Los rumores eran insistentes desde hace tiempo y hoy he leído las primeras líneas que empiezan a confirmarlos. La cadena norteamericana de televisión CBS, ha destapado recientemente la desahogada situación financiera y económica de la que goza el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat. Según la citada emisora, Arafat lleva años desviando fondos de la ANP a cuentas opacas en Suiza, Islas Caimán y átense los machos, Israel.
Dinero de los impuestos que ha abonado religiosamente -casi nunca mejor dicho- el pueblo palestino al que dirige cual mesías desde hace décadas. Dinero procedente de múltiples inversiones paralelas realizadas por la ANP en casi setenta empresas repartidas a lo largo y ancho de todo el globo terráqueo y entre las que destaca -vuélvanse a atar los machos- la embotelladora de Coca-Cola de Ramala, la ciudad en la que habita el "rais" y desde la que más que con toda seguridad, hace la vista gorda ante los atentados suicidas que la Yihad Islámica y demás facciones radicales palestinas, perpetran contra autobuses y restaurantes de todo Israel con dramática periodicidad.
Dinero que engorda a espuertas en las cuentas opacas de Arafat y en las de los prebostes de la ANP allende los territorios ocupados y que sin ir más lejos, amplió de forma procaz su volumen el pasado Septiembre con el desvío -detectado por el FMI- de 700 millones de euros desde los presupuestos de la ANP a una cuenta personal del Presidente a un paraíso fiscal. Dinero que deja jugosos intereses en bancos judíos y que sólo es un pequeño botón de muestra de la infame connivencia que más que seguro existe -y que L.D. ha denunciado repetidamente- entre la clase dirigente israelí y la palestina, para perpetuar el conflicto que enfrenta a sus pueblos y que tan suculentos réditos deja por el camino a quienes se encargan de apuntalarlo.
Dinero que debería servir para equipar a la policía palestina, a los colegios, a los hospitales y a mil y un servicios básicos de los que endémicamente, ha carecido siempre la población civil palestina. Dinero que debería gastarse en mejorar su nivel de vida, su educación y su formación, pero que como buen sátrapa islámico -o más bien en su caso, reyezuelo taifa- acumula indecentemente para su exclusivo goce y disfrute, mientras contempla con desdén hipócritamente tiznado de inquietud, cómo sus súbditos perecen sin poder disfrutar de aquello que en justicia les pertenece.
Dinero que en muchos casos, proviene de nuestros bolsillos, de las incontables ayudas que la UE, Japón, los Estados Unidos o el FMI han otorgado a fondo perdido a la ANP en el marco de los innumerables acuerdos y planes de paz alcanzados en los últimos quince años entre árabes e israelíes y que luego se han ido al traste por la intolerancia y el fanatismo de unos y otros.
Dinero que es más que posible, esté sirviendo de modo encubierto para el sostenimiento de una lucha tan feroz y sangrienta, como estéril e infecunda contra su declarado enemigo judío. Dinero que bien empleado, podría servir para lograr que cientos de miles de jóvenes fanatizados y encolerizados estuvieran convenientemente nutridos, escolarizados y formados en el respeto a sus vecinos israelíes, en lugar aguardar impacientes su turno para inmolarse en nombre de Alá y de su profeta palestino contra aquéllos.
Al fin y al cabo, el conflicto que sacude desde la noche de los tiempos aquel reseco terruño de nuestro planeta se resume en la manifiesta falta de escrúpulos de un dirigente islámico que se vende ante los ojos del mundo como víctima de un poderoso vecino sostenido y subvencionado por los Estados Unidos, mientras que por la puerta de atrás, trinca y mangonea todo el dinero que puede a sus empobrecidos y martirizados compatriotas hasta convertirse en el inmediato perseguidor de la Reina Isabel II, dentro del exclusivo pelotón de las fortunas terrestres más descomunales.
Y mientras, comprometidos e inocentes izquierdistas de todo el mundo que lucen desafiantes y orgullosos un pañuelo blanco con trazas negras anudado al cuello, forman parte sin saberlo de la coartada, la excusa y el sustrato internacional sobre el que se apoya este ladrón.
Lucio Decumio.