13 julio 2003

La sucesión de Aznar

Desde que el Partido Popular ganara por mayorí­a absoluta las elecciones generales del mes de Marzo de 2000, uno de los asuntos de debate político más recurrentes en todos los ámbitos de la vida pública española ha sido la sucesión de José María Aznar, una vez finalizado su segundo y prometido último período al frente del Gobierno de la Nación.

En estos tres años largos que ya han transcurrido, se han hecho, desde lo más reputados analistas polí­ticos, las más variopintas quinielas sucesorias. Incluso en los dos primeros años de esta segunda legislatura aznarista, muchos de aquéllos llegaron a dudar seriamente de que el Presidente del Gobierno respetara la promesa o compromiso al que llegó con su partido en particular y con toda la sociedad española en general, de permanecer al frente del Ejecutivo únicamente dos legislaturas, siempre y cuando los españoles le otorgaran a él y al Partido Popular, la confianza necesaria para formar Gobierno.

Sin embargo, si por algo se ha caracterizado la trayectoria polí­tica de José Marí­a Aznar, ha sido por el pulcro respeto mantenido a su propia palabra. Aznar cumplirá, como ha cumplido en muchas otras cosas a lo largo de su mandato y se retirará en el cénit de su devenir res publico una vez que su proyecto político para España se encuentra bien afianzado. Ojo, Aznar se ha equivocado, como se equivoca cualquier mortal, pero me cuesta recordar, si es que lo ha habido, algún instante en el que se haya traicionado conscientemente a sí mismo, a su partido, o a su electorado.

Yo desde mi modesto atril cibernético, quiero hacer también mi propio pronóstico sucesorio que advierto, es el mismo que sostengo desde la victoria del Partido Popular en 2000. Personalmente, siempre he considerado que entre los candidatos que se han barajado como alternativas de Aznar de cara a las Elecciones Generales de 2004, el mejor, desde cualquier óptica, es Jaime Mayor Oreja. Eso no quiere decir que sea el mejor colocado. Pero su presencia, denuedo y entrega -aderezados por una incuestionable efectividad- en la lucha contra ETA durante su etapa al frente del Ministerio del Interior y esa suerte de halo de Gary Cooper en "Sólo ante el peligro" que le toca desde que es Jefe de la Oposición en el Parlamento de Vitoria, le convierten, a mi entender, en el candidato idóneo.

Por los demás pasaré de puntillas.

Aunque sus logros al frente del Ministerio de Economía han sido también indisputables, Rodrigo Rato transmite una imagen menos afable, llana y cordial que la de Mayor Oreja. Además, hace gala de dos defectos que le agrian como heredero político de Aznar y que son, desde mi punto de vista, el alto concepto que tiene de sí­ mismo y un indisumulable toque de soberbia.

Mariano Rajoy ha sido otro destacado ministro y vicepresidente del Gobierno, pero su carácter gris, mohíno y apocado, encaja mal con el perfil que requiere un candidato a Presidente del Gobierno, que tendrá que bajar a la arena en una campaña electoral a fajarse duramente con el adversario.

Eduardo Zaplana ha sido otro de los que se han ido colocando poco a poco en el pelotón de cabeza, pero aunque su gestión en la Comunidad Valenciana y en el Ministerio de Trabajo ha sido notable, considero que tendrá que esperar.

Alberto Ruiz Gallardón también ofrece un gran bagaje en su gestión al frente de la Comunidad de Madrid y su aproximación de última hora al entorno de Aznar, por la vía familiar, parece haberle hecho ganar enteros. Sin embargo, yo considero que Aznar no le dará los galones que él mismo cree que se merece. No valoro la posibilidad de que el Presidente haya olvidado sus repetidos coqueteos y devaneos con amplios sectores de la izquierda social y mediática, así que me temo que estará al frente del Ayuntamiento de Madrid los cuatro añitos que le corresponden. Y luego, Dios proveerá.

Volveré, tras el somero análisis de cada uno de los posibles candidatos, a mi apuesta personal. Como decía, desde Marzo de 2000 he observado detenidamente los movimientos de Aznar, en especial, los primeros que llevó a cabo cuando ganó aquellas elecciones por mayoría absoluta. Nadie reparó en la importancia, o al menos yo no he leído o escuchado nada al respecto, de una de las primeras decisiones del Presidente del Gobierno en aquellos días. Retiró a Luisa Fernanda Rudí­ de la Alcaldía de Zaragoza para entregarle la batuta de mando del Congreso de los Diputados, en forma de Presidenta del mismo. Entonces lo vi claro y a día de hoy lo sigo viendo. Rudí­, una mujer de amplia experiencia política y notables resultados gubernamentales al frente de una de las ciudades más importantes de España, daba el salto al ruedo político nacional en un puesto de enorme responsabilidad institucional. A mi juicio, la idea de Aznar no era otra sino la de darla a conocer más ampliamente a toda la sociedad española, con el fin de nominarla como candidata a la Presidencia del Gobierno en 2004.

Desde mi perspectiva, Luisa Fernanda Rudí­ asegura el éxito del Partido Popular en los próximos comicios por los siguientes motivos:

a/ Dilatada y positiva experiencia de Gobierno al frente de un importante Ayuntamiento.

b/ Impecable carácter polí­tico e inmaculada trayectoria.

c/ Experiencia institucional labrada desde el tacto y la discreción.

d/ Y lo más importante de todo. Es mujer, está extraordinariamente preparada, es inteligente y hasta guapa. El obús polí­tico que activarí­a Aznar con su nombramiento como primera fémina candidata a la Presidencia del Gobierno y con las máximas posibilidades de alcanzar dicha responsabilidad, sería de tal calibre y alcanzaría tal repercusión que los rivales quedarían descolocados y los electores, galvanizados ante la perspectiva de semejante cambio en la dinámica política de nuestra sociedad, no dudarí­an.

Ahí queda mi apuesta. A 13 de Julio de 2003, Lucio Decumio afirma que Luisa Fernanda Rudí­ será la sucesora de José Marí­a Aznar como candidata a la Presidencia del Gobierno y no lo duden, también en el Palacio de la Moncloa. Como acierte, hago saltar la banca.

Lucio Decumio.

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