Aunque el comentario de hoy habla sobre los objetivos de Zapatero y de su inquietante política tendente a cambiar de régimen y a anular al Partido Popular con la ayuda de los terroristas de ETA, algún día hablaré sobre el destino de la XIII Legión durante la Guerra de las Galias. ¿A qué vienen los romanos en este comentario? Muy sencillo; la claudicación y la cobardía frente a los matones, siempre termina arrojando resultados trágicos y desgarradores.
Esa es la frase que no se le cae de la boca al infando Presidente del Gobierno que nos ha tocado en suerte. Toda su acción, todo su esfuerzo y todo su empuje político, se dedican en exclusiva a conseguir la paz en España.
No hay nada en su agenda que relegue a un segundo plano, el primordial e inaplazable objetivo: la consecución de la paz en España. Noble empeño, si de verdad estuviéramos hablando de que en nuestra querida Nación, vivimos en un estado permanente de guerra, pues no otra cosa significa la paz, sino la ausencia de conflicto bélico entre dos partes.
Para aquellos que estamos convencidos de que contemplamos la realidad tal y como es y que en España no hay enfrentamiento armado alguno desde 1939, este afán, este ansia infinita de paz del Presidente del Gobierno, nos resulta especialmente pegajoso, molesto e irritante.
Sin embargo, con el transcurrir de los meses y los años, las frases que ha ido desgranando el sujeto, así como el cariz de sus distintos actos y decisiones, me han puesto sobre aviso y poco a poco, creo haber entendido, al menos superficialmente, los mecanismos mentales que pone en marcha este tenebroso personaje, cuando repetida y fastidiosamente, habla de lograr la paz en España.
Todo parte de su ignorancia infinita y de su oceánico rencor, eso es obvio. Un tipo que se empeña en llamar accidentes mortales a los atentados terroristas que dejan tras de sí un reguero de muerte, sangre y destrucción, debe estar especialmente acostumbrado a nadar entre el analfabetismo funcional y la más enquistada inquina contra sus rivales políticos.
A través de esa incompetencia mental y ese odio acervo, Zapatero enlaza, junto a otros tan necios y resentidos como él, con el conflicto fratricida que desangró a España entre 1936 y 1939. Zapatero no ha dado por terminado aquel lóbrego episodio de nuestro pasado y por supuesto, no ha aceptado la derrota del régimen semi-golpista, corrupto, anti-nacional, sectario y criminal que instauró el Frente Popular en Febrero del 36. Régimen del que formó parte activa, como no podía ser de otra forma, el PSOE.
La paz que busca Zapatero, no sólo es la paz de los cementerios, la paz que implique el aniquilamiento social de las víctimas de ETA, la paz que anule la voluntad democrática de la mitad de la población española y la paz que se lleve por delante la libertad y el Estado de Derecho, en aras de un régimen filo-bolchevique y neo-soviético.
No, no es sólo eso. La paz de Zapatero es, traducido al román paladino, el desquite del PSOE, de ERC, del PNV y del Partido Comunista, contra la media España que se enfrentó a todos ellos y les derrotó en el 39. Zapatero busca la paz, porque en pleno uso de sus facultades esquizofrénicas, él, su partido y sus socios, continúan embarcados mentalmente en una guerra que no darán por terminada hasta que den a la Derecha, su correspondiente merecido.
Para lograrlo, precisan del apoyo de los criminales de ETA, unas alimañas que han demostrado a lo largo de más de 40 años, su inquebrantable voluntad asesina, totalitaria y traicionera. Mediante la cesión constante y las políticas de apaciguamiento que han puesto en marcha ante el hatajo de sicarios, Zapatero estima que podrá enarbolar ante la opinión pública, la bandera de la paz definitivamente conseguida bajo su mandato y ello, pese a la obcecada y contumaz oposición de la Derecha social y política, ese grupúsculo de diez o doce millones de radicales extremistas.
Un objetivo que ha sido repetidamente denunciado en estas páginas en los años 2004, 2005 y 2006 y que seguirá siéndolo durante 2007. El cese de las actividades terroristas obtenida a partir de la claudicación y la entrega del cadáver del Estado de Derecho a los nacionalistas vascos y el ataque sistemático y repetido contra el PP y su base social, centran todos sus esfuerzos al margen de cualquier otra consideración, pues Zapatero estima que si logra llevar a buen puerto ambos e infaustos buques, habrá ganado la guerra del 36 y habrá conseguido, esta vez sí, la verdadera y única paz posible. La suya y la de los suyos.
Lucio Decumio.
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