Ya han vuelto a las andadas porque no podían vivir alejados del abismo más que unas efímeras semanas. La espiral de violencia, terror, atentados y venganzas se ha vuelto a apoderar de las endurecidas tierras de Palestina y judíos y palestinos están hoy, y no es un tópico, más lejos que nunca de alcanzar unos acuerdos dignos que les permitan convivir en paz, armonía y libertad.
Ahora mismo no recuerdo cuál de los dos volvió a retomar la senda de la ejecución de los adversarios, pero es lo que menos me interesa, pues si en esta ocasión han sido los palestinos, en el pasado les tocó el turno a los israelíes y en el futuro, volverán a alternarse para poner en marcha esa macabra Ley del Talión que no deja de percutir y ensangrentar a unos y a otros, engendrando más odio, más resentimiento y más ansias de revancha.
Sinceramente, uno llega a pensar que estos dos pueblos jamás llegarán a vivir pacíficamente el uno al lado del otro. Desde que tengo uso de razón los recelos y las suspicacias entre ambos bandos nunca han conocido un período de decrecimiento. Y si lo han conocido, ha sido para que con posterioridad, el repunte haya sido si cabe, más salvaje.
Yo estoy convencido de que israelíes y palestinos están hastiados y ahítos de asperezas, combates, enfrentamientos y desencuentros y desean fervientemente vivir en paz y pasear tranquilamente por las calles de sus ciudades, comerciar, viajar, estudiar....En fin, hacer vida normal, sin miedos ni recelos. Pero creo que la minoría dirigente, tanto de uno como de otro lado, está empeñada en arrojar más y más ponzoña a las cada vez más delicadas relaciones entre ambas comunidades, con el fin último de perpetuarse en sus puestos de decisión, ya sean éstos de carácter político, militar o terrorista.
Los líderes palestinos más radicales, las cabezas visibles de Hamás y la Yihad Islámica y los caudillos del Likud israelí y los rabinos ultraortodoxos, viven como auténticos reyes orientales a costa de este enfrentamiento que no cesa y justifican la necesidad de su presencia en los cargos que ocupan a partir de la misma violencia que no desean atajar, pues demostrado queda que no dejan de jalear y alentar a sus subordinados y a sus gobernados para que se lancen al cuello del endemoniado adversario y le odien, rechacen y eliminen, anulando así cualquier posibilidad de concordia.
Y ahora, cuando las cosas parece que no pueden ir a peor, cuando la capacidad de resistencia de los palestinos y su ilusión por un Estado propio está tan mermada como la confianza y la moral de Israel, el Gobierno de Sharón, empujado por las dramáticas consecuencias de los últimos atentados de Hamás en Tel-Aviv y Jerusalén se lanza a una disparatada huida hacia adelante, al proponer la deportación de Yasser Arafat de territorio palestino. Ante estas noticias, miles de seguidores del "rais" han rodeado la residencia de éste y se proponen defender a su líder con la intensidad y la entrega de que sólo es capaz un musulmán: hasta la muerte.
Si el Gobierno de Israel no hace caso de las repetidas advertencias de la Comunidad Internacional -ONU, Rusia, EEUU y UE, fundamentalmente-, en el sentido de que descarte la posibilidad de deportar o eliminar físicamente a Arafat, Sharón y su Gabinete pueden ser responsables de un baño de sangre en los alrededores de la "Mukata" donde se refugia el presidente de la ANP, que puede convertir a las matanzas de Shabra y Shattila en anecdóticas notas a pie de página de lo que puede suceder allí.
De verdad, no sé cómo no le entran ganas a todos los que han intentado poner algo de cordura y sensatez en los dos bandos, de echar el cierre y volver por allí dentro de cincuenta años a ver qué ha pasado y cómo se las han arreglado ellos solitos.
Lucio Decumio.
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