Para quien no lo sepa, un joven "bailaor" gitano de 20 años, con un creciente prestigio en España y en el extranjero y que responde por este apodo, ha sido recientemente detenido por la Policía, acusado de haber atropellado a un joven en un paso de peatones de una céntrica calle sevillana, hace aproximadamente seis meses. Una desgracia, cierto y nada que en una mañana, tarde o noche desafortunada -que Lucio Decumio las ha tenido últimamente y bien que lo saben mis fieles lectores- no nos pueda suceder a cualquiera. Un cambio inoportuno de emisora, una cabezada producida por el cansancio, una minifalda sugerente y ¡¡zas!! en unos segundos tu vida y la de un desventurado peatón cambian para siempre.
Pero pese a los nervios y al desconcierto, si hay en ti madera de decencia y honestidad, bajas de tu vehículo y ayudas a la víctima de tu error, llamas a una ambulancia, la atiendes en la medida de lo posible y esperas a las autoridades. Afrontas tu yerro y apechugas con lo que venga. Pero Farruquito no lo hizo, no se detuvo, continuó su marcha y dejó a un hombre de 35 años desangrándose en el áspero asfalto de una calle de Sevilla. A las pocas horas, el malhadado transeúnte exhaló su último aliento en un hospital de la capital andaluza.
Para agravar aún más su delito, Farruquito no tenía carnet de conducir -algo que no nos debe sorprender tratándose de un gitano-, tampoco tenía los papeles del automóvil en regla -algo que tampoco puede mover a la sorpresa si hablamos de un caló- así como tampoco tenía contratado un seguro para el coche, algo que a estas alturas, a pocos puede chocar.
En el colmo de la cobardía y de la pusilanimidad, Farruquito acordó con su hermano, un menor de 15 años que le acompañaba en el momento del accidente, que el adolescente sería quien arrostrara con la responsabilidad de tan luctuoso hecho, pues el "bailaor" estaba convencido de que la benevolencia de la Ley de Responsabilidad Penal del Menor, le permitiría a su hermano carear un castigo judicial mucho más benigno.
Es decir que por este orden, te pones al volante de un soberbio vehículo de lujo que no estás autorizado a conducir y por añadidura, los papeles y el seguro no están en regla; conviertes en anécdota las señales que te impiden superar una determinada velocidad en el casco urbano y en éstas, arrollas a un confiado viandante que cruza por un paso de peatones con toda la preferencia del mundo; acto seguido, no sólo no te detienes a ayudar a la víctima de tu insensatez, sino que haces ruedas y te marchas a toda velocidad; y en última instancia, cuando la Policía inicia sus pesquisas, involucras a tu hermano de 15 años para que sea él quien pague las consecuencias de tu temeridad porque la factura que tendrá que abonar será menor que la que tengas que pagar tú.
En fin, es difícilmente imaginable un mayor cúmulo de irresponsabilidades y de actos contra el sentido común y contra la dignidad. Así que, pese a sus 20 años, su más que seguro analfabetismo, su fama, su arte, su prestigio y la fianza de 40.000 euros que le ha permitido salir en libertad condicional, espero que pague por la concatenación de disparates provocados.
No hace muchos meses, vi un reportaje en televisión -Informe Semanal- sobre este personaje, cuyos sonados triunfos en los escenarios de Nueva York le habían reportado gran notoriedad y prestigio. Tal vez en aquéllos instantes, ya fuera un homicida involuntario y medroso.
Lucio Decumio.
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