Desde que lo presentara en el Parlamento Vasco hace escasas 48 horas, el Plan Ibarretxe ha recabado las críticas y las adhesiones esperadas. El Partido Popular, el PSOE y las organizaciones que con la palabra y la razón luchan en el País Vasco contra las imposiciones nacionalistas y la violencia de su extirpe de salvajes, se han mostrado radicalmente en contra del citado plan. También se han posicionado frente a este residuo del intelecto humano, expertos juristas, académicos, intelectuales y toda persona de bien con dos dedos de frente.
A su favor, la misma morralla nacionalista y filo-comunista de siempre que ha convertido al País Vasco en un antojadizo cortijo de oscuros intereses y amenazas cada vez menos veladas. Incluso los nacionalistas catalanes y gallegos, haciendo honor a viejos tratos y pactos y sobre todo, a la comunión de intereses que les une, han acogido con entusiasmo las paranoicas propuestas de Ibarretxe y los suyos. Y cómo no, tratándose como se trata de un plan que recoge un elevadísimo porcentaje de las tradicionales reclamaciones batasunas y etarras, éstos últimos no podían sino aplaudir con fervor las líneas generales de la hez.
Ya han hablado todos aquellos que tenían algo que decir en torno al sarcásticamente denominado por el lendakari "Plan para la Convivencia" pero no me resisto a hacer unos rápidos comentarios al respecto.
-No es un plan para la convivencia. Busca la rendición incondicional de la mitad de los vascos y del resto de los españoles ante las tesis separatistas defendidas durante cuarenta años a tiro limpio por ETA y aplaudidas en cómplice silencio por el PNV. Recordemos que ETA no es sino una escisión que se produce en el PNV en 1959 y que decide tomar la senda de la violencia y del asesinato como sistema para mellar al régimen franquista y obtener la independencia del País Vasco.
-Es un plan agresivo y expansionista, pues no renuncia a establecer las relaciones que crea oportunas con Navarra y el País Vasco Francés, una vez que se haya consumado el proyecto en todos sus términos. Eso, traducido desde el abrupto lenguaje nacionalista a palabras que cualquier mortal pueda entender, significa presión incansable e incondicional sobre estos territorios hasta lograr su anexión al proyecto monomaníaco. Es decir, la psicosis y el conflicto llevados hasta sus últimas consecuencias.
-Chantajea y trata de engañar vilmente a las gentes de bien de Vasconia, buscando hacerles creer que de llevarse a buen puerto nacionalista, este plan traerá la paz y la concordia a una sociedad que ha sido violentamente sacudida por la banda de canallas desalmados de ETA. Traerá la paz -si la trae, que habría que verlo- porque quienes han matado, extorsionado y aniquilado a sus enemigos, ven reflejados en este excremento los objetivos y los réditos que persiguen cuando amenazan y destruyen a sus adversarios. Será sin duda, la paz de los asesinos y de sus cómplices.
-Aunque Ibarretxe busca ofrecer un perfil dialogante e inocuo al mantener determinados lazos políticos y económicos que le unan a España, el Plan de la Discordia sólo es el penúltimo escalón que el nacionalismo vasco tendría que subir hasta ver cumplido su programa de máximos. Una vez rota la Caja Única de la Seguridad Social y sobre todo, el Régimen Judicial, los nacionalistas tardarían muy poco en verse agraviados de nuevo por el Estado Español y de este modo, vindicar la ruptura definitiva. Sin un Poder Judicial nacional presente en las Provincias Vascongadas, llevar a cabo esa escisión se convertiría en un juego de niños.
-A este desvarío político le ha puesto pegas todo el mundo, empezando por los empresarios vascos, que desde todas sus organizaciones e instancias lo han considerado inapropiado, arriesgado y rupturista, por utilizar términos políticamente correctos. Lo que los empresarios le han venido a decir una y otra vez al lendakari es que van a perder mucho dinero, muchas inversiones, muchos puestos de trabajo. Pero ni tan siquiera a estos últimos han prestado atención Ibarretxe y su partido en su apuesta por un paraíso ortodoxamente nacionalista.
-Dice tener vocación europeísta. Mentira. Su inclinación natural es hacia el aldeanismo más rancio y ultramontano. Además, la Comisión Europea o lo que es lo mismo, el Gobierno Europeo, ya ha condenado esta delirante aventura que no conduce a ninguna parte, mientras que desde la Convención Europea -redactores de la futura Constitución Europea-, se excluye tajantemente de los artículos de la Carta Magna Europea la posibilidad de que las fronteras de las naciones que integran la Unión, puedan ser violadas del modo en que espera hacerlo el nacionalismo vasco.
-La Constitución, el Estatuto de Guernica y demás estatutos de autonomía han demostrado en los últimos lustros su gran validez como marco político, social, económico, jurídico y de convivencia entre los españoles. No hay guerras en España, sino paz; no hay desórdenes, sino estabilidad; no hay ruina, sino prosperidad; no hay hambrunas, sino recursos; no hay dictadura, sino libertad. Entonces, ¿qué impulsa a estos traidores a tratar de modificar a su antojo las reglas del juego que nos dimos los españoles hace 25 años? Quimeras decimonónicas, alucinaciones colectivas y megalomanía enfermiza por una parte y ansias irreprimibles de perpetuarse en el poder regional para repartirse el pastel, por otra. Y punto.
El Gobierno de la Nación y el PSOE parece que no muestran fisuras ante el penúltimo desafío planteado por el nacionalismo. Es reconfortante, pero más lo sería que entre ambos, Gobierno y PP por un lado y PSOE por otro, fueran acordando poco a poco los pasos y las medidas a adoptar cuando el Plan vaya cumpliendo los plazos previstos por sus creadores. Por que si alguien piensa que estos enajenados van a dar marcha atrás, que se vaya cayendo del guindo, que no va a ser así.
Lucio Decumio.
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