17 septiembre 2003

Selecciones autonómicas

No hay forma de que se bajen de la burra. Los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos siguen erre que erre tratando de meter un gol, una canasta de tres puntos o lo que sea, a toda la sociedad española, sacando cíclicamente a debate su exigencia de que sus respectivas selecciones autonómicas tengan oportunidad de participar en las competiciones oficiales que organizan la FIBA, la FIFA, el COI o quien sea. Ellos lo llaman, "legítima aspiración que debe respetarse como reflejo de la plurinacionalidad del Estado". Para mondarse de la risa en sus propias narices.

Afortunadamente ayer se rechazaron en el Congreso de los Diputados varias proposiciones no de ley, formuladas por los grupos parlamentarios vasco, catalán y gallego. Los tres solicitaban el reconocimiento internacional para competiciones oficiales de las selecciones autonómicas, con razonamientos tan peregrinos como que esas selecciones son la aspiración mayoritaria de las tres comunidades autónomas a las que representan, o que las relaciones internacionales en el mundo del deporte son entre "entes privados" y que en las competiciones internacionales quienes están representadas son "las distintas federaciones deportivas y no los estados".

Como era de esperar, ante este cúmulo de sandeces manifestadas por los portavoces de los grupos nacionalistas, el PP se opuso tajantemente con el argumento de su inviabilidad jurídica y política. Como era también de esperar, los mentecatos del PSOE se abstuvieron, no fueran a acusarles de fascistas, españolistas o de seguidismo de las perístasis expuestas por los "populares". Yo cada vez me sorprendo más con las posturas irracionales que adoptan una y otra vez los dirigentes socialistas y me pregunto qué pensaran los millones y millones de votantes del PSOE ante la peligrosa deriva de radicalización que ha emprendido sus representantes de unas fechas a esta parte. Muchos de ellos, nada bueno de estos dirigentes blandurrios y acobardados.

Lo de los nacionalistas ya no sorprende tanto. Son muchos años los que llevan reivindicando, pidiendo, chantajeando y abusando en nombre de los ciudadanos a quien dicen representar y han sido muy pocas las veces que se les ha puesto pie en pared. Por ello, no cejan en su empeño de continuar exigiendo prebendas y bicocas al Gobierno de la Nación de turno, como pago a presuntos agravios del pasado. Pero lo peor es su inveterada inclinación por confundir sus deseos con la realidad y no querer ver más allá de sus delirios y de sus fantasías. Ello les lleva a hablar por boca de todos los catalanes, de todos los vascos y de todos los gallegos, cuando millones de ellos, ni simpatizan con esas ideas decimonónicas y mucho menos, votan por ellas.

Yo no creo que sea particularmente rentable en el aspecto político, la insistencia de estos mandatarios de medio pelo en que las selecciones autonómicas obtengan una representatividad internacional de la que ahora mismo carecen, pues obvian premeditadamente el nudo gordiano de todo este asunto, especialmente en deportes de gran calado y en los que se mueven grandes cantidades de dinero como el baloncesto o sobre todo el fútbol. Hablan y no paran de la presencia de las selecciones como Escocia, Gales e Irlanda del Norte en las competiciones internacionales pero callan la realidad de que cada uno de estas regiones británicas tiene su propio campeonato de Liga. Si piensan que el Deportivo de la Coruña, el Celta, el Athletic de Bilbao, la Real Sociedad, el Barcelona o el Español, pueden mantener sus multimillonarios presupuestos jugando contra el Muxía, el Lugo, el Bermeo, el Andoaín, el Gramanet o el Granollers, van listos.

Pero evidentemente no desean eso. Lo que esperan es acumular el prestigio y la gran imagen política que ganarían ante su electorado presidiendo un partido de clasificación para el Mundial de la selección de Cataluña, del País Vasco o de Galicia, al tiempo que mantienen a los clubes de sus respectivas regiones dentro de la Liga más competitiva y atractiva del orbe, la española.

En esta época utilitarista y de bajo compromiso ético y moral que nos ha tocado vivir, se busca permanentemente ejercer sin cortapisas el sacrosanto derecho de asimilar lo que nos conviene y a continuación, esquivar obligaciones y compromisos que nos puedan resultar lesivos.

Y eso no puede ser así y debe cambiar.

Lucio Decumio.

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