La instantánea del día de hoy corresponde a un lechero corriente y moliente. Estoy harto de mancillar estas páginas con los rostros de los más variados y escalofriantes traidores.
Corríjame alguien más versado que yo en citas históricas, si digo y me equivoco al afirmar que no fue otro sino aquel férreo e inolvidable combatiente por la libertad llamado Winston Churchill, quien sostenía que los ciudadanos de un país sólo gozarían de todas las libertades democráticas y civiles, en el momento en que estuvieran convencidos de que la persona que llamase a su puerta a las seis de la mañana, fuera el lechero.
Si de la sentencia del orondo dirigente británico se puede extraer la conclusión de que la democracia y la libertad están firmemente asentadas en una nación cuando alguien tan inofensivo como el repartidor de la leche es quien aporrea nuestra puerta a tan intempestivas horas, habremos de colegir que en función de los acontecimientos que se han venido produciendo en España durante los dos últimos años, nuestra amada Nación se aleja a pasos agigantados del idealizado prototipo de estado democrático que tan metafóricamente defendía Churchill.
Y es que la nocturnidad en contra de la transparencia, la opacidad en oposición a la limpieza y la alevosa actitud gubernamental frente a los mínimos criterios de decencia y decoro exigibles a todo un Ejecutivo nacional, han sido desde el 14 de Marzo de 2004, las herramientas que el Gobierno presidido por Rodríguez Zapatero ha empleado con demasiada y estremecedora frecuencia, en contra del interés general de todos los españoles.
De momento han sido sólo decisiones y acuerdos que se han tomado de espaldas a la ciudadanía. Y digo sólo -excepción hecha del tenebroso episodio de la detención de dos militantes del PP por el mero hecho de serlo-, pues aún no dejando de ser estos conchabeos clandestinos extremadamente preocupantes por sí mismos y no escapándosele a nadie con un mínimo sentido crítico que tantas y tan prolongadas reuniones mantenidas en las cloacas monclovitas con los más acerados enemigos de todo lo que España significa, nada bueno auguran para el futuro de nuestra Nación y mucho menos, para el mantenimiento de las libertades y derechos consagrados en la Constitución, lo más inquietante es el más que seguro y agitado panorama de futuro que nos aguarda.
¿Por qué digo eso? Sencillo y cristalino resulta a mi juicio, el hecho de que las confabulaciones que se han cocido en las calderas de las más ocultas cavernas del Palacio presidencial, forzosamente habrán de edulcorarse con los azúcares de la manipulación informativa a que nos tienen acostumbrados los socialistas y sus socios antisistema para que los ciudadanos acepten de buen grado el desmembramiento de la Nación y el recorte de libertades. Eso o aún peor, que las maquinaciones y las intrigas perpetradas al amparo de las tinieblas de la noche, tengan que ocultarse a la opinión pública tras un irreparable apagón informativo, para que aquélla no se envuelva en llamas de ira ante las cobardes genuflexiones de Zapatero frente a nacionalistas radicales y terroristas.
Y es que no hay otro modo. Cuando alguien perpetra una indignidad -o muchas, como es el caso del Gobierno actual-, sólo hay dos formas de esconder la felonía ante quienes pueden pedirle las consiguientes responsabilidades tras su ejecución; o se miente descaradamente al conjunto de los ciudadanos o se secuestra su libertad de información y de opinión con la intención de que la verdad no vea la luz. Dispositivos de ocultamiento de la realidad que no por diferentes, dejan de ser perfectamente complementarios, al menos en el ideario político del socialismo español y de los depredadores que ha elegido como colaboradores durante esta legislatura.
Y mal que nos pese, ambos mecanismos ya han sido puestos en marcha por el actual Gobierno. Por una parte, los ingenios de la mentira y la manipulación informativa nunca han dejado de funcionar con mejor o peor eficacia, en las criptas de Ferraz 70. Pudimos comprobarlo en innumerables ocasiones durante su anterior etapa de Gobierno para años más tarde, contemplar atónitos cómo se le echaba más combustible al motor de la farsa a lo largo de los meses inmediatamente anteriores a las Elecciones Generales de 2004, cómo se aceleraron sus revoluciones en la jornada de reflexión y cómo se ha terminado engrasando y abrillantando durante la nefasta etapa de gobierno que está a punto de cumplir dos años.
Y la segunda, el secuestro de la libertad de información y de opinión, ya ha dado unos primeros pasos que a buen seguro, conocedores como somos de que el temple del actual inquilino de La Moncloa y de sus socios se encuentra exactamente en las antípodas de la dignidad y de la compostura, no serán los últimos ni los menos preocupantes.
Y es que estas infamias -desfiguración y manipulación de la realidad por una parte y sesgo de la libertad informativa y de opinión por otra- a su vez tendrán que encubrirse, como no podrá ser de otra forma, con nuevas y redobladas apuestas que impliquen una mayor reducción de libertades y derechos. Todo esto hasta que tal vez un día no muy lejano, si por el camino no sufren un apabullante y merecido castigo electoral, quien llame a nuestra puerta a las seis de la mañana, pueda no ser el lechero.
Y si alguien no los cree capaces de dar los pasos necesarios hasta llegar a esa lóbrega meta y disfrazar sus fechorías de incuestionables avances para la libertad y la convivencia, es que no los conoce lo bastante bien.
Lucio Decumio.
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