El Teniente General José Mena Aguado, un militar de postín que ha sido condenado a ocho días de arresto domiciliario por José Bono, sólo por el hecho de defender públicamente la vigencia de la Constitución. Así va España. Se castigan la decencia, la honradez y el patriotismo y se premian la ignominia, la infamia y la impostura.
Para empezar el año, me decanto por las palabras en defensa de la Constitución pronunciadas ayer por el Teniente General José Mena, como línea argumental de mi primera intervención ciberespacial en 2006. Bravo por él. Aunque el estamento castrense tenga muy acotado el volumen y el contenido de sus opiniones políticas, conviene recordar, para quien no lo sepa, que Mena se ha limitado a hacer presente algo tan simple, tan real y tan evidente como que nuestra Carta Magna tiene unos límites que no pueden sobrepasarse y que de hacerse, ahí está el artículo 8 para convertirse en dique de contención.
La perogrullada -con crítica al proyecto de nuevo Estatuto para Cataluña incluida- ha sentado muy mal a los de siempre, es decir, a aquellos que desde hace casi dos años, se empeñan con pérfido esmero en la voladura de nuestro sistema constitucional y de libertades. No es de extrañar por lo tanto, el congestionado y fétido griterío proferido casi al unísono por PNV, CiU, ERC, IU y demás manadas de lobos.
A estos aventajados aprendices del peor fariseísmo, les ha faltado tiempo para rasgarse teatralmente sus vestiduras, armar el tradicional bullicio que busca ocultar sus verdaderas intenciones y ladrar furiosamente en el quicio de La Moncloa para pedir la cabeza, el tronco y las extremidades de un soldado que sólo habló de cumplir con el compromiso que contrajo al jurar defender a su país y su Constitución.
Pero como de costumbre, lo peor viene por parte del Gobierno y del PSOE y de su suicida toma de partido por los declarados enemigos de la Nación.
Señores Bono, Blanco, Rubalcaba y ZP ¿desde cuándo merece punición la encendida defensa de la vigencia de nuestra Constitución por parte de un leal e intachable militar, mientras queda impune la mutilación de algunos ejemplares de la misma a manos de los cachorros de sus socios en un repugnante aquelarre por las calles de Barcelona? Señores Bono, Blanco, Rubalcaba y ZP ¿cómo es posible que el mismo día en que el traidor lendakari exige al Gobierno que soslaye la ley y que Batasuna se presente a las próximas elecciones municipales, un soldado de ejemplar trayectoria profesional y democrática sea arrestado por defender la Carta Magna sin tapujos? Señores Bono, Blanco, Rubalcaba y ZP ¿creen de verdad que es asumible para la mayoría de los españoles, incluidos sus votantes, que mientras se bañan en agua de rosas con quienes pretenden destruir la Constitución, ustedes condenen a los que hacen loa de ella?
Sólo hay una respuesta a estas interrogantes y es la la doble moral y el doble rasero, tan enraizados en el ADN del socialismo patrio. Pueden pasarse media vida exigiendo a los militares que reconozcan, acaten y respeten la Constitución -algo que por otra parte, han hecho en su inmensa mayoría con sobrado patriotismo y sentido del deber desde el mismo día de su aprobación- pero cuando uno de los más destacados jefes del Ejército toma un micrófono y pide que los nuevos estatutos -que maldita la falta harán, digo yo- no desborden los límites constitucionales, se le tiran al cuello.
Históricamente, los actos de los socialistas españoles sólo han dependido de una cosa. Del inmediato rédito político que pudieran extraer de los mismos, sin importar las consecuencias futuras o incluso sus declaraciones del pasado, aunque éstas entraran en flagrante contradicción con su actitud en el presente. El ejemplo de Felipe González es paradigmático al respecto, especialmente en lo que se refiere al asunto OTAN.
Pero en la legislatura ZPBS, el avaro afán de la inmediatez se mezcla con el cobarde aliño de la peor de las deslealtades hacia la Nación, los ciudadanos y los principios constitucionales que el Gobierno que preside, juró defender cuando tomó posesión.
Por eso, molestan quienes recuerdan lo obvio, se trata de silenciar a aquellos que defienden la legalidad vigente y su aplicación inexcusable, se busca acallar a los que denuncian tanto oprobio y atropello, se acusa de radicalidad a los defensores de la ley de leyes y se ridiculiza y aplasta mediáticamente a los que se niegan a comulgar con la idílica realidad que nos quieren transmitir el Gobierno y sus aliados con el apoyo de su devastadora artillería informativa.
Lucio Decumio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario