Hoy no me apetece demasiado devanarme los sesos analizando la más candente actualidad. Ésta, como bien sabrán mis lectores, pasa por la aparición del cadáver de David Kelly, Asesor de Armas del Gobierno de su Graciosa Majestad y el escándalo político que ha sacudido al Reino Unido al hilo de esta, aún no esclarecida, muerte.
Las informaciones al respecto son, o al menos a mí me lo parecen, extremadamente confusas. Por más que he leído todas las noticias relacionadas con el caso, hay muchas piezas en este puzzle que no sólo no me encajan, sino que creo que no me han sido facilitadas para montarlo coherentemente. Atención, que puede que esta incapacidad interpretativa sólo sea fruto del permanente estado de somnolencia que se ha empeñado en no abandonarme en todo el día de hoy, y que los datos claves que sospecho que los diarios omiten, -consciente o inconscientemente, hasta ahí no llego- estén ahí, tan al alcance de la mano y del entendimiento como esas gafas de sol que nos empeñamos en buscar desesperadamente para al final percatarnos de que las llevamos puestas.
En fin, cuando se hayan despejado -o se me hayan despejado- las cortinas de humo que me impiden ver con claridad los hechos en su conjunto, escribiré las reflexiones que crea oportunas. Mis lectores saben positivamente que los argumentos, las razones, las causas y las consecuencias del conflicto que tuvo lugar en Irak hace unos meses, son asunto recurrente en este blog.
Es posible que a más de uno le haya llamado la atención el título del apunte de hoy. Particularmente, a mí me resultó chocante cuando lo escuché, hace tan sólo un par de días. Tan es así, que me enfrasqué en una búsqueda inmediata en Internet con el fin de encontrar una definición o definiciones del término en cuestión. Yo soy así, hasta que no desmenuzo el significado de una palabra que no he oído con anterioridad, no paro. Al final, no sé muy bien en qué página web, encontré una pormenorizada descripción que se me antojó la más ilustrativa y digna de consideración de cuantas leí, y que me invitó a meditar profundamente sobre la evolución que han experimentado los roles sociales de hombres y mujeres en el plazo de los últimos años.
Hoy, primero enumeraré y luego desglosaré, así que ahí van los rasgos que, presumiblemente, demarcan a los heterogays:
-Filosofía sensible, mestiza y tentadora -para las damas y los gays, imagino-.
-Han hecho su aparición en las ciudades más cosmopolitas del mundo, aquéllas que son cicerones en cuanto a moda, nuevas tendencias y exclusividad de gustos se refiere. Seguro que más de uno ya se las imagina; Londres, París, Nueva York, Milán....
-Por lo que parece, muchos de ellos suelen ser hijos de padre y madre de diferente raza y color. De ahí lo de la filosofía mestiza, infiero.
-Cuidan hasta el paroxismo su físico y su imagen, son guapos y su obsesión es mostrarse seductores las 24 horas del día. Al respecto de esta última característica, me veo en la obligación de matizar que la idea que nos trasmite la chica que pormenorizó estas descripciones, me parece notablemente exagerada. Es como el nuevo anuncio de AXE, pero a la inversa. Obviamente no me lo creo.
-Amantes del deporte como vehículo para lucir un cuerpo "10" -como cualquier mortal, vamos-.
-Enloquecidos por la moda, la cocina creativa, los vinos de pequeñas y recónditas bodegas, los buenos hoteles, el calzado british, la sastrería a medida, las cremas rejuvenecedoras y los tratamientos de belleza, los complejos vitamínicos....
-Poseen cuentas corrientes en los bancos más exclusivos, están enganchados a Internet y al cine de autor, tienen amigos y amigas tan bellos y tan chics como ellos, novias guapísimas, riquísimas y comprensivas....
Pues bien, de toda esta batería de rasgos snobistas, sibaritas y asimismo pretendidamente llamativos y seductores, extraje la conclusión de que el heterogay es el integrante de una suerte de nueva tribu urbana que responde a unos patrones estéticos y de comportamiento muy claros, que busca obsesivamente diferenciarse del resto de los mortales a través de su marcada inclinación y apetencia por la buena vida y los aspectos más superficiales y exclusivos de la misma, y que están tocados por la inocultable intención de transmitir una imagen equívoca al respecto de sus verdaderaos afectos, tanto materiales como personales.
Y aquí entronco y marido con el eje de mi comentario de hoy. El profundo cambio que han experimentado los tradicionales roles masculino-femenino en nuestra sociedad. Considero que la aparición de esta nueva tribu, -cuyo alumbramiento me parece estupendo, ojo, pues son ajenos a cualquier apuesta por la violencia o la exclusión- no es sólo fruto de la sociedad y de las ciudades en que nos ha tocado vivir. También la considero el resultado de la creciente feminización que está experimentando la sociedad occidental del Siglo XXI.
El hombre moderno, especialmente el joven, -como en buena lógica debe ser- ha ido asimilando cada vez más y de mejor grado, aspectos del comportamiento más prototípicamente femenino, debido, desde mi particular óptica, a la creciente presencia, participación e influencia de las mujeres en todos los ámbitos de la colectividad. Se lleva a cabo por lo tanto, el trayecto inverso al que efectuó la mujer cuando a mediados del pasado siglo, empezó a tomar las riendas de su propia vida en los países occidentales más avanzados. Entonces, las féminas entendieron que la vía más adecuada para integrarse y tomar parte activa en un mundo especialmente diseñado para y por los hombres, era la de abrazar los roles masculinos más usuales y consabidos; en moda (pantalones), hábitos (cigarrillos, conducción de vehículos) y desarrollo personal y profesional (incorporación al mercado laboral). Debían demostrar al hombre que podían estar a su altura y que estaban capacitadas para desempeñar las mismas tareas que aquél.
Ahora es el hombre el que parece obligado a patentizar que está al mismo nivel que las mujeres, dentro del marco de los comportamientos femeninos más al uso. A nadie puede haberle pasado desapercibido el hecho de que el número de hombres que acuden a centros de estética para modificar y moldear sus cuerpos, crece día a día así como el uso de cremas y ungüentos para el cuidado corporal. Del mismo modo, las últimas tendencias en ropa y complementos para hombre, adquieren tintes más y más femeninos a cada día que pasa.
Sinceramente, no me atrevo a decir si esta inversión, o mejor dicho, mestizaje entre tendencias, hábitos o costumbres de hombres y mujeres es bueno o malo, condenable o aplaudible. Simplemente hago glosa de ello de la mejor manera que puedo con el fin de que quede constancia de que yo veo las cosas así.
Lucio Decumio.
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