14 diciembre 2003

El tirano apresado

Hoy es obligado hablar de él. De uno de los criminales más abyectos que ha conocido la Humanidad en toda su Historia. Del endiosado dirigente panarabista que ha llevado al desastre, al conflicto permanente y a la ruina más lastimosa a su país, a su pueblo y a las regiones y naciones circundantes. Sadam Hussein, al que sus propios seguidores e incluso alguno de sus enemigos habían tocado con un halo de esquivo e imbatible prófugo, ha sido apresado por las tropas aliadas en un sótano de una granja cercana a Tikrit, su localidad natal, casi ocho meses después de finalizadas las hostilidades que terminaron con su omnímodo poder.

Es una gran noticia. Una extraordinaria noticia. Por fin, el hombre por cuyos delirios de grandeza el mundo civilizado se ha visto envuelto en duras trifulcas políticas y sociales y por el que se embarcó en una guerra de discutida legitimidad para desbancarlo del poder, ha sido capturado. Será puesto, como es de esperar, a disposición de tribunales de justicia absolutamente neutrales, que sólo entrarán en la exclusiva valoración de las cientos de vilezas que jalonan su trayectoria política y por las que presumiblemente, será condenado con imparcialidad, pero asimismo con dureza y rigor.

En mi caso, cuando han aparecido en los medios de comunicación las primeras informaciones en torno a su apresamiento, me han entrado algunas dudas sobre la verdadera identidad del tirano. De todos es sabido que Sadam disponía de una abundante corte de dobles que suplantaban al sátrapa en multitud de actos, ceremonias o comparecencias en las que el dictador presumía que su vida pudiera estar en peligro. Sin embargo, las tropas que lo han hecho cautivo se han apresurado a tomar muestras de la saliva del cacique iraquí para cotejar su ADN con el que ya estuviera registrado en las bases de datos creadas al efecto. Por lo que parece, la verificación ha sido positiva y ya no existen dudas de que el apresado sea Sadam.

Pese a este deslumbrante aunque tardío fogonazo de eficacia policial de las fuerzas aliadas en Irak, aún sigue quedando un largo trecho por recorrer hasta que el país quede definitivamente pacificado y libre de las fuerzas involucionistas. Todos, civiles iraquíes, tropas aliadas, Consejo de Gobierno Iraquí, administrador norteamericano y dirigentes políticos occidentales e incluso árabes, siguen teniendo ante sí una áspera tarea que consiste en la total reconstrucción del país tras años de dictadura, enfrentamientos, ejecuciones y guerras y en su fijación en la zona como referente de libertades, democracia y respeto a los derechos humanos.

Y a mí, lo que se me antoja más complejo, no es la ciclópea tarea de levantar infraestructural y económicamente al país desde la miseria y la pobreza en la que se encuentra actualmente instalado, sino que en un lugar como aquél, donde inhumanas costumbres milenarias han dejado indeleble impronta en las conciencias y en el modo de ver la vida de toda la ciudadanía, tome cuerpo y vida un régimen democrático, tolerante y estable.

Ahí es donde está el nudo gordiano del problema iraquí y por extensión, musulmán.

Lucio Decumio.

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