Cuando hablamos de un país en el que la clase dirigente busca sistemáticamente lavar el cerebro de su población, a base de hacerles creer sandeces de la categoría de que el nacimiento del máximo mandatario de la nación fue saludado desde el firmamento con la aparición de una nueva estrella, podemos hacernos una idea del Estado ante el que nos encontramos, quiénes son los políticos que lo administran y en qué situación o nivel socio-cultural pueden hallarse los atormentados y amedrentados borregos que tienen que tragarse esas inmundicias.
Hablo de Corea del Norte, con toda seguridad, el país más aislado económica, política y socialmente de todo el globo terráqueo. Arrinconado y apartado del resto del mundo por iniciativa de un puñado de alocados stalinistas que detentan el poder desde hace 50 años, cuando un armisticio puso un inestable punto y final a la cruenta guerra que dividió a la península coreana en los dos estados que son hoy, este país es lo que es en la actualidad y se mantiene como tal, impermeable a cualquier cambio o modificación en sus estructuras socio-políticas gracias única y exclusivamente a su poderoso vecino, China.
Esa clase dirigente, personificada en la figura del Gran Líder Creador de la Patria norcoreana, Kim Il Sung -afortunadamente a unos metros bajo tierra desde hace unos años- y de su hijo Kim Jong Il -desafortunadamente, aún a metro y medio sobre la superficie terrestre- ha sumido a toda la población del país -salvo a la estrictamente ligada al partido y a la clase gobernante- en una pobreza medieval que espanta; ha matado de hambre en el último lustro a millones de compatriotas; ha ejecutado a miles de ellos a su antojo; ha extendido el miedo y el pavor por todo el territorio; ha mantenido una amenazante y artificiosa tensión con estados vecinos, como Japón o Corea del Sur. En fin, ha creado, alimentado y dado forma a un régimen sombrío y despiadado, como pocos se han conocido en la Historia de la Humanidad.
Bien, pues estos cuatro perturbados con ojos almendrados y cabeza de avellana se disponen a dar un tenebroso impulso a su programa de disuasión nuclear, al anunciar que van a reprocesar 8.000 barras de combustible atómico ya usado, lo que les permitirá obtener el plutonio suficiente como para dar a luz, al menos, a seis bombas nucleares. Los trastornados gobernantes norcoreanos parecen pretender con ello fortalecer su "fuerza nuclear disuasoria", que invite a los norteamericanos a pensarse dos veces la posibilidad de atacarles e invadirles.
Un inciso a este respecto para decir que desde mi modesto punto de vista, el equilibrio de fuerzas en el siglo XXI se va a dirimir entre los Estados Unidos y China, con toda seguridad, así que las posibilidades de que los norteamericanos se la jueguen invadiendo o atancando al tradicional aliado chino, ante las mismísimas narices de éste, es muy remota, por no decir nula.
Volviendo a hilo conductor de este comentario, lo que en realidad le interesa a los regentes norcoreanos es reforzarse a nivel regional y ser temidos y respetados en su entorno. Y sobre todo, reafirmarse internamente para continuar explotando y expoliando a su población con vistas a enriquecerse hasta la más absoluta indecencia y cómo no, perpetuarse en el poder.
Pero la apuesta puede salirles cara. Ojalá me equivoque respecto a la afirmación que voy a exponer, pero creo que no me faltan argumentos para decir que:
Corea del Norte es un país absolutamente subdesarrollado, que carece de infraestructuras, comercio, mercado, partidos políticos, garantías, derechos individuales... En resumen, carece de todo. Y esto convencido de que asimismo, adolece de programas efectivos y serios ante emergencias nucleares de alto grado. Si la cadena de reprocesamiento de las 8.000 barras de combustible nuclear que va a tener lugar en su reactor de cinco megawatios de Nyongbyon falla en algún momento, me temo que las garantías de que no ocurra un desastre de proporciones bíblicas en aquél país, son escasitas.
Imaginemos el apocalipsis:
El reactor principal sufre un súbito recalentamiento, por algún error de seguridad. Los ingenieros al cargo de la planta no logran enfriarlo y mientras que miles de barras de plutonio empobrecido esperan su turno para reprocesarse, el núcleo de la central no soporta los miles de grados de temperatura a que está sometido y se colapsa.
No soy ingeniero, pero una situación como esta garantizaría, casi con toda seguridad, una espectacular explosión atómica que desencadenaría un cataclismo en la zona sin parangón en la Historia. Número incontable de muertos, heridos y afectados, miles de kilómetros cuadrados devastados para la vida y la agricultura, aire, tierras y aguas contaminadas durante siglos....
Pero ahí no quedaría la cosa, me temo. Insisto en que pese a que se adopten fuertes medidas de seguridad, Corea del Norte no está preparada, seguro, para afrontar un problema de esa magnitud y mucho menos para resolverlo y restringirlo a un área determinada. Se le escaparía de las manos. Los efectos del desastre se verían multiplicados por su aislamiento y por la falta de transparencia de las autoridades a la hora de informar sobre los hechos, lo que conduciría a una magnificación de la devastación, que se extendería irremediablemente a los países vecinos, con las consecuencias que cualquier lector algo documentado puede inferir.
Esta suerte de hecatombe que describo no es ciencia-ficción. Estoy convencido de que puede ocurrir y que las probabilidades, desgraciadamente, son elevadas.
Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?
Lucio Decumio.
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