Son los que el pasado sábado se manifestaron en San Sebastián, desafiando a las admoniciones y amenazas del régimen “nazionalista” que gobierna en el País Vasco, para reclamar algo tan unido a la esencia misma del ser humano, pero tan complicado de encontrar en aquella atribulada tierra, como es la libertad.
Convocados por la plataforma ciudadana “Basta ya”, auténtico grano en las posaderas del Gobierno Vasco, de los partidos que lo sustentan y de sus planes excluyentes, violentos e independentistas, miles y miles de vascos y no pocos españoles llegados desde los cuatro puntos cardinales de nuestro país, tomaron pacíficamente las calles de la capital guipuzcoana para gritarle al lendakari, a los dirigentes del PNV, EA e IU-EB y a los mismísimos asesinos y a sus cómplices, que no están dispuestos a aceptar y a acatar iniciativas políticas como el Plan Ibarreche, que sólo buscan desunir, enfrentar y rendir a la gran mayoría de los vascos ante las tesis violentas y totalitarias de ETA.
Lo peor de la manifestación, según he podido leer, ha sido la distancia y la frialdad adoptada por los dirigentes del PP y del PSOE entre ellos mismos. Los vascos, como María San Gil, Nicolás Redondo o Rosa Díez, parecieron dar más muestras de unión y cordialidad, pues saben lo que se están jugando a diario en las calles de su propia tierra y son conscientes de que su desencuentro es motivo de satisfacción para el PNV y sus secuaces. Sin embargo, los dirigentes nacionales como Zapatero, Rajoy, Acebes o Pérez Rubalcaba marcharon en grupos separados, lo que de cara a los votantes de sus respectivos partidos en el País Vasco, no es precisamente motivo de alegría y orgullo.
Como tampoco lo es para quienes nos mostramos comprometidos desde hace tiempo con las gravísimas carencias de libertad y respeto a los derechos humanos que muestra a diario y desde hace décadas, la convivencia en el País Vasco.
Al menos estuvieron allí que ya es algo. No como Odón Elorza, el filo-batasuno alcalde socialista de San Sebastián que aprovecha la menor para abrazar a las crías de la serpiente y asfixiar a sus inocentes víctimas. Y como tampoco hizo acto de presencia Gaspar Llamazares, abnegado demócrata, incansable luchador e infatigable guerrero de mil románticas e idealistas batallas por la supervivencia de idílicos edenes caribeños y mesopotámicos o por el derrocamiento del villano y alevoso autócrata José María Aznar.
Tampoco ha habido constancia de la presencia en San Sebastián de ningún solidario y pacifista representante del pomposamente autodenominado “Mundo de la Cultura”. Como he dicho en más de una ocasión, los cobardes sólo golpean y protestan ante quienes saben que no tomarán ninguna represalia contra ellos, pero jamás se enfrentarán a pecho descubierto contra los verdaderos y confesos criminales que habitan en nuestra nación. El compromiso solidario sólo es válido para ellos cuando va envuelto en un provechoso manto del que puedan extraer alguna fibra en forma de réditos económicos y profesionales. Cuando de verdad hay que dar la cara y gritar y pelear por la verdadera libertad, se esconden como ratas.
Tampoco estuvieron, como era lógico, dirigentes del PNV o EA. Bien al contrario, ya han salido algunos de ellos a la palestra para mostrar su malestar ante la demostración razón y de rectitud que asiste a “Basta ya” y a quienes apoyaron su convocatoria, para calificarla, como ya se ha apresurado a hacer el infumable Anasagasti, de antidemocrática, pues ha contado, siempre según este ejemplar de vocero fascista congestionado, con nada disimulados apoyos económicos por parte del Gobierno y el Ministerio del Interior.
Que alguien como Anasagasti, en representación del Gobierno Vasco y de su partido, enuncie semejantes postulados para desacreditar una marcha festiva, integradora y pacífica como la encabezada por “Basta ya”, sólo carga aún de más razones y argumentos a quienes luchamos, desde un lugar u otro de la geografía española, por la libertad definitiva de aquella bella comarca.
Por cierto, podéis echarle un vistazo al Oráculo. Nuevas visiones han sacudido mi espíritu y han sido volcadas en la citada sección.
Lucio Decumio.
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