29 febrero 2004

Varias cosas para hoy

Con el paso de los días y de las semanas, se me acumulan sobre el escritorio multitud de temas que me gustaría tratar más en profundidad, de un modo individualizado y extenso si se quiere, pero que por cuestiones estrictamente achacables a la falta de tiempo, me veo incapaz de llevar a buen puerto.

Hoy toca refrito. Variedad de asuntos de distinto pelaje y condición que voy a tratar de abordar de un modo somero.

1/ Sí, sé que sucedió hace varias semanas, pero no me puedo resistir a alzar mi voz contra el atropello cometido por el fiscal encargado de instruir el caso de 15 inmigrantes rumanos -la mayoría ilegales- sobre cuyas espaldas pesaban más de 100 delitos contra la propiedad.

No presentar cargos contra ellos y dejarlos en libertad a las pocas horas de haber sido desarticulados y capturados por la Policía, es un esputo contra el trabajo diario de aquéllos que se juegan la vida para protegernos de esta gentuza. Para más inri, al cabo de un par de días, varios de ellos fueron de nuevo capturados con las manos en la masa, perpetrando los mismos delitos por los que habían sido apresados fechas antes. Una vergüenza intolerable.

2/ Algo parecido ha sucedido recientemente con varios etarras, a los que el juez Ruiz de Polanco, conocido libertador de alimañas, puso de patitas en la calle para que volvieran a conspirar contra las Fuerzas de Seguridad y contra miles de pacíficos ciudadanos que no entienden tan laxas interpretaciones de la Ley, cuando se trata de conceder terceros grados a aprendices de asesinos e incluso a los propios criminales. Esta no es sino otra prueba que refuerza mi teoría de que en España vivimos tiempos de gravísima inversión moral.

Los jueces y los fiscales deberían estar ahí para aplicar la Ley con toda la rigurosidad y la severidad que exigen determinadas faltas y no para entenderla tantas veces desde la vertiente que favorece a quienes la infringen de un modo tan reiterado.

3/ ¿Dónde están las plataformas "Cultura contra la guerra" o "Actores contra la guerra" cuando de denunciar masacres como las que se producen a diario en Uganda se trata? Este pequeño país del África Negra, ribereño por el Norte del famoso Lago Victoria, sufre una auténtica sangría desde hace 18 años, fecha en la que estalló una violentísima guerra civil que a nadie ha conmovido y en contra de la que nadie se ha manifestado. Allí no hay nada que interese al mundo civilizado, ni piedras preciosas, ni petróleo, ni minas, nada. Como tampoco hay soldados americanos con los que meterse por tratar de pacificar una zona tan depauperada. Ni tan siquiera Naciones Unidas parece acordarse de aquellos infelices.

No lo olvidemos, miles de niños son raptados por los milicianos rebeldes del LRA -Lord Resistance Army- para convertirlos en soldados que no dudan en enviar al frente para combatir al Ejército y a las milicias gubernamentales, así como también son secuestradas miles de niñas, que son entregadas a los comandantes de la guerrilla como esclavas sexuales. Es un oprobio y una ignominia que conflictos como éste, no merezcan un "No a la Guerra" tan rotundo desde algunos sectores que sí se entregan con paroxismo singular, a la condena de cualquier refriega en la que se ven envueltos soldados americanos. A ver si tengo tiempo y puedo entrar más en profundidad sobre esta y otras guerras olvidadas.

4/ Me estremecí hace unos días al leer en la prensa que un individuo había matado a puñaladas a un controlador aéreo de la compañía suiza Skyguide, que estaba de turno cuando dos aviones chocaron en pleno vuelo sobre Alemania en julio del 2002, causando la muerte a las 71 personas que iban a bordo. Tanto se me revolvieron las tripas ante semejante variante de la Ley del Talión que no le perdí la pista a la información y hoy me he enterado de que el presunto asesino es un rumano que perdió a su mujer y a sus hijos en el accidente.

Me hago cargo del dolor y de la desesperación que hace presa de aquéllos que ven morir a sus seres queridos en circunstancias tan dramáticas y tan abruptas, pero de ahí a acabar premeditamente con la vida de quien en teoría, era responsable de que aquellas dos naves transitaran sin obstáculos por el espacio aéreo alemán, media un abismo, por Dios.

Se me erizan los pelos de todo el cuerpo al pensar en la gélida venganza que tomó cuerpo en el corazón de este rumano y en las justificaciones que se tuvieron que ir apilando en su intelecto para hallar culpable de su desgracia y dar muerte, a alguien que seguramente sólo trataba de cumplir con su obligación de la mejor manera posible.

Y 5/ Hace unos días, la Sala Social de la Audiencia Nacional dictó una sentencia que obligaba a Correos a convertir en fijos a los empleados que mantuvieran contratos de interinidad por vacante, por un tiempo superior a tres meses. Me parece una resolución muy acertada y aplaudible, en la que por fin se ve la bajante positiva de un sindicato, Unión Sindical Obrera, que se preocupó de presentar este recurso ante la Audiencia. Por mi parte, yo he calculado que si esta misma medida se tomara con la empresa en la que actualmente presto mis muy poco reconocidos servicios, me tendrían que hacer fijo unas dieciocho veces.

