Pasqual Maragall es un payaso. Con todas las letras y desde la más estricta de las interpretaciones del término. Hace reír y mucho, por lo menos a mí. En esta larguísima precampaña electoral, que tiene la vista puesta en las Elecciones Autonómicas al Parlamento de Catalunya y que se desarrolla lenta y pesadamente desde hace cerca de dos años, el ex-alcalde de Barcelona no deja pasar la más mínima ocasión con el fin de hacerse ver y notar con todo el colorido y los ademanes del mejor clown del circo político.
Hace unos meses hablaba y no callaba en torno a un concepto político por él ideado y que nadie, -salvo él seguramente- acababa de entender. Lo denominaba "federalismo asimétrico". No me pararé a analizarlo porque, en primer lugar, aunque algo me barrunto, no sé muy bien qué significa y en segundo término, aunque lo supiera, muy enfermo debería encontrarme para detenerme en la descomposición de una terminología tan pedante, absurda y con toda seguridad egoísta e insolidaria.
Hace unas semanas, carcomido por la impaciencia de unas Elecciones Autonómicas que parecen no querer llegar nunca, se coló en nuestros hogares a través de las pantallas de televisión, ofreciéndonos desde esa entrañable imagen de "Babe, el cerdito valiente" -algo avejentado, eso sí- la solución a todos los problemas territoriales que acucian a España y que tanto preocupan a los ciudadanos de a pie. Había llegado la hora, decía el ínclito Maragall, de construir un nuevo "Reino de Aragón" que sobre la base de la Comunidad Autónoma de Catalunya, abarcara también las tres provincias aragonesas, las Islas Baleares y la Comunidad Valenciana. Sé que estoy simplificando y que el buen hombre algo más diría para justificar y argumentar la extravagancia, pero sintiéndolo mucho, querido Maragall, por mucho que se trate de razonar histórica, política, económica y socialmente la propuesta, ésta no soporta ni el más ligero embate de la Historia y sobre todo, de los deseos y las necesidades de los españoles.
Y hoy por fin, me he desternillado con este Charlie Rivel del siglo XXI. A la vista de la limitadísima atención que le presta la opinión pública catalana y no digamos la española, ha vuelto a intentarlo por enésima vez. Haré un inciso para decir que la tozudez y la insistencia de este sujeto por convertirse en el centro de la atención informativa, raya en un preocupante narcisismo político, aunque me veo en la obligación de reconocerle un innegable mérito creativo, fruto más que seguro de una holgazanería contemplativa difícilmente imaginable, pues la constante ebullición de sus neuronas le permite idear y crear conceptos, juicios y pensamientos que están al alcance de muy pocos.
En definitiva, que hoy se ha descolgado diciendo que la España de Aznar -ni que esto fuera un cortijo del presidente del PP, vamos- es insuficiente, que el Presidente del Gobierno sólo trata de meter miedo a los ciudadanos tratando de impedir que la Historia avance y que el bigotes es un adversario para Catalunya y para España. Y como alternativa a esta pequeñez e insuficiencia de la España de Aznar, Maragall ha lanzado una majestuosa, deslumbrante y soberbia propuesta que consiste en la creación de una eurorregión que agrupe los esfuerzos en materia económica y cultural de Aragón, Baleares, Valencia, el Sur de Francia, y cómo no, de Catalunya, centro neurálgico de la misma. Ha dicho más majaderías, sin duda, pero estas son las más notables y graciosas y se me está acabando el tiempo.
Aunque pueda parecer peligroso en vista de las veleidades que se gasta y de la inacción de los dirigentes nacionales del PSOE que se ven incapaces de ponerle pie en pared, a mí no me lo resulta. Se me aparece, mas bien, como un tipo hilarante por lo que dice, un dirigente menor, carente de liderazgo y que vive en tal estado de ansiedad política que no tiene rubor alguno en narrarnos sus desvaríos oníricos con una convicción casi infantil.
Maragall, querido payaso, contigo me parto.
Lucio Decumio.
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