20 noviembre 2003

Breverías

Hacía tiempo que no me descolgaba con una intervención en la que abordara distintos temas en formato compendioso. Así que, visto que los asuntos de interés se desdoblan por aquí y por allá, intentaré hacer una aproximación a todos ellos, en un recorrido que presumo veloz y certero.

Caso A. Michael Jackson. Uno de los grandes ídolos de mi pretérita juventud, por la que transité durante los años 80 y parte de los 90. Ha demostrado en los últimos tiempos que las maneras insanas y dementes que apuntaba mientras se encontraba en la cima de la popularidad y la fama, no sólo no eran flor de un día, sino que estaban profundamente enraizadas en su absurda y alterada psique. Al igual que Diego Armando Maradona, otro de los grandes referentes de aquella época, Jackson nunca ha sabido asimilar su éxito y su talento y por lo tanto, situarse a la altura del propio mito creado a su alrededor. Muy al contrario, cuando el ocaso de su carrera y de su gloria es ya más que un hecho, ha multiplicado por mil sus excentricidades, para terminar mostrándose tan pintoresco y exótico, como peligroso y nocivo.

Caso B. Accidentes de tráfico, accidentes laborales y violencia doméstica. El otro día, leyendo el comentario de un articulista, me topé con un párrafo revelador. Tan gráfico y tan bien estructurado me pareció, al respecto de estas dramáticas realidades que no se cansan de golpearnos todos los días y de las que tan fácilmente hacemos abstracción, que lo reproduzco a continuación. Si digo que el autor es Faustino F. Álvarez y que escribe en "La Razón", no debo temer incurrir en ningún delito de plagio.

"Cuando una realidad inhumana adquiere la condición de normal y de rutinaria es necesario un examen de conciencia, de racionalidad o de sentido común por vía de urgencia. Parece más moderno quejarse del «mobbing» o acoso moral en el puesto de trabajo a manos de jefecillos endiosados o de compañeros envidiosos que proclaman, por ejemplo, la prioridad del derecho a la vida sobre cualquier ahorro simulado y en nombre de una falsa productividad".

Mi admiración más rendida hacia estas cuatro líneas. Como me gustaría poder llegar algún día a condensar tanta prudencia y tanta cordura en un sólo párrafo. Con lo que yo me enrollo, la labor que ante mí se presenta para lograrlo, se antoja ardua.

Caso C. Noticias estacionales. Denominación que se me acaba de ocurrir para encuadrar a esas ráfagas informativas que se empeñan en azotarnos desde todos los medios de comunicación y cuyo cimiento o denominador común suele encontrarse en la necesidad de crear entre la población determinados estados de alarma, ansiedad o preocupación.

¿Quién no recuerda los casos de las "vacas locas" o de los "pollos belgas"? Durante meses no se habló de otra cosa, pero se sacrificaron unos cuantos millones de cabezas de ganado y a otra cosa.

¿Y aquella insistente lluvia de aerolitos que se empeñó en horadar el suelo patrio a lo largo y ancho de sus cuatro puntos cardinales, hace ya un par de años? Desaparecieron de nuestros cielos del mismo modo en que aparecieron. Al punto.

¿Alguien recuerda la fortísima campaña informativa que nos puso al corriente de la peligrosidad de determinados perros? A lo largo de varios meses, raro era el día en que un ser humano no era víctima de una mordedura de algún can, llegando el gobierno a aprobar una ley sobre tenencia y cuidado de razas muy concretas. Algo que aplaudo, por cierto. Pero, tal y como mordían entonces los perros, éstos dejaron de morder durante un par de años hasta el triste suceso de Calzada de Calatrava.

¿Y la ola de apagones que salpicó a casi todos los rincones del mundo civilizado? En primer lugar, Nueva York y la costa este canadiense y estadounidense. Semanas después le tocó el turno a Londres. Días después, a buena parte de Escandinavia y al instante, toda Italia se quedó a oscuras durante 24 horas. Y no ha vuelto a suceder nada más en este sentido. ¿O sí y no nos hemos enterado? O no nos han querido enterar...

La última ráfaga de noticias estacionales corresponde a los socavones, que de toda la vida se habrán producido en territorio aragonés, pero que ahora parecen cobrar especial interés, saltando a la palestra en los últimos días por sus repetidas y enojosas apariciones en las cercanías de las vías que conforman el trayecto del AVE Madrid-Lérida. Pues bien, hasta nos han sacado imágenes de otra de estas aberturas en plenas calles de Calatayud. Y dentro de un par de semanas, aunque se abra un agujero como un campo de fútbol en algún lugar recóndito de Zaragoza o Huesca, nadie nos lo hará constar. Ya no será noticia.

¿Por qué esta explotación alarmista de noticias que son tan comunes, que han acaecido toda la vida y que seguirán sucediendo en el futuro? Yo estudié Periodismo, pero no recuerdo que nadie me explicara el porqué.

Caso D. Y último. Raúl González Blanco. Si este futbolista se hubiera llamado Raoul Johnson White o Raulihno Gonçalves Branco, hubiera nacido en los arrabales de Manchester o entre mil favelas de Río de Janeiro y hubiera sido jugador de fútbol, ya habría ganado en más de una ocasión el Balón de Oro; los comentaristas españoles se habrían encargado de subirle a un pedestal mediático y si destilara su sabiduría balompédica en el Real Madrid o en el F.C. Barcelona, sería considerado como un mega-crack sin precedentes en la Historia del Fútbol. Estoy convencido de que a los 23 años, ya se le hubiera comparado con los más grandes: Di Stéfano, Pelé, Cruyff o Maradona.

Pero es español y los españoles somos tan patéticos, tan papanatas, tan quijotescos y sobre todo, tan envidiosos, que estamos esperando y deseando que yerre a la menor para ponerle en el disparadero, incapaces de reconocer lo bueno que hay entre nosotros. Mientras, encumbramos al extranjero que viene a llevárselo crudo y que no hace ni tres.

Mi máximo apoyo y reconocimiento a Raúl. Es el mejor del mundo, el más determinante, el que nunca se arruga, el que siempre marca los primeros y más importantes goles, el que en definitiva, más casta y más profesionalidad le pone a su quehacer. Y quien tenga 3 Copas de Europa, 2 Intercontinentales, 4 Campeonatos de Liga, cientos de partidos y de goles acumulados con la camiseta del Real Madrid y 68 partidos con su selección y casi 40 goles, todo ello con 26 años, que venga a decirme lo contrario.

Lucio Decumio.

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