Lucio Decumio.

25 febrero 2004

¿Quiénes son los fanáticos?

En una reciente grabación emitida por el canal de TV qatarí Al Yazira, Ayman Zawahiri, un sujeto de confesión musulmana que se dice el segundo de la organización terrorista Al Qaida, ha condenado con dureza la ley francesa que prohíbe el uso del velo islámico, así como de otros símbolos religiosos islámicos o de cualquier otra confesión, en las escuelas públicas del país.

Aunque las palabras de este sujeto -quien aprovechando que el Pisuerga pasaba por Valladolid y el Tigris por Bagdad, se descolgó con las tradicionales amenazas hacia los Estados Unidos en el sentido de que en breve, sufrirían nuevos atentados terroristas similares a los del 11-S- no merecen ni soportan el más mínimo embate de la coherencia y el sentido común, conviene no perderlas de vista y situarlas en el contexto clave de la cosmovisión musulmana del mundo y la realidad que les rodea.

En otras ocasiones he hablado y he criticado con dureza la repelente connivencia entre el clero islámico y los dirigentes políticos de todos los países cuya confesión religiosa mayoritaria sigue los pasos trazados por Mahoma, para hurtar a sus feligreses y súbditos, oportunidades, tiempos, libertades, independencia y derechos. Especialmente derechos humanos, que las sociedades occidentales ganaron a pulso y con grandes esfuerzos a lo largo de los últimos 150 años y cuya concatenación en el Islam, se soterra bajo coartadas pseudo-culturales ante la pasividad occidental.

Y hoy vuelvo a la carga contra este fétido engaño, contra este asqueroso fraude que apoyado en muchas ocasiones por inocentes y excesivamente bienintencionados pensadores europeos, trata de invertir la carga de la prueba y buscar que las sociedades democráticas y avanzadas de Occidente, se sientan culpables por no respetar determinados derechos intrínsecos e intransferibles que parecen corresponder a los musulmanes por el mero hecho de serlo.

A mi juicio, ya es bastante sacrificio que en una sociedad laica pero de profundas e innegables raíces católicas como la francesa, las autoridades tengan que hacer "tábula rasa" y obligar a la mayoría cristiana a renunciar a sus símbolos en las escuelas, en aras de una mayor integración de las minorías más conflictivas. Pero para los musulmanes, eso no sólo no es suficiente, sino que lo consideran una ofensa a sus convicciones y su fe.

Se me podrá decir que quien lo afirma es un fulano integrista que se pasa el día conspirando con otros de su calaña para convertir su odio hacia Occidente, en brutales ondas expansivas que acaben con el mayor número de infieles, pero no es así. Desgraciadamente, la mayoría de los musulmanes, de sus dirigentes políticos y religiosos, piensa del mismo modo. Es decir, que sus costumbres, por bárbaras, retrógradas y salvajes que sean, no sólo han de ser toleradas por Occidente el los países del círculo musulmán, sino que ha de transigirse con ellas en el seno de las sociedades más avanzadas y democráticas pues de otro modo, éstas no pueden llamarse así.

Como decía, este modo de pensar es una estafa, un chantaje social que el Islam perpetra contra Occidente con notable éxito, que encuentra incontables apoyos entre los sectores más anti-occidentales de la izquierda social y política y al que tristemente, nuestros gobiernos democráticos no logran responder con firmeza.

¿O es que alguien piensa que la situación inversa podría darse en alguno de estos países? ¿Alguien imagina que en Marruecos, por poner un ejemplo cercano, en caso de existir una minoría cristiana del 10%, ésta podría llegar a convertirse en un grupo de presión tan poderoso que obligara al Estado a renunciar a preceptos religiosos islámicos que están en la raíz misma de su origen?

No señores. Eso es inconcebible. En primer lugar, porque jamás permitirían que cuatro o cinco millones de cristianos convivieran entre ellos, en el caso de que éstos tuvieran la necesidad imperiosa de trasladarse hasta allí con el fin de ganarse la vida. Y en segundo término y caso de producirse semejante volumen migratorio cristiano hacia tierras musulmanas, ya se encargarían ellos de que cristianos inmigrantes y musulmanes oriundos gozaran de los mismos derechos, es decir, ninguno.

Basta ya de paños calientes con esta minoría. Esas gentes pueden venir a Europa a buscar una vida mejor, pero sintiéndolo mucho, habrán de comportarse como europeos y no como atroces beduinos que venden, mutilan y esclavizan a sus mujeres, maltratan a sus hijos y siguen preceptos y normas medievales en su comportamiento diario. Y si estas costumbres forman parte de su acervo cultural -menudo patrimonio, por otra parte- y no quieren desprenderse de ellas, que se queden en sus lugares de origen y que las practique allí, pero no en nuestras casas.

Lucio Decumio.

21 febrero 2004

¿Fraude en el deporte?

