La indignación entre la caterva independentista e izquierdista catalana, tras ser rechazado el reconocimiento de la selección regional por la Federación Internacional de Patinaje, es muy comprensible.
Afortunadamente, Carod Rovira y los suyos se han quedado sin su cautivador juguetito político, sin ésa astilla que podría haber servido de cuña con la que poder resquebrajar el tronco del deporte español en un sinfín de esquirlas regionalistas, pues para otra cosa no iba a servir, una selección catalana de hockey sobre patines independiente de la española.
Sólo yo puedo saber cuánto me alegra el hecho de que por fin y aunque haya sido de modo exógeno, alguien, algún organismo, alguna instancia, haya parado los pies a este ajusticiador del sentido común, a este verdugo de la convivencia, en fin, a este chantajista chulesco y tabernero que en los últimos meses, está poniendo premeditada y obscenamente en jaque, la indulgencia, la permisividad y la paciencia de millones y millones de españoles.
Pero desafortunadamente, cuando este tipo de sujetos ha de afrontar esta clase de contratiempos, no lo hace desde la coherencia y el raciocinio, ni mucho menos desde el replanteamiento de sus posturas maximalistas, sino que en sentido contrario, redoblan sus esfuerzos disgregadores y sus ansias de revancha. El lenguaje mafioso, crispante y amenazador que ha empleado Carod a la hora de calificar la negativa de la Federación Internacional de Patinaje a reconocer a Cataluña como integrante de la misma, sólo es el penúltimo botón de muestra del carácter acomplejado, vengativo y resentido de este peligrosísimo dirigente independentista.
Todo esto es muy sencillo. Quienes políticamente viven de abonar el enfrentamiento entre españoles de uno y otro lugar, de alimentar el odio y el resquemor entre ellos, de cultivar rencillas inexistentes, de buscar, encontrar y dar forma a conflictos que sólo tienen vida en sus enfebrecidas mentes aldeanas, sólo pueden observar la convivencia pacífica, recíprocamente constructiva, solidaria y leal, con los ojos de aquel al que se le suprime el sustento, el alimento y el aliento vital que le mantiene en pie.
Individuos como Carod, Ibarreche, Arzallus, Egíbar, Benach o Bargalló y en menor medida otros como Maragall, Mas o Anasagasti, viven de eso. Su maná político y económico brota del caudal de inquina y enemistad que arrastra la corriente del río de hostilidad que ellos mismos han puesto en marcha entre sus votantes.
Mientras, no sólo no se ruborizan a la hora de tratar con los peores malhechores para obtener de ellos o junto a ellos, el máximo beneficio para sus desquiciadas causas; no sólo no pierden la vergüenza ante sus pactos oprobiosos con fúnebres criminales; no sólo no se sofocan cuando se les recuerdan esos tratos o cuando se demuestran sus sobornos, sus cohechos y sus corruptelas; como tampoco padecen el menor sonrojo cuando en nombre de pueblos a los que no representan ni de lejos en su totalidad, se arrogan la representación absoluta de los mismos. No, no se conforman con eso. Las más de las veces, en el colmo de la ruindad, son capaces de retorcer la realidad de tal modo que quienes les denuncian por sus prácticas bravuconas y chulescas son los que terminan dando explicaciones por algo que ni siquiera han hecho.
Tienen la maniobra perfectamente sistematizada. Escudándose en las viejas tácticas totalitarias que buscaban la identificación conceptual entre el líder carismático y el pueblo al que pretendía gobernar o liberar, hacen rebotar cualquier crítica a su gestión o a sus actos sobre el pueblo del que se manifiestan sus únicos y legítimos representantes. Así, convierten legítimas diatribas a su gestión política en permanentes e injustificados ataques estatales contra los pueblos, las comunidades o las regiones que gobiernan o pretenden dirigir. Finalmente, la ciudadanía más próxima a los postulados políticos de estos conflictivos mandatarios y menos preparada académicamente, termina por encajar como propia, cualquier censura que reciba el gobernante regional de turno, retroalimentándose así, el peligroso círculo vicioso.
Porque, cuando ERC, por la embusteras bocas de Carod, Bargalló y Benach denuncia que desde España o el Gobierno Español, se han producido "maniobras muy sucias" y "presiones típicas de dictaduras" para evitar que la selección catalana de hockey sobre patines fuera reconocida por la Federación Internacional, sabe que está invitando al conflicto y al enfrentamiento gratuito entre españoles, sólo porque no se han plasmado en la realidad, sus febriles y quiméricos sueños independentistas.
A este respecto, olvidan deliberadamente las presiones y los sobornos que desde la Generalitat que ellos coadyuvan a mal gobernar, se promovieron ante innumerables instancias para que la Federación Internacional de Patinaje reconociera provisionalmente a la Federación Catalana entre sus integrantes -como sucedió en Marzo- y luego, que se aprobara su definitiva inscripción en la Asamblea General que ayer tuvo lugar en Fresno, California.
Sin embargo, no es en lo anterior donde la carga de demagogia, de mala fe y de vileza queda más patente, pues la acusación a España de no saber articular su propio deporte dentro de sus propias fronteras, sólo porque no se da salida a sus descabelladas peticiones independentistas, sólo puede calificarse de perversión moral y política sin parangón.
Y para rematar, en un acto revanchista y vengativo como pocas veces se habrá visto o se verá, llaman a todos los catalanes y a todas sus instituciones a no apoyar la candidatura de Madrid para organizar los Juegos Olímpicos de 2012. Es cristalino. Desde que supieron que gozaba de notables posibilidades, a estos apóstoles del rencor y del resentimiento nacionalista, no les dejaba de escocer como el peor de los pruritos, la idea de que Madrid pudiera llegar a tener la oportunidad de hacer sombra a Barcelona a través de la organización de unos Juegos. Aunque bien pensado, da igual; de haberse producido hoy el reconocimiento de la Federación Catalana de Hockey sobre Patines a nivel internacional, ya se hubieran encargado de buscar y encontrar otro motivo o excusa en el que parapetarse para retirar su apoyo a Madrid 2012.
Particularmente y ya termino, no descarto que en breve, Carod Rovira y sus sicarios busquen el desquite a este revés. Y ése, bien podría ser el penúltimo chantaje al Gobierno de la Nación para que retire su favor a la candidatura olímpica de Madrid, a cambio del voto favorable de ERC a los Presupuestos Generales. Trampa en la que también podrían involucrar a la propia Generalitat, obligándola a hacer una declaración institucional en la que se retractara de su apoyo a la opción olímpica madrileña.
¿Extraño? ¿Disparatado? ¿Absurdo mi planteamiento? Yo creo que no, pues si tenemos en cuenta el perfil atravesado y retorcido de estos individuos, su trayectoria vital, política y moral y sobre todo, las públicas bajadas de pantalones que han obligado a efectuar al Gobierno de Zapatero en el conflicto, -también intencionadamente abierto por ellos- en torno a la lengua valenciana, ninguna jugada sucia es descartable.
Lucio Decumio.
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