Cuando aún nos encontramos en las inmediaciones de la frontera que divide el tránsito entre el final de un año y el inicio del siguiente, cuando aún nos cuesta escribir correctamente la fecha en la que nos encontramos, pues no nos hemos acostumbrado a la vigencia del nuevo año y cuando hablar de 2003 es hablar de antes de ayer, quien más quien menos hace balance sobre lo sucedido y acumulado en el recién fenecido y en torno a sus esperanzas de cara al neonato.
En mi caso particular, debo hacer constar que no he alcanzado grandes metas en este año que acaba de finalizar. Sinceramente, tampoco me las había propuesto, pues mis aspiraciones vitales para 2003 se centraban, seguramente sin siquiera yo saberlo, en poder seguir viendo a mi familia y a mis amigos y disfrutar de su compañía y de su afecto.
Pese a lo enternecedor y edulcorado de este fugaz análisis de mi realidad en 2003, no me gustaría quedarme en algo tan sencillo y a la par tan complicado de tener como esto que acabo de mencionar. Independientemente de ello, debo reconocer que el cómputo global del año que acabamos de dejar, al menos en lo que a mí respecta, ha de ser moderadamente positivo.
¿Razones? Hay muchas, pero particularmente una que emana directamente desde mi interior, en forma de convicción y seguridad en un futuro que hasta no hace mucho contemplaba envuelto en una tonalidad grisácea y plúmbea y que desde hace unos meses, no sé muy bien porqué, observo más despejado y luminoso. Ciertamente, no encuentro argumentos objetivos con los que fundamentar esta percepción, pero es la que tengo y así la expreso.
La única explicación que le encuentro al novedoso estado de euforia contenida que vive mi espíritu, es que tal vez ése sea el camino, pues aunque no se presenten motivos racionales que te empujen al optimismo, la etérea a indescriptible sensación de que las cosas irán bien, puede ser el impulso definitivo que te ayude a encauzar tu vida.
Otra razón por la que la evaluación que hago de 2003 es positiva, reside en los múltiples viajes –circunscritos a la geografía española, conste- que he realizado a lo largo del año. Desplazamientos que me han permitido conocer nuevos lugares, ser partícipe de nuevas vivencias, retomar algunas ya oxidadas y sobre todo, descubrir a nuevas gentes de las que he podido extraer conocimientos y experiencias que me han ayudado a crecer en muchos aspectos.
Por descontado, encuentro datos y hechos negativos en el año que acaba de tocar a su fin, especialmente el referido a la desaparición de un ser querido, madre de un asiduo lector de esta página y al que mando desde aquí un enorme abrazo.
Sin embargo, ya todo es agua pasada y es preciso continuar con paso firme y decidido. Por delante, todo un año para llevar a cabo proyectos e ilusiones, poner los cimientos de sueños futuros y seguir aprendiendo, creciendo y sobre todo, viviendo.
Lucio Decumio.
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