El reciente fallecimiento del ciclista italiano Marco Pantani, en el ámbito de unas causas aún no aclaradas, pero muy relacionadas sin duda con un consumo desmesurado de estupefacientes y ansiolíticos que le permitían aislarse de la rocosa realidad en la que vivía desde su positivo en el Giro hace un par de años, ha vuelto a destapar la Caja de Pandora en el mundo del deporte.

Por añadidura, es rara la semana o el mes en el que algún ex-jugador italiano de fútbol, no muere víctima de la Esclerosis Lateral Amiotrófica, una enfermedad degenerativa que afecta a nuestro sistema neurológico y por extensión a todo el sistema motriz y que se relaciona cada vez más con el uso y consumo incontrolado de sustancias para la mejora del rendimiento físico, pero como se ve, mortalmente nocivas en muchos casos. A este respecto, no sólo han sido ex-jugadores italianos los afectados, pues se cuentan también numerosos casos de jugadores de béisbol o de fútbol americano, entre otros deportes.

Y esto va a continuar. Mi sensación es la de que estas noticias van a golpear cada vez con más frecuencia en el mundo del deporte y además, sobre atletas insignes y ejemplares. Y para fundamentar mi tesis, me acompañaré de un par de ejemplos bastante gráficos.

-Recientemente ha estallado un gran escándalo en el seno de la ATP a la vista del positivo que dio una de sus máximas figuras, el británico Greg Rusedski, en un reciente torneo del circuito. El afectado no sólo no aceptó el posible castigo que se le pudiera imponer, sino que amenazó con hacer pública una lista con más de cuarenta tenistas de élite que, presuntamente, también acostumbrarían a consumir sustancias prohibidas. Ante la posibilidad de que el escándalo alcanzase aún mayores proporciones, la propia ATP se puso del lado del jugador de las islas y le mostró su apoyo y solidaridad incondicionales. Auxilio y favor que no nacía, seguro, de la absoluta convicción de la Asociación en la inocencia de Rusedski, sino que a mi entender, beben de las fuentes de un corporativismo culposo difícilmente ocultable.

-Cuando se celebra en Francia un certamen ciclista, sea cual sea su categoría, las autoridades sanitarias, apoyadas por Interior y por la Gendarmería, dedican ímprobos esfuerzos a una despiadada caza de brujas contra el consumo de sustancias dopantes entre los participantes. Sin pudor, registran hoteles, habitaciones, coches de equipo, bolsas de material e incluso restos de excrementos en urinarios y excusados. A este respecto y siendo algo demagogo, lo reconozco, se me ocurre pensar que si este mismo despliegue de medios se llevara a cabo contra mafias, asesinos y terroristas internacionales, Francia se convertiría en cuestión de semanas, en un remanso de paz y de concordia sin parangón en Europa y en el mundo. Pero no, van a por unos tipos inofensivos que se inyectan unos caldos que hoy ayudan, pero que mañana enferman.

Me molesta y me ofende el hecho de que haya deportistas que ingieran sustancias prohibidas para ayudarse en los esfuerzos aeróbicos y anaeróbicos que tengan que desempeñar. Pero más me molesta y más me ofende la hipocresía de la gente, de los aficionados, de los medios de comunicación y en última instancia de las casas patrocinadoras de equipos y jugadores.

En la sociedad en la que vivimos, se ha convertido en norma de uso común, exigir el máximo rendimiento a quienes están a nuestro alrededor, no dándonos cuenta muchas veces, del elevadísimo precio que les hacemos pagar a costa de ese mandato imperativo. En un día normal de nuestra vida en 2004, cualquiera de nosotros acumula una magnitud de experiencias tal, que un grado equivalente de las mismas en 1950, serían imposibles de asumir en el plazo de un año. Y aunque lo parezca no exagero. Envueltos como estamos en esta vorágine, cada día nos imponemos y nos imponen más y mayores desafíos, no escapando obviamente de esta dinámica, el mundo del deporte.

Así, los aficionados piden cada día más espectáculo, metas más lejanas y complejas de alcanzar, éxitos que vayan más allá de los cosechados en el pasado. Es decir, aunque se nos satisfaga con algo más, siempre nos encontraremos en un estado de persistente insatisfacción que trasladaremos sin dudar a los demás. Otro de los actores del proceso, los medios de comunicación, reclaman asimismo su cuota de espectáculo para poder satisfacer las demandas de sus audiencias y en última instancia, las casas patrocinadoras, marcas de ropa deportiva o grandes multinacionales, aprietan las tuercas a los equipos y a los deportistas para que estos den el máximo y rindan los beneficios esperados a sus "mecenas" y ofrezcan el sumo espectáculo a los medios de comunicación y a las audiencias que ansiosos, así lo solicitan.

Es un círculo vicioso en el que quien más tiene que perder es el deportista que trata de seguir manteniéndose en el juego. Si no aporta a su dieta sustancias que le ayuden a mejorar su disposición atlética, pierde competitividad ante los rivales que sí que lo hagan, dejando por el camino notoriedad, celebridad e ingresos. Si lo hace y no le detectan, tendrá que vivir toda la vida con el íntimo estigma de haber gozado de una reputación y una gloria que tal vez no le deberían haber pertenecido, así como con la inquietud lacerante de saberse a medio plazo, ante un futuro empapelado por las dolorosas facturas que le vaya pasando su organismo. Y lo que es peor, si algún control le pone al descubierto, todos aquéllos que le exigieron el máximo y que le empujaron a ingerir esos caldos y brebajes, le colocarán al borde del acantilado y le empujarán al vacío con el exclusivo fin de aliviar sus conciencias y no asumir la gran carga de responsabilidad que nunca querrán afrontar.

