12 noviembre 2003

El sortilegio de NT

Escribo estas líneas sin saber aún qué es lo que va a terminar sucediendo respecto a los hechos más lamentables que he tenido que vivir en mi empresa desde que trabajo en ella. Me explicaré. El 31 de Octubre, la multinacional de informática y comunicaciones para la que trabajo cerró su año fiscal. Era viernes, todos nos marchamos a casa felices y expectantes ante los albores del fin de semana y el más que seguro disfrute de las merecidas jornadas de asueto.

En mi caso particular, el timbrazo de salida a las 15.00h de aquel viernes estuvo cargado de una especial complacencia, pues el lunes 3 y el martes 4 de Noviembre, tampoco acudiría a la oficina, en virtud de unos días adicionales de vacaciones que me había empeñado en aprovechar en esas fechas. Cuatro jornadas que transcurrieron plácidas y poco azarosas, disfrutando de excelsos puros, buenos amigos y nostálgicos recuerdos.

A mi regreso, el miércoles 5, me di de bruces con el caos y el desgobierno. Alguien, desde algún punto del planeta, había decidido que mi cuenta de NT, junto con la de otros compañeros, estaba demasiado obsoleta, así que sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, las desconectó de todos los servidores. La teoría que se baraja es la de que, en virtud de una presunta expiración del contrato que tenemos mis compañeros y yo, las personas que desactivaron las cuentas entendieron que a partir del 31 de Octubre, ya no seguiríamos trabajando en la empresa matriz.

Ello ha significado que durante toda la semana pasada, entre el día 3 y el día 7 de Noviembre, hayamos tenido que estar mano sobre mano a la espera de que alguien nos reactivara de nuevo las cuentas, pudiéramos recuperar la información en ellas contenida y volver a desempeñar nuestras tareas.

El pasado viernes 7 de Noviembre, casi todos mis compañeros estaban en disposición de volver sobre sus pasos y retomar sus labores de venta, pero servidor no. Y servidor no, porque el 99,9% de todos los correos que tenía en su cuenta de Outlook, colgaban de una carpeta situada en el disco C, pero con acceso desde Outlook. Si alguno de mis lectores es un conocedor avanzado de los secretos informáticos, sabrá inmediatamente de lo que estoy hablando.

Para los que son aún más profanos que yo, una aclaración adicional. Una cuenta de NT con su correspondiente buzón de Outlook dispone de un almacenamiento limitado, sólo ampliable por el Administrador del sistema. Con el fin de evitar el engorro de solicitar dicha ampliación y tener que esperar semanas hasta su concesión, hace dos años y medio que mi por entonces jefe me ayudó a crear la citada carpeta que cuelga del disco C, el disco duro del PC, para entendernos. Ello me permite recuperar los correos desde la aplicación de Outlook mientras que los mismos están almacenados en el disco duro, con las ventajas que ello conlleva, pues no tengo que eliminar ninguno para mantener activo y accesible mi buzón de correo.

En fin, que según todos los indicios, la carpeta que me ayudó a crear mi jefe sólo sería recuperable si me volvieran a activar mi antigua cuenta de NT. No parece demasiado difícil y la verdad es que no lo es, así que el viernes tenía mi antigua y mi nueva cuenta activas. Hala, ahora dos por falta de una.

Pero es en este punto donde el suelo desaparece bajo mis pies. Los técnicos de IT de la empresa me hacen saber de su incapacidad para recuperar los entre 5.000 y 7.000 mensajes de correo electrónico almacenados en la carpeta antes citada, puesto que ésta no se había independizado del todo de la cuenta de NT y seguía relacionada con ella de algún modo. En definitiva, aspectos técnicos al margen, en los que no entraré por cansancio y desconocimiento, esa montaña de mensajes, con centenares de archivos críticos para la realización y el buen desempeño de mis quehaceres, pueden haberse echado a perder definitivamente, pues todo parece indicar que por razones de seguridad, las aplicaciones de correo de Microsoft no permiten tal medida. Para que mis lectores se hagan una idea un poco más aproximada de la hecatombe, la suma total de archivos e información que los ingenieros son incapaces de recuperar, asciende a 0,91 GB de datos.

Por lo que he podido extraer e intuir de las declaraciones de los técnicos que han tratado de llegar hasta las profundidades abisales de mi PC, las cosas están realmente complicadas, por no decir perdidas. La única alternativa es la descarga desde Internet de aplicaciones de recuperación de datos ajenas a Microsoft, que para más inri, suelen presentar las típicas incompatibilidades con los programas del gigante informático.

Así que estoy vendido. Al menos de momento. Yo he dicho, medio en broma, pero muy serio –casi con lágrimas en los ojos- que o se recupera todo ese volumen de información o ya me pueden presentar el finiquito, que me marcho.

Veremos en qué acaba todo esto. Cuando lo sepa, haré una pequeña reseña para tranquilizar a aquellos que sin duda perderán horas de sueño lamentando mi infortunio.

Siento haber sorprendido a mi fiel audiencia con estos párrafos tan apesadumbrados como faltos de explicaciones técnicas que faciliten la comprensión de lo sucedido. Sólo sé que nada puede aliviar mi pesadumbre y desazón, que transito por la oficina cual ánima afligida por diabólicos y perpetuos tormentos. Al menos, mi penar se atenúa con la ruin y mezquina satisfacción de ver como los todopoderosos y descollantes ingenieros informáticos de mi empresa, zozobran sin remedio ante la tempestad que se ha desencadenado.

Lucio Decumio.

No hay comentarios: