23 diciembre 2005

Partido Socialista de los Bajos Fondos

El Bobo Solemne saluda cordialmente, en uno de los pocos encuentros públicos mantenidos entre ambos, al capitán de los corsarios y cabecilla de los saqueadores. Ojalá sea sólo dinero, lo que nos cueste a los españoles estas sonrisas y estas confidencias.

Ha pasado prácticamente desapercibido en los medios -como no podía ser de otra forma-, pero lo que acaba de suceder en el Parlamento de España es grave, muy grave.

Que los diputados del PSOE hayan votado contra una proposición del PP que solicitaba la condena parlamentaria de la provocación, asalto o ataque perpetrado hace unas semanas contra la Cadena COPE por cinco cachorros de ERC capitaneados por dos diputados de esa misma formación, que desempeñan su labor en el mismo Congreso y que utilizaron las oficinas del Hemiciclo para dar cobijo a los alevines del totalitarismo esquerrista, es ilustrativo de cuáles son las intenciones del partido dirigido por Zapatero, así como de sus aliados.

El mensaje es claro y nítido. Vale todo si de amedrentar al adversario se trata; cualquier método coactivo es justificable, siempre que se utilice con el fin de acallar las voces críticas que contra el Gobierno y sus socios, llegan desde medios informativos que representan la voz y el sentir de millones de españoles que no comulgan con los delirios rupturistas de la caterva gobernante; la amenaza contra el rival ideológico sirve y se disculpa; la coacción es una herramienta válida en el juego político.

A aquéllo, a la votación parlamentaria que no condenó –con el apoyo del PSOE- el ataque contra la COPE, se unen señales cada vez más sombrías. El Parlamento Catalán –con los votos a favor del PSC- alumbra una bestia antidemocrática y coercitiva con el fin de blindar a su corrupta clase política contra las denuncias de los medios de comunicación no afectos y por su parte, el Parlamento vasco aprueba –con el soporte de los diputados del PSE- unos presupuestos regionales que recogen ayudas a los familiares de los presos etarras, incentivos pagados y financiados en buena parte por las víctimas de esos mismos criminales.

Esta suicida deriva del PSOE y de sus arterias periféricas, de la que es exclusivo culpable el Presidente del Gobierno en virtud de su retorcimiento moral, su debilidad política y su analfabetismo democrático, sólo puede tener una consecuencia de cara al futuro: que las prácticas dictatoriales y camorristas empleadas por sus aliados, deriven en problemas y en conflictos de mucha mayor envergadura.

Quisiera equivocarme, pero desde que el Partido Socialista accedió al Poder el 14 de Marzo de 2004, es dramáticamente sencillo dar con las claves de los acontecimientos venideros; basta con hacer una previsión de futuro lo más negativa posible y lo más alejada del sentido común y habremos acertado. O tal vez no. Quizás nos hayamos quedado cortos.

Si todo un Congreso de los Diputados es incapaz de condenar un ataque tan descarado y abierto contra la libertad de expresión, si un Parlamento regional acoraza a su clase política contra los medios que no se pliegan a sus designios y si otro premia a los malos y castiga a los buenos –todo ello con la excepción del PP- es que algo muy grave falla en España. Y ese algo que falla y que no sólo no deja avanzar a los españoles en el desarrollo y el afianzamiento de sus libertades, sino que además las recorta cada vez más, es un partido de teórico ámbito nacional entre cuyas funciones deberían encontrarse la vertebración del país en todas sus áreas y la salvaguarda de los principios constitucionales fundamentales, pero que por su desmedida ambición de poder, se ha situado –tal vez debería decir que se ha vuelto a situar- en las antípodas de aquello que debería defender.

Es el PSOE. Una formación cada vez más contemplativa con los mamporreros liberticidas y anticonstitucionales y cuyo único objetivo a medio y largo plazo, no es el bienestar de los españoles y una mejor calidad de vida para éstos, no. Su meta es mucho más espuria y sucia: perpetuarse en el poder mediante la fragmentación representativa de sus adversarios políticos y la eliminación técnica de los medios críticos.

¿Exagero? No, desde luego que no. No quisiera volver a repetir aquello de que lo peor aún está por venir, pero debo. No poner coto a la insensatez política y a las salvajadas callejeras perpetradas por formaciones altercadoras y antinacionales, pone muy gravemente en peligro la convivencia, la paz ciudadana y la integridad física de quienes critican y revelan las miserias de la clase política. Eso seguro que lo tienen claro en el PSOE y en sus mandos, pero lejos de importarles y preocuparles, parece complacerles.

Lucio Decumio.

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