Muy parecida a ésta, debe ser la contestación que la operadora de la Casa Blanca ofrece al Presidente Rodríguez, cada vez que éste trata de ponerse en contacto con el recién reelegido Presidente Bush.
¡¡Qué descortesía y qué demostración de prepotencia y hegemónica chulería la de este yanqui!!, pensarán alarmados y escandalizados nuestros intrépidos gobernantes y sus leales y honrados socios parlamentarios.
Se ha cumplido ya una semana de la victoria del actual mandatario norteamericano en las elecciones presidenciales celebradas en su país y aquél, aún no se ha dignado a responder a nuestro indómito Primer Ministro, quien a través de diversas llamadas telefónicas, ha intentado infructuosamente desde entonces felicitarle de todo corazón por tan espectacular triunfo.
Como español, siento vergüenza. Vergüenza por tener que soportar la figura de un Presidente del Gobierno y de un Gabinete al completo que por simple tozudez ideológica y política, llevan más de seis meses poniéndole zancadillas de bravucón de colegio al Estado más poderoso de la Tierra, nuestro principal aliado político y militar, sólo y exclusivamente con el ánimo de mantener en alto ante sus votantes y simpatizantes, el tono demagógico, manipulador y provocador que les llevó a la Moncloa.
Después de las docenas de patadas que de cara a su galería de afectos y titiriteros, han propinado al gigante, ahora se les llena la boca de declaraciones amistosas y cordiales hacia éste. Es muy típico de este rebaño de pollinos; hacen las cosas a su antojo y no se detienen a pensar en las consecuencias que conlleva tal comportamiento, para percatarse más tarde de que han metido la pata hasta el fondo del pozo y de que el daño ya está hecho, soslayan medrosamente su responsabilidad y aseguran que aquellos desplantes o agresiones, sólo fueron malos entendidos y que nada más lejos de su intención que herir a quien premeditadamente, estuvieron atizando.
Eso en España puede funcionar, pues hay españoles -millones, desafortunadamente- que son tan memos, que aunque les pongan todas las evidencias posibles delante de sus narices, seguirán creyendo lo que este hatajo de podencos les diga. Pero eso, de cara a la primera potencia mundial, me temo que no funciona.
Pues, ¿a que otra cosa suena intentar hacer creer al Gobierno Americano que la precipitada e insolidaria retirada de nuestras tropas de Iraq fue un malentendido, salvo a burla sin tapujos? Eso, por no hablar del sonrojo que debería ocasionarles su patético propósito de disfrazar de equívoco, el llamamiento realizado desde Túnez a la deserción de todos los países que forman la coalición que apoya a los Estados Unidos en Iraq. Y si a ello añadimos las solapadas justificaciones a los orígenes del terrorismo islamista -ahí están las hemerotecas- entre algunos dirigentes del PSOE en los primeros meses de gobierno, los infantiles llamamientos a las Alianzas de Civilizaciones, el demagógico desaire al paso de la bandera americana en el Desfile de la Hispanidad de hace un año y su eliminación en el celebrado hace unas semanas, la utilización de algunas importantes figuras del Ejército para agredir verbalmente a los americanos y una infinidad más de pequeños y enojosos detalles de enquistada mala fe, nos daremos cuenta de que la actitud de Bush a la hora de no responder a Zapatero, no bebe de las fuentes de la arrogancia o el engreimiento del poderoso ante el más débil, sino de las del fastidio y de la indignación más absolutas con un Gobierno que seguramente creyó amigo y aliado, pero que sin embargo, no ha dejado de mostrarse exasperantemente hostil.
Y como penúltima demostración del significativo oprobio y ostracismo al que más que posiblemente someterán los Estados Unidos a este Gobierno de volatineros, pamplineros y bufones -y por extensión a muchos sectores económicos españoles- sirva como botón de muestra el encuentro que hoy ha mantenido el Presidente Norteamericano con el ex-Presidente español, José María Aznar. Cuarenta minutos de audiencia para evidenciar ante el mundo y muy especialmente ante España y su Gobierno, a quién consideran los Estados Unidos un partidario fiable y leal y a quién, un escurridizo truhán de feria.
La única lectura positiva que yo extraigo de todo este insuperable catálogo de desaciertos, traspiés, desaguisados, deslices, errores y calamitosa indisposición para el buen gobierno, es que a este paso y contando con las trampas que a buen seguro les pondrán las hienas antisistema en las que se apoyan para continuar en el Poder, puede que a la vuelta del próximo verano, se vean en la obligación de convocar Elecciones Generales. Y Dios lo quiera, perderlas.
Lucio Decumio.
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