13 noviembre 2003

Agradecimientos

Hoy he tenido un día realmente malaventurado en el trabajo. Fuegos por aquí, fuegos por allá, imposible concentrarse en una sola cuestión cuando otra media docena de tareas reclaman con insistencia toda tu atención. De locos. No he podido ni salir a comer. Sumo ya con el de hoy, tres días consecutivos en los que me veo en la obligación de sacrificar la hora del almuerzo en el ingrato altar del millar de cometidos que insisten en multiplicarse como las cabezas de la hidra. Y lo peor es que por delante me quedan varias semanas que, lejos de presentarse menos opresivas y avasallantes, amagan amenazantes en el horizonte con afilados y sedientos colmillos.

Por eso, sólo unos párrafos de agradecimiento en el día de hoy, justo antes de disfrutar con absoluto merecimiento, de nuevos y desconocidos universos oníricos. En primer lugar, a un argentino, nieto de españoles e italianos, sin cuya desinteresada ayuda profesional, prestada desde el otro extremo del planeta, la jornada de hoy habría sido un definitivo cúmulo de adversidades. Si tengo que descifrar en inglés todo lo que me ha explicado en español, acabo en un sanatorio mental. Mil gracias por tu paciencia y por tu auxilio Claudio.

Y en segunda instancia, a los treinta visitantes que hoy miércoles -ayer para quien esté leyendo esto el jueves 13- han tenido a bien dejarse caer por esta modesta pared blanca en la que casi a diario, pincelo trazos de mi realidad y de la realidad, de mis ficciones, de mis deseos, de mis ilusiones, de mis sueños y por qué no, también de mis desalientos y desánimos, que, ocasionalmente, haylos. Nunca el contador de visitas se había disparado como lo ha hecho hoy. El regocijo y la satisfacción que se experimentan cuando se comprueba cómo aumenta el número de personas interesadas en leer las cosas que se me pasan por la cabeza y transitan hasta las yemas de mis dedos para acabar aporreadas en un teclado, es difícilmente descriptible. Habéis sido treinta mercedes.

Lucio Decumio.

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