Creo recordar que fue hace un par de días cuando un terrorista suicida perteneciente a las milicias palestinas de la Yihad Islámica, se hizo saltar literalmente en pedazos con la repugnante esperanza de llevarse por delante a cuantos israelíes estuvieran en sus inmediaciones. Afortunadamente, el "mártir de Alá" sólo fue capaz de terminar con su propia vida y con la de un judío que, desgraciadamente para él, pasaba por allí. Alguien podría decirme que no estoy ofreciendo todos los datos de la noticia. Ni falta que hace. Determinar el lugar en el que se produjo el atentado, supone perder un tiempo precioso, en vista de que desde hace tres años, la liturgia del "ojo por ojo" no deja de golpear virulentamente la zona.
Esta cobarde acción terrorista, reivindicada ayer por la Yihad Islámica, rompía flagrantemente el "alto el fuego" o tregua decretada por estos fanáticos y por sus primos hemanos de Hamás hace tan sólo diez días. La tregua, para los desinformados, pretendía ser botón de muestra de la buena voluntad de todas las facciones palestinas de cara a entablar con Israel un diálogo leal que siguiera los pasos marcados en la "Hoja de Ruta" propuesta por la Administración Norteamericana.
Una vez más, y ya son innumerables las ocasiones, los más radicales de uno u otro bando buscan reventar -utilizando cada uno su propio método de ajusticiamiento del adversario- un incipiente proceso de paz que podría poner fin a décadas de enfrentamiento armado y a siglos de desencuentros y conflictos en una región del globo demasiado castigada por el odio y la violencia.
Me ha sorprendido, sin embargo, la reacción israelí. De un furibundo nacionalista y convencido, pero no convicto, asesino de árabes como Ariel Sharón sólo podría haberse esperado una respuesta devastadora contra varias aldeas palestinas, con la excusa de acabar con determinados núcleos o nidos de terroristas. Pero no, no ha sido así. O el viejo criminal sionista está cansado de tanta beligerancia, y tanta sangre pesa en su conciencia como su formidable barriga sobre sus piernas, o Bush Jr. le ha dado un telefonazo para conminarle a que, de momento, no ponga el dedo en el gatillo, ya que después de las salvajadas palestinas que han sacudido a Tel-Aviv y Jesuralén en los últimos años, un solo muerto puede no ser excusa suficiente para vapulear de nuevo a los palestinos. Personalmente, me inclino por la segunda opción. Cualquier persona informada y en su sano juicio debe descartar, casi de plano, un espontáneo acceso de arrepentimiento de Sharón por las barbaridades cometidas en el pasado.
Afortunadamente, y al cierre de este comentario o apunte, la reacción israelí, en los términos habitualmente conocidos, no se ha producido. Esperemos que el calendario siga goteando días, semanas y meses en blanco, para que la rutina de muerte, miedo, destrucción y venganza que se estableció con el inicio de la segunda Intifada invierta sus términos de tal manera, que no vuelvan a quedar ganas de retomarla por parte de ninguno de los dos bandos.
Lucio Decumio.
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