13 enero 2006

Aprender del Islam

Instantánea de la explanada de la Kaaba, en La Meca. Miles de fieles musulmanes muestran al mundo el triunfo de la gentileza y la urbanidad islámica, mientras rodean pacíficamente hasta siete veces, la piedra sagrada de su religión.

La asilvestrada, intolerante y decadente civilización occidental se muestra obtusamente incapaz de aprender las innumerables lecciones de educación y generosidad que una y otra vez, nos transmite la indulgente y perfeccionada cultura islamista. Las periclitadas convicciones cristianas y sus oxidados orígenes clásicos, nada pueden ante las interminables muestras de civismo y urbanidad que nos ofrece la instruida erudición musulmana.

¿Extrañados? No tanto. Hay muchos ejemplos de lo que digo, como las asentadas y centenarias democracias de que disfrutan todos los países del Magreb o los grandes avances sociales, de tolerancia religiosa con otras confesiones y de igualdad entre hombres y mujeres, que han experimentado en los últimos decenios no pocos países ribereños del Golfo Pérsico y aledaños. Eso por no hablar, del indiscutible liderazgo mundial que ejercen en ámbitos como la libertad y los derechos humanos, incuestionables potencias como Indonesia, Pakistán o Libia. Todo ello en contraste con los gravísimos déficits que en todos esos ámbitos, muestran naciones tan atrasadas y subdesarrolladas como los Estados Unidos, Suecia, Finlandia, Alemania o la misma España en la que vivimos.

Otro gran ejemplo de la enorme ventaja cultural, política y económica que ha adquirido el mundo musulmán sobre las ruinas del cristianismo y el clasicismo greco-romano, es la encendida pasión cultural islámica, que ha dado al mundo en los últimos siglos, decenas de virtuosos pianistas, centenares de reputados pintores, infinidad de célebres filósofos, legiones de delicados poetas, docenas de incansables compositores, innumerables escritores de imperecedera gloria o incontables ramilletes de briosos líderes mundiales.

Sin embargo, es a la hora de demostrar su inveterado civismo y su intachable proceder en los actos masivos de culto o manifestación religiosa, donde el Islam gana por goleada al decrépito Occidente cristiano.

¿Que no? Para muestras, unos botones. Hace cerca de diez meses, falleció Juan Pablo II, aquel rancio y retrógrado Sumo Pontífice de la Iglesia Católica que durante 27 años atormentó, en nombre de su trasnochado credo, a miles de infieles e hijos descarriados -así los llamaba él- de su propia confesión.

Haciendo abstracción de los numerosos atropellos y fechorías perpetrados por el Papa polaco, asistieron a las exequias del líder religioso católico cerca de tres millones de fieles, quienes durante días enteros se entregaron con furioso denuedo a la tarea de provocar tumultos, avalanchas y enfrentamientos callejeros. Las imágenes emitidas por todas las televisiones del globo, en las que podíamos contemplar aterrados a los cientos y cientos de muertos que dejaron a su paso los altercados y las estampidas originadas por el salvajismo y la rusticidad de las turbas católicas, aún no se han borrado de nuestra memoria.

Apenas habían transcurrido cuatro meses desde que el drama y la muerte se apoderara de las calles de Roma, cuando el feroz y despiadado lugarteniente de Juan Pablo II, su sucesor Benedicto XVI, convocó a centenares de miles de jóvenes católicos en las enormes praderas que circundan la pútrida y ruinosa ciudad alemana de Colonia. Como no podía ser de otro modo y siguiendo el macabro ritual de esta confesión religiosa cuando de aglomerarse se trata, los incidentes y las broncas fueron la tónica general y no menos de 80 personas perdieron la vida en las docenas de reyertas que tuvieron allí lugar.

Y qué decir del estremecedor saldo de muertos, heridos y destrozos en el mobiliario urbano que arrojaron las multitudinarias, injustificadas y reaccionarias manifestaciones que las organizaciones más conservadoras y tradicionalistas de nuestro país, convocaron durante el pasado año para protestar contra las políticas de progreso y avance del sobresaliente gobierno socialista? Sin comentarios. Servidor, aún está avergonzado por tamaña demostración de barbarie.

Lo he dicho muchas veces. Estamos tardando demasiado tiempo en empaparnos de la cortesía y los buenos modales de todos, sin excepción, los musulmanes que en el mundo hay. Ver las imágenes de su tradicional peregrinaje anual a La Meca e invadirme una sana envidia por su irreprochable comportamiento y la calma, la serenidad y la entereza de que hacen gala pese a las multitudes que se congregan en la ciudad durante los tres días que dura el Hajj, es todo uno.

Deberíamos aprender a vivir la religión como lo vienen haciendo los islámicos desde hace tantos decenios. Suavizar las aristas más radicales de nuestra doctrina católica, entender la misma como una manifestación íntima y exclusiva de cada uno de nosotros y tratar de desenredar la religión del poder político, son la clave para empezar a alcanzar las cotas de desarrollo socio-económico que ya han logrado la totalidad de países de confesión mahometana.

Sé que lo que digo es complicado, pues las tinieblas de ignorancia y subdesarrollo que han cultivado las élites socio-católicas durante siglos y que han impedido por pura avaricia y avidez de poder, el despegue social de, básicamente, Norteamérica y Europa, no desaparecen así como así y son muy complicadas de superar.

Sin embargo y ya termino, yo creo que estamos en el buen camino, al menos en España, gracias al buen hacer y a la perspectiva histórica y política del actual Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Los grandes líderes -y Zapatero sin duda se cuenta entre ellos- son aquellos que trascienden su época y logran ver mucho más allá de las necesidades inmediatas del pueblo al que dirigen, para enfocar acertadamente su devenir histórico y hacerlo encajar en un futuro desafiante que sólo ellos, dotados de una capacidad de síntesis y análisis sin igual, pueden otear.

Sólo así, en el marco de las indudables cualidades presidenciales, podremos hacer efectivas y provechosas para nosotros, humildes cristianos españoles, las decididas apuestas de Zapatero por la concordia y el entendimiento con regímenes impecablemente democráticos, civilizados y consolidados como Marruecos o su innovadora evocación de una Alianza de Civilizaciones con las culturas más avanzadas del planeta, para abandonar de una vez por todas, nuestro secular atraso.

Lucio Decumio.

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