El mundo, queridos lectores, está gobernado y regido por fariseos, farsantes y sepulcros blanqueados.

Lucio Decumio.

18 febrero 2004

El triunfo de la desfachatez

Los rumores eran insistentes desde hace tiempo y hoy he leído las primeras líneas que empiezan a confirmarlos. La cadena norteamericana de televisión CBS, ha destapado recientemente la desahogada situación financiera y económica de la que goza el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat. Según la citada emisora, Arafat lleva años desviando fondos de la ANP a cuentas opacas en Suiza, Islas Caimán y átense los machos, Israel.

Dinero de los impuestos que ha abonado religiosamente -casi nunca mejor dicho- el pueblo palestino al que dirige cual mesías desde hace décadas. Dinero procedente de múltiples inversiones paralelas realizadas por la ANP en casi setenta empresas repartidas a lo largo y ancho de todo el globo terráqueo y entre las que destaca -vuélvanse a atar los machos- la embotelladora de Coca-Cola de Ramala, la ciudad en la que habita el "rais" y desde la que más que con toda seguridad, hace la vista gorda ante los atentados suicidas que la Yihad Islámica y demás facciones radicales palestinas, perpetran contra autobuses y restaurantes de todo Israel con dramática periodicidad.

Dinero que engorda a espuertas en las cuentas opacas de Arafat y en las de los prebostes de la ANP allende los territorios ocupados y que sin ir más lejos, amplió de forma procaz su volumen el pasado Septiembre con el desvío -detectado por el FMI- de 700 millones de euros desde los presupuestos de la ANP a una cuenta personal del Presidente a un paraíso fiscal. Dinero que deja jugosos intereses en bancos judíos y que sólo es un pequeño botón de muestra de la infame connivencia que más que seguro existe -y que L.D. ha denunciado repetidamente- entre la clase dirigente israelí y la palestina, para perpetuar el conflicto que enfrenta a sus pueblos y que tan suculentos réditos deja por el camino a quienes se encargan de apuntalarlo.

Dinero que debería servir para equipar a la policía palestina, a los colegios, a los hospitales y a mil y un servicios básicos de los que endémicamente, ha carecido siempre la población civil palestina. Dinero que debería gastarse en mejorar su nivel de vida, su educación y su formación, pero que como buen sátrapa islámico -o más bien en su caso, reyezuelo taifa- acumula indecentemente para su exclusivo goce y disfrute, mientras contempla con desdén hipócritamente tiznado de inquietud, cómo sus súbditos perecen sin poder disfrutar de aquello que en justicia les pertenece.

Dinero que en muchos casos, proviene de nuestros bolsillos, de las incontables ayudas que la UE, Japón, los Estados Unidos o el FMI han otorgado a fondo perdido a la ANP en el marco de los innumerables acuerdos y planes de paz alcanzados en los últimos quince años entre árabes e israelíes y que luego se han ido al traste por la intolerancia y el fanatismo de unos y otros.

Dinero que es más que posible, esté sirviendo de modo encubierto para el sostenimiento de una lucha tan feroz y sangrienta, como estéril e infecunda contra su declarado enemigo judío. Dinero que bien empleado, podría servir para lograr que cientos de miles de jóvenes fanatizados y encolerizados estuvieran convenientemente nutridos, escolarizados y formados en el respeto a sus vecinos israelíes, en lugar aguardar impacientes su turno para inmolarse en nombre de Alá y de su profeta palestino contra aquéllos.

Al fin y al cabo, el conflicto que sacude desde la noche de los tiempos aquel reseco terruño de nuestro planeta se resume en la manifiesta falta de escrúpulos de un dirigente islámico que se vende ante los ojos del mundo como víctima de un poderoso vecino sostenido y subvencionado por los Estados Unidos, mientras que por la puerta de atrás, trinca y mangonea todo el dinero que puede a sus empobrecidos y martirizados compatriotas hasta convertirse en el inmediato perseguidor de la Reina Isabel II, dentro del exclusivo pelotón de las fortunas terrestres más descomunales.

Y mientras, comprometidos e inocentes izquierdistas de todo el mundo que lucen desafiantes y orgullosos un pañuelo blanco con trazas negras anudado al cuello, forman parte sin saberlo de la coartada, la excusa y el sustrato internacional sobre el que se apoya este ladrón.

Lucio Decumio.

15 febrero 2004

Sanciones injustas e injustificadas

Circunstancialmente, me valgo de diversas noticias relacionadas con el mundo del deporte para darme un respiro en torno a mis más que habituales intervenciones en torno a la política nacional e internacional. Hoy me decanto sin rubor alguno por la alternativa deportiva y dentro de la misma, entre las muchas opciones que se pueden manejar, incluido el repentino fallecimiento de Marco Pantani, me he inclinado por una que puede resultar en principio de escaso calado, pero que para mí muestra con especial carga gráfica, muchos de los males que sacuden a España.

