Bien, está claro que hoy va a resultar imposible conciliar el reparador sueño vespertino del que tenía previsto disfrutar y que previsiblemente ayudaría a cicatrizar las heridas que deja en el organismo el trajín de toda una semana de trabajo. En virtud de la celebración de la Septuagésimo Octava Edición del Encuentro Musical y de Baile por el Hermanamiento Andino, que curiosamente suele tener lugar encima de mi cabeza y la de mi familia casi todos los sábados por la tarde, he decidido introducir el CD de la banda sonora de "Gladiator" en el lector del PC, dejarme llevar por sus extraordinarias sinfonías de guerra y de paz y ponerme a escribir alguna cosilla en mi "blog" personal.
Bueno, parece que se va arrojando luz sobre dos de los más espeluznantes crímenes que se han cometido en España en los últimos años. El de Rocío Wanninkhof en Mijas y el de Sonia Carabantes en Coín. Según apuntan todos los indicios, así como las investigaciones en curso, el ciudadano británico Tony Alexander King se perfila como el más que seguro autor de ambas carnicerías. Además, por lo que estoy leyendo en estos instantes en Internet, el presunto asesino se ha declarado autor material de los dos crímenes, no relacionando con el primero de ellos a la única condenada hasta la fecha por el mismo, Dolores Vázquez.
Y todo ello, gracias a una huella de la que hasta la fecha, sólo habíamos oído hablar lejanamente. La huella genética. El chacal la había dejado tras de sí en la piel encontrada en las uñas de Sonia y en la saliva depositada en un cigarrillo que se encontró en las inmediaciones donde fue hallado el cuerpo sin vida de Rocío. De cara al público en general, la detención de este individuo supone un auténtico alivio, especialmente teniendo en cuenta la gran alarma social que se desencadenó tras el detalle de estos dos macabros sucesos. Y lo que es mejor, abre enormes expectativas de resolución en casos similares que puedan producirse en el futuro o que ya hayan tenido lugar y estén en vía muerta.
Y tratando de llegar más allá, gracias al pormenorizado y concienzudo trabajo de los laboratorios policiales, los delincuentes tienen cada vez más complicado escapar a la acción de las Fuerzas de Seguridad y a los procesos judiciales que se deriven de sus ilícitos actos. Habrá sin embargo que seguir con mucha atención cómo evoluciona la Ley en torno a un asunto tan complejo, del que se tienen tan pocos datos y que podría ser susceptible de ser utilizado espuriamente si no hay un control exhaustivo sobre él.
Y otra cuestión que me viene a la cabeza, muy relacionada con estos crímenes. Si se confirman todos los datos que maneja la investigación, incluido el autoinculpamiento de King en relación al asesinato de Rocío, alguien tendrá que responsabilizarse de la injusticia que podría haberse cometido contra Dolores Vázquez, la única condenada en su día por el asesinato de Rocío Wanninkhof. Como se recordará, antes de que se la hubiera juzgado, Mijas entera ya la acusaba como homicida, la familia de Rocío, empezando por su atormentada madre, hacía lo propio y finalmente, un jurado popular la condenaba a prisión por aquel espantoso crimen.
De aquí quisiera extraer varias conclusiones. Una, la sociedad, ante casos tan pavorosos como el de Rocío Wanninkhof, suele quedar muy descolocada y reacciona con un miedo que pone los pelos de punta. En cuanto algunas pistas, por nebulosas que sean, señalan a algún sospechoso, la muchedumbre se lanza sobre éste como una horda. Trata así de apaciguar su dolor y su rabia en la figura de un chivo expiatorio con el que tranquilizará su maltrecho ánimo y tras cuyo linchamiento, podrá volver cuanto antes a la normalidad violentamente perdida. Las autoridades tienen el deber de evitar estas reacciones primitivas.
Y segundo; visto lo visto, la figura del jurado popular queda, al menos desde mi punto de vista, bastante tocada. Seguro que muchos reos habrán sido injustamente condenados por un juez, pero yo creo que la figura del mismo ofrece más garantías de un veredicto justo al inculpado, pues su conocimiento de la Ley es profundo y en principio, no puede verse influenciado por elementos como el pánico social o la confianza quebrada, aspectos que sí que pueden alterar el proceder de un jurado popular. E insisto, pese a su rostro nada amable y a su expresión permanentemente congestionada, si se confirma la inocencia de Dolores Vázquez, alguien tendrá que asumir las consecuencias del error que la Justicia cometió con esta mujer.
Lucio Decumio.
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