08 abril 2005

Historia sin más

Nada igual se ha visto en los miles de años que llevamos los hombres pisando y hollando el suelo de este mundo. Y difícilmente se volverá a ver nada parecido en siglos venideros, salvo el día que tengan lugar los funerales por el hombre que habiendo sido llamado para viajar a cualquier planeta del Universo, lo hubiera convertido de un soplido en un fértil y exuberante vergel en el que la raza humana pudiera iniciar una nueva andadura.

Condolencias, reconocimientos y alabanzas provenientes de los cuatro puntos cardinales, desde todas las culturas, desde todas las religiones y desde todas las ideologías. Millones de peregrinos dirigiéndose en pacífica y conmovida procesión hacia Roma para rendir el último homenaje al hombre que dirigió los destinos de la Iglesia Católica durante más de 26 años. Más de veinte horas de espera para muchos miles de esos fieles que aguardaban en angustiosas y asfixiantes colas para poder pasar, sólo durante unos segundos, ante el cadáver del hombre más célebre del planeta. Las televisiones de todo el globo transmitiendo las imágenes del funeral más impactante de la Historia a 3.000 millones de televidentes, dando así origen al acontecimiento mediático más importante de todos los tiempos. Cientos de dignatarios, primeros ministros y Jefes de Estado guardando un profundo y emotivo silencio ante los restos del último gran hombre que ha dado la Humanidad. Representantes de todas las iglesias cristianas y de los credos religiosos más influyentes de todo el orbe, presentando sus respetos ante la máxima figura del catolicismo.

Números y datos que abruman y que dan una idea, pese a su magnitud, de la trascendencia religiosa, social, mediática e incluso política de la figura de Juan Pablo II. Sus cifras en vida, que parecían insuperables -viajes, encíclicas, discursos....- han quedado empequeñecidas ante la movilización global en respuesta a su fallecimiento.

En tiempos de un materialismo y un utilitarismo cabalgantes, sólo un hombre como Carol Wojtyla, cargado con toneladas de pasión, empuje, entusiasmo y compromiso por la vida y la libertad de sus semejantes, podía concitar sobre sí, los parabienes de la práctica totalidad de líderes políticos y religiosos de la Tierra. Y que el objeto de todo este despliegue de emociones, de informaciones y de alabanzas, haya sido el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, reconforta a quienes como un humilde servidor, aun no siendo asiduos practicantes de los preceptos católicos, nos sentimos todavía identificados con las líneas generales del credo cristiano que nos ha transmitido la Iglesia.

Sólo un puñado de inicuos y mezquinos, muchos de ellos fácilmente reconocibles, pues son compatriotas nuestros y en muchos casos, destacados líderes políticos, han mostrado públicamente su aversión, en razón de sus trasnochadas ideas políticas, al insigne perfil del Gran Hombre. Los sinvergüenzas, los retorcidos, los atravesados y los aviesos siempre han sido incapaces de disimular su irracional odio y su visceral rechazo hacia aquellos que son fieles hasta el fin de sus días, a sus principios, a sus ideas y a sus creencias, especialmente si éstos son tan elevados como la libertad, la paz y el perdón.

Es algo que esos vendidos jamás llegarán a entender, pues en su futilidad, apenas si pueden ver más allá de sus narices.

P.D. ¿Carlos Amigo Vallejo, Arzobispo de Sevilla, futuro Papa? Contemplad su rostro afable y campechano y luego vestidlo de blanco. Veréis el efecto.

Lucio Decumio.

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