Ya me he enterado. El referéndum que tiene como objetivo cuestionar a los españoles sobre la conveniencia o no de aprobar la entrada en vigor de la Constitución Europea, tendrá lugar el próximo día 20 de Febrero. Lo que todavía no he podido conseguir, es un ejemplar de la Carta Magna Europea para poder leerla o cuando menos, echarle un vistazo. Sí que he podido bajarme un PDF de Internet, pero es fácil imaginar el nivel de agotamiento al que se puede llegar si se intenta uno leer más de 300 páginas de circunloquios legales en la pantalla de un ordenador. Aunque lo estoy intentado, lo prometo.
El sentido de mi voto está casi decantado hacia el "no". No me cuesta reconocerlo. Pero antes, como decía, quisiera tener acceso físico a tan importante documento y saber con la mayor exactitud, contra qué estoy votando o a favor de qué puedo llegar a votar.
De momento, las únicas razones que me invitan a votar y a hacerlo eligiendo la papeleta negativa, son las que se derivan del trágico vaivén político e institucional al que nos somete la debilidad, la pusilanimidad, el entreguismo y la falta de convicción en el futuro y en la pervivencia de la Nación del actual Gobierno. No son pocas, como bien queda reflejado, pero aún así, mi intención es que el sentido de mi voto no sólo se vea influenciado por mis deseos de castigar -junto a no pocos millones de españoles- la destructiva gestión del Ejecutivo socialista sino que también tenga algo que ver con una directa apreciación por mi parte, sobre las cuestiones que se recogen en el documento constitucional europeo.
En cualquier caso, reconozco que difícilmente y vista la ruinosa tarea de gobierno emprendida por Zetapero y sus ministros desde que llegaron al poder, el sentido de mi voto pueda variar hacia el "sí". Mucho me temo que a lo sumo y si los postulados y los artículos de la Constitución Europea se me aparecen adecuados, mi voto transmutará en abstención o en nulo. Pero lo que desde luego no se me pasa por la cabeza en estos instantes, es hacerle un favor con mi voto a un Gobierno que ha demostrado, allá por donde ha pisado -economía, exteriores, nacional, religión, interior, parlamento, terrorismo, vivienda o cultura- manifiesta incompetencia, falta de preparación académica, supina ignorancia e insuperable torpeza; y cuando las lagunas mentales y académicas antes precisadas no han hecho su aparición, las más sucias banderas del anticlericalismo decimonónico, el más odioso sectarismo felipista, la deslealtad y la falta de sentido nacional que ya demostraron en los años treinta y el carácter manipulador y la mala fe de la que han hecho gala históricamente, han sido las tristes alternativas.
No, abstención o voto nulo. Bajo las actuales circunstacias, algunas de esas tres debería ser la respuesta de los españoles de bien ante al consulta sobre la Constitución Europea del próximo Febrero. Zetapero, en su afán por agradar a sus maestros cual pelota empollón de colegio, ha sido el primero en levantar la mano y ofrecerse voluntario para que sea en la Nación que gobierna y de la que cada vez más reniega, donde se celebre el primer referéndum de toda la Unión para aprobar la entrada en vigor de la Constitución Continental.
Es tan inepto y tan nesciente como aquellos estomagantes lameculos de nuestra infancia, pues embebido de su propia estupidez e incapaz de darse cuenta de las consecuencias futuras de sus actos, nos brinda a los españoles una oportunidad de oro para darle el escarmiento político que se merece, a menos de un año de su victoria en las generales de Marzo. Una victoria del "no" en el próximo referéndum de Febrero no vinculará a este Ejecutivo disgregador y vacilante, pero le dejará muy tocado ante sus amos franceses y alemanes y cómo no, también de cara al resto de Europa. Eso por no hablar de la situación de zozobra en la que se encontraría a nivel interno, pues no de otro modo sino como un voto de castigo a su gestión, podría interpretarse su derrota en la consulta. Incluso un Gobierno tan descaradamente manipulador y tendencioso como éste, no podría escapar indemne a la tormenta política que se desataría en España tras una derrota del "sí".
Y que nadie se preocupe al respecto de un posible triunfo del "no". De hecho, el Partido Popular, aunque a estas alturas resulte difícil dar marcha atrás, debería empezar a recomendar a sus votantes una actitud abstencionista, cuando no la emisión de un voto nulo o negativo. El Tratado de Niza, aquél por el que con tanta vehemencia y ardor peleó Aznar en muchos Consejos Europeos para que no fuera desmoronado por la nueva Constitución y por el que España salió fortalecida en los órganos de gobierno comunitarios a costa de dejarse varios eurodiputados en el camino, seguirá en vigor, pase lo que pase, hasta 2009. De este modo, si el "no" sale triunfador en España y en otros países, no sólo no se cuestionará la pervivencia de la Unión y de sus instituciones, pues como digo, están garantizadas por el Tratado de Niza, sino que se podría iniciar un nuevo proceso constituyente encaminado a reformar algunos apartados del tratado constitucional que no se encuadran en lo acordado en la localidad francesa.
Y si no lo hacen, si no recomiendan abiertamente a sus votantes que adopten una actitud negativa ante el referéndum, es por el atávico y absurdo complejo de inferioridad moral que la izquierda les ha inoculado durante decenios a través de su poderosa maquinaria propagandística. Si Rajoy y los suyos tienen miedo a ser etiquetados como "euroescépticos", "antieuropeos" o "franquistas autárquicos", deberían darse cuenta de que les sobran argumentos para rebatir tan endebles tesis.
Yo puedo ofrecerles algunos.
Lucio Decumio.
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