Bien, de acuerdo. Puede que el título de mi comentario de hoy entre en flagrante contradicción con lo expuesto en anteriores ocasiones al respecto de la figura del actual Presidente de los Estados Unidos. Así es, no voy a negarlo, pues hacerlo sería intentar inútilmente ocultar la realidad misma de los escritos que los lectores encontrarán en la base de este mismo artículo y sería muy sencillo pillarme en un renuncio.
Antes de continuar, hacer un inciso sobre este particular, se me antoja perentorio. Particularmente, siempre he preferido, salvo algunas excepciones, la figura de un presidente norteamericano elegido por el lado del Partido Demócrata. Yo supongo que esta inclinación debe venir determinada por la figura de dirigentes como F.D. Roosvelt o J.F. Kennedy, que a mi modo de ver, fueron claves en el desarrollo de la Historia de los Estados Unidos y también en gran medida, en la del resto del mundo. Presidentes que por otra parte, no dudaron en apretar el gatillo cuando así lo creyeron necesario, tanto en defensa de los intereses de su nación o como respaldo de las democracias europeas en lucha contra los peores totalitarismos del Siglo XX.
Pues bien, dicho esto, pasaré a explicar los motivos de mi regocijo ante la victoria del candidato republicano, actual Presidente y futuro mandatario americano durante los próximos cuatro años.
En las últimas observaciones volcadas en esta página, al tiempo que consideré oportuno hacer manifiesta mi predilección por Kerry, también hice notable hincapié en el hecho de que el tratamiento informativo que estaba recibiendo Bush por parte de la mayoría de medios de comunicación españoles, estaba sobrepasando los límites de la preferencia tolerable por el senador demócrato, para adentrarse sin tapujos y sin ambages, en la manipulación más tendenciosa y en el sectarismo más abyecto que cupiera imaginar.
Los reportajes de Canal + que mencionaba, sólo fueron el postre de una pantagruélica demostración de zafiedad partidista que antes de alabar la figura del candidato demócrata y justificarlo políticamente como el individuo idóneo para ocupar el Despacho Oval, demonizaba sin solución de continuidad y sin espacio alguno para la réplica o la defensa, el perfil político y personal de Bush.
Esa ofuscada persecución sin cuartel, que se inició hace ya muchos meses, ha terminado volviéndose en contra de los medios a los que hacía mención. Entre los más destacados en este sentido, cabe señalar a todo el Grupo Prisa, con la SER, Canal + y El País como puntas de lanza, así como a Televisión Española y Telecinco. Algunos de ellos, como la Cadena SER, se cubrían con un nuevo manto de gloria mediática al anunciar a bombo y platillo la victoria de Kerry cuando el triunfo de George W. Bush ya era de dominio público.
Era tal su ansia por ver postrado y derrotado a su más odiado demonio, era tal su deseo de ver justificado su antiamericanismo feroz, era tal su anhelo por demostrar a quienes cada vez con más pruebas les acusan de haber tergiversado la realidad española a mediados de Marzo, que no era preciso un atentado y su posterior manipulación para cambiar el signo y el futuro político de un país, que hasta el último instante e incluso más allá, se negaron a ver la realidad y se invitaron a sí mismos a un banquete de autocomplaciente ajuste de sus deseos con una realidad inexistente.
Lo peor de todo ha sido constatar que pese a contemplar como George W. Bush ha sido elegido Presidente para un segundo mandato con el mayor número de votos jamás recabados por un candidato a la Casa Blanca y además, sin el menor asomo de un posible fraude que justificara nuevos alaridos, esos medios de comunicación no sólo no han admitido su error, no sólo no han entregado sus armas, sino que por el contrario, se han apresurado a cambiar la munición con la que disparar al abominable rival.
Ahora la consigna es hablar de Estados Unidos como un país dividido y al borde de la guerra civil. La izquierda, ya sea a través de los medios de comunicación afines, ya sea a través de sus propios representantes políticos, es cada vez más meridiana y más transparente a la hora de mostrarnos su verdadero perfil político y social, pues no dejan pasar oportunidad de hacernos saber que para ellos, la democracia es un sistema válido siempre que sirva a sus intereses y termine otorgándoles la razón en sus postulados, el poder político y el control unívoco de la sociedad. En cuanto no es así, en cuanto la realidad y sobre todo, la madurez democrática de un pueblo les descabalga de sus febriles deseos, se revuelven con más fiereza si cabe, enfrascándose en la búsqueda de cualquier argumento -cuanto más retorcido e irreal, mejor- que deslegitime al sistema y a los representantes que han osado, mediante métodos tan antidemocráticos como el sufragio universal, derrotarles o simplemente, llevarles la contraria.
Así es la gente que gobierna España y la que por extensión, la mantiene desinformada.
Lucio Decumio.
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