Hace tres o cuatro días, en partido de semifinales de la Copa de Su Majestad El Rey disputado en el Ramón Sánchez Pizjuán entre el Sevilla y el Real Madrid, dos jugadores bien distintos, tanto dentro como fuera del campo, protagonizaron un lance que ha hecho correr vastos ríos de tinta en todos los medios. Dentro del marco de la extraordinaria tensión que presidía el encuentro, convenientemente azuzada desde el bando andaluz durante toda la semana previa, Pablo Alfaro, uno de los defensas centrales del equipo local, pugnó por la posesión del balón con Zinedine Zidane. En el salto, el defensor sevillista impactó conscientemente con su codo sobre el rostro del centrocampista francés del Real Madrid, quien en acción refleja de autodefensa, soltó su mano izquierda para apartarse de encima tan incómoda y hostil acometida, golpeando levemente en el rostro del veterano zaguero hispalense.

Alfaro, futbolista que se ha ganado a pulso una sólida fama de brusco, abrupto y violento dentro del los terrenos de juego, así como de provocador e incitador nato por sus declaraciones fuera de los mismos, se desplomó teatralmente ante los ojos del juez de línea del encuentro, al sentir el amago de trompada de Zidane. Ante las protestas de los jugadores del equipo local, el árbitro de la contienda consultó con su asistente -el celebérrimo Rafa- y éste le indico que el marsellés había agredido premeditadamente al español. Consecuencia de la deliberación entre ambos jueces, fue la tarjeta roja directa que se le mostró al jugador galo.

En el descanso, el director deportivo del Real Madrid, Jorge Valdano, se encontró en el túnel de vestuarios con el árbitro para recriminarle su falta de autoridad y de presencia de ánimo ante el ambiente enrarecido que se vivía en el estadio y que según Valdano, había influido en su decisión de expulsar a Zinedine Zidane.

Al día siguiente, más que del propio encontronazo entre los jugadores, desde muchos ámbitos, especialmente el sevillista, se hablaba de las pretendidas actitudes mafiosas e intimidatorias de Valdano durante el descanso del partido, pero no de las declaraciones de los dirigentes del Sevilla y de algunos de sus jugadores antes del encuentro, que envenenaron conscientemente la atmósfera del graderío con el fin de presionar activamente al trío arbitral en sus decisiones a lo largo de la contienda.

No es de recibo que en un encontronazo entre Zidane y Alfaro, alguien piense que el primero es el culpable, en vista de los antecedentes de uno y otro. Tampoco es asumible que equipos técnicamente inferiores y tácticamente escarpados como el Sevilla, se valgan de las declaraciones incendiarias de sus jugadores, directivos y técnicos para dar lugar a presiones ambientales extremas que buscan equilibrar retorcidamente la balanza en sus enfrentamientos con equipos de superior categoría. Sobre este último punto, hay una última vuelta de tuerca aún más alevosa si cabe, que es la inversión de la carga de la prueba de la que es víctima el insigne rival, cuando harto de que le echen plomo fundido es sus espaldas, se revuelve y protesta ante la injusticia, para ser en último término, quien recibe el castigo.

Pero lo menos aceptable es que siempre se ejemplarice con el Real Madrid, que lo único que hace es buscar a los mejores futbolistas del mundo, vestirlos con sus colores, conjuntarlos y tratar de vencer en buena lid a sus adversarios, jugando del mejor modo posible. Lo demás son necedades de acomplejados que buscan aprovecharse de la caja de resonancia que es el propio equipo blanco, para ganar sus minutos de gloria y de fama ante los medios.

En última instancia, yo me pregunto porqué no se suspende cautelarmente la sanción de un partido al jugador del Real Madrid, al menos hasta que éste presente las correspondientes alegaciones ante la justicia deportiva y al F.C. Barcelona, que aprovecha la menor ocasión para venderse como víctima ante su eterno rival capitalino, aún no se le ha obligado a cumplir el justo castigo de dos partidos de clausura que se le impuso a su estadio, tras los gravísimos incidentes del partido de Liga que disputaron hace más de año y medio ante, precisamente, el Real Madrid.

Este no es -como decía previamente- sino un botón de muestra más de la inversión moral que se vive en España y en virtud de la cual, se ha convertido en costumbre victimizar al verdugo y culpabilizar a la víctima.

Lucio Decumio.

10 febrero 2004

Las dos caras de la familia

Mi padre fue hasta los 34 años, un humilde empleado de una ferretería en el barrio de Carabanchel. Con su muy modesto sueldo, sacaba adelante a una familia que hoy sería considerada numerosa, pero que en 1974 apenas si se encuadraba en la media de vástagos nacidos en el seno de los matrimonios de la época.

