02 septiembre 2003

La Guerra de las Galaxias

Esta tarde, aún convaleciente de mis problemas gástricos, he optado por no forzar la máquina en el gimnasio y quedarme en casita viendo el Episodio II de La Guerra de las Galaxias. Aunque la película flojea en muchos aspectos, especialmente en cuanto se refiere al hilo argumental y a las interpretaciones de los actores protagonistas, este tipo de historias me privan. Hay mucha gente a la que no le agrada el género de ciencia-ficción y dentro del mismo, aquél que hace especial hincapié en viajes interestelares, batallas con armas láser, criaturas extrañas y coloristas y maniqueos enfrentamientos entre las fuerzas del Bien y del Mal. Pero yo me lo paso pipa y no pierdo detalle del despliegue de imaginación y fantasía que hace George Lucas en cada una de las sucesivas entregas de la saga.

Porque, ¿es alguien capaz de contar y diferenciar la formidable cantidad de bichos diferentes, tipos de naves espaciales, clases de armas, paisajes, civilizaciones y planetas diversos que aparecen en sus películas? No, seguro que no. Y muchos caerán en la fácil tentación de indicar que con las actuales técnicas de animación por ordenador, la recreación de toda la fauna y la flora que aparece en las cinco películas hasta la fecha dirigidas por Lucas, es sencilla. Y no seré yo quien lo discuta. Pero lo complejo no es eso. Lo que resulta asombroso es que la imaginación de un ser humano pueda alcanzar cotas tan desbordantes y tan fértiles como para trazar, entretejer y relacionar en su mente semejante cúmulo de personajes, situaciones y ambientes, y ser capaz de plasmarlos posteriormente en exuberantes obras de más de dos horas de metraje.

En la historia del cine han existido, existen y existirán extraordinarios directores capaces de realizar auténticas obras maestras en los más diferentes géneros. Pero si alguien se fija, se dará cuenta de que la inmensa mayoría de las películas están ambientadas en lugares muy concretos, los protagonistas se mueven en áreas espaciales reducidas y sus comportamientos se centran en emociones exclusivamente humanas, mejor o peor llevadas por los actores, claro. Suelen estar basadas en historias de la calle, ya sea del siglo XXI o del siglo IV antes de Cristo. Al final son humanos contra humanos, con sus miserias, sus envidias, sus problemas y sus preocupaciones.

Yo estoy convencido de que nadie iguala a George Lucas en creatividad, inventiva e ingenio a la hora de transportarnos hasta mundos y situaciones tan inverosímiles como seductoras, de igual modo que estoy persuadido de que los puristas cinematográficos jamás le considerarán como uno de los grandes del Séptimo Arte, simplemente porque se le ocurrió convertir en cine sus sueños más caprichosos y quiméricos con el fin de que todo el mundo pudiera ser partícipe de ellos.

Desde aquí, quiero transmitir mi más sincero agradecimiento al director norteamericano por transportarme con tanta efectividad como calidad, al interior de sus ilusiones y de sus fábulas desde hace más de 26 años.

Lucio Decumio.

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