18 enero 2007

El final de la Segunda Guerra Mundial (segunda parte)

Pilotos de la RAF, se dirigen a sus aviones de combate en un momento de la Batalla de Inglaterra, en 1940. Lo que cuento en las líneas que siguen y en las del comentario precendente, es, obviamente, Historia-Ficción. Posiblemente, haya datos y fechas que no sean demasiado correctos. Tampoco me importa, al menos en estos momentos, pues he redactado estos párrafos en cuestión de un par de días y un ejercicio de estas características, merece una profundización científica como Dios manda. Sin embargo, creo que he conseguido el objetivo que me proponía, que no era otro que emplear los últimos meses del conflicto, cambiar su sentido histórico y ofrecerlo como metáfora de la situación actual en la que se encuentra España y que podría vivir en un futuro no lejano.

Gracias al respiro que han conseguido en el Oeste, la Wehrmacht logra contener el avance soviético procedente del Este y estabiliza las posiciones del frente, hecho que le permite ganar unas semanas preciosas para fortalecer su retaguardia. El 10 de Abril, la Inteligencia Británica confirma las cifras del rearme nazi y constata la voluntad de Hitler de reemprender las hostilidades en cuestión de días, una vez que el otrora poderoso ejército alemán, ya ha recompuesto cerca de 40 divisiones acorazadas y otras tantas de infantería y de caballería, mientras que la Luftwaffe ya ha puesto en servicio la miríada de nuevos y modernos cazas que le ha suministrado la industria de guerra.

El 12 de Abril, fallece el Presidente de los Estados Unidos, que es sustituido por el Vicepresidente, Harry S. Truman. Éste, que nunca estuvo de acuerdo con la política de apaciguamiento emprendida en los últimos tiempos por su antecesor, se reafirma en su acuerdo de colaboración con los británicos y declara rota la tregua firmada por Roosevelt con los nazis. Es demasiado tarde. El día 13, 40 bombas volantes V2, provistas de pequeñas pero mortíferas cargas atómicas, despegan de sus silos e impactan en otros tantos acuartelamientos soviéticos instalados en Polonia y Ucrania. El ataque produce 500.000 bajas al Ejército Rojo, ante el estupor y el pánico de los aliados y del mismísmio Stalin.

Ante la magnitud del desastre, Truman y Churchill se reúnen de urgencia en Dublín el día 14 y planean un asalto aéreo masivo sobre Alemania, que tendrá lugar en menos de dos semanas y que habrá de reducir a escombros tanto la industria de guerra alemana, como el nuevo, moderno y poderoso ejército nazi. La acumulación de bombarderos y cazas de escolta comienza al día siguiente, pero el 16, Hitler ordena un ataque con misiles contra Inglaterra. Manchester, Liverpool y Portsmouth son los objetivos. El día 17, las tres ciudades británicas han quedado reducidas a escombros y se han perdido 350.000 vidas en el ataque.

Hitler sabe que está jugando con las cartas del ganador y exige a los aliados la rendición sin condiciones y el repliegue de las divisiones británicas, soviéticas y norteamericanas, a sus respectivos acuartelamientos. Stalin intenta un último ataque contra el Reich y concentra el 22 de Abril, 150 divisiones de infantería y carros en la frontera germano-polaca, en un tiempo récord. La idea es entrar a marchas forzadas en territorio del Reich, hecho que según en Alto Mando soviético, evitará un nuevo ataque nuclear contra el Ejército Rojo. Una vez dentro de las fronteras alemanas, debería bastar la superioridad numérica del gigante comunista, para aplastar definitivamente al enemigo.

La Inteligencia alemana descubre la formidable concentración militar y a Hitler no le tiembla el pulso. El día anterior, 21 de Abril, ha ordenado el definitivo exterminio de todos los judíos encarcelados en los campos de concetración. Está ufano, se siente invencible y lanza 1.500 cazas de la Luftwaffe contra las columnas bolcheviques antes de que éstas crucen la línea Oder-Niesse, para proteger desde el aire, el lanzamiento de otras 60 bombas V2. La mortandad entre las tropas soviéticas alcanza cifras de espanto, mientras que el luctuoso episodio pasa a la Historia, como el Día del Millón de Muertos.

La Unión Soviética se ve impotente ante semejante demostración de fuerza y firma su rendición ante Alemania el 23 de Abril de 1945. Las escasas divisiones soviéticas que no han sido reducidas a cenizas en los últimos días, se repliegan a sus acuartelamientos en Rusia, Ucrania y Bielorrusia y dejan todo el Este de Europa expedito, para que Alemania se vuelva a apoderar de él en cuestión de semanas.

Por su lado, Churchill y Truman, que maldicen un día sí y otro también la absurda pusilanimidad de Roosevelt, que ha dado poderosas e invencibles alas al águila alemán, se debaten entre continuar concentrando a su gran flota aérea en tres lugares secretos de Gran Bretaña o en arrojar definitivamente la toalla, antes de que el Führer vuelva a ordenar un ataque nuclear contra poblaciones civiles del Reino Unido y quién sabe si de Francia, para forzar la definitiva rendición de los aliados.