Entonces decidió dar el salto. Aún asfixiado por las responsabilidades alimenticias, académicas y de abrigo de toda su prole y no perdiendo de vista las dificultades económicas de aquellos tiempos y la incertidumbre política que se percibía nítidamente en el horizonte, fue capaz de atisbar la oportunidad de establecerse por su cuenta y dar vida a su propio negocio. Se hizo con el alquiler de un local en el mismo barrio madrileño y en breve, comenzó a regentar su propio microcosmos dedicado a la ferretería y el menaje. Si a todo ello añadimos el hecho insoslayable de que por aquel entonces, la mayoría de los padres de quienes hoy sobrepasamos la treintena, se habían visto obligados a abandonar los estudios a tempranas y tiernas edades para dedicarse en cuerpo y alma a echar un cable económico en sus humildes hogares, nos encontraremos ante un panorama y unas perspectivas de éxito para la nueva empresa creada por mi padre, bastantes sombrías.

Pero aquella regencia empresarial que podía presumirse efímera y decepcionante, se trastocó por arte de su empeño y el de mi madre, en un prolongado reinado de treinta años que a día de hoy está tocando a su fin.

Sin embargo, no sólo fueron el tesón y la constancia de mis padres los que permitieron tirar hacia adelante y sacar a flote el proyecto. En unos comienzos que hubieron de ser extremadamente duros, aunque Lucio Decumio, por entonces un balbuceante infante de apenas cuatro años, carecía obviamente de la suficiente perspicacia y madurez como para darse cuenta de las dificultades por las que podían atravesar mis progenitores para criarnos a mí y a mis dos hermanos, pues por añadidura, jamás nos faltó alimento, vestimenta, juguetes o afecto y atención, debo destacar la figura y el apoyo de innumerables familiares de mi línea materna.

No fueron ni uno ni dos, sino muchos más, los hermanos de mi madre que se pusieron tras el mostrador en sus ratos libres para asistir a mi padre en los ásperos albores de su independencia patronal, mientras mi madre se cuidaba de que su progenie estuviera convenientemente atendida. Tampoco fueron pocas las hermanas políticas de mi hacedora las que se pusieron a su disposición para velar por los tres hijos del matrimonio, para encargarse de llevarnos al médico o para atendernos cuando fuera menester. Incluso, muchos de los sobrinos de mayor edad del vientre que me vio nacer, transitaron con ilusión y perseverancia por el negocio familiar cuando de su ayuda se precisó y asimismo, pudieran prestarla.

Pero no sólo fue la presencia física y la ayuda en momentos puntuales la que debo agradecer a toda la familia de mi madre. El dinero que mis abuelos maternos y mis tíos prestaron a mis padres para que el alumbramiento de aquel incipiente comercio fuera un éxito, vale si cabe aún más.

Con el paso de los años, Lucio Decumio y sus hermanos, especialmente junto al mayor de ellos, tomaron el relevo de tíos, tías, sobrinos y sobrinas, en las puntuales asistencias de las que he hablado previamente. El negocio fue prosperando y ello permitió la contratación de un joven dependiente que pasó 26 años al lado de mi padre sin faltar un solo día a su cita, salvo por causas de fuerza mayor. Asimismo, durante algunos años, mi padre también contó en su nómina de empleados con una hermana de mi madre. Y pese a todo, el goteo de familiares de vínculo materno, no terminó de cortarse nunca y puntualmente, en los momentos de mayor volumen de negocio, siempre aparecía algún hermano o sobrino de ella para ofrecer su arrimo y su favor.

Y ahora, en Febrero de 2004, cuando mi padre ha iniciado la liquidación del negocio que ha sido su vida y su ansia durante tantos años, cuando su fiel dependiente ha decidido desvincularse de la empresa para no ser una carga económica en momentos delicados, cuando sus hijos pueden ofrecerles mucho menos apoyo del que quisieran, pues sus obligaciones laborales se lo impiden y cuando el invierno ha hecho presa de sus sienes y las heridas de guerra se acumulan en su ánimo ya cansado, muchos de aquellos familiares que fueron sostén, puntal y amparo de mis mayores a mediados de los años 70, vuelven a dejarse caer por el vetusto local para brindar su último auxilio y su postrer servicio a la causa de mi familia, cerrando así un círculo cuyo trazo empezó a dibujarse hace tres décadas.

La otra cara de la familia no la vais a ver reflejada en este texto, porque yo tampoco la he visto.

Lucio Decumio.

09 febrero 2004

Censura y libertad de expresión

El revuelo y la polémica que se han desatado en los Estados Unidos tras la explícita actuación de Justin Timberlake y Janet Jackson en el descanso de la Super Bowl celebrada el pasado domingo, sólo ha sido posible gracias a los profundos contrastes que como poderosas fuerzas telúricas, sacuden de cuando en cuando los cimientos de aquel gran país.

Para la mentalidad europea, esencialmente la española, que es la que lógicamente conozco más en profundidad, el hecho de que una cantante o una artista de reconocido prestigio mostrara voluntariamente uno de sus senos durante una actuación televisada a millones de hogares, no pasaría de meros y supérfluos comentarios matinales entre humeantes cafés y crujientes tostadas. Todo lo más, entre las tímidas protestas de alguna asociación para la defensa de los derechos del menor o de los televidentes, se colaría algún que otro chascarrillo, más que seguramente relacionado con inminente Boda Real y a los seis o siete días, todo absolutamente olvidado.

