia asesina de ETA? ¿Cuál ha sido su condena de los hechos? Sabían, por la no asistencia de sus aficionados, que miles de personas corrían grave peligro y aún así, saltaron al campo y se sentaron en el palco como si tal cosa. Y ya no hablo de quienes tenían previsto venir a ver a su equipo a la capital de España y en última instancia, conocedores de lo que podía acaecer, se quedaron tranquilamente en sus domicilios norteños.

Muy enferma. La sociedad civil en el País Vasco está gravemente enferma cuando incluso sus insignias sociales -como los clubes de fútbol- son capaces de inhibirse de forma tan hipócrita ante el preludio de una casi segura tragedia.

Gracias a Dios, no pasó nada. Pero, ¿y si hoy estuviéramos contando por centenares o millares los muertos por aplastamiento en el Bernabéu? ¿Quién habría asumido las responsabilidades? ¿De quién habría sido la culpa? ¿Habríamos cerrado una vez más los ojos ante la realidad de los hechos en aras de guardar las formas y la corrección política ante quienes no matan pero sí callan?

Lucio Decumio.

10 diciembre 2004

Imperator

Como creo que ya he comentado en otras ocasiones y gracias al extraordinario estilo narrador de Colleen McCullough, considero que conozco, al menos un poco, los usos y costumbres de la Antigua Roma tardo-republicana y pre-imperial.

Los volúmenes publicados por la escritora australiana, reflejan de un modo increíblemente gráfico y dinámico, el estilo de vida, los hábitos, las grandezas, las miserias, los altibajos, el personalísimo modo de entender la existencia y la pujanza de una sociedad que entendía como algo inevitable, su propia proyección hacia el exterior de sus fronteras como método para extender a otros pueblos su dominio, su poder, su cultura, su lengua y sus logros técnicos, jurídicos y administrativos.

Pero, con ser asombrosa la visión romana de la política como elemento dinamizador de la sociedad; de la cultura y del idioma como aglutinadores de la voluntad común; de las artes como expresión de la realidad circundante o de las ciencias como mecanismo de mejora y progreso, lo más sensacional desde mi punto de vista, es la absorción que de esos conceptos, hace el estamento militar. La misma organización, disciplina, orden, planificación y preparación que se observaba en todos los ámbitos antes reseñados, también se traslada al ejército, seguramente debido en buena parte, al hecho de que las carreras políticas de los prohombres de la época, no progresaban y no se entendían de no ir debidamente acompañadas por una brillante hoja de servicios militares.

Inciso al canto. Obviamente, Roma, a ojos de un observador del Siglo XXI que la quiera juzgar desde una óptica y unos valores actuales, tenía enormes defectos. Esclavitud a gran escala, sobornos y asesinatos como método para la consecución de objetivos políticos, guerras y conflictos por doquier, tanto en el interior como en el exterior, exterminio absoluto de los enemigos incluso en caso de rendición, expolio de las provincias conquistadas por parte de sus gobernadores, papel absolutamente marginal de la mujer en la vida pública y un largo etcétera que me tendría aquí hasta fin de año, si mi intención postrera fuera la enumeración de todo ello. Eso por un lado, que si me extendiera en detalles sobre el legado jurídico, político, científico o técnico que nos ha quedado de aquella sociedad, podría no terminar.

Inciso finalizado pues mi propósito era otro. Volviendo sobre mis apreciaciones acerca del mundo militar romano, en la etapa que se extiende entre el nacimiento y la violenta muerte de Julio César (100-45 A.C.), es preciso hacer constar que las invasiones romanas contra los pueblos vecinos y no tan cercanos, las incursiones bárbaras en la península itálica para intentar desarbolar el poder de Roma e incluso las mismas guerras civiles que en no pocas ocasiones asolaron el territorio romano, estaban a la orden del día.

Así que, para el alto patriciado romano, no era demasiado complicado hacerse con el deslumbrante expediente militar del que antes hablaba. Eso, si el interesado era mínimamente competente en el arte de la guerra, que en caso contrario, podía llevar al desastre a miles de hombres, como en no pocas ocasiones sucedió.

