08 agosto 2003

¡¡Sinvergüenzas!!

AIE (Artistas Intérpretes o Ejecutantes), AISGE (Artistas Intérpretes, Sociedad de Gestión), EGEDA (Entidad de Gestión de Derechos de Propiedad Intelectual), SGAE (Sociedad General de Autores y Editores), DAMA (Derechos de Autor de los Medios Audiovisuales) y CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos), han decidido perpetrar, con la connivencia de ASIMELEC (Asociación Multisectorial de Empresas de Electrónica y Comunicaciones) -que reúne en torno al 80% de los fabricantes e importadores de CD's de nuestro país-, uno de los mayores atropellos contra los consumidores y usuarios de los que se pueda tener constancia en España. A partir del próximo 1 de Septiembre, quienes queramos comprar CD's o DVD's regrabables, tendremos que abonar una tasa, impuesto o canon, como se le quiera llamar, porque las seis primeras asociaciones que he citado, se sienten enormemente lesionadas en sus cuentas de resultados debido a la cada vez más extendida piratería.

Como de costumbre en España -no creo que en el resto de países civilizados sea muy diferente y no digamos ya en aquellos con un nivel de desarrollo menor- van a pagar los justos por los pecadores. De un plumazo, se acaba con la presunción de inocencia de los usuarios, considerándolos como potenciales delincuentes en el preciso instante en que compran un CD o DVD virgen.

Seguro que ahora, Sabina, Bosé, Ismael Serrano, Víctor Manuel, Ana Belén, Manu Chao, Javier Bardem, Aitana Sánchez Gijón y demás chusma tan declaradamente alternativa y progresista, bailarán y celebrarán hasta el amanecer una victoria que engordará, aún más si cabe, sus ya de por sí abultados bolsillos con el dinero de millones españoles a los que ni tan siquiera se nos ha pasado por la cabeza oír, contemplar y no digamos adquirir, sus obras. Compromiso y lucha para defender sus propios intereses robando si es preciso a punta de pistola a los usuarios, sí. Barniz progresista y anti-sistema cuando les conviene, que no falte. Letras y argumentos imaginativos y combativos que pudieran poner en peligro sus vidas o sus propiedades, jamás. Los del otro color también estarán la mar de felices, seguro, pero por lo menos no son tan fariseos como para aprovechar la menor y sacar tajada de su fraudulento ideario, arrimándose a los menos favorecidos cuando les interesa, para a continuación, sajarles en cuanto se dan la vuelta.

¿Se les ocurriría acaso a las autoridades de la Nación decretar el toque de queda en toda España después de un atentado de ETA, por ejemplo? ¿Es que acaso se le podría pasar a alguien por la cabeza gravar con un impuesto especial el uso de la gasolina porque Jarrai la utiliza para fabricar cócteles molotov? ¿Qué mente enfermiza duplicaría el precio de los cuchillos y de los tenedores porque pueden servir para agredir a nuestros semejantes? ¿Acaso exigen los clubes de fútbol a los fabricantes de sus camisetas que tripliquen el precio de las mismas porque talleres clandestinos repletos de chinos ilegales las producen en cantidades industriales, con destino a la venta ambulante? ¿Y marcas de ropa, moda y complementos como Lacoste, Ralph Lauren, Channel, Rolex, Bulgari y cientos de ellas más, que se ven gravemente perjudicadas por las imitaciones que se venden en la calle? Como estos casos, hay millones que se dan en muchísimos ámbitos y esferas y que producen enormes pérdidas a los creadores. Pero hasta donde uno sabe, no se ha tratado jamás de repercutir esas pérdidas en el usuario final.

Yo sólo me pregunto que hasta dónde pueden haber llegado las presiones de estos caraduras para que los fabricantes se hayan tenido que bajar los pantalones de esta manera. Ni puedo, ni quiero imaginármelo.

La única que se atrevió a decir una verdad como la Basílica de San Pedro del Vaticano, fue Alaska, quien hace unos meses justificó la piratería musical en virtud del desproporcionado coste de un CD original en el mercado. Los calificativos con que fueron tildadas tanto ella como sus opiniones, son bien conocidos y si el Sanedrín de los Progresistas hubiera estado cerca de ella en ese instante, la apalean, seguro. No olvidemos que tal fue la presión sobre la cantante, que varias tiendas llegaron a retirar sus discos de las estanterías. En definitiva, un asedio contra las opiniones librementes expresadas por una ciudadana libre, en un país libre, pero digna de los más repugnantes episodios persecutorios del nazismo alemán.

A mí se me ocurren, como a cualquier persona cabal, dos formas de luchar contra la piratería. La primera y más necesaria, que estas hienas carroñeras que son las Asociaciones de Autores y las discográficas, llegaran a un acuerdo para bajar los precios de los CD's originales, que seguro que pueden. Y bajarlos como Dios manda. Obligar a pagar 24 ó 26 euros por un disco de nuevo cuño, es una aberración. Saben positivamente que la gente que más discos compra, que más sigue a sus cantantes preferidos, son los jóvenes. Y todos sabemos cuál es el poder adquisitivo de que goza un adolescente de 14 ó 18 años de Aluche, Vallecas, Campamento y demás barrios populares de ciudades españolas. Es que les obligan a comprar copias piratas, por Dios.

Y dos, eliminación sistemática del top manta. ¿Qué cómo? Muy sencillo, aplicando las leyes y el sentido común. Con eso basta. Recordemos que las mafias se aprovechan de los más desasistidos, es decir, de los ilegales, para consumar la estafa en su tramo final. Los mismos ilegales tan vehemente y activamente apoyados por la izquierda artística y de los que se sirve para envolverse en un manto de solidaridad muy lucrativo, pero no para vender ilícitamente copias de sus discos, claro.

Para eso estamos los demás, para cubrir sus pérdidas mientras hacemos copias de seguridad o guardamos un Excel o un Word en un CD.

Miserables.

Lucio Decumio.

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