Hoy he leído que el Gobierno, por voz del Ministro de Justicia, José María Michavila, ha anunciado que va a recurrir el Plan Ibarreche ante el Tribunal Constitucional, ya que esta trampa ilegal propuesta por el melífluo lendakari vulnera en más de 100 aspectos la letra -que no digamos ya el espíritu- de nuestra Carta Magna.
A mí me parece estupendo. Seguramente es la medida y el paso a dar en estos instantes. Además, ha sido convenientemente consensuada con el PSOE, por lo que goza del apoyo de más del 90% de la población española. Pero a mí me quedan dudas. Dudas razonables, que no me permiten encarar con optimismo las próximas fases que alumbrará este viciado proceso iniciado por la perfidia del PNV, EA, IU-EB y ETA.
Sería larga y procelosa la pormenorizada enumeración de las incertidumbres y recelos que me asaltan, así que sólo haré constar uno. En los últimos meses se ha acelerado un proceso de chulescos desafíos al Estado de Derecho, a las víctimas del terrorismo, a los amenazados por ETA y a todos aquellos que de un modo u otro, se han opuesto a los planes rupturistas del conglomerado abertzale-comunista. Eso lo saben los más tontos. Y los más listos, que son mis lectores, mejor que nadie, vista mi insistencia en abordar esta cuestión. Esa aceleración se ha intentado frenar desde el Gobierno y el Poder Judicial poniendo palos en las ruedas del carro independentista, pero no deteniéndolo del todo, así que éste, aunque duramente y con dificultades, sigue avanzando.
La prueba de lo que digo se encuentra en que las sucesivas resoluciones y mandatos judiciales -emanadas el Tribunal Supremo, que no de ningún pasante de un despacho de abogados- que se le hicieron llegar al presidente del Parlamento Vasco, Juan María Atucha, conminándole a disolver el grupo parlamentario Sozialista Abertzaleak, han sido premeditada e indignamente obviadas por éste, cumpliendo las más que seguras consignas de su partido en ese sentido.
Este vil soslayo de sus obligaciones como máximo representante del órgano legislativo vasco y la subsiguiente inacción del Gobierno y de los jueces ante tamaño reto, es lo que me invita a pensar que por muy duras que puedan ser las sentencias promulgadas por el Alto Tribunal, declarando inconstitucional uno y mil puntos del infame documento pergeñado por el nefasto Ibarreche, las consecuencias para éste y toda su manada de lobos van a ser mínimas.
Es más que seguro que Arzallus y sus cachorros peneuvistas, en vista de que ninguno de ellos ha acabado ante la Justicia y entre rejas tras sus repetidos y cada vez más sangrantes agravios al Estado de Derecho y a sus leyes, sigan tirando del carro de la secesión pese a quien pese.
Yo cada vez creo menos en las iniciativas políticas y jurídicas para frenar este desatino. Se amaga mucho, pero no se golpea nunca. Y hay que golpear. Hay que ponerles ante sus propias responsabilidades y meterles en la cárcel. Cuando uno vea las barbas del vecino cortar, echará las suyas a remojar. Seguro, porque son cobardes. Como es cobarde el niño que amparado por su notable inferioridad física ante un padre, le desafía, le chulea y le busca las cosquillas con el ánimo de minar al máximo su autoridad y poder hacer de su capa un sayo. Sabe que el padre no se atreverá a darle un buen pescozón por temor a empeorar las cosas y a que el niño le termine odiando definitivamente. Le pone, en definitiva, ante una situación de hechos consumados. O me dejas hacer lo que quiero, o será peor.
Pues esto es igual. Desde el mismísimo pacto de Lizarra, los dirigentes del PNV tendrían que haber sido procesados por colaboracionismo con organizaciones políticas que apoyan el terrorismo. Y si esa figura jurídica no existía en su momento, se tendría que haber creado. Yo sólo espero que no sea demasiado tarde por una razón. Desde dentro, Ibarreche está encontrando más oposición y más dura de la que encuentra fuera. Cuando los que deseas que vayan contigo se niegan, ¡¡¡aaahhh migo!!! entonces es que algo está a punto de fallar.
Y como por hoy ya es bastante, otro día hablaré sobre esos desafectos internos que harán -espero- naufragar el plan del lendakari.
Lucio Decumio.
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