13 diciembre 2004

La mitad de los que jugaban, debían saberlo

He estado leyendo varios testimonios de aficionados recogidos en un foro del diario "El Mundo", acerca de la amenaza de bomba a la que ayer tuvieron que hacer frente más de 70.000 hinchas madridistas en el Santiago Bernabéu. Muchos de esos pequeños relatos que ofrece el foro del periódico, hablan sobre las innumerables muestras de sensatez y responsabilidad ofrecidas por el público asistente. A este respecto, considero que es de justicia que las autoridades, los responsables e incluso los mismos aficionados, se feliciten -con toda la razón del mundo- por la muestra de civismo y de urbanidad ofrecida por los allí presentes.

Yo mismo me felicito y me congratulo de que una vez más, los madrileños en general y los madridistas en particular, hayamos dado un nuevo ejemplo al resto de la nación y a todo el mundo, de cómo hay que comportarse ante situaciones que ponen a prueba nuestra fortaleza mental y moral. Debemos estar tan acostumbrados a los trajines y a los problemas que se derivan de vivir en esta gran ciudad y porqué no decirlo, especialmente a las constantes amenazas y ataques de que somos objeto por parte del hatajo de alimañas batasunas, que incluso en ocasiones como la vivida ayer, la relativización del peligro por parte de quienes lo sufren es casi un acto reflejo e inconsciente a la dramática aparición, una vez más, del mismo.

Sin embargo, entre las decenas de reseñas que se registran en el foro, hay bastantes que inciden pormenorizadamente en el hecho de que ayer, precisamente ayer, el graderío destinado a acoger a los aficionados del equipo que visita el Santiago Bernabéu en cada partido de Liga, Copa o Copa de Europa, estuviera inusual y sospechosamente vacío, así como que los espacios de aparcamiento para los autocares que trasladan a los hinchas rivales y que se suelen situar en la Calle Padre Damián, también se encontraran extrañamente desocupados.

La duda que me cabe es la siguiente. ¿Se hizo, desde la directiva o desde los jugadores de la Real Sociedad alguna advertencia o notificación a la Policía, a la directiva del Real Madrid, a las autoridades municipales y regionales o simplemente a alguien, acerca de tan inquietante falta? ¿Y desde el Gobierno Vasco o la Policía Autonómica? Yo no he leído nada al respecto y ello me preocupa. De hecho, no he leído, ni oído, ni visto nada que me haga siquiera intuir que los responsables de garantizar la seguridad de los espectadores en el partidoy la directiva madridista, hubieran sido puestos sobre aviso por quienes de primera mano, sabían que sus aficionados más irredentos no acudirían al encuentro de ayer. Aunque el hecho de que yo no lo sepa o no lo haya oído, no significa que no fuera así. Pero es legítimo dudar y más cuando de delatar a ETA por parte de los propios vascos se trata.

Yo creo que la Policía no es tonta y que cuando contempló o supo de semejante absentismo, tuvo que sospechar que algo no marchaba bien. Es más, aunque no se lo indicaran responsables del club donostiarra, no me cabe en la cabeza que no lo supieran con antelación por otros medios, pues es lógico pensar que las Fuerzas de Seguridad que se encargan de la vigilancia en este tipo de encuentros en los que la hinchada rival puede ser foco, origen u objeto de algún tumulto, deben estar informadas, incluso con días de adelanto, sobre la asistencia o no de los grupos más radicales.

De ser las así cosas, no les arriendo la ganancia a las autoridades y a la directiva del Real Madrid en las horas previas al encuentro. Decidir si se disputaba o no el partido en base únicamente al hueco dejado por los hinchas donostiarras, tuvo que ser algo realmente angustioso.

Volviendo a los hechos que realmente conocemos, pensar que ETA puede hacer estallar una bomba en el Santiago Bernabéu con los jugadores de la Real Sociedad dentro o en sus inmediaciones, es algo que se me antoja absolutamente descabellado, aunque ello no signifique que las autoridades, seguridad y directivos madridistas, no actuaran correctamente a la hora de ordenar la evacuación del recinto. Muy al contrario; desde mi punto de vista, hicieron lo que la más elemental de las lógicas llama a realizar en un momento como ése. Asegurar la vida de todos los presentes y conminarles a que abandonen ordenadamente el estadio.

Otra cosa es que ETA no haya intentado o no vaya a intentar en el futuro, atentar contra el Santiago Bernabéu, pero insisto, jamás con jugadores de la Real, el Athletic o cualquier otro equipo vasco dentro. Lo que ayer buscaba ETA con su aviso era algo mucho más sencillo, pero tan avieso y tan detestable como la explosión de un artefacto explosivo. Lo que intentó esta cuadrilla de hienas fue hacer caer en el pánico y en el terror a decenas de miles de personas, que presas del miedo, bien podrían haber ocasionado dramáticas avalanchas humanas con un número de víctimas difícilmente evaluable y mucho menos soportable.

Víctimas entre las que no se hubiera encontrado apenas ningún aficionado realista, pues los pocos que se hallaban en el estadio asistían al encuentro en calidad de directivos del equipo y cómodamente situados en el cálido palco madridista.

Este tipo de atentado muestra a las claras la debilidad estructural de la banda, pero también su inquebrantable aspiración asesina y en último término, como decía anteriormente, el alto riesgo que corrieron las autoridades y los directivos del Real Madrid a la hora de permitir que el partido se disputara. Si estoy en lo cierto y la Policía y los directivos del Real Madrid estaban informados sobre la ausencia de los hinchas vascos con antelación, aquélla tuvo que que levantar profundos recelos entre todos ellos, aunque por sí mismo, el vacío dejado por los aficionados realistas no garantizara el intento de perpetración de una masacre.

Y una última pregunta. ¿De qué pasta están hechos los directivos de la Real Sociedad y sus jugadores, qué clase de miedo les atenaza o qué tipo de connivencia les une con la furia asesina de ETA? ¿Cuál ha sido su condena de los hechos? Sabían, por la no asistencia de sus aficionados, que miles de personas corrían grave peligro y aún así, saltaron al campo y se sentaron en el palco como si tal cosa. Y ya no hablo de quienes tenían previsto venir a ver a su equipo a la capital de España y en última instancia, conocedores de lo que podía acaecer, se quedaron tranquilamente en sus domicilios norteños.

Muy enferma. La sociedad civil en el País Vasco está gravemente enferma cuando incluso sus insignias sociales -como los clubes de fútbol- son capaces de inhibirse de forma tan hipócrita ante el preludio de una casi segura tragedia.

Gracias a Dios, no pasó nada. Pero, ¿y si hoy estuviéramos contando por centenares o millares los muertos por aplastamiento en el Bernabéu? ¿Quién habría asumido las responsabilidades? ¿De quién habría sido la culpa? ¿Habríamos cerrado una vez más los ojos ante la realidad de los hechos en aras de guardar las formas y la corrección política ante quienes no matan pero sí callan?

Lucio Decumio.

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