No queridos lectores, no me voy a detener en el remoto pero latente conflicto que sostienen ambos países. Para los más jóvenes o incluso aquellos que estén algo desinformados sobre la realidad política internacional, apuntaré brevemente que la China Continental, Gran Muralla incluida y la China Insular –Taiwán, antigua Formosa- eran la misma nación hasta que la Revolución Cultural de Mao Tse Tung triunfó en Pekín y provincias continentales y los derrotados nacionalistas de Chiang Kai Check hubieron de retirarse a la citada ínsula para lamer sus heridas y establecerse como estado independiente de la China comunista.
El apoyo norteamericano ha permitido la pervivencia durante los últimos 50 ó 60 años de Taiwán como nación autónoma, pero obviamente, eso no le ha permitido ser reconocida como tal por sus poderosos hermanos. De ahí han derivado multitud de enfrentamientos fronterizos e incluso varios cañonazos entre ambos países, que afortunadamente no han pasado a mayores porque de haber sido así, la implicación americana habría tenido mayor calibre y las posibilidades de una guerra a gran escala, se hubieran incrementado notablemente.
En fin, después de las avanzadas y gratuitas lecciones de historia impartidas por Lucio Decumio, voy a lo que iba.
China ha lanzado recientemente a su primer hombre al espacio. No sé cómo lo denominarán allí. Los americanos eran y son astronautas, los soviéticos cosmonautas y los chinos, pues no tengo ni idea, imagino que les llamarán “chinonautas”. Total, que resulta curioso y chocante el hecho de que una nación como la que nos ocupa haya desarrollado la capacidad de enviar un ser humano al espacio exterior, cuando tantas y tantas de sus provincias y tantos millones de sus habitantes, se encuentran sumidos en la más absoluta pobreza, cuando no miseria.
Cierto es que a nadie se nos puede escapar que China se está convirtiendo a pasos agigantados en la segunda superpotencia del planeta y en breve, 10, 15 años tal vez, puede que sea la primera. Potencial humano, recursos naturales y medios técnicos e intelectuales seguro que no le van a faltar para lograr esa meta.
Pero hay un contrasentido en todo esto. China sigue recibiendo cuantiosas ayudas al desarrollo por parte de algunas de las potencias más destacadas del orbe, como es el caso de los Estados Unidos, para quienes sigue gozando de la cláusula de nación comercial y económicamente más favorecida. Asimismo, su poderoso y muy receloso vecino nipón, ha denunciado internamente este disparate, pues un país que gasta cientos de millones de dólares en su programa espacial, no debería considerarse de puertas hacia fuera como una nación dependiente de esas ayudas.
Yo tengo una teoría, cómo no y es que al gobierno chino, que por la particular aplicación de la ideología y la filosofía que sustentan su poder, aún conculca sistemáticamente los más elementales derechos humanos, civiles y políticos de su población, le dan igual unos cuantos miles, incluso millones de vidas de compatriotas, si eso les alfombra el camino para la consecución de sus objetivos expansionistas. Y no me extrañaría que muchos de los fondos de ayuda al desarrollo que recibe el gigante de ojos rasgados, sean derivados por éste hacia asuntos y tareas que poco o nada tengan que ver con la mejora de la calidad de vida de las zonas más desfavorecidas de la nación. Las dictaduras hacen y deshacen a su antojo y una tan poderosa como la china, seguro que más que ninguna.
Habrá que tener mucho cuidado y ojo con China. Su formidable fuerza demográfica puede permitirle a su vetusto y sangriento régimen alcanzar cualquier fin que se propongan aun a costa de las vidas de las que hablaba previamente. Hasta que este país no sea un estado plenamente democrático y respetuoso con los derechos humanos, yo no me voy a fiar, por mucho que me insistan en ello, de que sus avances tecnológicos y científicos tienen lugar con fines pacíficos.
Y en otro momento diré lo que iba a decir sobre Taiwán, que hoy se me está haciendo un poco tarde ya.
Lucio Decumio.
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