Pero eso en Estados Unidos no sucede. Un país que vive instalado sin solución de continuidad en la demanda de los consumidores contra las empresas, de éstas contra su competencia, del Estado contra los monopolios, de las asociaciones más variopintas contra sus políticos o de los gobernantes contra sus rivales, no podía dejar pasar tan jugosa oportunidad para convertir una inofensiva provocación en un asunto de Estado y en un problema de proporciones bíblicas para los organizadores de la gran final del fútbol americano y para la cadena de TV que lo retransmitió.

Como decía, particulares y asociaciones están ya preparando las correspondientes demandas contra los presuntos responsables de tan oprobioso crimen. Pero la consecuencia más preocupante de la chiquillada de Jackson y Timberlake no va a ser ésta. Con mucho, lo peor es la excusa que se les ha entregado en bandeja de plata a las retrógradas autoridades norteamericanas para instaurar de nuevo la figura del censor en espectáculos de esta índole, volviendo de este modo a los oscuros años cincuenta, cuando la ascensión y la influencia del furibundo senador McCarthy se convirtió en la pesadilla de quienes no comulgaban con su particular visión de la realidad americana.

Sin ir más lejos, durante la Gala de Entrega de los Premios Grammy, que se celebra esta noche, la cadena de televisión que lo retransmita, deberá hacerlo con cinco minutos de retraso sobre el instante real, con el fin de que el censor encargado de velar por la decencia y la moral del acto, tenga suficiente margen como para recortar las imágenes que a su juicio, atenten contra el decoro o la compostura, como escotes generosos, palabras groseras o canciones políticamente incorrectas.

En resumen, que la decisión tomada por los gobernantes norteamericanos a este respecto, me parece un desatino propio de repúblicas bananeras y no de la que se tiene por la primera democracia del mundo y por el país de las libertades y de las oportunidades. A la vista de esta delirante espiral puritanista y conservadora que está arrasando con muchas de las cotas de libertad alcanzadas por los americanos durante décadas, me veo en la obligación de lanzar un suspiro de alivio por vivir en un país como España, donde el Gobierno de centro-derecha, democrática y mayoritariamente elegido por todos los españoles, no duda ni por un instante en aguantar, año tras año, el chaparrón de mentiras, estupideces, falacias, demagogias y farsas que se arrojan contra él y contra todos los que no opinan como quienes las lanzan, desde, por ejemplo, la Gala de Entrega de los Premios Goya.

Que se pregunten aquellos que acusan constantemente al Gobierno de franquista, fascista y totalitario, hasta dónde puede llegar el compromiso de éste con la libertad de expresión de sus gobernados, si incluso sus rivales más sectarios pueden manifestarse como tales sin ningún temor y seguir recibiendo las jugosas subvenciones estatales que les permiten vivir como marqueses. Y por lo que a mi caso particular se refiere, me quedo antes con mil películas como "La pelota vasca" de ése oportunista provocador que es Julio Médem, que con el recorte censor de uno solo de los minutos de sus oblícuos metrajes.

Lucio Decumio.

04 febrero 2004

Suspenso al Gobierno

En este pequeño universo virtual que he creado a mi imagen y semejanza, hay para todos, aunque algunos se lleven más que otros en virtud de sus más numerosos -a mi entender- patinazos. Hasta yo mismo me doy cuenta de la evidencia insoslayable de que mis diatribas se dirigen con más empeño cualitativo y cuantitativo contra unos sectores políticos y sociales más que contra otros.

Sin embargo y como decía previamente, hay y debe haber para todos. En los últimos días, el Gobierno y determinados representantes del partido político que lo sustenta, han cometido, a mi juicio, crasos errores que pueden costarles una elevada factura en votos el próximo mes de Marzo y a los que yo sólo encuentro la jocosa justificación -ojo, no se me interprete en clave juiciosa- de que el Partido Popular, viéndose holgado ganador de los próximos comicios generales, haya otorgado ciertas ventajas al Partido Socialista en esta precampaña, con el fin de que el descalabro de la formación que dirige José Luis Rodríguez Zapatero, no sea tan dramático como se espera que sea.

En fin, que me han parecido especialemente reprobables decisiones como la de descartar investigar el verdadero origen y la naturaleza real de las pruebas sobre las supuestas armas de destrucción masiva que en teoría, poseía Sadam Hussein y que fueron el detonante de la Guerra de Irak. Señores del Gobierno, no habría sido tan difícil tirar por el camino del medio y haberse comprometido a apoyar esa comisión de investigación -parlamentaria o de cualquier otra condición- tras las Elecciones Generales. Evitan dar metralla a la oposición y además, no despiertan en la opinión pública la sensación de que algo ocultan.

No nos engañemos. La implicación de España en el conflicto, aunque magnificada por los medios de comunicación, fue y es insignificante en comparación con la de USA y G.B., quienes sí establecerán sendas comisiones, que terminarán inculpando a mandos intermedios y absolviendo a los verdaderos responsables, como de costumbre. Pero comisiones de investigación serán, al fin y al cabo. Y si esa involucración de España y su Gobierno en la lucha y en las decisiones que llevaron hasta ella, fue tan exigua y tan irrisoria, las conclusiones de una comisión de investigación no deberían alcanzar cotas mayores, vamos digo yo.

