Oigo hablar de este proyecto desde hace aproximadamente un año. Resumiendo, pues ya de todos es conocida la deficiente preparación de mi intelecto para abordar asuntos de calado científico, el Proyecto ITER -camino, en latín- es un formidable desafío que la comunidad científica internacional y los estados más poderosos del planeta se han planteado resolver, con el objetivo de demostrar que tecnológicamente, es posible producir energía mediante la fusión nuclear.
El perfil geo-político del asunto está a punto de encarar su última fase, pues consiste en la elección por parte de los participantes en el proyecto, de la sede que lo acogerá. El próximo día 27 de Noviembre, la Unión Europea, uno de los socios de esta aventura, decidirá si Vandellós (España) o Cadarache (Francia) o en último término ambas, compiten con Rokkasho (Japón) para albergar esta formidable obra de ingeniería.
Si las informaciones que he recopilado son correctas, el coste de las tres fases del proyecto –construcción, operación y desmantelamiento- asciende a 10.300 millones de euros o lo que es lo mismo, 1,7 billones de las antiguas y añoradas pesetas.
Así que todos podemos hacernos una idea de lo apetecible que resulta hacerse con este caramelo, pues inversiones multimillonarias, prestigio internacional y miles de puestos de trabajo generados, serían los suculentos réditos para el país que fuera agraciado con esta lotería científica.
Caso de ser España la afortunada sede, tendríamos que hacernos cargo del 20% del coste de la construcción, que correspondería a la denominada “área no común” del ITER, es decir, instalaciones e infraestructuras de apoyo, mientras que el resto de los costes de la puesta en marcha del proyecto correrían a cargo de los demás socios –China, Japón, Rusia, EE.UU. y la UE-. A este respecto, poco cuesta imaginarse los continuos tira y afloja que deben estar manteniendo los socios en estos momentos, pues legítimamente, todos querrán llevarse la mejor tajada a partir de la menor inversión.
Por cuanto se refiere a los aspectos técnicos, debo hacer hincapié en que debido a mis escasas facultades para el discernimiento científico-técnico, este tipo de asuntos suelen despertar en mí poco o nulo interés, pues escapan a mi entendimiento intelectual más básico. Sin embargo el caso que abordo es realmente especial y espectacular, mereciendo por ello mi humilde atención. No dejo de asombrarme ante el reto que quieren llevar a cabo gobiernos y científicos de todo el mundo. De el éxito, la Ciencia, con mayúsculas, habrá alumbrado una nueva era energética, cuyas posibilidades últimas, sólo las mentes más preclaras son capaces de intuir.
En el nuevo diseño del reactor ITER –eso quiere decir que antes ha habido otros, lógicamente- ya no falta nada por concretar y según los científicos, aúna todas las condiciones para alcanzar sus propósitos: generar 500 Megavatios de energía durante períodos de 500 segundos.
Para los no iniciados en estas magnitudes, indicar que un megavatio o megawatio, corresponde exactamente a un millón de vatios. Vamos a jugar a predecir el futuro. Imaginemos que el proyecto ya se ha hecho realidad y una central eléctrica está en disposición de generar ininterrumpidamente un megavatio de energía por segundo y además, almacenarlo y distribuirlo. Para hacer más gráfica esta suposición, mañana continuaré desarrollando este tema, a través de la exposición de un ejemplo algo burdo, aunque creo que válido. ¿Que por qué hago esto? Porque me ha surgido un pequeño imprevisto y debo abandonar mis tareas científico-redaccionales.
Lucio Decumio.
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