14 enero 2004

La gallina decapitada

Los que disfrutamos de un dilatado pasado rural, hemos tenido la ocasión de contemplar en alguna ocasión como nuestros abuelos o nuestros tíos, acababan con la vida de algún ejemplar de este bicho obtuso, a partir de un certero tajo en el cuello que separaba limpiamente la cabeza del resto del cuerpo. Pese a tan traumática separación, el cuerpo del ave podía seguir corriendo alocadamente por el corral durante algunos segundos, golpeándose contra cualquier objeto, antes de caer desplomado, víctima de las heridas sufridas.

Es a lo que me recuerda el Partido Socialista en estos instantes. Por más que se empeñen desde Ferraz en aparentar una unidad de acción encaminada a desalojar al Partido Popular del poder, por más Congresos Sectoriales encaminados a presentar las distintas ramificaciones de su programa electoral y por más estampas mediáticas amables que quieran acumular, no dejan de llegar intensas señales de alarma ante la falta de rumbo del único partido que puede ser alternativa real al Gobierno actual.

Su heterodoxia programática y política, que le lleva a pactar con inquietantes movimientos centrífugos en cualquier región susceptible de albergar un partido regionalista o nacionalista con un mínimo de representación local, mientras que desde otras Federaciones se aboga por tesis que se encuentran en las antípodas, sólo puede llevar al desquiciamiento más absoluto a millones de votantes y simpatizantes que en toda España, desean sentirse partícipes de una formación política con vocación real de gobierno.

Visto que todo vale en el seno de este partido y que su máximo dirigente se caracteriza por una ridícula inacción y una falta de autoridad estremecedora, cada uno se descuelga con lo que le viene en gana. Entre las postreras joyas que los dirigentes socialistas han añadido al impagable tesoro de necedades acumuladas en los últimos tiempos, destaca la recuperación, por parte de Marcelino Iglesias, Presidente de Aragón, del trámite de una ley que convertiría al catalán en idioma cooficial de esta santa región. Este disparate, que cómo no, correría a costa de los presupuestos aragoneses, se justifica porque cinco comarcas limítrofes con Cataluña, que apenas suman 70 u 80.000 habitantes, chapurrean ocasionalmente algo parecido al idioma de las viejas Marcas. La connivencia con Maragall y con su insensatez de recuperar algo parecido al Reino de Aragón, se aparece en este caso particular con meridiana claridad ante los ojos de cualquier observador mínimamente documentado.

Por su parte, Rodríguez-Ibarra propone la aniquilación política a escala nacional de los partidos nacionalistas para retractarse el mismo día ante el desgarro de vestiduras de éstos últimos y de su propio partido; Maragall y Carod dan inequívocas muestras de su talante progresista al colocar a sus hermanos en puestos ornamentales de la Generalitat con unos sueldos de infarto; en última instancia el Partido Socialista de Euskadi se echa encima de Gotzone Mora y de cuantos socialistas de bien reclaman la unidad de acción con el PP en contra del Plan Ibarreche y del nacionalismo excluyente del PNV, con el fin de tratar de acallar sus voces discrepantes. Estas, como digo, son algunas de las últimas perlas cultivadas en esta jaula de grillos. Y eso que no me detengo en las anteriores y tampoco me atrevo a pronosticar sobre las futuras, pues con toda seguridad, la realidad superará a la ficción.

Sinceramente, tengo miedo. Miedo de que Zapatero alcance la Moncloa en las condiciones en las que espera llegar, es decir, apoyándose en los volcánicos nacionalistas vascos, en los sísmicos republicanos catalanes, en la tempestuosa y despechada CiU y en el maremoto gallego comandado por Beirás y su BNG. Todo y a cualquier precio, con tal de descabalgar al PP del poder.

Zapatero debe creer, en su infinita bondad o en su ilimitada ignorancia -mas bien lo segundo- que podrá controlar a la Naturaleza nacionalista -desatada ya en todo su furor contra el Derecho, la Ley, la Democracia, el Estado y la Nación- cuando llegue al poder gravitando sobre ella, pero se equivoca. Y se equivocarán los votantes que lo apoyen.

Ante este panorama, Lucio Decumio, más que para garantizar una mayoría absoluta del PP en las próximas elecciones generales, espera, desea, se inclina y hace votos para que la victoria del partido en el poder sea aplastante. Tan demoledora, que a Zapatero y a su actual equipo directivo de Ferraz, no le quede otra salida que la dimisión de sus cargos y la convocatoria de un Congreso Federal Extraordinario que de verdad regenere al partido y que lo ponga en la senda correcta. Ruta ésta que no puede ser otra sino la de la sensatez política, la lealtad al Estado y el respeto a las instituciones que nos hemos dado los españoles, a nuestras leyes y a nuestra Constitución. Y todo ello, con el exclusivo fin de que pueda competir en igualdad de condiciones contra un PP que en 2008, habrá cumplido una larga y erosionada etapa de 12 años al frente del Gobierno y que requerirá un más que posible recambio.

Victoria apabullante que en último término, debería servir a los nuevos regentes socialistas que sustituyeran al pusilánime Zapatero y a los suyos, para percatarse definitivamente de que si el PSOE pretende alcanzar el poder a nivel nacional, no puede permitirse determinadas veleidades y flirteos con aquellos que buscan insistentemente, el despiece del modelo de Estado y de Nación que pretenden gobernar.

Lucio Decumio.

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