En segundo término, creo que el Gobierno pierde la opción de dejar aún más en evidencia a la oposición al negarse Aznar a comparecer ante el Congreso para explicar la filtración desde el CNI a ABC, de la entrevista que sostuvo Carod-Rovira con ETA en Francia. Se ha dejado correr la tinta y al saberse que el CNI sólo había informado a Aznar de tan peculiar y maloliente encuentro, la Prensa ha empezado a atar cabos y ya relacionan al presidente y a uno de sus asesores personales -hermano del director de ABC- con la rendija por la que se deslizó la información. Y lo cierto es que, señor Aznar, todo eso da que pensar.

Sin embargo, este plúmbeo asunto de las filtraciones destapado por la oposición, no debería empañar ni encubrir el viscoso nudo gordiano de este asunto, que no es otro que la fétida traición de Carod -asesorado por varios dirigentes de ERC, no lo olvidemos- que consistió en entrevistarse con ETA y pedir el cese de los atentados de la banda en Catalunya, a cambio de inconfesables apoyos de su formación a los tentáculos políticos de los asesinos.

Por último, aunque no menos importante, pues el impacto mediático ha sido amplio, inscribo en esta espiral de tropezones gubernamentales, la aparición estelar de Rajoy en la Gala de Premios del Deporte, en la que hizo entrega a Nani Roma de uno de ellos. Bien está que quiera dejarse caer por uno de estos aburridísimos certámenes con los que los españoles tratamos de emular a los Emmy, los Grammy, los Oscar, los MTV y demás "shows" anglosajones en los que los diferentes gremios del mundo del espectáculo se premian a sí mismos, pero de ahí a saltar al escenario y poner en manos del ganador del Dákar el correspondiente galardón, media un abismo. A mí, esta actitud no dejó de transmitirme cierto tufillo bananero. No me gustó, en definitiva, pues me pareció manipuladora y chusca.

Lucio Decumio.

01 febrero 2004

La gran impostura

El hecho de que haya tardado tanto tiempo en darme cuenta, viene a significar cuán limitado es el intelecto de este humilde redactor. Han tenido que pasar muchos años y he tenido que contemplar docenas de actos innobles y mezquinos para caerme del definitivamente del guindo y descubrir a las claras que en España, ser de izquierdas, en cualquiera de sus diferentes vertientes, es enormemente ventajoso.

Quienes así se declaran, tamizan y cubren sus fechorías con un perverso barniz progresista y humanista, mientras que nos obligan a contemplar las declaraciones más virulentas o los exabruptos más incendiarios con absoluta benignidad pues de lo contrario, la etiqueta de retrógrados y fascistas penderá inmediatamente de nuestro cuello; en última instancia, la provocación, la mentira, la protesta callejera o incluso la violencia desestabilizadora, tienden a calificarse con un pragmatismo y una benevolencia que rayan en la depravación.

Sin embargo, aun siendo todos estos actos extremadamente censurables en sí mismos, lo peor de todo no es eso. Constatar como estas gentes no sólo no hacen frente a sus propias responsabilidades y no se hacen cargo de sus propios abusos, sino que por el contrario, tratan de invertir taimadamente la carga de la prueba para acusar con dedos pringados de embustes a sus contrincantes políticos, es todavía peor.

Amparados en la presunción ética y moral de la que se ha tocado la izquierda, cuyo reconocimiento apriorístico entre la opinión pública han logrado en los últimos años gracias a un empuje mediático y social incansables, han cometido las mayores felonías, los delitos más execrables y las perfidias más infames. Y de ellas han salido generalmente indemnes, gracias a discursos tan malignos y tan retorcidos como el pronunciado por la Presidenta de la Academia de Cine en la entrega de los Premios Goya, que exigió a las víctimas de ETA que protestaron contra la nominación del documental de Médem, respeto a la libertad de expresión del cineasta.

Y respeto a la libertad de expresión de este individuo subvencionado y apesebrado había, desde luego pues los manifestantes se quejaban exclusivamente del trato desigual recibido por las víctimas del terrorismo en la última película de Médem, pero en ningún momento exigían la censura de un film que no es sino fruto de la libertad de expresión de un individuo con una particular y muy sesgada visión del problema de la violencia en el País Vasco. Esos intentos de censura a los que hizo mención la Presidenta sólo existían en el marco de la perenne paranoia persecutoria de la izquierda española, que una vez más haciendo gala de una ramplonería y una impostura gravísimas, convirtieron al ninguneador de los perseguidos, en víctima de los mismos.

La izquierda española urge una profunda revisión de sus principios éticos y morales. En un intento patético por diferenciarse de las tesis más que razonables sobre terrorismo y modelo de Estado de sus adversarios políticos, han emprendido una alocada carrera a ninguna parte tras una identidad propia en cuya búsqueda, ellos mismos se están perdiendo y enredando.

Lucio Decumio.