Pero me apartaré del juicio a los mediocres y me centraré en el de los más grandes, Julio César y Cayo Mario. Empezaré por éste último, por ser el primero en aparecer en la escena militar romana. Mario era itálico, no romano, aunque ello no le impidió alcanzar el consulado en siete ocasiones y llegar a ser, hasta la irrupción de su sobrino César años más tarde, el más grande general romano de la Historia. Lo fue porque hizo frente con absoluto éxito, a la amenaza más notable a la que se enfrentaba Roma desde los tiempos de Aníbal. La invasión de las hordas germánicas.

Mario ya era un fogueado cónsul-general de 50 años que se había destetado en mil escaramuzas en Hispania y el Norte de África preferentemente, cuando durante casi cuatro años y por mandato del Senado, hubo de trasladarse con sus legiones a la frontera italiana de los Alpes a la espera de la marea germánica. En ese espacio de tiempo, preparó el terreno, acondicionó las calzadas, estudió a su enemigo, infiltró espías entre sus tribus, puso a punto toda su maquinaria militar, entrenó y aleccionó a sus tropas metódicamente, memorizó los posibles escenarios para el enfrentamiento y cuando los salvajes llegaron a su altura y se negaron a volver grupas, aniquiló a más de un millón de ellos mientras que él perdía unos pocos cientos de legionarios. Mario luchó en una proporción de uno contra doce, pero todas las medidas previas adoptadas y citadas, unidas a sus extraordinarias dotes para el mando y sobre todo, a la íntima convicción de la superioridad moral y filosófica romana, obraron el milagro.

Julio César no le anduvo a la zaga. Había luchado ya en Asia Menor, en Grecia y en Hispania había sido gobernador. Con 40 años y 50.000 legionarios a sus espaldas que le adoraban como a un dios, conquistó en siete u ocho años toda la Galia, acabando con la vida de cerca de tres millones de guerreros pertenecientes a todas las tribus autóctonas. ¿Asombroso? Sí, pero no tanto, si se tiene en cuenta que las convicciones y las excelencias que adornaban la figura de Mario, en el perfil de César se multiplicaban hasta el infinito.

Y aunque no fue uno de los más grandes, no me resisto a notificar la hazaña de Lucio Licinio Lúculo, contemporáneo de ambos y a caballo entre ambas figuras. Destinado a Asia para enfrentarse al peligro parto que acechaba a la provincia romana de Asia Menor, Lúculo logró la que para mí es la proeza militar más sensacional de la que tengo crónica. Con un par de experimentadas legiones -unos 12.000 hombres- que llevaban varios años combatiendo en la zona, se enfrentó a 120.000 jinetes partos y armenios antes de entrar en la capital de este último reino. De nuevo, los enemigos de Roma entendieron que la desproporcionada superioridad numérica de la que disfrutaban, les garantizaría una aplastante victoria. Al cabo de unas horas de lucha, el ejército asiático había sido reducido a la nada, mientras que Licinio Lúculo contaba únicamente 14 bajas entre sus tropas.

En todos los casos, germanos y galos, pueblos por entonces anclados en formas de vida casi paleolíticas y partos y armenios, algo más avanzados pero no tanto, consideraron que la abrumadora supremacía en el número de soldados, así como la bravura de esos mismos guerreros, bastarían para aplastar a esos pocos millares de petulantes romanos. Pero no fue así y sufrieron, como queda mencionado, algunas de las más sangrientas derrotas que recuerda la historia militar humana.

Llegada la gran batalla, el gran conflicto de tu vida, aquel en el que tus enemigos te acorralan, te superan numéricamente y cifran su éxito en esa desproporción de guarismos, en su sed de venganza y en su desorganizada voracidad, no es tanto su número y su vesania, como tu temple, tu voluntad, tu genio, tu preparación o tu sabiduría para hacerles frente. Si a todo ello añades una inquebrantable fe en tus convicciones y en tus ideas, una confianza ciega en la supremacía del trabajo bien hecho y una veteranía y una experiencia dilatada en mil batallas previas, el éxito está casi garantizado. Los desorganizas y los desmantelas como a un castillo de naipes.

Mi más sincera felicitación al ex-Presidente del Gobierno por su maratoniana intervención en la comisión parlamentaria que investiga el 11-M y el modo en que la afrontó.

Por cierto, si a un etarra, a un terrorista islámico o a un delincuente común -preferentemente inmigrante- alguien le somente a un interrogatorio de 11 horas sin solución de continuidad, ¿cuántas voces nacionalistas o pseudo-progresistas habrían graznado contra semejante muestra de barbarie?

Lucio Decumio.