Por el momento, han decidido mantener a sus ejércitos en territorio alemán, lugar en el que saben que estarán a salvo, al menos de las mortíferas bombas nucleares del Reich. Así es, pues Hitler no desea amartillar su propio territorio con las V2, pero la rendición del Ejército Rojo, permite concentrar a la Wehrmacht todos sus esfuerzos en el Oeste y entre el 26 de Abril y el 4 de Mayo, tiene lugar la Gran Batalla del Rhin. A lo largo de más de 150 kilómetros en la orilla occidental del gran río, las nuevas divisiones acorazadas alemanas atropellan a los Ejércitos comandados por Patton, Eisenhower y Montgomery. Los dos últimos, pierden la vida en los combates, mientras que el antiguo y bravo alumno de West Point, es el encargado de rendir a los últimos 230.000 combatientes americanos, británicos, canadienses y franceses que quedan en suelo alemán.

La guerra ha dado un giro absolutamente inesperado en cuestión de tres meses. De conquistar decenas de pueblos y ciudades alemanes cada día en el mes de Enero sin apenas oposición, los aliados han pasado a una sucesión de humillantes derrotas, que han aumentado sus bajas, entre muertos y heridos, entre civiles y militares, en cerca de tres millones de personas.

El Primer Ministro Británico y el Presidente de los Estados Unidos, que han esperado al desenlace final de los combates a orillas del Rhin para tomar una decisión sobre el ataque aéreo masivo, están al borde de la desesperación. Afortunadamente, los servicios de inteligencia aliados informan de que los alemanes, enfrascados y entusiasmados en la formidable batalla del Rhin, no han detectado los movimientos en los aeródromos ingleses. De este modo y a pesar de las pérdidas humanas que les ha infligido los nazis en la última batalla, Churchill y Truman deciden jugar su última carta, antes de que Europa y el mundo queden a merced de la locura y de las ambiciones hitlerianas.

El día 6 de Mayo, entre las 04.00h y las 06.00h, 1.700 bombarderos y 3.900 cazas, despegan desde tres grandes aeródromos del Sur de Inglaterra, en la mayor operación aérea de combate que ha conocido la Historia. Se dirigen a más de 20 ciudades alemanas, así como a 15 acuartelamientos y bases de la Wehrmacht y de la Luftwaffe. A las 06.25h, los radares alemanes detectan la llegada de los primeros escuadrones, ponen en alerta a sus aviones y en marcha sus defensas antiaéreas.

El sacrificio de las tripulaciones aliadas no es baldío. Pese al gran número de bajas que los modernos cazas alemanes provocan entre los Mustang americanos y los Spitfire británicos, éstos imponen su superioridad numérica y permiten que los bombarderos alcancen sus objetivos en la mayor parte de los casos. Sobre la Alemania nazi, se desencadena un auténtico Holocausto, que provoca más de 1.800.000 muertos en cuestión de dos horas y la destrucción de todo el tejido industrial y de comunicaciones del país. Berlín, Sttugart, Hamburgo, Dresde y Colonia han quedado laminadas de la faz de la Tierra, la Luftwaffe pulverizada y la Wehrmacht, diezmada en sus cuarteles.

Ya sin oposición aérea ni antiaérea, los aliados lanzan una segunda oleada de ataque, entre las 11.00h y las 13.00h. Esta vez, los objetivos, aparte de otras siete ciudades alemanas, son las bases donde presumiblemente se encuentran las temibles bombas volantes V2. Otros 900 bombarderos aliados arrojan sobre suelo alemán, miles de toneladas de explosivos, reduciendo a escombros los últimos cuarteles, industrias y poblaciones de más de 100.000 habitantes del país.

Definitivamente convertida en un erial, Alemania firma su rendición a través de la figura del Almirante Dönietz, el 9 de Mayo de 1945, tras el lanzamiento el día 8 sobre Berlín, de dos divisiones paracaidistas americanas que se han hecho con el control de las ruinas de la capital del Reich. El tumultuoso final del conflicto se ha llevado por delante las vidas de más de seis millones de personas, en un lapso de tiempo inferior a cuatro meses. De Hitler no hay noticias, aunque todo parece indicar que junto a su Alto Estado Mayor, se ha quitado la vida en el búnker de la Cancillería el mismo día 8 de Mayo, al contemplar el descenso de los primeros paracaidistas americanos sobre las calles de Berlín.

Las concesiones de Roosevelt a la bestia nazi le han salido muy caras a los aliados y a los alemanes. Europa tardará más de cuarenta años en recuperarse de las cicatrices físicas y psicológicas que han dejado los últimos meses de combates, mientras que la radiación de las cabezas nucleares empleadas por los nazis, provocará decenas de miles de muertos a lo largo de las siguientes décadas en el Reino Unido, Polonia, Rusia, Ucrania y buena parte de la misma Alemania. Sin embargo, el sacrificio de tantas vidas ofrece a los dirigentes continentales y mundiales, un revelador panorama acerca de los resultados que ofrecen las iniciativas entreguistas y apaciguadoras, frente a las pulsiones violentas de algunos cabecillas políticos.

Lucio Decumio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

increible resumen.parece mentira q despues de todos los acontecimientos producidos en la segunda guerra mudial haya perdido alemania.es como quien dice siempre ganan los buenos, si es q se pueden llamar buenos.