24 septiembre 2003

El mundo se apaga

No, no es el título de ningún proyecto editorial sembrado de apocalípticas catástrofes. En realidad me estoy refiriendo a la ola, porque casi no puede denominarse de otro modo, de apagones de luz que está sufriendo Occidente en las últimas semanas.

Todo empezó con el formidable apagón que dejó a oscuras a toda la costa nororiental norteamericana y a la suroriental canadiense. Más de cincuenta millones de personas, Nueva York entera incluida, se quedaron sin suministro eléctrico durante más de un día por un fallo generalizado en el sistema de suministro. El origen del apagón no está aún del todo claro, pero los indicios parecían y aún parecen apuntar al marcado carácter obsoleto del tendido eléctrico estadounidense. El mismísimo Bush tuvo que salir a la palestra y reconocer que la red norteamericana estaba muy anticuada y que era preciso un esfuerzo de modernización.

Un par de semanas después, Londres y alrededores sufrieron otro apagón que dejó a oscuras a la capital del Imperio durante varias horas. Otros cuantos millones de personas quedaron a oscuras y decenas de miles, atrapadas en los subterráneos que recorre el Metro londinense.

Y ayer le tocó el turno al sur de Suecia y este de Dinamarca, con otros dos millones de personas a los que les tocó alumbrarse durante unas horas con linternas y con velas a la espera de que se restableciera el servicio.

Sólo una cuestión al respecto de estos "oscuros" acontecimientos. Al margen de cualquier tipo de consideraciones técnicas, resulta por lo menos curioso y llamativo que cinco de los países más desarrollados del mundo -con toda seguridad en el "top ten" y alguno ocupando puesto de medalla- hayan padecido este tipo de problemas en tan corto espacio de tiempo. Que cada uno saque sus propias conclusiones y elabore sus propias teorías al respecto: excesivo consumo de energía y sobrecarga de la red, fallos en los sistemas o en las centrales, sabotajes, mala suerte, Luis Yáñez haciendo un "tour" por estos países, intervención extraterrestre....

En fin, cualquier cosa puede haber sucedido. No sé lo que opinarán los ciudadanos que se han visto afectados por estos cortes eléctricos sobre sus gobiernos, sus sistemas de suministro energético y la capacidad de reacción de las autoridades ante estos imprevistos, pero sí que me puedo hacer un idea del calado de las protestas de muchos ciudadanos y de algunos partidos políticos si algo de esta índole hubiera sucedido en, por ejemplo, Madrid capital.

Y una última cuestión sobre la que me gustaría explayarme más adelante. Está teniendo lugar en Nueva York, en el edificio de Naciones Unidas, la Asamblea General de la ONU. Como cualquier lector de mi "blog" sabe y si no se lo digo yo, la Asamblea General tiene lugar todos los años y en ella intervienen todos los países que forman parte de la organización supranacional. Las grandes potencias suelen aprovechar la ocasión para que sus Jefes de Estado o de Gobierno intervengan y digan lo que les venga en gana.

Pues bien, hoy ha intervenido George W. Bush y, tragándose su orgullo y su vanidad, ha solicitado a la ONU una mayor implicación en la reconstrucción y en la pacificación de Irak. Kofi Annan no ha desaprovechado la oportunidad que le ha brindado el vaquero tejano y le ha mojado un poquito la oreja indicándole que para lanzar un ataque se necesita la legitimación única de Naciones Unidas, que en su día no terminó de obtener, pese a acogerse a la resolución 1.444 creo recordar. Es decir que le ha venido a decir al presidente estadounidense, que si está metido allí, es porque el solito se lo ha buscado y no ha contado con los demás.

Yo creo que Naciones Unidas finalmente terminará desempeñando un papel preponderante en la reconstrucción y pacificación de Irak, porque no le queda más remedio. Su capacidad y experiencia en conflictos similares no puede ni debe ser desaprovechada. Pero mientras tanto, Kofi Annan y la institución que dirige seguro que hoy se sienten un poco más reconfortados al haber propinado a Bush, una merecida colleja.

Lucio Decumio.

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